lunes, marzo 17, 2008

Sociedad y Significados


Una sociedad con muchos jóvenes es una sociedad peligrosa. La juventud es creativa, pero también explosiva. La gerontocracia informal modera, con sus instintos declinantes, la violencia del grupo. Aunque siempre hay viejos locos –la locura de la juventud la damos por supuesta-, la fuerza del número de hombres y mujeres sensatos, también conformistas, mayores y de mediana edad, apaga sus chillonas voces, convirtiéndolas en un ridículo extremismo.

También una sociedad muy masculina supone un riesgo. El dios Ares mora en el alma de los hombres. El macho humano es más dado a proyectarse en la sociedad, más allá del ámbito fundamental, aunque reducido, de la familia y las amistades, ese marco microeconómico tan necesario para el liberalismo, y de concordia y amor tan importante para una moral bien dimensionada, cimiento de cualquier Civilización que merezca tal nombre. El varón sale “de caza”, abandona las cuatro paredes de la morada para respirar el aire del ágora, se hace más político y más guerrero. Dispone de más fuerza física y de más agresividad por que siempre cazó, sí, pero también porque compite con otros varones desde tiempos inmemoriales (de los que solo guarda memoria el genoma) por las mujeres y por los recursos, captados para atraer a las mujeres, guiado por la selección sexual. Y esa fuerza también la expresa en su mente, tan abierta para algunas cosas y tan cerrada para otras.

Y una sociedad racionalista es, asimismo, inquietante. Cuando lo apolíneo pretende eliminar a lo dionisiaco, cuando los significados se solidifican e impera el verbo sobre el sentido último, el presente sobre el pasado, la “verdad” sobre la costumbre y el pragmatismo simplista sobre el ritual aparentemente absurdo, un cortoplacismo que mira a un horizonte temporal muy limitado, petrificado en las certidumbres de un presente pretendidamente superior a todo lo que le precedió, puede llevar a la ruina, en nombre un progreso mal entendido, mal concebido, a una civilización.

La sociedad es un precario equilibrio, en el que conviene que no predomine demasiado la fuerza centrífuga –que se hace llamar centrípeta- de ningún vector. A Cioran le maravillaba que la gente no se matara por las calles, que hubiera una paz armada tan consistente entre seres innatamente egoístas y violentos. Ortega creía que no había ninguna “sociedad como tal”. Smith consideraba que el interés individual promovía el bien común. Montesquieu pensaba que factores tales como el clima (y, en fin, otros ecológicos) condicionaban de forma notable la psicología de los pueblos y, por tanto, el espíritu de sus leyes –y su trasfondo moral, más o menos relajado.

Quizás un estudio demográfico pueda arrojar más datos que una reflexión académica o una opinión escupida tras una observación in situ de algún conflicto supuestamente representativo. La distribución por edades y sexos tiene su importancia. También la tienen el clima, la geografía y la cultura, y en este mundo globalizado lo abierta o cerrada que sea la sociedad al intercambio. Todos los factores antedichos se relación, además, de forma tan sutil que nuestra mente se pierde en su combinatoria y su casuística, atendiendo a correlaciones espurias y pasando por alto las significativas. Por no hablar de quienes se ciñen al caso o a la anécdota para extraer conclusiones de carácter global. Pero en principio me quiero centrar en el tercer punto que he señalado. Leyendo “Arte, Mente y Cerebro” de Howard Gardner me encuentro este pasaje, dentro de un capítulo en el que el autor habla de la vida y obra de Susanne Langer, una artista en el estudio del arte:

Las últimas páginas del libro de Langer reflejaban las tendencias del mundo de la época. A comienzos de la peor guerra de la historia (2ª G.M), no resulta sorprendente que Langer haya pintado un panorama sombrío de “la sustancia del significado” en su sociedad. Veía a un mundo en el que se ensalzaba al lenguaje por encima de todo, en que la vida interior era menospreciada, ignorada y hasta destruida. Ateniéndose a su propio análisis, destacó la importancia, la necesidad de una existencia en que se toleraran diversos niveles de significados y gamas de significación. En lugar de una filosofía que sólo acepta la lógica deductiva o inductiva como razonamiento, y cataloga a todas las demás funciones humanas como “emotivas”, irracionales o bestiales, Langer proponía una teoría de la mente cuya piedra angular sea la función simbólica...la búsqueda continua de significados, de significados más amplios, más claros, más flexibles y más articulados...el nuevo mundo con el que sueña la humanidad.

La sociedad es un conjunto de personas vinculadas por significados, que no siempre -podría decirse que tanto menos cuanto más desarrollada es la sociedad- se relacionan de forma directa con la realidad. Lo material, lo físico, solamente surge de nuestra acción incesante impulsada por ideas abstractas. Muchos símbolos no simbolizan, aparentemente, nada, o nada que podamos conocer con certeza o comprender racionalmente. Parecen atavismos, necedades superadas, prácticas poco prácticas, cosas sin utilidad alguna. Y algunos lo son, en parte, siempre en parte. Pero es un gradual abandono de los mismos y de sus rituales la única manera de desprenderse de ellos sin dañar el tejido social. El significado último se nos escapa. Nos expresamos de múltiples maneras, la mayoría inconscientes, la mayoría no verbales. Y vivimos en el engaño perpetrado por nuestras propias certezas, que nos conducen a hacer cambios las más de las veces innecesarios, y muchas otras nefastos.

¿Pero quién, si no los jóvenes, introduce nuevos significados en el devenir de la historia?. Son los jóvenes los que tiran abajo las viejas tradiciones, por lo que las sociedades en las que estos predominen tendrán siempre tintes más revolucionarios y beligerantes. Con el avance de los medios de comunicación de masas se pueden difundir con mayor éxito ideas perniciosas, como hoy se transmite una “cultura de la juventud” que es, en el fondo, una “cultura de la juventud masculina y racionalista”. El vivir al día, no pensar en el mañana, ser irresponsable hasta avanzada edad, no tener compromisos, ser “libre” en un sentido totalmente libertino y casi solipsista, sacralizar el sexo y quitar valor al matrimonio, aspirar a una holganza bien remunerada etc etc, son cosas que pasan más por la mente de un hombre joven que por cualquier otra. Un racionalismo pueril típicamente masculino nos dice que para el sexo tanto dar ser macho que hembra, que la cosa es disfrutar el momento y a otra cosa mariposa. Pero la realidad es bien otra. La inversión parental, a lo largo de la evolución, no fue igual en hombres y mujeres. Los hombres poníamos nuestra semillita e íbamos a otra flor. Las mujeres se pasaban nueve meses con el hijo en la tripa y varios años con el mismo en la espalda y agarrado a su teta. Obviamente nuestros cerebros, en cuanto a este asunto, no pueden haber sido moldeados de forma idéntica por la evolución. Y en lo que se refiere al esfuerzo, al ganar el pan con el sudor de la frente, es algo que la selección sexual también ha premiado. Esto hace que el esfuerzo, una vez realizado, y si se alcanza el objetivo, produce una enorme satisfacción, una cascada de recompensantes endorfinas en el cerebro. Los hombres que realizaban esfuerzos para sacar adelante a su mujer y a sus hijos, cuando estos estaban indefensos, que proveían a estos de recursos y de protección, dejaban más descendencia, por lo que evolucionó una biología premiadora del esfuerzo. Estos son sólo un par de ejemplos, aunque considero que bastante centrales.

Si se transmiten ideas de consumo fácil, de aparente plausibilidad, “racionales”, a un público joven y ansioso de verdades nuevas y cortantes con las que tomar el poder y cambiarlo todo de raíz, se pueden provocar trastornos muy graves, una auténtica enfermedad, al cuerpo social. No se cambiará la naturaleza de las personas, pero sí se la desviará por los peores caminos, y la sociedad se desmembrará al caminarlos. ¿Qué significados tenemos en nuestra sociedad respecto a cuestiones tan importantes?. ¿No deberíamos hacer un esfuerzo para comprendernos a nosotros mismos antes de lanzarnos a aventurar las verdades sobre el mundo?.

sábado, marzo 15, 2008

Ánimo Frank

Se llama Frank Schaefer, tiene 39 años recién cumplidos y está enfermo de cáncer. Hace unos meses le detectaron un melanoma. En su situación actual son pocos los que sobreviven. Ya le ha afectado al hueso.
Ruego a los creyentes que pasen por aquí que recen una oración por él, y a los no creyentes que se pongan por un momento en su lugar haciendo un ejercicio de empatía, se hagan a la idea, le compadezcan y le deseen una pronta y casi milagrosa recuperación.

Es hermano de mi cuñado. Hace unos años vino por España y pasamos juntos algunos buenos ratos, conversando sobre el Todo y la Nada. Recuerdo que una vez fuimos al Retiro y se puso a regalar a los niños que pasaban unos globitos finos que había traído de Alemania, una vez había creado a partir de ellos formas animales. Los baloons, o como quiera se llamen, hicieron furor. Algunos padres le pagaron unas monedas por el regalo, con lo que acabó pidiendo la voluntad, como un mendigo, pero con la dignidad de un aristócrata indiferente.

Había allí, aquel día de entre semana por la mañana, un payaso, o un mago, pero ante todo un payaso, también extranjero, no sé si holandés, lo mismo da, que se acercó a Frank para saber qué era eso que tanto éxito tenía con el público infantil. Frank se lo explicó detalladamente, tanto que, a la media hora, el tipo sabía hacer también figuritas. Al día siguiente -como por arte de magia- el mago, o el payaso, ya vendía en su espectáculo los globitos a los asistentes.

Ahora, cada vez que paso por el retiro veo a algún payaso vendiendo la mercancía. Eso es lo que se dice en economía una externalidad positiva. Se expande el invento rápidamente a partir del inventor y este no puede beneficiarse por haberlo inventado. Frank no era, empero, el inventor, pero sí lo introdujo en el Retiro, y, como negocio callejero me atrevería a decir que en España.

Últimamente le rondaba la cabeza estudiar psicología. Lo hará si supera la enfermedad. Es un hombre positivo y alegre, bueno y noble, y, a su bohemia manera, un gran amigo de la humanidad.

viernes, marzo 14, 2008

La Inteligencia al Poder


Abro esta conversación tan solo como ilustración para algunas de las propuestas contempladas en el apartado de comentarios de la entrada anterior.
Si alguien piensa que la foto está trucada por algún facha que ha retocado el color de la papeleta, que sepa que la fuente de la imagen es el propio PRISOE.
Si os inquieta saber si el voto de nuestro insigne prócer resultó nulo, sabed que no fue así. Se puede apreciar en este vídeo, también libre de toda sospecha manipulatoria, pues está alojado en una página adicta, estoooo fiel, queriamos decir fiel al Régimen.


¿Invirtiendo algunos valores?

Durante la campaña electoral, poco antes de que Solbes anulase a Pizarro en aquel debate económico, el amigo de este último y amenizador de las mañanas de la COPE, Federico Jiménez Losantos, utilizaba en su programa una fórmula retórica para ensalzar las virtudes del candidato popular: ¿A quién daría su dinero para que lo invirtiese: a Solbes o a Pizarro?. Debía creer que la respuesta era obvia para cualquiera, pero no resultaba muy convincente, le perdían, como tantas veces, sus filias y sus fobias.

Se podría decir que para acertar con las inversiones se requiere una pericia inusual, fruto de una inteligencia despierta y una larga experiencia profesional. La tendencia a creer en el Gurú de turno para cualquier cosa en la que nuestra ignorancia supere a nuestro conocimiento está justificada por la especialización, pero a poco que uno sepa de cualquier asunto termina por comprender que hay notables limitaciones impuestas al conocimiento de cualquiera, y que ninguna persona, por mucho que desarrolle sus facultades y por muy bien dotada que esté por su herencia, podrá saber más que otra en ciertas parcelas.

¿Sabe un analista de Bolsa más que un transeúnte tomado al azar sobre las inversiones más rentables?. Hay una forma de comprobarlo: ver el resultado económico de un fondo elaborado por una sociedad de inversiones y compararlo por uno diseñado por un lego.

El caso extremo sería el de una inversión regida por el puro azar. Se pone a un chimpancé con dardos frente a una pared de la que están colgadas páginas de periódico con datos bursátiles. Una vez ha terminado su juego inocente de tirar dardos contra las hojas, el chimpancé se dedica a otros menesteres sin saber que acaba de elaborar un fondo que va a competir en el mercado. Ese fondo obtendrá, tiempo después, tanta o más rentabilidad que muchos fondos preparados por sesudos profesionales del sector financiero.

También se han dejado en manos infantiles algunas inversiones, y su resultado ha asombrado a los analistas.

Ariane Meienbrock nos habla de las investigaciones que sobre el particular están realizando Andreas Ortmann y su equipo, del Instituto Max Planck. Para estos investigadores es aún más probable que la inversión sea rentable si el inversor es un ignorante que se guía por lo poco que sabe. Las empresas conocidas suelen ser la mejor opción, claro que también por ser la mejor opción son más conocidas. El caso es que experimentando con fondos con valores elegidos por "expertos" y "legos", llegaron a unos resultados que ponían en entredicho la idea de que quien más sabe de empresas y economía elige mejor en el mercado de valores. Varios probandos, divididos en cuatro grupos, dos de "expertos" (jóvenes estudiantes de económicas) y otros dos de peatones cogidos en pleno paseo, sin conocimientos de economía, "legos", crearon 4 fondos que fueron sometidos a los rigores del mercado, y contrastados con fondos de empresas del sector financiero y con fondos elaborados al azar. Y los legos, con su intuición y sus conocimientos implícitos y poco articulados, iban por delante en éxito inversor.

No hay que precipitarse a extraer conclusiones. Ariane Meienbrock nos habla de más test, realizados por revistas de economía en épocas de caída de bolsa que arrojan resultados parecidos. Sea como fuere parece claro que a la hora de tomar decisiones sobre ciertos asuntos no hay que apoyarse exclusivamente en los datos y en su análisis, que resultan manifiestamente insuficientes. A partir de un límite difícil de ubicar la decisión es un juego de dados, no una partida de ajedrez. En ámbitos de gran complejidad, siempre hay mucho de azar y de desconocimiento, y se hacen precisos la intuición, que expresa conocimientos implícitos, y pequeñas dosis de riesgo.

¿No debiéramos, a partir de estas curiosas investigaciones, extraer conclusiones de más amplio calado acerca de la vida y de la razón?.

jueves, marzo 13, 2008

Programadores programados

Richard Bandler y John Grinder elaboraron a principios de los años 60 del siglo pasado un sencillo método psicológico, a partir de un popurrí tomado de distintas corrientes de la época, al que denominaron Programación Neurolingüística (PNL). En los últimos años han prosperado en el mundo de la empresa una figura, denominada coacher, que hace uso de las técnicas de la PNL para motivar, dar seguridad y orientar a ejecutivos. Con la PNL se pretende, básicamente, desviar la mente del cliente de distintas maneras de sus preocupaciones, por un lado, y ayudarle por otro a reconfigurar su comportamiento y sus ideas sobre las cosas para ser más eficaz en sus gestiones. Es un enfoque totalmente práctico, de ahí su denominación. El cerebro no es programable, desde luego. Pero esta peculiar forma de lavarlo, esta pretensión de reordenar el cableado del cerebro para hacer más eficiente a la mente en la resolución de problemas complejos, tiene su éxito. Algunos coacher, me dice Luis, se han convertido en un referente para sus "pacientes". Ejecutivos desvalidos buscan el consejo de sus sabios entrenadores, acaso viéndole como los psicoanalizados al psicoanalista, como un gran padre omnisciente. Así el coacher se convierte en un divo, y la dependencia resulta ser, al menos en apariencia, mutuamente beneficiosa.

En las crisis económicas lo primero que se va a la mierda son las consultoras y todas esas empresillas que viven de la abundancia chupando gotitas de sangre del gran caudal del intercambio dinámico de la economía. Ofrecen proyectos, ideas, palabras, de los cuales son útiles bien pocos y necesarios casi ninguno. La legión de coachers que motiva y ayuda a los ejecutivos es superflua. Las técnicas de la PNL son algo, en su esencia, más bien rudimentario, que cualquiera con un poco de inventiva puede desarrollar y cuya efectividad requiere también algo de credulidad por parte de aquel a quien se le aplican.

Tenemos, desde nuestros orígenes de cazadores-recolectores, facilidad para dar consejos gratuitos y para acoger alegremente los que nos dan. Si a esto se le pone un nombre que suene a ciencia y lo realiza alguien con un traje, correcta expresión, palabras serenas y voz engolada, y se hace en un entorno de procesamiento de recursos y poder, quizás tengamos un coacher, o algo parecido.

Pero el mejor coacher es este que me manda Luis, el que trata de pasar la prueba de Turing, el coacher virtual.

¿No es entrañable este muñecote robótico que nos vende sus consejos para hacernos mejores y más felices?. Reconozco que no lo he probado. No sé si cobrará por sus servicios, aunque imagino que sí. Aunque dudo seriamente que pase la prueba de Turing, no es precisa mucha inteligencia para camelar a quien crea que un programilla cutre le puede aconsejar. Esto sí es programación neurolingüística y lo demás son tonterías.

Say Hello, Wave Goodbye

miércoles, marzo 12, 2008

Se equivocó Llamazares


El equívoco título de este post no hace referencia al resultado electoral de IU. Ya se han encargado muchos de explicar lo evidente: Entre la radicalización izquierdista del rojo orgulloso Zapatero y el seguidismo lametraserillos del ínclito Gaspi, lo único sorprendente es que IU haya cosechado más de 100 ó 200 votos.

En realidad, queremos hablar de una frase de Llamazares entresacada de unas declaraciones previas a las elecciones que me llamó la atención por lo acertado de la misma. El equívoco del título se refiere pues a que una aseveración acertada en boca de este personaje, ha de deberse al error o la casualidad.

La frase en cuestión hacía referencia a las subidas de precios de tantos y tantos productos en los últimos meses proponiendo la creación de una Secretaría de Estado de control de precios y garantía de la competencia, "con una inspección que, como la laboral o la de Hacienda, vigile y castigue a aquellos que llevan a cabo subidas de precios mediante acuerdos".

Lo primero a reseñar (y agradecer a Llamazares, coñas aparte), es el acierto en no quedarse en la simplonería progre habitual que ante las subidas de precios propondría una "fijación de precios máximos" o alguna ocurrencia similar. Por ejemplo, el amigo Chávez ha conseguido desabastecer las tiendas venezolanas de diversos productos básicos. Productos para los cuales había fijado por decreto tales precios máximos.

Es un error habitual, esgrimido por la progresía pero a la vez asumido a veces de forma tácita por muchos liberales aquello de identificar el liberalismo con la frasecita "cuanto menos Estado mejor", sin matices. Oiga, vale, cuanto menos mejor, pero siempre que el Estado cumpla unas determinadas (pocas) funciones básicas. Tan malo como pasarse, puede ser quedarse corto.

Ya señalamos hace tiempo que la función principal del Estado para que el mercado funcione y se produzca crecimiento económico es garantizar la seguridad (entendida ésta en sentido amplio).

Bien, pues otra de las (pocas, insistimos) tareas que debe garantizar el Estado si queremos que el mercado funcione es la Defensa de la Competencia. Sin competencia no hay libre mercado y sin libre mercado no hay crecimiento económico. Tan estúpido es fijar precios por decreto-ley como permitir que los fijen una banda de mafiosos (y puedo aseguraros que tales lobbies que fijan precios mínimos de venta existen, y si algún competidor quiere ofrecer mejores precios, se apresuran a boicotearlo por medio por ejemplo de coacciones a los proveedores).

En fin, que sin competencia, sin libre mercado, y con precios fijos, se crea poca riqueza y además se reparte mal. Independientemente de que quien fije esos precios sea el Estado protector o el monopolista mafioso.

Por supuesto, la manera de llevar a la práctica esta idea no es sencilla y se puede discutir si la mejor forma es la creación de una Secretaría de Estado, pero es muy positivo transmitir la idea de que de la defensa de la competencia depende tanto la creación de riqueza como el reparto de ésta.

¿Reparto? En efecto. La defensa de la competencia y el libre mercado son infinitamente más eficaces (y justos) en la noble tarea de repartir la riqueza que los impuestos confiscatorios y las subvenciones pesebreras (léase PER). Pero ésa es otra historia.

En fin, que en este erial bipartidista de socialdemócratas y democristianos que nos sangran a impuestos sea para bienalimentar a los intelectuales orgánicos o para sufragar onerosos traslados municipales, manda huevos que sea Gaspi el que traiga al debate político ideas liberales.

Aunque haya sido sin duda por error.

martes, marzo 11, 2008

Mariano se va


Al salir al balcón en Génova lo dio a entender. Abrazado por su mujer llorosa, Mariano dijo que el Partido defendería las ideas y los principios en los que él cree. Sin él, se sobreentiende. Un amigo mío progre y francés, lo cual viene a ser lo mismo, salvo excepciones como Revel, me decía que la mujer de ZP tenía su aquel. Mi mujer le ve cara de caballo. Unas formas cortantes, afiladas, las de su rostro. La mujer de Rajoy tiene en cambio una belleza de rasgos más suaves, y una mirada dulce y comprensiva. Tendrá ahora que dar paz al guerrero tras la derrota, una derrota tanto peor cuanto más votos ha obtenido.

Tenemos en Madrid dos candidatos a sucederle, como la noche y el día, Gallardón y Aguirre. El primero no cuenta con simpatías dentro del partido, pero representa eso que se ha dado en llamar “centro” (algo que, pese a que algunos opinantes conservadores consideran no existe, está ahí). Se le acusa de ambicioso, pero no tiene sentido acusar de eso a un político. La segunda es lo más parecido a un político liberal que se puede encontrar en este barco socialdemócrata a la deriva que es España, algo así como una Thatcher latina. Fría, serena, irónica, aristocrática. Capaz de una oposición demoledora sin matar una mosca ni romper un plato.

Alguien del partido me lo ha dicho: Mariano se va. No va a esperar a las críticas destructivas ni va a afrontar el esfuerzo de otra difícil oposición con un difícil gobierno, ni el riesgo de una tercera derrota.

Ahora que ZP lidie con el Vitorino que ha traído, a ver si es capaz de entrar a matar, y convertir su piel de nuevo en el mapa de nuestro país.

Adiós a la Ilustración

Como si de un resultado electoral se tratase, abandono Red Liberal. He estado en ella unos meses escribiendo a través del magnífico blog de Memetic Warrior. Para mi ha sido un motivo de orgullo y satisfacción el poder participar en Políticamente Incorrecto, primero, y después en la Nueva Ilustración Evolucionista, poniendo mis pequeñas reflexiones en la misma página que el genio memético ponía las suyas. Pero todo es perecedero. A veces la muerte sobreviene, violenta, y otras se muere lentamente. Una mezcla de ambas cosas se ha dado, en esta ocasión. Llevaba un tiempo rumiando esta muerte en el fondo de mis pensamientos, por debajo de ellos, pero estos, en la superficie, permanecían anclados en la ilusión del pasado. Cuando desde lo profundo de mi psique ha emergido la solución, bruscamente, se ha hecho una luz tenue pero constante que ha iluminado mi mente: yo no quiero escribir en Red Liberal, y no quiero escribir sobre evolucionismo, o no en exclusiva. La libertad, que en política es una cosa, en esa escala más humilde pero fundamental de la propia vida es otra muy distinta, casi podría decirse que opuesta. Yo deseo ser libre para escribir, sin ataduras ideológicas o metodológicas, sin buscar ni la ciencia ni la filosofía, ni la literatura ni la política, ni las cuestiones generales ni las emociones particulares. Quiero escribir de lo que quiera cuando quiera. Y para ello está este blog, que comparto con Ijon Tichy. Aquí expresaré lo que salga de mi, sea esto una histriónica frivolidad o una serena consideración. El sabio y el necio se dan la mano y caminan juntos sin pretensiones de fama o notoriedad, hacia un horizonte incierto en el que brilla un sol ambiguo, del que no se puede saber bien si es de aurora o de ocaso.

viernes, febrero 29, 2008

Las buenas costumbres

En muchas ocasiones me planteo las cuestiones sociales en términos muy sencillos, que acaso pudieran parecer, o ser, simplistas. Reduzco casi todo a la calidad de esa materia prima inefable que constituyen los recursos humanos de un país. Las instituciones no son nada sin las personas que las hacen posibles día a día. Las leyes son papel mojado en manos de un legislador corrompido y dispuesto a la arbitrariedad. Un pueblo abotargado en una abundancia creada por generaciones pasadas y condenada a desaparecer para las venideras, pasto fácil de demagogos.

Ya Pericles, en aquel famoso discurso repetido y archirepetido por todo conservador con interés por la historia política, apuntaba la importancia de las buenas costumbres como cimiento de las sociedades. La decadencia del Imperio Romano, cumbre de la cultura grecolatina, se asoció a una corrupción progresiva de las costumbres, entre otras cosas. Ciertamente hubo factores militares, económicos, políticos, etc, asociados a este colapso, pero mirando en profundidad la causa última, subyacente a todas las demás, pudiera considerarse la decadencia moral de los romanos, siendo por tanto esta causa no una más, sino la genuina.

Benjamín Franklin es más conocido por el pararrayos que por sus consejos económicos para parar los rayos de las crisis sociales. Aconsejaba este sabio frugalidad y laboriosidad. Estas dos buenas costumbres son la base sobre la que se asienta una economía y una sociedad fuertes. Los hombres y mujeres que gastan poco y trabajan mucho acumulan capital, no lo destruyen. Lo contrario es justo lo que acaba con las sociedades, desde la más pequeña tribu al mayor de los imperios.

Pero ¿qué es lo que pasa cuando se ha acumulado suficiente capital por parte de una o varias generaciones?: que los herederos, teniéndolo más fácil de partida, dejan de valorar adecuadamente lo que tienen. Piensan, como decía nuestro Ortega en su Rebelión de las masas, que los bienes y servicios que les rodean y que cuesta relativamente poco adquirir están ahí como el fruto en el árbol, que sólo hay que cogerlo. Así la preservación y aumento de la riqueza dejan de considerarse necesarios, puesto que la riqueza parece “estar ahí”, no haber sido creada con esfuerzo y renuncias. Y aquí es donde comienza la destrucción de capital y la decadencia. Basta que haya esa materia prima electoral para que un buen sistema democrático se encargue de engendrar sus socialistas.

¿Se puede culpar a la naturaleza humana por su tendencia a buscar y tratar de asentarse en lo cómodo, tanto física como psíquicamente?. ¿Es inevitable la caída de toda construcción social sólida, por la falta de fuerza de sus obligados mantenedores, que han perdido la responsabilidad por falta de miras?. No lo sé.

Leo un breve comentario en la revista Mente y Cerebro sobre la relación entre el autocontrol y la falta de azúcar en sangre. ¿Y qué tendrá esto que ver con la decadencia, se dirá aquel que esto lea?. No mucho. El caso es que las personas tenemos que hacer a diario numerosos esfuerzos de autocontrol. El autocontrol es una virtud suprema en un contexto social y en un proyecto personal. Ser capaz de demorar la gratificación y contener el impulso son virtudes, seleccionadas por la naturaleza, pero necesitadas de desarrollo por el ambiente, para poder planificar y actuar a medio y largo plazo dentro de la sociedad, es decir, para poder construir cosas conjuntamente con otros, aprovechando la división del trabajo, para poder generar capital. Aquel que tiene buenas costumbres puede, con mayor facilidad, realizar la difícil acción (interior) de autocontrolarse. Posiblemente su cerebro, en lo que tiene de plástico, se haya autoorganizado en los lóbulos frontales de forma tal que su circutería para el autocontrol sea más económica, más eficiente y eficaz, menos despilfarradora de recursos energéticos. ¿Qué significa esto?: que le costará menos autocontrolarse, que gastará menos al hacerlo, y que esto le pasará una factura de menor importe que a aquellos otros que no tienen buenas costumbres.

Así, en el trabajo, ese ámbito tan importante, los que están habituados a darse el gusto, a enfatizar existencialmente el presente y el placer inmediato, sufrirán mayor número de depleciones de azúcar, y esto repercutirá en su rendimiento, en su estado de ánimo, en sus sensaciones físicas y psíquicas. Tendrán más depresiones, más dolores de cabeza, más cansancio...

Cada vez que uno tiene que autocontrolarse gasta azúcar. Quien no está acostumbrado a hacerlo sufre y padece más al hacerlo, pues.

Es curioso observar cómo ha aumentado el número de bajas laborales por depresión. Hoy casi nadie está contento ni con su trabajo ni con su vida, en un contexto de abundancia y seguridad (provisionales, siempre necesitadas de renovación). Quizás no se pueda culpar a los depresivos, ni a nadie en particular. Estas cosas suceden con fenómenos sociales tan complejos cuyas raíces son profundas. Pero debe al menos admitirse que una ética del trabajo, de la economía y de los tratos sociales encaminados a la creación de riqueza, es decir, las buenas costumbres, son imprescindibles para avanzar hacia el futuro con cierta seguridad y bienestar. Nuestra sociedad no necesita más azúcar, sino un mecanismo más sofisticado y funcional de autocontrol.

El entusiasmo artificial

Con esa obsesión de nuestro tiempo por la alegría, que la convierte casi en forzosa, y que ahora la propaganda progre ha vuelto enfermiza, se presentan muchos casos de lo que yo denominaría entusiasmo artificial. Este consistiría, en esencia, en un autoengaño emocional, cuyo horizonte temporal es de cortísimo plazo y cuyo ámbito ineludible son los lugares públicos. Alguien que padezca este mal del alma fingirá ante los demás, pero por encima de todo ante sí mismo, que lo que hace y lo que le sucede como consecuencia de lo que hace forman parte de una coherencia lógica y vital, y que por tanto tiene todas las razones del mundo para sentirse feliz, en su salsa, energético y saludable.

El hecho es que cuando uno lleva la contraria a su naturaleza, aunque sea con una sencilla sonrisa, termina por sufrir el golpe de boomerang de su perverso Karma. No es cuestión de abandonarse a los sentimientos más bajos ni de apostar por una sinceridad grosera. Simplemente hay que ser capaz de hacer una valoración cabal del contexto en el que uno se mueve y proyecta y de las propias fuerzas y preferencias.

Si un novio enamorado se va, borracho, de putas, por mucho que trate de convencerse al día siguiente de que obró conforme a su masculinidad, por efecto del alcohol, en una locura de juventud...etc etc, si no es un frívolo, un psicópata y un imbécil sentirá una zozobra y un malestar que no le dejarán vivir.

El ejemplo del protagonista de Crimen y Castigo, Raskolnikov, y de su destino buscado inconscientemente es, seguramente, la mejor muestra literaria de esa culpa fundamental, que nada debe a un sentimiento religioso. Por mucho que uno trate de argumentarse a si mismo con las más peregrinas razones (peregrinas porque, por muy sólidas lógicamente que sean no pueden con las “razones del corazón”) que obró, aunque sea relativamente, bien, su cuerpo y su alma le piden constricción, castigo, regeneración.

Tener la sensación de que una hoja en blanco ha sido manchada irreparablemente, comprender que el proyecto vital permanentemente renovado que es uno se quiebra gravemente con ciertas acciones u omisiones, no es, desde luego, grato, pero si purificador, y con seguridad contribuye a que mejoremos, no en las apariencias, sino en el fondo de nuestro ser. Nuestros errores presentes son la base de nuestros futuros aciertos....salvo que......¡¡¡Nos empeñemos en NEGARLOS!!!. Ese negacionismo conlleva que nos encaminemos hacia la catástrofe, en el caso de la política y la sociedad, y al fracaso vital, por imposturas reiteradas y no subsanación de errores, en el caso del individuo.

Emprender los cambios estructurales, como se dice en economía, es preciso tanto para la sociedad como para el individuo. De coyunturas no vive el hombre o, al menos, no por mucho tiempo, ni muy bien. El ser humano es un ser previsor por naturaleza. Eso implica preocuparse, y esto último implica no entregarse, con demasiado entusiasmo, al entusiasmo.
Pero ¿quién podría entregarse a un entusiasmo artificial con más ilusión que los ilusos partidarios del artificio y, por tanto, contrarios a la naturaleza, aunque sea la propia?.

miércoles, febrero 20, 2008

Men in Black

Los Nuevos Programadores

Existe una tendencia generalizada a creer (y recalco lo de “creer”), que el descubrimiento de nuevos neurotransmisores relacionados con los afectos y las emociones abre una vía para que, en un futuro, se pueda programar a las personas. Dicha programación tendría una finalidad médica, altruista o social, se haría para lograr personas más satisfechas, seguras de sí, cívicas y correctas. Un Mundo Feliz, vaya.

La idea en sí es de un racionalismo pueril, y obedece a una mentalidad a un tiempo cartesiana y progresista, pero es que además no tiene apoyo alguno en la evolución (en la que los que la tienen presumen apoyarse), puesto que propone diseños esquemáticos y sencillos para problemas de una complejidad inabarcable derivados, precisamente, del propio proceso evolutivo.

El diseño racional, como se puede apreciar pinchando aquí, está muy por debajo del evolutivo en cuanto a “perfección”. Y es que los caminos de la evolución son inescrutables. Obsérvese, por ejemplo, las múltiples explicaciones que se puede dar a un comportamiento aparentemente sencillo, nada que ver con nuestros complejos rituales sociales.

Los nuevos programadores pretenden dar soluciones simples a problemas sumamente complejos. No otra cosa hacían los héroes de la raza o el proletariado. Al final programar a las personas no es otra cosa, por mucho que se disfrace, que programar las sociedades de acuerdo con una idea preconcebida de cómo deben ser estas y los individuos que las forman. Ciertamente hay conductas extremas que despiertan el rechazo de casi cualquier persona. Así, aquel que es incapaz de contener sus ataques de ira y supone un riesgo para los demás podría ser objeto de alguna clase de tratamiento farmacológico que hiciera el efecto de amansarlo. Domar fieras es algo deseable, si no se puede canalizar su fiereza de forma productiva y constructiva, pero puede ser el primer paso para reducir a condición servil a cualquiera. Asimismo hay que tener presente que algunos comportamientos responden a demandas biológicas irresistibles, por ejemplo la rebeldía en la adolescencia, y son pasajeros. No se puede interferir en el libre desarrollo de los organismos humanos, cuya programación ha sido elaborada por la sabiduría de los hechos –esos que nunca mienten- durante millones de años, sin causar graves estragos. La naturaleza humana es la que es por algo. Por eso, antes de meterse a manipular hay que pensar, primero de todo, qué es susceptible y qué no lo es de dicha manipulación. En cuanto a programar, que es un paso largo más allá de la manipulación, simplemente no hay conocimiento suficiente para hacerlo.

Hoy en día los fármacos del cerebro hacen bien a muchas personas afectadas de males del alma tales como la esquizofrenia, la ansiedad o la depresión. Sin embargo, y pese a lo mucho que se sabe y va sabiendo, no se tiene una idea exacta de cómo operan estos neurofármacos. Si hablar de evolución es hablar de una complejidad que excede con mucho nuestra capacidad de entendimiento, hablar de su producto estrella, el cerebro humano, no lo es menos. El hecho de que la fluoxetina incida en el proceso de recaptación de serotonina puede parecer una explicación plausible, pero es notablemente insuficiente para dar cuenta de los cambios morfológicos y funcionales del tejido cerebral en su ultraestructura y sus redes, así como de los conductuales correlativos.

“Somos química”, dicen muchos. Sí, pero una química cuya complejidad y cuyas propiedades emergentes merecen otro nombre.

Un predecesor de estos programadores fue el injustamente olvidado neurocientífico español José Manuel Rodríguez Delgado, que llegó incluso a parar en seco a un toro en plena embestida hacia su persona con sólo pulsar un botón.También este ilustre español tiene –aún vive, muy mayorcito ya- el sueño de lograr una sociedad mejor gracias a una educación basada en los conocimientos de la neurociencia. La programación clásica de los ingenieros sociales, la educación (y reeducación, ay) podría muy bien combinarse con nuevas técnicas médicas destinadas a corregir desviaciones perniciosas del ciudadano “ideal” (llamémoslo así, ya saben: progresista, ateo....). Los nuevos programadores no se muestran aún demasiado. Hasta ellos –impacientes por antonomasia (¿y cómo no lo iba a ser un programador contraevolutivo?)- necesitan su tiempo. Esperan agazapados detrás de estudios y actividades aparentemente inofensivas. Quizás ni siquiera sean conscientes del monstruo que llevan dentro ni del que pueden crear. En un futuro, si se dieran las circunstancias apropiadas, sociológicas y políticas, comenzarían a operar en pequeña escala, creyendo hacer un gran bien, y acaso haciendo alguno chiquitín, con técnicas nanotecnológicas. Luego tomarían fuerza y, en connivencia con los políticos adecuados podrían comenzar una labor de ingeniería cerebral y social de proporciones colosales y consecuencias imprevisibles pero seguramente catastróficas. ¿Suena a delirio?. Es posible. De momento sólo debemos preocuparnos de los inocuos –creo- fármacos potenciadores de la memoria o la atención que empiezan a comercializarse.

Los “ingenieros sociales” que sueñan con diseñar “hombres nuevos” con técnicas neurocientíficas son necesariamente personas que no han comprendido en absoluto la “ingeniería inversa” como enfoque evolutivo.

El Órgano Supremo

"Creadores lo fueron primero los pueblos, y sólo después los individuos; en verdad, el individuo mismo es la creación más reciente". Ya en su momento cité aquí esta idea de Nietzsche, si bien sin molestarme en buscar en su Zaratustra la frase exacta, que ahora transcribo. Es esta una de esas frases con fuerza, que impactan en la mente dejando en ella una huella indeleble. Puede incluso, una idea así, convertirse en un prejuicio difícil de erradicar con los argumentos más sólidos. Cuando el cerebro emocional es marcado a fuego por una frase bien dicha la razón se rebela incluso contra sí misma.


No voy a entrar a valorar en profundidad, a partir de lo antedicho, los enraizados prejuicios de la izquierda política, pero parece probable que las ideologías de izquierda se alimenten de diversas ideas-fuerza del estilo opíparamente, dada la natural tendencia de la mente progre a negar la realidad sistemáticamente. No otra cosa es el progresismo que una negación y una crítica de la realidad, y una afirmación y una fe cándidas, como contrapartida, en los más disparatados ideales, que siempre chocan con la realidad ,antes o después, como el Quijote con los molinos de viento.


Pero la cuestión de fondo a abordar, aunque sea superficial y lateralmente en esta pequeña reflexión es la relación entre el individuo y su ambiente social, económico y político, y si esta hace o no surgir al primero, al menos en cierto sentido restringido. Ello nos permitiría hablar, en todo caso, de la mentalidad de la izquierda.


Individuos somos desde el principio, y habría que decir que por naturaleza, sin que esto último suponga una valoración meramente especulativa. Como unidades de supervivencia miramos por nuestro interés, tenemos nuestros particulares proyectos y estrategias cognitivo-conductuales (genéticamente determinadas) para conseguirlos, que se desarrollarán mejor o peor en el ambiente ecológico y social que nos toque vivir. Cada individuo es un producto único de la evolución biológica, que comparte con sus coetáneos aquellas características físicas, fisiológicas y comportamentales que nos distinguen como especie, como organismos estrechamente emparentados con un antecesor común muy reciente, y asimismo supone una variación pequeña de diseño físico y cognitivo que puede marcar la diferencia en la competencia por los recursos en un entorno siempre cambiante, tanto social como biológico. Como muchos dicen la cultura evoluciona más deprisa que la biología. Así, son más los aspectos que nos hacen iguales que los que nos diferencian en la esencia de nuestro ser y actuar en el mundo, si bien se disfrazan con diferentes ropajes culturales, que pueden fácilmente confundir a la mirada más atenta.


Una sociedad más individualista es aquella en la que los individuos tienen la oportunidad de actuar de diversas maneras, es decir, donde tienen opciones, donde tienen libertad. En la medida en que los recursos escasean las sociedades se vuelven más toscas. La relación causa-efecto puede darse en ambos sentidos, o acaso habría que decir que se da en ambos sentidos simultáneamente, en una retroalimentación, en un círculo vicioso en el que no se puede encontrar un origen.


Una sociedad sin apenas división del trabajo, sin apenas infraestructuras, sin apenas tecnología, conocimiento, intercambio... exige de sus miembros una lealtad al grupo mucho mayor, puesto que la supervivencia de todos está en juego, en un entorno ecológico no reducido, no domeñado, no transformado a nuestra "imagen y semejanza", lleno de peligros y de dificultades. Asimismo exige un rechazo firme y beligerante de los extraños que puedan suponer una carga o una amenaza, más que una oportunidad. La carga de parásitos, cobardes y escépticos en ella es necesariamente baja. Cualquier mito que en ellas exista será compatible con la unidad del grupo, cuando no contribuya o sirva directamente a ella.


Los sentimientos morales más básicos, que todos compartimos, surgieron en las interacciones sociales que se daban en este tipo de agrupaciones rudimentarias y primitivas. Como es "natural", en ellos el individuo, tal y como hoy se entiende, es decir, como portador de derechos y libertades, no existía. Y entendido así tardó verdaderamente mucho en aparecer, en surgir, en "ser creado" por la evolución cultural y social (dejo aquí de lado la política, que en estas cosas va por detrás, mientras las otras tiran del carro). El individuo es, por tanto, en este sentido restringido, una creación muy reciente. Un tipo aislado en medio de una sociedad impersonal que puede llegar a padecer lo que Durkheim denominó anomia, por falta de lazos grupales acordes con su cerebro primitivo y tribal, podrá sentirse parte de una nación, de un equipo de fútbol, de un partido político o movimiento de masas o de una empresa mercantil, pero buscará, ante todo y sobre todo, una familia o un grupo de "iguales", de amigos, en el que cobijarse para satisfacer su desarrollado instinto social, hecho para el cara a cara.


Pero en medio de la abundancia proporcionada por el impersonal pero eficiente mercado, enmarcado en un Estado de Derecho que garantiza las libertades (y en una relación de retroalimentación con el mismo), podrá padecer la ficción de la irresponsabilidad plena, algo que puede matar desde dentro, por acumulación, a la sociedad, como un cáncer.


Fuera del círculo íntimo la sociedad está compuesta por extraños con los que uno no comulga más que en los rituales sociales más anodinos, y los actos concretos y comportamientos de una sola persona parecen cambiar muy poco las cosas. Así se produce una desvinculación entre lo que uno piensa y hace (cosas que en casos de necesidad deben coincidir) y la idea y el conocimiento que esa persona tiene del efecto causado en la sociedad. El individuo pleno, ya no solo el individuo dotado de derechos y libertades, surge así, como individuo ante la sociedad, como un YO que solo puede salvar su aislamiento renunciando a "cambiar el mundo" y centrándose en un entorno cercano, natural y asequible, con un negocio y transacción inevitable con el cuerpo social, entregando al mismo una parte del tiempo y de la acción a cambio de medios de subsistencia.


Pero el individuo puede hacer todo lo contrario, asociándose a otros para cambiar la sociedad en el sentido por ellos deseado. Ese afán transformador de la sociedad nace pues del individuo, entendido en un sentido moderno. El socialismo nació como un producto residual de la industrialización, pero alcanza su pleno desarrollo ideológico entre quienes viven al margen, de una u otra manera, del proceso productivo y de quienes viven, asimismo, desvinculados afectivamente en el núcleo de afectos y supervivencia que es la unidad doméstica. Estos "individuos" son hostiles a todo valor o principio naturales, y proponen a cambio diversidad de paraísos artificiales para quienes están dispuestos a creerles. Dentro de estos últimos los habrá con familia y trabajo productivo, pero con una compresión poco cabal de sus circunstancias, inmersos en una mezcla de confusión y ensoñaciones.


Así, nos hayamos ante dos individuos "políticos" muy distintos entre sí, ambos característicos de nuestro tiempo: aquel que cree en el individualismo en su sentido originario, como algo natural, y por tanto algo que debe ser aceptado como cimiento de cualquier construcción teórica o acción práctica, y aquel que cree en ese otro individualismo activista y reformista que pretende saciar su sed de sociedad por vías artificiales (léase políticas, Estatales), y que ve el individualismo originario como una actitud reaccionaria y de pueril tradicionalismo, así como una opción disgregadora y egoísta. Los individualista de nuevo corte podrán ser colectivistas y a un tiempo individualistas (entendiendo aquí el individualismo como la búsqueda del propio interés dentro de la sociedad) sin percatarse de la contradicción, porque sus pensamientos y sus actos estarán desconectados, en su mente, gracias a unos cuantos prejuicios-fuerza y de contrastación con la realidad, gracias a la ausencia de consecuencias inmediatas y relacionables en causa-efecto.


Ante la red enmarañada de causas y efectos –así como también, como hemos visto, de círculos de retroalimentación- que es la sociedad, el pensador progresista siempre podrá desviar la atención de quienes le escuchen estableciendo relaciones causales falsas o saltando de un tema a otro a través de la red conceptual superpuesta (y ajena en tantos aspectos) a la social (sin mayores consecuencias, como vimos). De esta forma sus contradicciones quedan a salvo en medio del caos de sus ideas, que además puede calificar de creativas, siendo la creatividad entendida como opuesta al orden (simplón). Quien le siga podrá hacerlo entonces por el argumento de autoridad, de acuerdo con un instinto básico de fidelidad a unas "ideas" y seguimiento leal a un liderazgo.
El brillante y prestigioso Hacendista Norteamericano Harvey S. Rosen, expone en la introducción a su obra Public Choice, las dos perspectivas existentes (como dos extremos entre los cuales caben pocos términos medios virtuoso-aristotélicos) para mirar la sociedad:


Por un lado tenemos a quienes ven en la sociedad un organismo natural:


Cada persona es una parte del mismo, y el Estado puede ser entendido como su corazón. Yang Chang-chi, maestro de ética de Mao Tse-tung en Pekín, mantenía que un país "es un todo orgánico de la misma forma que lo es un cuerpo. No es lo mismo que una máquina, que puede ser desmontada en partes diferentes y luego vuelta a armar". Cada persona solo cobra significado como parte de la Comunidad, y el bien individual se define con respecto al bien común. De esta forma la comunidad prevalece frente a los individuos.

Por otro lado está la perspectiva mecanicista, según la cual:

El Estado no es una parte orgánica de la sociedad. Más bien es un invento creado por las personas para alcanzar mejor sus fines individuales. Como el estadista americano Henry Clay sugería en 1829, "el Gobierno es una delegación de poder y los responsables políticos son los delegados; y ambos, delegación y delegados están para servir a la población". La persona, y no el grupo, es el foco de atención.

Pero los individualismos de nuestro tiempo difícilmente pueden ser encasillados en ninguna de estas dos concepciones. El progresista porque ha renunciado a la visión totalitaria (parcialmente) y ya no ve el Estado como un organismo sino como un invento –creado en virtud de un contrato social- y un invento muy útil, excelente herramienta para perseguir fines “sociales” (y otros no tan sociales). Y el individualismo llamémoslo naturalista, no cree en que la sociedad sea un organismo, o no al menos uno que tenga un corazón Estatal, sino un mecanismo complejo en que cada parte cuenta. Y ve que los individuos se realizan en el trato social, y que las instituciones básicas que lo fomentan y posibilitan, contribuyendo a mantener vínculos sociales, prácticamente todas ellas en el nivel “micro”, deben ser preservadas y respetadas. El progresista cree en una sociedad abstracta y en su ordenación racional desde arriba, y fundamenta esta fe en otra implícita, la de la tabla rasa, según la cual los individuos pueden desaparecer como tales y convertirse en obedientes ciudadanos perseguidores del interés común. El naturalista en cambio cree en la sociedad concreta e individualizada de todas y cada una de las personas persiguiendo su respectivo interés y llegando a diversas formas de acuerdo voluntario y pacífico para alcanzarlo. Y apoya esta fe en la evidencia de que somos máquinas de supervivencia, que miran invariable e inevitablemente por su interés.


Empecé con el Zaratustra de Nietzsche y acabo con él.


El Órgano Supremo, el monstruo estatal, es "el nuevo ídolo", "Estado se llama al más frío entre los monstruos fríos. Es frío incluso cuando miente; y ésta es la mentira que se desliza de su boca: "Yo, el Estado, soy el pueblo".


Y muchos se lo creen.

domingo, febrero 10, 2008

El cuerpo humano al desnudo

Sólo un poco más allá de lo que muestra el naturista está lo que ve el naturalista. El desnudo impúdico del Jardín del Edén, cuya inocencia primigenia explica su amoralidad, es erotismo al lado del porno duro de la fisiología y la anatomía, que nos ponen ante un animal, ante un imperfecto pero milagroso producto de la evolución biológica, que responde en sus comportamientos al dictado de la necesidad, y que es, por tanto “bueno” o “malo” de acuerdo con esta.

Observo a ese pensador de Rodin desprovisto de piel y con la caja craneana abierta por arriba y el cerebro al descubierto, y siento que nada de lo que piense podrá jamás elevarse por encima de las demandas profundas del cuerpo que es.

Bodies, la Exposición, ha llegado a Madrid. Hígados, pulmones, venas, cuerpos en rodajas, el largo aparato digestivo, la piel, el cerebro, los nervios, los músculos y tendones, los huesos….todo se muestra a la mirada de miles de visitantes que acaso busquen instrucción, acaso despertar una emoción, grosera o elevada, acaso entretenimiento puro y duro, mirando aquello como si no les dijera nada de sí mismos. Algunos suspirarán y dirán: “Ay, eso somos”, y luego volverán a sus mitos sin sacar ninguna consecuencia. Porque, cierto es, también somos esos mitos.

viernes, febrero 08, 2008

jueves, febrero 07, 2008

Conversación en el lugar de trabajo


A-“Esto no es una empresa, es un Circo”.

B-“Pues si es un Circo yo me pido hacer de Payaso, que lo de domador de leones me da mucho miedo”.

A-“De Payasos está el cupo completo. Vete haciendo a la idea....”.

B-“¡¡Domador de leones, no, por favor!!!...¡¡¡y conste que no lo digo por los leones, que no tengo nada contra ellos, sino por acabar como Ángel Cristo, hecho un Cristo!!!!”.

A-“Pues eso o trapecista, hombre bala o algo similar”.

miércoles, febrero 06, 2008

Crispación

En esta última legislatura se ha oído hablar demasiado de “crispación”. Se tiende a oponer esta crispación, considerada como fenómeno reciente, al consenso de la transición, asociado a la creación de un nuevo orden constitucional y democrático a partir de una dictadura, e idealizado tanto por la derecha como por la izquierda políticas. Ese consenso -que me hace pensar en la concordia de la que vanamente hablaba Cicerón al final de la República Romana y lo lejos que estamos los latinos de los germanos y sus coaliciones- pudo lograrse, muy probablemente, gracias a la situación de fuerza deliberadamente declinante que tenía el Gobierno salido de las Cortes franquistas. Si el poderoso cede, el débil accede gustoso a considerar como negociación, y por tanto como mérito propio como parte negociante, lo que ha sido un regalo y, sobre todo, tiende a conformarse con lo recibido y no ir más allá de lo razonable en sus reivindicaciones, para evitar que “todo” quede en “nada”.

Una vez superada esa fase constituyente y un tiempo prudencial de adaptación, la aparente sensatez de algunos agentes políticos, que no era más que virtud derivada de la necesidad, desapareció, y la hermosa máscara de consenso se desprendió de su rostro y mostró el rostro crispado de la exigencia, el partidismo, la prepotencia, el nacionalismo secesionista...Lo que a muchos sorprende es que haya tardado tanto en mostrarse la cara más monstruosa, el rostro desfigurado y horrendo de la inmoralidad política, lo cual ha sucedido en esta legislatura de “crispación” –aún con los precedentes de la pasada, que sólo la bonanza económica hizo llevaderos. Parece como si nuestra joven democracia sufriera el terrible mal de Dorian Gray: bella por fuera y en silencio corrompiéndose por dentro, en un proceso lento pero inexorable. Cuando Dorian Gray observa su retrato descubre su verdadero rostro. Esto sucede mucho después de haber sido este pintado. En el tiempo pasado entretanto se había entregado a vicios perversos y ocultos. La política educativa, tanto nacional como nacionalista, la primera empobreciendo los contenidos y reduciendo la exigencias y la segunda falseando la historia e intentando modelar a las personas, son consideradas por los sociólogos intuitivos –y seguramente por alguno profesional, no estoy al tanto de sus trabajos sobre nuestra sociedad y nuestra cultura- como la causa insidiosa de tanta degeneración.

Un electorado ignorante y adoctrinado es el componente indispensable, junto con una clase política demagógica y maquiavélica, para convertir –en un nuevo proceso constituyente informal pero mucho más profundo que transforma en papel mojado cualquier constitución escrita- una posible democracia liberal en una tiranía de las mayorías dirigida por oligarquías defensoras de intereses restringidos.

Lo que se destruye es el Estado de Derecho, porque este precisa de principios que insuflen espíritu a la ley (Montesquieu dixit, pixit), y estos, a su vez, de ciudadanos responsables, esto es, formados e informados y, sobre todo, formados e informados en/sobre principios. Largo sería de exponer los tortuosos caminos de la cultura de la degradación.

Pues bien, amigos, estamos finalizando la legislatura de la “crispación” y conviene hacer balance. ¿Cuál es la misión que la democracia atribuye a la oposición política?: el control y la denuncia de la actividad del Gobierno. Una oposición que secunda se parece mucho a una filial del Partido Único. Así pues la oposición del Partido Popular ha cumplido con su misión, al menos con la misión que le encomendamos sus votantes, a falta de poder ejercer las tareas ejecutivas y la iniciativa en las legislativas.

Se puede decir que en estos 4 años ha habido más tensión, que la oposición se ha excedido en su denuncias o sus controles, aunque en estas cosas los excesos no sean tan graves, excepto si impiden la gobernabilidad. Pero el comienzo de este período político no pudo ser más “explosivo”, y las políticas del Gobierno no han podido ser, por un lado, más superficiales, y por otro más divisoras. Se han desenterrado los muertos de la guerra civil, se ha propuesto una educación para la ciudadanía que de la puntilla final a la destrucción de la educación en los valores, se ha apostado por un proceso de deslegitimación de las víctimas del terrorismo y legitimación democrática de los violentos y contrarios ¡a la democracia!, se ha comenzado un nuevo proceso constituyente y desintegrador a través de la aprobación de nuevos estatutos, que sólo sirven para aumentar las Administraciones públicas pese a la reducción de las titularidades de la central,....etc etc.

Y en este contexto de fin de legislatura finiquitadora del Estado de Derecho y de España, leo un artículo del Magazine del El País, escrito por Juan Cueto, en el que se habla de la propaganda electoral por Internet. Deduzco por lo que leo que la paz solo se logra expulsando a la derecha. Es lo que se lee entre líneas una y otra vez en estos panfletos políticos disfrazados de reflexión indiferente. Un gobierno único de la izquierda sobre un país callado, sin voz, sin oposición, sobre un cementerio político en el que la ausencia de crispación y el consenso implican necesariamente la ausencia de vida, excepto, naturalmente, la del sepulturero.

Dice Cueto que la batalla de Internet, lucha maniquea dónde las haya en la que los buenos y los malos son perfectamente identificables como jóvenes de izquierda y “cachorros de la derecha”, mejor llamados “ciberfachas”, puede considerarse desde dos ópticas, que Cueto denomina “grandes teorías”:

1)- Que la juventud de derechas, ya (des-)calificada en el párrafo anterior, maneja mejor la Red, que se ha hecho con ella, y que la utiliza para escribir largas parrafadas cuyo contenido esencial son “ad hominens”. Y es que la derecha está “genéticamente reñida con la moderna cultura de la imagen en todas sus manifestaciones”, lo que nos lleva a la segunda gran tontería, perdón, teoría:

2)- Que la juventud de izquierdas, que forma la “ciberprogresía”, como es creativa con las imágenes (léase, siguiendo el aforismo de Nietzsche de que “toda alabanza implica una censura”, que la de derechas es infértil para otra cosa que no sea largas parrafadas de ad hominens), va a ganar la batalla de “las ideas” de Internet. Lo último lo entrecomillo, porque él no lo dice en esos términos, pero es obvio que lo que ha de transmitirse, con imágenes o palabras, son ideas. Si bien hay que admitir que implícita e inadvertidamente Cueto reconoce la agrafía de la juventud que le acompaña “ideográfica” que no ideológicamente, producto de la “alta escuela” de esta democracia. Aunque la izquierda, al fin y a la postre, tiene mucho de simbología vacía.

En resumen las dos perspectivas indicadas, que desde luego sería muy pobre considerar como únicas, apuntan claramente a una juventud de internautas de derechas compuesta por zoquetes con logorrea e incapacidad argumental, y una juventud de izquierdas creativa aunque, dada su juventud y los tiempos de gran desarrollo en tecnologías de la comunicación que nos ha tocado vivir, más creadora y manipuladora de imágenes que de palabras (bien pensado ambas cosas son vehículos de comunicación y ambas símbolos, pero ese es otro asunto).

La lucha maniquea en la red no puede tener mejor definidos sus actores, buenos y malos. Se critica así agriamente a los críticos del poder, primero englobándolos dentro del término “ciberfachas”, y después declarando sutilmente que solo saben ladrar, porque carecen de ideas.

La defensa del poder toma muchas formas. A la que esta última legislatura nos tiene acostumbrados es a la de la “crispación”. Los desmanes, desaguisados y despropósitos del Gobierno no son criticables. Lo es, en todo caso, aquel que los critique. Se practica la política de “matar al mensajero de malas noticias”, en este caso en su proyección mediática en la ciudadanía de la democracia. Dicha política era la que practicaban -¿lo adivinan?- los déspotas por antonomasia, los Monarcas Persas. El malo no es quien hace un mal, sino aquel que lo denuncia, no es quien oculta sino quien pide transparencia.

Cueto afirma que Rajoy tiene ataques de pánico que le provocan excesiva sudoración. Le recomienda tomar algún ansiolítico apropiado para el debate con ZP, al que, visto que no quiso debatir con él la pasada campaña, teme. Pero ZP no es temible, ni como orador, ni como argumentador, ni como persona violenta. Es temible como demagogo y como violentador de sociedades. Es temible porque su talante esconde rencor, porque sus superficiales filias solamente representan sus profundas fobias.

Los titiriteros y amanuenses de tercera contratados para la propaganda y el insulto gratuito –aunque cobrando discretamente por ello su precio- podrán seguir crispando. Pero la mirada crítica sabe de dónde procede verdaderamente la crispación.

La sociedad española no se atreve a mirar a sus “representantes” a la cara, para ver en lo que se han convertido, como Dorian Gray temía mirar su “representación” en el lienzo. Tememos, con verdadero pánico, provocador o no de sudoración, que ESO que se ha pintado dentro del marco de nuestra Democracia seamos nosotros.

viernes, febrero 01, 2008

Progreso

Cuando Zapatero dijo que en España teníamos que lograr una “democracia avanzada” no hacía más que citar literalmente la Constitución Española, en la que se insta a los poderes públicos a promover las condiciones que lleven a ella.
La esencia claramente socialdemócrata y progresista de nuestra Constitución no puede ser puesta en duda por nadie que tenga mínimamente asentados en su mente los conceptos políticos elementales. Nuestro ordenamiento jurídico tiene en su cúspide un mandato socializante, una norma constituyente, originaria, cuyo espíritu debe guiar todas las leyes que el pueblo español soberano se de a sí mismo a través de sus representantes, que dice “hay que progresar, hay que igualar”. No es extraño pues que leyes tales como la de paridad no sólo no contravengan sus principios, sino que además los desarrollen.
La idea de Progreso (lo pondré con mayúsculas para darle el énfasis que merece) está indisolublemente unida a la de igualdad, la Democracia Avanzada solamente puede lograrse igualando a los ciudadanos, lo cual se logra asimismo convirtiéndolos en eso, en ciudadanos, que es cosa muy distinta de individuos.
Todo este conjunto de ideas socializantes, progresistas e igualitarias forma un auténtico sistema de pensamiento perfectamente coherente, defendido por diversas escuelas de derecho, sociología, economía, filosofía e incluso biología cuyo poder e influencia no pueden ser subestimados. El pensamiento de izquierdas se nutre de una amalgama de todas esas corrientes, cribada y simplificada por la cultura popular y transformada en tópicos que se manejan como auténticos axiomas, como principios incontestables e indiscutibles.
La idea de que debe avanzarse en la democratización de la sociedad, camino de Progreso social, económico y político, se antoja inapelable si se parte de esta concepción grosera y no se aplica un mínimo sentido crítico. Paradójica y lamentablemente se califica de críticos a quienes mantienen estas ideas, porque denuncian desigualdades reales o figuradas. Cuando alguien tiene la osadía de sugerir que la desigualdad es algo natural, es más, incluso conveniente, para el funcionamiento de la misma naturaleza, o de nuestra sociedad, que no es más que una extensión humana de la misma, tiene que soportar a los “críticos” acríticos que hablan en nombre de la suprema idea de Igualdad, y de la suprema idea de Progreso que le sirve de instrumento de acción en la sociedad y en la política.
El ideal de los progresistas es una sociedad en la que todos sean “sabios” y todos colaboren, en la que no se mire el interés personal y se hagan sacrificios por la colectividad. Todos firmarían un contrato social con cada una de sus acciones, todos serían “buenos”, todos harían lo correcto, que no sería otra cosa que ejercer como “ciudadanos” y desaparecer como “individuos”. Y ese ideal utópico contrasta conceptualmente con la idea y choca frontalmente con el hecho del egoísmo, esa Realidad (con mayúsculas) que, pese a que la quieran caricaturizar como algo casi solipsista, resulta ser una tendencia social potentísima. Uno favorece a sus parientes, a sus amigos, a quienes asimismo le favorecen. Esto se ve ya en un nivel rudimentario entre nuestros “parientes” los chimpancés o los bonobos. Uno ejerce la violencia sobre aquel al que considere un peligro contra su persona o sus intereses, o, si le falta valor por ver que tiene las de perder, acepta la transacción desventajosa de dar a otro de lo suyo.
El egoísmo es un motor de la evolución mucho más ajustado que el altruismo, aunque este último debe quedar circunscrito por el primero, dado que es una forma elegante y sutil del mismo en sociedades complejas. En estas el altruismo funciona solamente en el nivel micro, es decir, entre individuos. Esto tiene pleno sentido si atendemos al entorno evolutivo en el que se desarrolló, en el que los grupos humanos eran pequeños y todos se conocían personalmente entre sí, siendo el extraño un enemigo natural. La sociedad como entidad impersonal, cuya titularidad se arroga el Estado, no puede ser ni egoísta ni altruista, ni igualitaria ni desigualitaria (esto último no implica que no pueda haber distintas desviaciones típicas de la renta media). Las ficticias abstracciones que se han construido en teoría social que atribuyen una especie de alma al colectivo sirven también para atribuir a este intenciones y acciones. Pero solamente los INDIVIDUOS tienen intenciones y ejecutan acciones.
Progresar no es evolucionar. Progresar es mejorar a partir de un plan consciente. Y mejorar supone hacernos más nobles, más buenos, más sociales, menos egoístas, es decir, CAMBIAR nuestra naturaleza. Así pues el progresismo resulta ser una especie de confianza cándida en -y en algunos casos una voluntad violenta de- el cambio, de la transformación, de la transfiguración del individuo a través de la metamorfosis de la sociedad y sus instituciones. Pero, para sorpresa de todos los buenistas y bienpensantes que han intentado llevar a la práctica sus ideales y principios morales, la metamorfosis es la de Kafka, y la creación devora al creador, convirtiéndolo en justo lo contrario de lo que se proponía, un Señor Feudal al mando de una cohorte de proletarios. Se logra, en efecto, una igualdad, en la pobreza y la barbarie.
Desigualdad es diversidad, y esta riqueza, y esta última es igualdad económica y cultural (dentro de los límites intraspasables que impone la naturaleza). ¿Para cuando comprenderán esto nuestros progresistas de corte y confección estalinista, ups, perdón, estatalista?.