miércoles, febrero 28, 2007

El mundo en un tablero

Stephen Hawkins ubicó su universo en una cáscara de nuez. Y digo bien al decir SU universo, puesto que el universo que él percibe es único, como únicos son todos nuestros universos, únicas todas las conciencias y sus vivencias. La cáscara de nuez es como un cráneo que encierra un pequeño cerebro, la nuez. Cada nuez como un pequeño y a un tiempo inmenso universo es una buena metáfora de nuestra mente. Nuestro universo reside en nuestro cráneo, incluido el cráneo. Oberman, citado por Unamuno, decía: “Para el universo no soy nada, para mi todo”. Pero sin él su universo no era nada, de hecho no existía sin él. En medio de un infinito vacío sin centro, en ninguna parte, una singularidad explota y crea el cosmos. Big Bang. Igualmente, en medio de otro vacío irrelevante nuestra conciencia crea la realidad y el significado, que acaban con nuestra muerte, con el fin de las percepciones ilusorias y el movimiento de perpetua búsqueda.

La cáscara de nuez, rugosa, con circunvoluciones y surcos, como el cerebro, tiene una irregular esfericidad, similar a la que los físicos imaginan tiene el espacio-tiempo. Dentro de ella está el sentido, si es que puede hablarse de ello, está el universo personal de cada cual, que es irreductible a la condición de uno más porque lo es todo.

Ayer salía del trabajo y me preguntaba por el sentido de mi vida, pero solamente podía responderme que, o bien lo desconocía y era definitivamente incognoscible, o bien se lo daba yo, con lo que no tenía “sentido” preguntarse al respecto o era un sentido sin sentido más allá de la pura perpetuación y la búsqueda de placeres y calmas.

Esto último me inquietaba: siendo no más (y nada menos) que un producto de un proceso evolutivo sin dirección, sin director, un sonido en medio de una sinfonía caótica que misteriosamente sonaba a melodía en la caja de resonancia de mi cráneo, ¿qué sentido podía yo dar a mi existencia más allá de mis apetitos? ¿en qué se diferencian mis apetencias de ellos?. ¿Son mis apetencias, en fin, un juego en el que se combinan, a través de mi acción, mis distintos apetitos, que busco satisfacer, con los elementos de la realidad que percibo, a los que trato de adaptarme?.

El juego de los cachorros mamíferos es una preparación para la vida adulta. Más en nosotros. La neotenia ha prolongado nuestra infancia juguetona. Somos por tanto los más juguetones. Incluso de adultos jugamos. El juego es una simulación de la vida, porque la vida es un juego romano en el que la sangre corre y hay que estar preparado para ella, simulando, aunque de forma distinta, también en ella. El ser humano está, podría decirse, en permanente formación y, para ello, requiere renovadas entradas de información.

La neotenia y el desarrollo cognitivo van de la mano del desarrollo social. Este obliga a tomar en consideración numerosas variables. Con el nacimiento de la comunicación a través del lenguaje la cosa se complicó aún más, y nuestro cerebro también. Nuestro entorno fue siendo cada vez menos natural y cada vez más artificial, menos virgen y más mancillado por nuestra mano y sus herramientas. Lo más natural que nos rodea probablemente sean nuestros semejantes. Cuando Megadeth canta “All are gone, all but one” se refieren a la cuenta atrás de la extinción, pero no hace falta llegar tan lejos. Nos hemos quedado solos los unos con los otros, aunque otros seres vivan a nuestro alrededor sus vidas desprovistas de significado, siendo nuestra soledad, que es sociedad, a un tiempo reconfortante e inquietante. El juego se desarrolla entre mentes, entre cerebros enfrentados que anticipan intenciones y crean teorías de la mente ajena, que elaboran rituales retorcidos para manifestar sus instintos, que, en fin, son cerebros imbricados en una gran red de interés biológico, una adaptación hecha de individuos y sus mutuas interacciones al medio natural, dentro de la cual cada uno es su propia adaptación a la red, un potencial free rider atado por convenciones, costumbres y compromisos, por necesidad, en suma (disfrazada de cultura), como la célula está atada al organismo del que forma parte (en el tejido).

El juego que mejor representa nuestra situación es el ajedrez. Nuestro mundo, que es nuestro universo, cabe en un tablero.






No subestimemos lo que un tablero de ajedrez es capaz de contener. La India fue el país dónde se inventó este juego, esta matemática, este arte, como los números que usamos hoy en día (aunque ambos nos llegasen por los mitificados musulmanes medievales). Sobre su creación hay una historia muy ilustrativa, que copio de la siguiente entrada del blog de un aficionado al ajedrez:

Una antigua leyenda cuenta que el rey Sirham, soberano de la India, era inmensamente rico y a la vez envidiado por su poder, sin embargo, su riqueza era tan inmensa como su aburrimiento y, debido a ello, tiranizaba a su pueblo.

Un buen día un sabio brahmán, Lahur Sissa, con el fin de enseñarle a tratar debidamente a sus súbditos, buscó la forma de crear un juego donde el rey, a pesar de ser la pieza principal, nada pudiera hacer sin la ayuda de las demás. Lo llamó chaturanga y es el antepasado del ajedrez.

Sorprendido por la ingeniosidad del chaturanga, Sirham dio su palabra a Sissa de no martirizar más al pueblo y se comprometió a ofrecerle lo que pidiese. Sissa, queriendo darle una nueva lección, pidió que le recompensase con la cantidad de trigo que resultara de poner un grano en la primera casilla, dos en la segunda, cuatro en la tercera, ocho en la cuarta y así sucesivamente siempre doblando la cantidad.

El soberano, estimando que el tablero tenía sesenta y cuatro casillas y que la recompensa no excedería un saco de trigo, le concedió la petición, tan modesta a primera vista. Sin embargo, después de haber hecho los cálculos, resultó que todo el trigo de la India no era suficiente para recompensar a Sissa, pues se necesitaban nada menos que 18.446.744.073.709.551.615 (dieciocho trillones, cuatrocientos cuarenta y seis mil setecientos cuarenta y cuatro billones, setenta y tres mil setecientos nueve millones, quinientos cincuenta y un mil seiscientos quince granos de trigo, resultado de la suma de la progresión geométrica: 2 elevado a 64, menos 1). Si se considera que 21.000 granos pesan un kilo, lo que se debería haber entregado al inventor eran 878.416.384.462 toneladas, cantidad muy superior a la que se podría sembrar considerando toda la superficie de la Tierra. Sissa más tarde fue nombrado primer ministro y dice la leyenda que orientando a su rey con sabios y prudentes consejos y distrayéndolo con ingeniosas partidas de ajedrez, prestó los mas grandes servicios a su pueblo.


De esta leyenda extraigo al menos dos mensajes. El primero que el rey, el ego, el yo pensante, depende por completo de las demás piezas que podría decirse son sus instintos, cada cual con su particular manera de actuar en el mundo. La segunda que el tablero contiene una complejidad tal, ejemplificada con una simple progresión por el mítico creador del ajedrez, que considerando todos los posibles movimientos de todas las piezas y todas las posibles posiciones resultantes en una partida, tenemos todo un cosmos, toda una evolución, toda una historia, e infinitas contingencias derivadas de leyes inmutables.

Descartes hablaba de la res cogitans y de la res extensa, de la mente y la materia como dos universos paralelos, que solamente interaccionaban a través de la glándula pineal. Yo diría que la res cogitans es nuestro universo mental, nuestra realidad percibida o imaginada, las vibraciones en los mapas variables pero de esquemas fijos de nuestra psique siempre despierta. La Res extensa es todo aquello que no vemos, que no sentimos, que no percibimos en modo alguno, que no existe para nosotros, que esté o pueda estar, como dirían en Expediente X, “ahí fuera”.

Nos gusta hablar de todo lo que nos acaece como nuestro mundo (Wittgenstein dixit, el “nos” es mío y sustituye al impersonal “lo”). Res cogitans. El cosmos sería, en verdad, todo lo que nos acaece y lo que no nos acaece, siendo el mundo pues el subconjunto del mismo que verdaderamente nos importa. El verdadero universo, exista o no, sería el todo del que formarían parte los subconjuntos sin intersección de lo conocido y lo desconocido. Y dentro de la categoría de suceso personal estarían también todos los potenciales sucesos, todos los movimientos de piezas, sobre el tablero de ajedrez de nuestra ajetreada existencia, esos que, en su mayor parte ya, hacemos dentro de la sociedad humana.

jueves, febrero 22, 2007

Una mentira cómoda



Tengo un amigo con el que filosófo sobre las cosas de aquí y de más allá en paseos por el campestre entorno del lugar donde vivimos. Rodeados de árboles, cubiertos por el manto azul del cielo, con nuestros niños pequeños plenos de vida correteando alrededor y las urracas, los mirlos, las ardillas, los gatos, los zapateros (no, no son clones de nuestro presidente por accidente) y otros especimenes recordándonos que otras "cosas" aparte de nosotros tienen movimiento y puede que hasta voluntad propios.


Siempre me han gustado estos ambientes que combinan lo mejor de la civilización con lo mejor de la naturaleza, con casas, comercios, espacios abiertos y respirables y plantas y animales. Hemos creado un mundo a nuestra medida, como ya hicieron las bacterias miles de millones de años atrás al oxigenar la atmósfera (lo que, por cierto, permitió la evolución que llevó a, entre otras especies, la nuestra). Y ahora esa atmósfera, nos dicen, está contaminada por nuestras excrecencias civilizatorias, gases, como los que las bacterias expulsaron (matando con ello a muchas coetáneas anaeróbicas). Mi amigo se erige en portavoz informal de esta queja, de este reproche, que dirige el hombre al hombre: ¿Quo Vadis?...¿qué es lo que estás haciendo con tu mundo?. Y la única respuesta posible es: vivo y habito el planeta, como tú. Aunque esta respuesta resulta poco satisfactoria si no se comprenden todas las implicaciones de estos vivir y habitar, que son la misma cosa, porque como decía Pascal, la mayoría de los problemas de este mundo no acaecerían si la gente fuera capaz de quedarse quieta en una habitación (si habitásemos sin más). La pregunta que le surge al rebelde (con o sin causa) es la siguiente: ¿y no podrías habitarlo sin destruirlo?. Pero los sistemas complejos no están preparados para responder preguntas tan sencillas, ni de palabra ni de obra ni de omisión, pues son interaccionantes impenitentes, son habitantes vivientes, que salen y entran de la habitación.


Nosotros somos uno de esos sistemas complejos integrado dentro de otros aún más complejos (pues nos contienen a nosotros y a nuestras mutuas interacciones y a las mutuas interacciones de los sistemas complejos inferiores de la escala). La clave de la pregunta, de su cándida sencillez, es que esconde demasiados presupuestos no verificados ni verificables. Es la clase de pregunta que los "Héroes del silencio" decían llevaba "semilla de respuesta". Estamos condenados por la inercia del azar y la necesidad a continuar nuestro camino hacia un fin imprevisto, pues, como decía Machado: "caminante no hay camino, se hace camino al andar" y yo añado que el único camino posible es el andado, y el pensado. Los pensamientos andados, de Nietzsche. Pero ello no implica que andemos pensando cada paso que damos, que debe ser inconsciente.

Dado que los sistemas complejos están en continuo cambio, derivado de su carácter combinatorio, la transformación es parte de su "esencia", si es que se puede decir con esta palabra tan metafísica. Mientras unas cosas se crean otras se destruyen, pero al final todo se transforma y se pasa de un equilibrio inicial, llamémosle E0, a otro final, E1. Lo que no queda claro es dónde se rompe el equilibrio, dónde se pasa de un sistema complejo a un simple, que sea solamente calor o frío, vacío, rocas y gases. De hecho el mismo equilibrio, que reduzco a una E, es algo irreductible a una E, pero ese es otro asunto.

¿Desde cuando estamos transformando el planeta?: desde que lo habitamos. Habitarlo es transformarlo porque somos sistemas complejos, es decir, en transformación perpetua, es decir, en interacción con su entorno, es decir, transformando el entorno. Y esta transformación de lo de fuera (y decir "fuera" no es una convención sino que surge del imperativo biológico del yo consciente) no puede hacerse de dos o más formas, aunque esto puede no parecer evidente. Satisfacemos necesidades, siempre lo hacemos. También lo hacemos cuando preservamos el medio ambiente, o, mejor dicho, cuando podemos permitirnos preservarlo, que es cuando estamos bien alimentados por este gracias a una Red de complejidad llamada sociedad, economía, o como se quiera, que no es otra cosa que una inmensamente compleja adaptación a un medio inmensamente complejo que funciona. La conciencia ecológica es un presupuesto no en cualquier ser humano decente, si no en cualquier ser humano. De hecho está comprobado que el ideal de todos nosotros es una verde pradera con un lago o un río de agua fresca, árboles a los lados con frutos jugosos, y herbívoros inofensivos pastando. Si alguien quiere saber porqué es así que lea cosas de psicología evolucionista. Pero este presupuesto es un presupuesto de segundo orden respecto a esos otros presupuestos que dicen: sobrevive, disfruta, elude las penalidades.

Cuando decimos "Debemos cambiar" decimos demasiadas cosas y ninguna a un tiempo. Esta clase de cambios de gran escala, de tipo general, solo se pueden abordar, solo se pueden intentar, desde la política, que son los "asuntos generales". De su humilde nacimiento en la reducida polis griega, el político, el hombre de Estado, el jinete del Leviatán, ha pasado en su demagogia de querer dominar el mediterráneo o a alguna polis vecina a querer domeñar y a un tiempo proteger al mundo entero. Pero la gente olvida lo que ES, o cómo funciona (que es lo mismo), la política, entendida esta como institución. Son actores que interfieren en los procesos espontáneos, supuestamente para mejorarlos o hacerlos menos malos. Pero a la vista de los resultados (el siglo XX está lleno de ellos, con sus experimentos decisivos) queda claro que la política crea más problemas de los que soluciona, y que cuanto menos se use de ella mejor irán las cosas. Pero ahí están los políticos haciendo política, cuanto más a gran escala mejor. Hubo uno que perdió las presidenciales de EEUU, ya se pueden imaginar: no tuvo acceso a la mayor maquinaria de poder de la historia tras el Imperio Romano. Eso debe ser frustrante, sobre todo después de haber sido Vicepresidente y haber visto tan de cerca, y practicado en menor escala, el gran poder. Al Gore quiere pasar a la Historia (así con mayúsculas) como el gran defensor de una causa que, parece ser, no es suficientemente defendida. Se empeña en llevar a nuestros hogares, donde habitamos, a nuestras conciencias, con las que pensamos, su "VERDAD INCÓMODA". Para ello cuenta con la inestimable ayuda del bombo y platillo siempre ruidosos –haya o no nueces detrás- de los medios de comunicación de masas. Nunca estuvo mejor usada la palabra "masa". Los medios de comunicación logran por lo general lo que los políticos en su ámbito, justo lo contrario de lo que pretendían, y se dedican a desinformar a diestro y siniestro. No es necesario ningún efecto mariposa, es decir, no hace falta que una mariposa bata sus alas en China para que se produzca un Katrina en EEUU. El efecto mariposa de la desinformación informativa se encarga de convertir cualquier suceso climático acaecido en cualquier punto del globo en un desastroso cambio climático en nuestros hogares, en nuestras conciencias. Todos los últimos inviernos nos cuentan las olas de frío o su ausencia con preocupación. Muestran imágenes de deshielos, de inundaciones, de incendios.

Emil Cioran, que era un tipo muy negativo, iba un día por la calle con un amigo quejándose de cómo el hombre proyectaba cosas con las mejores intenciones e ilusiones y se encontraba al tiempo con que estas se transformaban en un nuevo problema o una nueva carga. Su amigo le contradecía hasta que dieron con un tremendo embotellamiento de tráfico. "¿Lo ves?" –dijo Cioran- "Aquí lo tienes. El hombre creó el automóvil para desplazarse más cómoda y libremente, y mira en qué ha acabado".

Los políticos, en un sentido muy general –no se interprete esto que voy a decir al pie de la letra- son los que crean los atascos, para luego irse en un helicóptero desde sus helipuertos particulares sobrevolando el caos creado. Otro helicóptero, este de la prensa, graba las imágenes del atasco y un periodista las comenta: "este es el caos que hemos creado, necesitamos soluciones, debemos hacer algo". Luego el político baja de su aparato y suelta un discurso en el que promete cambios, castigos para unos malos sin identificar y recompensas para el común, para la masa.

Comentaba con mi amigo que no me gustaba Zapatero. Me pidió razones y, por decir algo, por poner un ejemplo entre tantos, le mencioné lo de la Alianza de Civilizaciones. "Pero...¿sabes?...." –me soltó- "eso introduce un elemento de poesía en la política". Me dieron ganas de decirle: "¿Poesía?...¿Me hablas de poesía".....Poesía eres tú". En un post anterior hablaba de que la política es el arte de lo imposible. Realmente ZP es un político en sentido estricto, lo ha sido desde sus primeros pasos en sociedad, por lo que desconoce el mundo real. Ni aunque leyera a Hayek lo comprendería, porque ninguna palabra puede sustituir a la experiencia, y menos ser entendida sin esa experiencia. Sí, el tío es un poeta, admitámoslo, malo, malísimo, pero es un poeta. Un poeta de pensamientos de diván, de pensamientos de habitación cerrada al mundo, pues ha vivido en la burbuja de la política aislado del mundo, en la palabrería huera alejado de la acción. Pero es más, el tío es un poema, y va a dejar su nación hecha un poema. Y Al Gore hará lo mismo con el mundo si le damos demasiado bombo....y platillo, si somos masa que recibe desinformación acríticamente. Es preciso un sentido crítico pronunciado para destapar estas imposturas, para revelar el impostor que se esconde bajo la capa del héroe, al lobo que está bajo la piel del cordero, a la mentira que se disfraza de verdad.

Es una mentira cómoda la que absorbemos sin reflexión, sin experiencia. Es mentira si es una "verdad" no demostrada ni verificable ni falsable. Y casi por defecto es mentira si lo cuenta un político. Una masa informe desinformada obedecerá los dictados de unos cuantos demagogos asesorados por unos interesados tecnócratas. ¿Voces discrepantes?: unos temen perder la subvención o el puesto, otros suspenden el juicio pirrónicamente porque realmente NO SABEN (otros ni siquiera quieren saber), otros no tienen micrófonos en los que hablar. La ciencia está politizada. Tan politizada que es un POLÍTICO quien habla de la verdad incómoda, de la mentira cómoda. Muchos oídos están dispuestos a escuchar estas cosas. El interés que despiertan aún hoy las profecías de Nostradamus así lo demuestra. El Juicio Final, especialmente si es mañana, nos interesa bastante. Queremos vivir, a ser posible nuestra vida. Lo que nos venden de las futuras generaciones a las que hemos de salvar, que compramos con deleite, es solo un cuento de viejas. ¡Queremos el fin del mundo y lo queremos ya! porque es más divertido que ir de compras al supermercado. Y además es un fin del mundo completamente laico, sin Dios. Porque ni tenemos valores ni tenemos entendimiento para buscar espectáculos más edificantes.

Le dije a mi amigo que tenía interés por ver el Documental de Gore, para escuchar los argumentos que esgrimía. Lo cierto es que lo perdí por completo al leer la verdaderamente documentada reflexión que sobre él se hizo (y nos hizo) Berti en su Tribunal.

Yo pido a todo el que por aquí pase que crea que hay un calentamiento global, que este es grave, que nos va a llevar a una situación mundial peor, que es antropogénico, que deben tomarse medidas políticas urgentes al respecto, etc etc, que lea este artículo. Al menos tendrá un punto de vista alternativo a la llamada por Lomborg letanía.

No seamos como Jesús Vázquez, que ayer en su programa "Allá tú" llamaba a la gente a ver el Documental sin falta, y decía que Gore había perdido las presidenciales por trapicheos de Bush. Es muy cómodo autoengañarse, y más aún dejarse engañar. Para saber la verdad, sea esta la que sea, hay que tomarse la molestia de buscarla, de indagar, de trabajar, de experimentar. Conozco a muy pocos que no sufran angustia con este asunto. Ello prueba que dicha "verdad" es admitida por casi todos, y es incómoda, pero no en el sentido que se sugiere aunque sí para regocijo de quien la cuenta. Y las cosas siguen sin cambiar, o, para ser más exactos, cambiando.....

Aunque me temo que en este asunto del calentamiento global nadie sabe nada de nada. Recordemos que la ciencia debe ser escepticismo, al menos en su a priori, y la política siempre SABE de todo, pues todo quiere abarcar, siendo a posteriori sus efectos, para ser generosos, poco satisfactorios.

¡Acomódense en sus butacas!. En sus pantallas.....el fin del mundo. Ni Orson Welles lo haría tan bien.

Aconsejo la lectura del artículo enlazado en los comentarios por Ijon Tichy.

viernes, febrero 16, 2007

Mi querido Unamuno

Un autor literario y filosófico y a un tiempo una persona de carne y hueso sufriente (como a él mismo le gustaría decir) con quien me siento muy identificado es Miguel de Unamuno. Era un hombre visceral y analítico, un apasionado y un racionalista, en definitiva, un tipo auténtico, lleno de las contradicciones inevitables en todo aquel que ha superado con su entendimiento y su curiosidad la frontera que separa vivir la vida de interrogarla ávidamente con el corazón y con la cabeza.


“El Sentimiento Trágico de la Vida” es una de las obras fundamentales de mi formación humanística, y, lo que es más importante, humana, es una de las claves de doble filo de mi estructurar y de mi palpitar. Ese sentimiento trágico, y quizá visto desde fuera cómico, está en permanente lucha contra un raciocinio que no le entiende, que no le quiere entender, que, en resumen, no entiende, pues su “no querer entender” es sentir, y un obedecer creyendo mandar a esas razones del corazón que pueden más que las frías abstracciones, como los medios obedecen a los fines, aunque precedan en el tiempo a su consecución.

Estas conclusiones preceden asimismo en el tiempo a las que se derivan del estudio del hombre por las disciplinas de la mente, de la neurociencia a la psicología evolucionista.

Especialmente aplica Unamuno su análisis sentido a la cuestión de la trascendencia y de Dios. Más literariamente lo expresa en su novela “Niebla”, en la que el personaje está vivo, muy vivo, y busca desesperadamente al autor, que es el que le sueña, su Dios, para que le salve de su irremediable fin. Quizá no seamos más que un sueño de Dios, concluye Unamuno. Una película que recientemente se ha estrenado aborda el tema con un personaje al que la autora quiere matar y que tampoco acepta su destino. No sé si en alguna parte harán alusión, quienes han creado esta película, al verdadero creador de la idea maestra en torno a la cual gira toda la trama. No sé si habrán pagado su deuda de gratitud y reconocimiento del genio.

La vida como una niebla, como un sueño, como dijera Calderón de la Barca, se transformó en la fantasía futurista de Matrix, solo que los soñantes, los soñadores, no eran el Dios, sino que el Dios, mecánico y absolutamente aceptable para cualquier ateo militante, era una máquina que hacía soñar a los hombres una vida hecha de la niebla de un programa informático.

¿Qué soy?, se preguntaba Unamuno, ¿y qué soy si no trasciendo más allá de este sueño neblinoso que es la vida?. Ante tamañas preguntas todas las demás cuestiones, y todas las demás respuestas, parecían irrelevantes. Así que el trabajo científico que desmenuzaba la naturaleza podía impresionar, pero no parecía digno del pensamiento y el sentimiento más sublimes, perdidos en las alturas llenas de nubes, esa niebla elevada, aristocrática. De Sócrates se reía el comediante Aristófanes, titulando la Comedia “las nubes”. Aunque el alumno aventajado del irónico, el de anchas espaldas, Platón, quizá mereció su propia comedia nubosa, pues puso en ellas sus “ideas” y rebajó definitivamente lo terrenal a ínfima y deleznable materia.

¡Que inventen ellos! Gritaba Unamuno en uno de sus arranques de genio –en este caso en la acepción más “baja” del término- al referirse a los anglosajones, a los alemanes, a esos otros “pueblos” que se hacían urbes al golpe del mazo del trabajo científico, y sin estar por ello “ a Dios rogando”.

Su párroco ideal, su Santo, su “San Manuel Bueno Mártir”, del que ya he hablado en anteriores ocasiones, se preguntaba mirando al lago de su pueblo si no podría haber un vino que alegrase siempre, que mantuviese a todos permanentemente contentos, un vino que no dejase resaca ni perdiese su efecto euforizante y tranquilizador.

En el sentimiento trágico apuntaba la clave del por qué ese vino no existía: la intuición de que lo que nos hace humanos y nos distingue de otras especies, lo que está en la raíz, lo que es la raíz de la consciencia es el dolor.....¿Cómo eliminar ese dolor, consustancial a nuestra alma mortal, y prueba de su mortalidad, que además se abraza al placer y no lo deja libre para que nos inundase de gozo?.

Hoy se ve cada vez más claramente la relación entre el estado de ánimo (del ánima, del alma) y el dolor. La mente, que en lo que al dolor respecta es consciente, siendo la relación dolor-consciencia tan marcada como el propio Unamuno apuntaba, no lo es en absoluto del estado de ánimo, y solo siente placeres y displaceres de grados diversos en sucesiones cuya predecibilidad solo es posible en la depresión profunda. En los subterráneos donde se gesta el estado de ánimo, en los que Freud indagó con verdadera obsesión (no solo sexual) hay unas vías electro-químicas intrincadas cuya parte eléctrica parece ser la infraestructura básica mientras que la química desempeña el papel comunicador esencial, el papel de información cuantitativa cuya cualidad se manifiesta en la máscara externa de nuestro rostro compungido, asustado o sonriente. Algo tan sencillo como inhibir la recaptación de serotonina o noriprefina puede alterar el ánimo de negativo a positivo y correlativamente reducir el dolor (aumentando el umbral del mismo), cosa que hacen medicamentos, balas mágicas, como el Cymbalta.

¿Es ese un vino que mantenga a todos contentos, sin dejar resaca, sin dejar de causar un efecto beneficioso?. No, no hemos llegado a eso. Pero esos inventores que Unamuno pedía fueran otros, que Unamuno despreciaba, han hecho posible que hoy sea más llevadera la vida para muchas personas condenadas por sus genes a experimentarla de un modo trágico, con un sentimiento trágico, sufriendo además mayores dolores físicos y miedos además de los males afectivos.

Quien ahora grita ¡Que inventen ellos! es el mundo musulmán. Y se pueden ver las catastróficas y sangrientas consecuencias. En España tuvimos una Guerra Civil en la que no fue un factor irrelevante esa filosofía de la que Unamuno solamente era un portavoz. Aún hoy tenemos ecos de ella en esas chorradas que por ahí se dicen de que en España y en los países latinos sabemos vivir bien, disfrutar de la vida, mejor que nadie. Un etnocentrismo sin centro, aunque ese es otro asunto.

Cuando leo los ensayos de ciencia de esos “bárbaros del norte” entiendo muy bien a qué se refieren quienes hablan de la Tercera Cultura. Sencillamente son magistrales, y su lectura cada vez más necesaria para saber quienes somos, de dónde venimos y a dónde vamos, entre otras cosas. Para saber (¿quién lo iba a decir?) más sobre las cuestiones FUNDAMENTALES de la existencia humana. Un existencial de hoy no puede dar la espalda a la ciencia, a la auténtica literatura científica. Ello constituye el suicidio simbólico que debe preceder al físico. Supone gritar ¡Viva la muerte!. Cuando los legionarios de Millán Astray lo gritaron Unamuno tuvo otro ataque de su genio –en este caso en las dos acepciones- y se rebeló contra esta consigna repugnante con un Viva la Vida. Poco después –murió.

Ahora queda su obra, imperecedera. Trata de asuntos que no pueden morir como nuestros cuerpos de carnes y huesos sufrientes mueren porque trata de cómo nuestros cuerpos sufren y mueren. Los eternos de la condición humana, los seres y no seres de Hamlet. Y con gran sorpresa y alegría descubrí que también queda su firma, plasmada en un título de Maestro que recibió un tío abuelo mío de manos de Unamuno.

Unamuno era un vasco universal y eterno. Nada que ver con esos otros vascos provincianos, horteras y paletos que hoy se aferran con manos llenas de sangre a su terruño y a su proceso de paz, a su proceso...histórico.


Influenza

Yo he padecido varias fiebres, pero si he de hablar de cinco de ellas, nada más que de cinco, me veo en un serio apuro.
Así pues diré las cinco primeras que me vengan a la cabeza, que se me suban a la cabeza, que quizá sean, después de todo, las cinco primeras en intensidad y efectos perdurables. Me centraré, eso sí, en pensadores - escritores.
Nietzsche: El pensador, el poeta.
Hayek: Hizo de la economía lo contrario a la "ciencia lúgubre" a mis ojos.
Damasio: Muchas de mis intuiciones sobre la base emocional de nuestra racionalidad han sido explicadas plausiblemente por él.
Asimov: Me enseñó....¡HISTORIA!. Bueno, vale, también me introdujo en la ciencia.
Dovstovieski: El mejor escritor de todos los tiempos, con Shakespeare, en mi humilde opinión.
¿Que qué carajo es esto?...pues un meme que me manda un liberal irredento cuyo nombre de guerra es Rakras, liberal al que desde aquí saludo y respondo.
Ayer, después de la segunda cerveza, yo que no suelo tomar alcohol, olvidé reenviar el meme. Se lo mando con gusto a:

jueves, febrero 15, 2007

De la energía a la economía

La vida es un complejo proceso energético. En nuestro macroscópico, lento, diverso y hasta cierto punto predecible mundo no nos es posible apreciar, salvo por vías indirectas y tortuosas, los cimientos y ladrillos diminutos, vertiginosamente rápidos, relativamente homogéneos y genuinamente aleatorios de los que parten el orden y en ocasiones incluso la armonía y el aparente sentido de lo que vivimos, percibimos y sentimos.

Solamente gracias a los avances científicos y técnicos, de cuya sinergia no se puede dudar, y que se producen en progresión geométrica, hemos llegado a conocer lo aún poquísimo que conocemos, dentro de lo cual están estas invisibilidades sacadas de la chistera de la deducción genial o gracias a la varita tecnológica del mago científico. También es importante la mejora en la organización de los procesos de investigación, paralela a la mejora general de los procesos operativos y procesos organizativos en todos los ámbitos de actividad económica y social con el desarrollo de la sociedad capitalista, la división del trabajo y el liberalismo. Se suele hablar de la economía de escala, es decir, de la mejora de los procesos productivos gracias al aumento en la dimensión de las operaciones. Pero en esencia la clave de esta mejora no está en el mayor volumen, como prueba el fracaso de la megaempresa tanto estatal (y del Estado en general) como privada, de ese conglomerado gigantesco de múltiples actividades bajo la férula de un único centro coordinador y decisor, una especie de autarquía empresarial con un Gran Hermano omnipotente, omnisciente y omnipotente, laico sucedáneo de un Dios, que ejerce como buenamente puede entre éxitos aparentes y fracasos inevitables. La obsesión con el stock, ya lo veremos, es el error conceptual en todo ámbito científico, y el reconocimiento del flujo, el río en el que uno nunca se baña dos veces, el acierto, con la aceptación o no de diques.

No se puede negar, claro está, la realidad de la economía de escala en sentido estricto, que permite producir más por menos gracias a la utilización de medios más costosos pero a su vez más eficientes, o, dicho de otra forma, más costosos a corto plazo y más baratos a largo plazo. Pero tanto en la empresa como en la sociedad (o la economía) lo que produce la escalada, lo que verdaderamente permite mejorar con la mayor escala, no es ya solo la división, sino la diversificación del trabajo, y el establecimiento de nuevas vías de relación y de comunicación de información. Digo "tanto en la empresa" porque esta no es un ente aislado flotando en un vacío, ni es un navío perdido en alta mar, en el ancho y profundo piélago, que pesca sus abundantes bancos y recoge las aguas de la límpida lluvia. Forma parte de la economía como una célula forma parte de un organismo pluricelular complejo y requiere esas vías de relación y comunicación con su entorno, que es su medio, en el que nace, se desarrolla, cumple una función, o varias, y muere.

Parece como si me desviase del tema de la energía de la vida hacia el de la economía, por un atajo indebido, pasando por la organización en el campo de la ciencia. Nada menos cierto. El hecho es que en este escrito tenía la intención de vincular –si bien imperfecta e inacabadamente- ambas cosas, como, con una persistencia que empieza a ser costumbre,
ya he hecho alguna vez con anterioridad.

Guy Brown ha escrito un libro maravilloso llamado "La energía de la vida" en uno de cuyos pasajes, en uno de cuyos parajes, me detengo a contemplar, extasiado:

"...la célula se puede ver, a escala molecular, como una enorme metrópolis rebosante de actividad, habitada por miles de millones de máquinas que interaccionan con billones de otras moléculas de un modo aparentemente caótico. No existe ningún director general que gestione esta actividad. Sólo con la ayuda de un mapa o un plano podemos discernir que esta actividad –aparentemente caótica- produce un comportamiento coherente y lleno de significado a una escala mucho mayor: la importación y distribución de alimento, energía e información, que se necesitan para el mantenimiento, la función específica y la reproducción de la célula –o de la metrópolis".

Nos encontramos de narices con el orden espontáneo de Hayek, cambiando algunas palabras. Por otra parte se aprecia que cómo la célula, la sociedad ha de ser un sistema abierto que intercambia permanentemente con su entorno (natural, económico) en un flujo bidireccional que la mantiene con vida. La autarquía, el stock, son la muerte, son necesarios el intercambio y el cambio. La riqueza es un proceso, no la montaña de Tío Gilito. Los capitalistas solo pueden hacer una cosa, devolver a la sociedad lo que han tomado de ella, y el dinero con sus precios son una información que permite rapidez, flexibilidad, comodidad y claridad en la comunicación y el cambio. Nada de cierto pues en las ideas marxistas acerca de la progresiva pauperización de la clase obrera y la cada vez mayor riqueza de los empresarios, cuyas máquinas lo harían todo y no necesitarían de esclavos a los que explotar y sacar plusvalías.

Los socialistas "de todos los partidos" suelen presumir de radicales. Forma parte de su demagogia. El hecho es que son los verdaderos reaccionarios, puesto que se oponen al cambio, apuestan por el stock. Sus propuestas radicales de cambio, que son, en efecto, propuestas de cambio, son reacciones irracionales e histéricas contra el cambio gradual pero inevitable. Son intentos vanos, y siempre costosos –a veces catastróficamente, como el coste en vidas humanas del socialismo real- de poner puertas al campo, de cerrar las fronteras de la vida a su propia e inherente expansión y desarrollo.

Dicen que los viejos y los jóvenes suelen apuntarse a lo "social". El viejo "conservador", incluso en su versión "de derechas", no es otra cosa que un reaccionario socialista. Este fenómeno de U sociológico en las ideas políticas forma parte también de otro proceso, del desarrollo de nuestro cerebro en el tiempo, y quizá pronto pueda ser explicado debidamente en términos neurobiológicos.

La mente humana misma es un proceso, un flujo. Quienes dicen que no somos libres lo hacen partiendo del supuesto de que el que un movimiento del cerebro preceda en algunos milisegundos a la intención del producido en el cuerpo anula el libre albedrío. Pero esto supone seguir anclado en el stock del alma, del homúnculo etéreo a los mandos del aparato, de la máquina.

El ser humano joven, lleno de esa energía de la vida de la que habla Guy Brown, tiene tendencia a querer cambiar las cosas, y a querer cambiarlas rápido. También tiende al "we want the World and we want it Now!" de Morrison. La cuestión reside en que su afán de cambio se dirige contra la naturaleza, especialmente en los tiempos que corren, cosa que he de explicar. El hecho de que sea contra la naturaleza de las cosas se debe a su impetuosidad, a su falta de sosiego y racionalidad. La naturaleza tiene una forma de caminar lenta y segura en su escalada del monte improbable (tomo la frase de un título de Dawkins), no va a trompicones, ni con voluntarismos. La naturaleza es el enemigo a batir para quien quiere poner la primera piedra de cualquier Iglesia. La radicalidad exige violencia, pues cambiar lo que no puede ser cambiado requiere un gran despilfarro de energía, que ha de explotar en forma de golpes y gritos. Y la política, que es más que "el arte de lo posible" su contrario "el arte de lo imposible", brinda a los radicales las ideas o pseudoideas y el campo en el que expresar su descontento consigo mismos y con el universo tal cual fue creado por el azar o por Dios. Y ahí entran en juego los maduros políticos partidarios de la demagogia, partidarios....de los partidos, para partir en dos, en tres o en tantos feudos como haga falta la sociedad. Muchos de ellos maduros irresponsables para con el todo que están obligados a proteger y cuidar pero perfectamente conscientes y responsables de lo que quieren para sí y los suyos. Ese es el socialismo maduro, desencantado, verdaderamente perverso. Ese socialismo actúa, hoy, mejor que nunca, pues tiene a jóvenes bien alimentados e inconscientes a los que engañar sobre el origen de su prosperidad, jóvenes que han perdido, en una sociedad de masas y parcialmente socializada, la confianza en su individualidad, teniendo mucha energía para destruir pero poca para crear.

Tras la caída del Muro actúa el socialismo, decía, en varios frentes, de entre los cuales cabe destacar, con sus respectivos stocks, con sus respectivas utopías, entre otros, los siguientes:

Ecologismo:

Pretenden preservar la diversidad de especies, hablándonos de la enorme cantidad de especies que mueren por día y año sin haber sido capaces de determinar ni las que hay. No aceptan el cambio en la naturaleza. Les encanta la evolución pero no soportan verla en marcha. Creen que todo se debe a la perversa humanidad y su perversa influencia en el entorno ecológico. Pero les encanta vivir en nuestra sociedad, tal como es. La vuelta a la naturaleza virgen no detendría la evolución, cambiaría su curso. Quizá no se extinguiese el Tigre de Bengala, pero es posible que nosotros desapareciésemos (desde luego la gran mayoría, sin la tecnología y la economía que nos sustentan).

¡Dejemos la naturaleza intacta!. ¿Pero qué carajo es eso de una naturaleza intacta, si la naturaleza es cambio?. ¿No habíamos quedado además en que el proceso de selección natural era cruel e implacable?.

Luego está el stock genético, que es la monda. Es decir: todos los seres vivos (salvo alguna bacteria rara) tenemos los mismos constituyentes moleculares, estamos hechos de ADN, lípidos, proteínas....las bacterias y los virus van de unos a otros pasando trozos de ADN y ARN desde el principio mismo del mundo. Y ahora resulta que si un científico en un laboratorio pasa un gen de un animal a una planta (o de una bacteria a un animal, etc) se va a dar un cambio monumental que va a destruirlo todo.
Y mejor ni hablar del cambio climático.

Cultura, antropología:

Hay que preservar y respetar las costumbres ancestrales de etnias y pueblos. Hay que aplicar el multiculturalismo. Stock frente a flujo. La globalización va a convertir a los salvajes y bárbaros de todas las culturas heterogéneas e iguales (moralmente) en hombres robot inmoralmente homogéneos al servicio del gran capital financiero internacional.

Economía:

Hay que preservar el viejo comercio, la tienda tradicional. Las grandes superficies la van a devorar. También los viejos oficios, que representan viejas costumbres. Deben salvarse la ensalada y la tortilla de la invasión de la hamburguesa. Más stock frente al flujo.

Arte:

El cine Español es una excepción cultural, no podemos permitir que se americanice. Mantengamos viva nuestra creatividad, aunque no sea valorada.....precisamente porque no lo es.

Etc etc etc.....

Decía casi al principio de esta exposición, en el punto de inflexión imprevisto, en el atajo aparentemente indebido, y lo repito para no hacer volver sobre sus pasos a quien hasta aquí haya avanzado: "También es importante la mejora en la organización de los procesos de investigación, paralela a la mejora general de los procesos operativos y procesos organizativos en todos los ámbitos de actividad económica y social con el desarrollo de la sociedad capitalista, la división del trabajo y el liberalismo".

¿Liberalismo?, me dirá un liberal. ¿Pero qué liberalismo se ha aplicado en política?. Apenas ninguno, pero es que la política, insisto, es el arte de lo imposible. ¿Es acaso hablar de políticas liberales caer en un contrasentido?. El hecho es que la libertad, si es que se me permite considerarla por un momento como un agente, ha ido ganando poco a poco terreno a la coacción institucionalizada, y lo ha hecho con un gradualismo que contrasta con el radicalismo de la Revolución Francesa que llevó al Bonapartismo y a la Restauración. Es natural que la Revolución Francesa sea un referente de la izquierda.

Sin duda ha sido un proceso histórico imparable, que algún marxista encontraría paradójico con las teorías de su dios laico Marx. Lo que sucede es que por muy irresistible que sea el avance de la historia, el ser humano que es llevado por su corriente jamás comprenderá hacia dónde le llevan sus acciones, ni hacia dónde vamos todos con nuestras mutuas interacciones. El futuro está abierto, o al menos así es a nuestros ciegos ojos.

miércoles, febrero 07, 2007

La paja en el ojo ajeno

Todos estamos tentados a ver la paja en el ojo ajeno. Este es un producto derivado de nuestro natural egocentrismo, vinculado a nuestro natural egoísmo. Proteger nuestro organismo, en primer término, proteger nuestros genes en el segundo, y proteger a aquellos que comparten con nosotros ciertos ideales y comportamientos, y posiblemente con ello algunas tendencias instintivas derivadas de organizaciones neuronales cuyo fundamento son, nuevamente, los genes, en determinada combinación, es algo que difícilmente podría ser calificado de cultural, arbitrario o contrario al instinto.

No hay que irse muy lejos de nuestro entorno familiar, laboral, social, para ver manifestaciones de esta tendencia, excesivas, directas y claramente explícitas, en algunos casos, sutiles, implícitas e indirectas en otros. Como en todas ellas se presupone que el actor de la comedia no es plenamente consciente del papel indecoroso que representa, es de suponer que los que muestran la tendencia de la primera forma, digamos, la brutal, son asimismo brutos, bárbaros, mientras que los segundos son más refinados intelectual y cívicamente.

El terrorista “mártir”, que se mata por la paz que bien pudiera haber logrado no matando, acusa sin tapujos, como todos los de su calaña, agrupados como borregos pero con dientes de lobos, a los que desean una convivencia pacífica. El agresor tiene la osadía de insultar a su víctima, llamándola “Estado Español”, con algún otro circunloquio que evite verbalmente la tragedia humana, o de alguna otra retorcida forma, calificándolo de agresor.

Bien es cierto que el Estado es agresor, a través de la coacción institucionalizada. Pero lo es contra los individuos, no contra esa abstracción sin sentido del “pueblo vasco”, que no es más que un disfraz para ocultar el totalitarismo comunista, igual que las pieles del cordero del rebaño de la izquierda aberchale son el disfraz del lobo asesino, sediento de sangre, de una banda de matones que no sirven para otra cosa.

El martirio del asesino hace buena la frase también bíblica de “quien a hierro mata a hierro muere”. Pero en el colmo del despropósito el imbécil este lo que quiere es suicidarse y acusar por ello de asesinato, quitando el hierro de la viga de su ojo y trasladándolo, como por arte de magia, a la espada de un fantasma de nombre España. ¿Qué martirio es ese?. ¿No habría que ayudarle a morir, ahora que están ahora a vueltas con el debate de la eutanasia?. Ese tipo es un enfermo terminal de una enfermedad peor que el cáncer, pues mata a muchos de quienes le rodean y no le han hecho nada, en lugar de al propio afectado, la enfermedad del terrorismo.

Durante mucho tiempo la propaganda de la Komintern difundió mentiras sobre sus víctimas, acusándolas de agresores. El Papa Pío XII fue acusado de connivencia y colaboración con el nazismo (y la cosa llega hasta el punto de que aún hoy ese mito sigue vivo, para comprobarlo no hay más que ver la película, por otro lado excelente, de Amén). Después probaron suerte con Juan Pablo II a tiros.

Los terroristas de todo tiempo y lugar, los totalitarios, saben bien que el ojo ajeno tiene paja, y el suyo una gran viga. Al menos los que lideran los partidos o grupos de asesinos y ávidos de poder terrenal. Pero quieren que creamos que la viga está en el otro ojo, no el propio. Si no lo logran con la mentira llenan el ojo con la metralla de una bomba.

En Irak dicen algunos que EEUU ha perpetrado un genocidio. Si se contabilizan los muertos por las bombas de los terroristas y los muertos por las bombas americanas seguramente den resultados interesantes y esclarecedores. Si además se contabilizan los muertos con arma en mano y dispuestos a matar y los que iban desarmados, la cosa resultaría sumamente contraria a la intuición de algunos......los terroristas están perpetrando un genocidio en Irak. Pero en el ojo de águila de EEUU hay alguna pajilla, fácilmente convertible en monumental viga atribuyendo las matanzas de los fundamentalistas a la invasión, y más teniendo presente que en EEUU gobierna el malvado Republicano.

viernes, febrero 02, 2007

En busca de Nietzsche

Antonio Damasio salió a buscar a Spinoza poéticamente, en definitiva buscando la emoción y el sentimiento suscitados por la belleza y la precisión estética del concepto, para hablar con nuevos conceptos precisos y con estética depurada de los fundamentos neurobiológicos de la emoción y el sentimiento.

De sus lecturas juveniles recordaba vagamente algunas ideas, cuya fragmentaria, sutil, lírica, circunspecta y sugerente expresión quiso entresacar de las obras maestras escritas por el filósofo, en especial de su Ética. De obras maestras cabría calificar también a las obras de Damasio, tanto por su contenido como por su forma.

Llegó Damasio a llamar a la puerta de la casa en la que una vez residiera Spinoza, y cualquiera diría que persiguiera un fantasma. Pero las imperecederas ideas de Spinoza toman forma humana, forma viva, forma emocional y sintiente, así como pensante, en cada uno de aquellos que le leyeron, le leen y le leerán con entusiasmo y recto entendimiento. El fantasma no flota en un limbo de ideas platónicas, sino que se concreta en seres humanos de carne y hueso. Y más aún se concreta, y pierde su carácter fantasmagórico, en la medida en que sus intuiciones y sus pensamientos se corresponden, y se contrasta que corresponden, con realidades tangibles o perceptibles por la razón, por la ciencia.

Damasio ha trabajado en profundidad para intentar dilucidar no sólo qué son las emociones y los sentimientos y cómo surgen y se manifiestan, sino la más importante cuestión de lo que somos, de quienes somos, que va, como él demuestra a quien tenga oídos y ojos para ello, de la mano de lo anterior.

Nuestras raíces comportamentales, o, dicho de forma inequívoca, nuestras raíces (pues somos comportamiento incluso al pensar sentados e inmóviles, al estilo de un Descartes pretendidamente aislado de todo), se hunden en el estado de nuestro organismo, visto este como una totalidad, como un conjunto solo divisible por convenciones arbitrarias o con finalidades explicativas de aspectos parciales. La falsa dicotomía mente-cuerpo solo puede llevar al error....de Descartes (como bien dijera Damasio en otra obra).

El terreno en el que este autor (y detrás del autor científico, y detrás del científico médico, y detrás de ello persona de carne y hueso, pensamiento y sentimiento, y cuerpo-alma integrados en uno) penetra ha sido hasta hace muy poco tiempo un terreno prohibido para la ciencia. Pero gracias a él y a otros neurocientíficos los siete velos que cubrían el espejo en el que el alma y el cuerpo desnudos debían mirarse a sí mismos están siendo retirados. No se trata de expulsar el espíritu, y con él a Dios. Se trata de conocer la verdad más fundamental, la que más nos afecta, la que más emociones y sentimientos nos provocan a nosotros, vanidosos primates: la de nosotros mismos. ¿Quiénes somos?. Quizá no lo sepamos nunca pero al menos dejaremos de creer en fantasmas.....incluido el fantasma de Spinoza a cuya puerta llamó Damasio.

Otro científico eminente –tan eminente como el más conocido por todos, no otro que Albert Einstein- tenía también las obras de Spinoza como libros de cabecera filosóficos. Bien es cierto que en el caso del Einstein el aspecto de la filosofía del también judío que más le impresionaba y atraía era el relativo a Dios y el orden del Cosmos. Esto estaba en el cimiento de sus ideas acerca de la incertidumbre sobre el juego de dados de Dios (incertidumbre atacada con certero y cierto éxito por el principio de incertidumbre).

Pero Damasio se ha concentrado en un aspecto de la filosofía de Spinoza más humano, y aparentemente más directamente relacionable con la realidad, más contrastable, perceptible y experimentable, sobre todo gracias a las modernas técnicas de neuroimagen funcional: El conatus, el empeño del ser humano como ser vivo por perseverar en su ser, su voluntad insoslayable de vivir, que es su ser mismo, y cómo las emociones y los sentimientos, en sustratos superpuestos pero finamente imbricados, sirven de vía de comunicación del organismo en su conjunto con el centro cerebral y mental sobre su estado, sus necesidades, su equilibrio químico, sus daños.... cómo, en fin, se dice a si mismo el organismo que está bien (felicidad, placer, sosiego) o mal (infelicidad, dolor, zozobra), como el ser humano es un ser principalmente emocional, y la razón un instrumento, un medio, al servicio de los fines marcados por el sentir.

Hay para Damasio estímulos externos competentes, es decir, cosas que suceden fuera del organismo que modifican su equilibrio y por tanto el estado de ánimo. Perder un familiar, un trabajo, ser rechazado por una potencial pareja....no hay duda que sin ellos las emociones se verían muy reducidas. Eibl Eibesfeldt, en su Tratado de Etología Humana, nos habla de niños sordos y ciegos de nacimiento que, pese a ello, muestran una amplia gama de emociones. Para estos el estímulo competente sería una caricia, por ejemplo.

A mi me gustaría salir en busca de Nietzsche, si bien desde la humildad que me provoca la imposible comparación con Damasio y desde un trabajo menor, de una extensión asimismo menor, pero lleno de sugerencias sutiles, que quiero creer que es como hubiera gustado al propio Nietzsche, autor principalmente de aforismos, de sentencias breves de sucinta contundencia e interpretabilidad abierta, a él que le gustaba mirar las cosas desde diversas perspectivas simultáneamente.

Nietzsche expresa en uno de sus muchísimos aforismos una idea que, desde que lo (la) leí, me ha perseguido. Presenta al hombre como campo de batalla de sus instintos, y propone que el ideal es el de aquel que es capaz de tener un único, un dominante instinto.

En otro lado dice que el hombre es el animal sin tipo fijo. Las distintas combinaciones de instinto dan mucho juego. La Teoría de Juegos pone de manifiesto esta realidad específicamente humana que hace tan difícil reducir al hombre a una mera marioneta de un impulso único y predecible, de un tipo fijo. De alguna forma el instinto único, el instinto dominante que idealiza Nietzsche es una simplificación tranquilizadora, de esas que al propio Nietzsche tan poco gustaban pero en las que incurría de cuando en cuando. Puede ser que en determinadas circunstancias sociales y personales sea positivo ir como una flecha guiado por un impulso único, seguir una línea más o menos recta a gran velocidad. Pero casi todos los grandes hombres, casi todos aquellos que de una u otra forma han triunfado, han sido un cúmulo de contradicciones, o, lo que es lo mismo, un nido de instintos en lucha por su supervivencia y hegemonía, pura complejidad estallando en mil direcciones, un coro de voces que por un milagro entran en armonía en un lugar y tiempo dados. Algo para ver, como sugería Nietzsche, desde diversas perspectivas simultáneamente.

La imagen del ser humano como lucha entre distintos impulsos, entre distintas pulsiones de su naturaleza, me parece un retrato tan fidedigno como el de Dorian Gray, pese a que el propio retratado se niegue a admitir el reflejo de sus defectos en el cuadro, y lo crea una especie de fantasma. Esta es una de las cosas que distingue al hombre de los otros seres, de los otros animales, y quizá la principal causa de su complejidad y su capacidad de obrar en múltiples direcciones.

Los sentimientos serían uno de los resultados de esa lucha interna inagotable, siempre renovada por el surgimiento de nuevas necesidades, de nuevos arrebatos.

Pongamos el ejemplo de un hombre enamorado. Este personaje puede tener un fuerte impulso hacia todas las mujeres que le resulten atractivas. Desea yacer con todas ellas. Por otro lado ha fijado su atención en una sola de ellas, con la que ha establecido un vínculo emocional muy fuerte. Tiene por tanto un impulso hacia la fidelidad a esta persona (entendiendo fidelidad en un sentido general, no exclusivamente en el sexual). Cuando discute con ella tiene un impulso también poderoso a darle la espalda, a agredirla verbal o físicamente, a rechazarla, y su valoración de ella cae lo suficiente para que la opción de la infidelidad no le parezca tan perversa. Tiene asimismo bienes e intereses en común con ella, lazos afectivos con amigos comunes o familias políticas, etc, etc. Hay impulsos a conservar todas esas cosas. Tiene también un impulso hacia, pongamos por caso, una afición que requiere tranquilidad, y rehuye los conflictos que pudieran perturbar su paz para poder disfrutarla, etc etc etc etc.

Este tipo es un campo de batalla de sus instintos. El instinto no es únicamente el primero mencionado, el sexual, por ello de que lo compartimos con los demás animales. Esta idea surge de una falsa concepción de lo que es un instinto, y de la errónea dicotomía mente-cuerpo que distingue impulsos derivados de la fría razón de los impulsos del animal que tenemos dentro. Instinto es todo aquel impulso motivado por las necesidades de nuestra naturaleza (y esto es tanto como decir que es prácticamente todo lo que hacemos y somos), y estas se manifiestan tanto en la lucha o huída como en los razonamientos más elaborados. Si el resultado de nuestros razonamientos es una bella teoría, de certeza apreciable, que pudiera considerarse independiente de nuestro sentir y por ello plenamente objetiva es algo por completo ajeno a la génesis emocional de la misma.

Dice la RAE, a la que acudo siempre presuroso y gustoso para ver qué significan las palabras que uso tan alocadamente:

Instinto: "Estímulo interior que determina a los animales a una acción dirigida a su conservación o reproducción".

Y acabo en lo que empecé, en Spinoza y en Damasio, para afirmar a Nietzsche. El hombre es un ser vivo que persevera en su ser, que busca conservarse y reproducirse. Estos son los fines de nuestra naturaleza, que un terrorista musulmán que se inmola o un monje que practica la castidad pueden contradecir. Es la lucha interior de los distintos instintos la que lleva a las acciones, y esto se aprecia espectacularmente en las acciones más increíbles, como las citadas anteriormente. Nuestra naturaleza no determina lo que somos, y somos un animal sin tipo fijo porque tenemos, como la imprenta, tipos móviles con los que escribimos nuestra biografía.