domingo, diciembre 24, 2006

¡Feliz Navidad!

He estado "de baja" por causas de fuerza mayor. Así continuaré hasta el año que viene. Así que aprovecho para desear a todo aquel que por aquí pase una agradable festividad....si es que tiene algo que celebrar.

jueves, diciembre 14, 2006

Voces

Las primeras voces que sonaron en nuestra mente debieron provocarnos una gran conmoción. O así lo sugirió Julian Jaynes en su estudio sobre los orígenes de la consciencia. La autoconciencia, según este autor, surgió muy avanzada la evolución cultural humana, en torno al segundo milenio antes de Cristo. Una panda de esquizofrénicos que oían voces fueros los proto-yoes. Y la religión surgió con ellos con la mayor naturalidad, puesto que no diferenciaban bien aún entre las imágenes mentales y las realidades exteriores, como apunta Elkhonon Goldberg en “El cerebro ejecutivo”.

La lectura y la escritura, sobre las que se asienta nuestra moderna civilización, surgieron por evolución cultural hace aproximadamente 7000 años. Y se cree que el primer ser humano en leer en silencio fue San Ambrosio, tan tarde como el siglo IV de nuestra era.

La esquizofrenia no fue siempre una enfermedad. Quizá se trate solamente de un estadio evolutivo del que quedan rastros en la humanidad de nuestros días. En un remoto -o quizá no tan remoto- pasado algún que otro esquizofrénico ejerció el liderazgo, militar o espiritual.

Loyola de Palacio



No era de cuota porque lo valía.

miércoles, diciembre 13, 2006

Hombrecillos vanidosos

Tendemos a creer que sabemos más. Nuestro conocimiento nos parece muy cierto, quizá porque es difícil contrastarlo con el de los demás. Las vías de comunicación son imperfectas. Podríamos culpar al lenguaje de los malentendidos recurrentes, pero eso no nos salvaría de nuestra ignorancia deliberada.

Cuanto más aislados estamos más prejuicios tenemos. El mejor modo de no enterarse de nada es encerrarse en una torre de marfil. Particularmente nefastos son los prejuicios sobre cuestiones prácticas. Quien no hace no sabe que es el hacer. Casi todas las cosas se aprenden haciendo, incluso las intelectuales puras. Quien ha hecho algo, un poco, suele creer que ha llegado a una cima. De hecho es cierto que lo ha hecho: ha alcanzado su cima, en la que los horizontes dependen de la altura. Allí se tiene una perspectiva del mundo, y esa perspectiva del mundo es el YO que mira y juzga.

¡Que grande soy!, se jacta uno mientras ve a unos hombrecillos abajo, en repechos sin apenas relieve. Cuando mira hacia arriba ve nubes. “¿Qué habrá más allá?” –se pregunta, no sin cierta inquietud, antes de volver a bajar la cabeza para contemplar las profundidades, mientras alguna divinidad le observa divertida.
A veces miramos a nuestro pasado y lo vemos en el fondo del abismo.
¿Ese era YO?.....¡Venga ya!.

martes, diciembre 12, 2006

Les Luthiers

Lazy Daisy por Les Luthiers



Por fin a Daniel le dejan presentar un número.

Un poco dce humor del bueno.

lunes, diciembre 11, 2006

Poder hipnótico

El otro día puse la chimenea. Es algo que no suelo hacer, pues con el termostato puesto tan cerca de ella al final solo se me calienta el salón.

Me quedé frente al fuego, sintiendo el calor, observando la llama, relajado, hipnotizado.

Durante miles de años los seres humanos nos hemos agrupado en torno al fuego, y hemos encontrado en él calor, seguridad, y lugar de reunión, de conversación, de transmisión oral de mitos e historias y de comunión musical y alimentaria.

La asamblea ancestral tenía por centro el fuego.

El fuego controlado, el fuego como poder confinado en torno al cual se vive, aún nos tranquiliza, todavía nos hipnotiza. ¿Nos hará segregar endorfinas?.

Ahora el fuego ha sido sustituido por el televisor. También a través de él recibimos cultura oral, también muchos mitos, y música, también en torno a él comemos y charlamos. Algunos lo necesitan de ruido e imagen de fondo permanente.

Es un centro en torno al cual se reúnen muchas familias. Y tiene también un misterioso poder hipnótico. Solo que no llevamos con él miles de años, apenas unas decenas.

¿Qué es lo que tienen en común el fuego y la tele?. Me lo pregunto mientras veo la danza irregular y maravillosa de las llamas que consumen los troncos, y huelo con auténtico placer los efluvios provenientes de la madera quemada.

Muerte de un ex-dictador

Hoy un compañero de trabajo “de izquierdas” me da, con ironía, el pésame por la muerte de Pinochet. Le he dicho con pareja ironía que moría un gran defensor de los derechos humanos y que cuando muriese “el otro” le devolvería el pésame. Pero el otro ni ha muerto como ser humano ni ha muerto como poder. Su alargada sombra se proyecta sobre el pueblo cubano y le priva de la luz del día. Aunque eso parece no importar si el atropello se realiza en nombre del propio pueblo atropellado. Debo decir que mi compañero es un tipo estupendo, y que nos divertimos mucho “ambos dos” comentando la actualidad política entre pullas de buen rollo. Supongo que nos lo podemos permitir porque mi forma de ver las cosas está más extendida que la suya entre quienes conviene que lo esté.

Ayer Jesús Vázquez, presentador de OT, se felicitaba en este programa porque en el mundo había un dictador menos. Lo cierto es que, para ser exactos, lo que hay es un exdictador menos, que fue además uno de esos extraños tipos, cuyo modelo medio mítico es Sila, que abandonan el poder voluntariamente, cosa que no ha hecho ni hará nunca “el otro”, ni aunque recorra las edades de Matusalén y Cuba sea cada vez más pobre.

Quiero que Castro se muera para la próxima Gala de OT. Así tendremos la oportunidad de apreciar cómo Jesús calla. Todo queda en esa frivolidad, a ritmo de pop de corte y confección.

Comprendo cuando alguien de izquierdas se molesta con quienes, como yo, incidimos tanto en que se ponga en la misma balanza a los asesinos y dictadores de todos los colores, partidos y signos, insistimos en que se iguale a quienes quieren la igualdad (o dicen quererla) con quienes no la quieren (o no saben decir que la quieren) y se atienda más a los resultados reales de las políticas que a las intenciones, sean estas auténticas, figuradas o burda o hábilmente representadas.

Esta “obsesión consciente” por igualar nada tiene que ver con esas otras “obsesiones inconscientes”, que toman forma en imperdonables olvidos o persistentes recuerdos según sea el color ideológico del criminal.

Yo he conocido a algunos que, a la hora de declarar sus principios, proclaman rimbombantemente que abominan de todo dictador, sea del signo que sea. Luego se ponen a criticar agria e implacablemente a EEUU e Israel (democracias, me temo), a decir que la guerra civil fue un levantamiento absolutamente desproporcionado por causas espurias, y a recordar a Hitler y a Pinochet, llorando a sus víctimas, olvidando la intolerancia de los musulmanes, el caos violentísimo de la República, los genocidios y gulags del comunismo y la dictadura de Cuba.

martes, diciembre 05, 2006

Muertes paralelas

Para quien tenga la ingenua idea de que Milton Friedman era partidario de las dictaduras por eso de que la Escuela de Chicago asesoró al gobierno de Pinochet, la muerte de ambos ya ancianos en tan corto lapso de tiempo podría parecer algo significativo.

Pero no habrá habido jamás muertes coincidentes con vidas menos paralelas.

Recordemos de dónde viene la expresión “Vidas Paralelas”. Es el título global que dio Plutarco, un griego romanizado, a su colección de biografías paralelas de personajes relevantes de Grecia y Roma: frente a la historia de un personaje griego que destacase por alguna virtud o algún defecto cívicos se ponía la de un romano con parejas cualidades.

Un defensor de la libertad y un dictador implacable pueden coincidir en un punto, en un momento, pero se cruzan y cada uno sigue su curso, perpendiculares.

La idea de que la libertad económica precede a la política, que Friedman defendía, pudo constatarse en el Chile de Pinochet. Un liberticida, un tirano, un monstruo producto de la guerra fría y las maquinaciones de maquiavelismo-pragmatismo internacional de Kissinger, tuvo al menos una buena idea, que le llevó a una buena acción: dejó los asuntos económicos en manos de liberales. Y ahora Chile es una democracia con los socialistas de nuevo gobernando, aunque en este caso sean socialdemócratas (matiz importante).

Ahora a poner en marcha la cuenta atrás para la muerte del dictador: 10, 9, 8, 7........a ver si va a pasar como con Castro, cuya muerte inminente no termina de suceder.

lunes, diciembre 04, 2006

Tan "simple" como la inteligencia

Cuanta más destreza tenemos en una tarea, cuanto más rápido resolvemos un problema, menos se activan las zonas del cerebro implicadas en la acción (entiéndase acción en un sentido amplio que abarca todo movimiento que parte del sujeto, incluido el primario o neuronal). Los esforzados que se estrujan las meninges puede que estén aprendiendo, o pensando con gran intensidad, pero no están captando la solución.

Quizá esto se deba a que les falta percepción intuitiva, abordar el objeto de su reflexión, casi obsesión, de forma creativa, aunque parezca disparatada. Recurren al lento, penoso e inhábil método del raciocinio puro, a partir de esquemas preestablecidos que se revelan inadecuados para la circunstancia específica en la que está inmerso el pensador-actor.

La inteligencia es economía cerebral, es lograr más con menos, es, en cierto sentido, pensar menos, ser más simple, o al menos serlo en el momento crítico de la decisión, en el “ahora” de dar el paso definitivo sobre la cuerda tendida en el abismo de lo irremediable. El inconsciente de la persona inteligente, o así llamada, es el principal operador en todos sus logros mentales. También la persona inteligente recurre a esquemas mentales, si bien los suyos son de carácter más general y por tanto más flexibles. Tienen llaves mágicas que abren más puertas.

Podría pensarse en que al final la cosa se debe a que el inteligente acumuló más patrones mentales, y de mejor tipo, para resolver las cosas. Todo sería explicable en términos de “difícil facilidad”, de algo aparentemente sencillo cuya trabajosa y voluntariosa elaboración permanece oculta a los ojos del espectador que juzga el comportamiento, o acaso de buena fortuna, por eso de que el capacitado hubiera obtenido su capacidad del ambiente por puro azar, al obtener sin mérito alguno por su parte patrones mejores. Pero estas explicaciones no son satisfactorias porque quien está mejor dotado intelectualmente llega a esa economía mental, a esa minimización de recursos cerebral, antes de tener muchos patrones acumulados. La inteligencia suele revelarse pronto, y está correlacionada con la inquietud “centrada” que mueve, que lleva, que impele a adquirir cultura, a devorar patrones.

Generalmente el maestro del que más se aprende es aquel que con más sencillez expone la materia. La información irrelevante o de menor importancia es mucha, casi infinita, mientras que la pertinente es tan escasa como aquellos que son capaces de distinguirla. La mayoría se pierde por las ramas (o por los axones), el hombre inteligente aplica un sistemático e impenitente desbrozado, creando un conjunto de marcos conceptuales flexibles que le permiten interpretar las cambiantes y variables circunstancias.

Y al llegar el momento preciso su cerebro apenas se activa. Cualquiera que lo viera pensaría que no estaba pensando. Pero pensaría mal.

miércoles, noviembre 29, 2006

Reflexiones en una gota de sudor

En la naturaleza los sistemas cerrados no funcionan. Según la segunda ley de la termodinámica la energía tiende a disiparse en calor, por lo que todo lo que se mueva debe hacerlo siguiendo la inercia de la gravedad y del propio calor . Los sistemas vivos luchan tenazmente contra este tendencia física. De la regulación en la más elemental de las células en su intercambio con el entorno, a través de sus membranas externas, pasando por la homeostasis de los organismos pluricelulares complejos, hasta el equilibrio ecológico global, la vida lucha –en un sentido nada metafórico- contra el caos y la disolución.

Pensar que nuestras sociedades, que nuestros sistemas económicos, puedan ser distintos al resto de la naturaleza, es una osadía solo esperable de nuestra vanidad primate, y, en el fondo, profundizando mucho, de la creencia inconsciente e inconsistente (con el resto de ideas) en un alma.

Sorprendentemente, muchos que aceptan lo anteriormente dicho respecto a la vida son incapaces siquiera de considerarlo para la sociedad humana, sistema biológico supremo, consideran animal al hombre solamente para satisfacer un auténtico instinto de iconoclastia religiosa y esencial transvaloración moral.

El liberalismo es un sistema abierto, como la célula, como el organismo, como la biosfera, un sistema de intercambio en el que no existe ningún director, ningún organizador, ningún centro decisorio. En estos sistemas prevalecen el orden espontáneo, las propiedades emergentes, la complejidad y riqueza a partir de permutaciones de elementos simples.

Ni siquiera el cerebro, al que yo denomino órgano rector, lo es en sentido estricto. El cerebro es una red con miles de millones de células interconectadas, y está vinculado al entorno a través de las entradas sensoriales, y al resto del organismo bidireccionalmente en bucles de retroalimentación a través del sistema nervioso autónomo y del hipotálamo y el resto del sistema endocrino. Cada segundo se producen en nuestro cuerpo trillones de pequeños intercambios que permiten que sigamos en pie, vivos y coleando.

Por otro lado está más que demostrado que la mayoría de las cosas las hacemos mejor de forma inconsciente. Algunos neurocientíficos estiman que el porcentaje de consciencia en nuestra habitual actividad mental es de sólo el 2% (sobra decir que estos cálculos son solo aproximativos). Si tuviéramos que pensar la mayor parte de las cosas que hacemos inconscientemente, si tuviéramos que hacerlas pasar por la consciencia, que focalizarlas pormenorizada, circunspecta, racionalmente, no las haríamos o las haríamos muy mal. De esto se deduce que la racionalidad es un instrumento útil para la captación de patrones y que fuera de ella solamente rigen la acción y su hijo el intercambio.

Tras la vieja falacia naturalista según la cual el pez grande se come al pez chico, se esconde la legitimación de la violencia. Esta clase de planteamientos que ahora se nos antojan falaces derivaban de un darwinismo infantil, primitivo, en su comienzos, cuando un gran vacío de ignorancia era rellenado con unos prejuicios justificadores de otros prejuicios. La misma genética, en sus orígenes, suscitó nuevas falacias naturalistas reforzando las viejas. Sin embargo lo que la naturaleza nos enseña es más complejo y profundo.

Cuando Lynn Margulis nos habla de la simbiogénesis –surgimiento de nuevas especies por la unión de los genomas de dos anteriores- lo hace derivando de ello, sutilmente, conclusiones políticas del tipo colectivista. La naturaleza –nos dice- no es solo agresión y lucha, hay armonía y colaboración íntimas, hay “comunidades” orgánicas. No toda interacción es entre cazador y presa, como parece sugerir la zoología, de hecho, esta clase de interacciones serían un porcentaje mínimo en lo alto de la escala de la vida, algo así como ese 2% de consciencia en la cúspide de una actividad inconsciente.

Solo se puede decir: natural-mente, por eso de que la mente que piensa esas cosas es natural.

Pero todos sin excepción luchamos contra el caos, contra la disolución, contra el fin. Eso es lo que subyace a todo, de esta lucha fundamental surgen todas las demás. De acuerdo en que somos máquinas de supervivencia, y que si para sobrevivir hay que colaborar lo hacemos. Seamos o no conscientes de ello es irrelevante. La verdadera lucha, la lucha de fondo, es la termodinámica, de la cual se derivan sus sirvientes, todas las demás: el intercambio se impone al caos. La verdad naturalista, que se impone a las viejas falacias, no es que el pez grande y el pez chico se hagan amigos, como en las enternecedoras películas de la factoría Disney, que –todo sea dicho- son todo moraleja social, una nueva falacia. La verdad naturalista es que todo es trabajo, que nada es gratuito, que solamente a costa del trabajo propio o el tomado por la fuerza de otros (en la cadena trófica vital o institucional) se logra sobrevivir y mantener en pie las cosas, que el pan se gana con el sudor de la frente.

Si, la frente suda cuando trabajamos...y ¡cuando hace calor!. Curioso mecanismo regulador de la temperatura corporal el del sudor.

martes, noviembre 28, 2006

Universalismo moral

Comienzo a comentarlo y me pierdo en una maraña de reflexiones que finalmente me llevan a este post.

Yo veo la naturaleza humana igual en todas partes, si bien los instintos se pueden expresar de maneras muy distintas según el medio social o natural en el que uno nazca (y las diferencias pueden ser muy importantes). Pienso por ejemplo en el Islam (y es normal, pues es la cultura más conspicua, teñida rojo sangre, de hoy). Algo aparentemente tan simple como la herencia cultural del aislamiento social de la mujer puede ser determinante en una actitud más violenta de los hombres ante los problemas.

En cuanto a la naturaleza moral propiamente dicha pienso que compartimos todos un dualismo moral maniqueo, que aunque tome a veces formas sutiles no pierde nunca su carácter dualista. Esto es algo propio de nuestra naturaleza. A todo, absolutamente todo lo que nos sucede, le ponemos una etiqueta de "bueno" o "malo", más grosera o más estilizada, y lo hacemos incluso con cosas que no nos suceden, pero que podrían sucedernos. Somos un animal valorativo porque valorar nos permitió sobrevivir y dejar descendencia. Y valoramos con las emociones, siendo las razones simples herramientas al servicio de estas (excepción hecha del pensamiento matemático y lógico puros, pero este es otro debate en el que se podrían abordar los fundamentos biológicos del pensamiento científico).

La sede de nuestras valoraciones morales se encuentra en la corteza prefrontal (a la que el neuropsicólogo Alexander Luria denominó el "órgano de la civilización"), si bien esta es indisoluble del llamado sistema límbico, en especial de la amígdala –que da un tinte "moral" primario a todas nuestras experiencias".

Más allá de nuestro dualismo, más allá del bien y el mal, como dijera Nietzsche, lo que hay son estrategias de supervivencia, que pueden ser simples o complejas, acertadas o erróneas, pero que siempre responden a los mismos principios biológicos básicos. El placer y el dolor, el sistema de recompensas y castigos de nuestro organismo, son señales que nos indican –si bien muy imperfectamente- por dónde ir.

No estamos equipados biológicamente para las complejidades de la sociedad actual. Tendemos a buscar cosmovisiones y universales como miembros de una especie que evolucionó en grupos pequeños muy cohesionados, en un nuevo entorno en el que lo impersonal es ( y debe ser) la norma. Creemos instintivamente en los valores morales que eran más adecuados para afrontar los retos y oportunidades ancestrales. Y algunos se aprovechan de ello –quizá creyendo ellos mismos- para favorecer a los suyos, con una impostura solo superada por lo tartufo de su moralina.

La concepción de la moral universal como una posibilidad de proyectar en nuestra modernidad populosa e impersonal los valores que eran (y siguen siendo) útiles en el entorno más antiguo (y más restringido) de la familia, es no sólo un error intelectual, sino una tentación irresistible, especialmente en situaciones de incertidumbre e inseguridad vitales.

El liberalismo es el único conjunto de ideas sociales, económicas y políticas que le hace frente, con éxito siempre escaso. La defensa del individuo es, en última instancia, la defensa de las relaciones sociales impersonales. Cada particular tiene su esfera, en la que puede practicar su naturaleza moral. Cuando sale a la calle, cuando va al mercado, solo puede y debe contar con la voluntariedad ajena, seguir el principio de no agresión. Fuera de la esfera particular no hay ni debe haber otra moral.

domingo, noviembre 26, 2006

Todo es mentira

Me llegó este video por correo.

Creo que resume perfectamente hasta que punto estamos dominados por la sociedad de la imagen, que no duda en manipularnos, creando esterotipos de perfección inalcanzables.

Me decía un amigo que si no sería que a las modelos de las anuncios las mataban después de hacerlos porque él no veía ni una por la calle.

Bueno, no las matan, es que nunca existieron.

viernes, noviembre 24, 2006

La falacia cientifista

"Si no hay Dios, todo vale". Así se pronunciaba uno de los demonios de Dostoievski. Expresaba inadvertidamente con ello la fundamental alternativa entre la fe y el caos. Pero padecía el sueño de la razón, creyendo desesperadamente en lo ilimitado de una libertad moral total, en la bendición maldita de un paraíso infernal, hecho de nada emancipada.

Todo nuevo paradigma que explicase, o permitiese explicar, en términos materiales lo hasta entonces explicado por la fe o por el mito ha sido acogido siempre por muchos con esa falsa ilusión, con esa fatal desilusión. ¡Por fin soy libre!...pero....¿Para qué?.

No deja de ser significativo que Dios haya sido desterrado del centro del Universo conforme lo ha sido el hombre.

Primero nuestra tierra perdió su protagonismo, y digo "nuestra" porque debía su protagonismo a que nosotros la habitábamos.

Después quedó claro que el hombre no había sido objeto de una creación independiente y exclusiva.

Más tarde se comprobó que la evolución no necesariamente había seguido un curso inexorable hacia la inteligencia, hacia nosotros, vaya.

Ahora la mente, el alma, último bastión de la fe, ese "error de Descartes", ese "Fantasma en la máquina", parece asediada por la ciencia del cerebro.

"Si somos animales irracionales producto de la evolución que viven y mueren en un mundo que flota en un espacio enorme, ignoto e indiferente por nuestra suerte, entonces Dios no existe, y entonces todo vale".

El relativismo moral resultaría ser una conclusión fatal de los avances científicos en la compresión del cosmos y del ser humano. Y ahí tenemos una de las claves del cientifismo, la que, en el fondo, quieren los cientifistas que creamos, mas no la más importante, no la esencial.

Se hace preciso distinguir nítidamente entre ciencia, verdadera ciencia, y cientifismo, entre escepticismo y fe atea (cargada de prejuicios), cosa que hace certeramente Memetic Warrior, que tiene una habilidad cognitiva especial para detectar y desmontar fraudes sociológicos. Y no es otra cosa que un fraude, que una gran falacia, esta corriente cientifista que nos asola, una corriente sociológica por mucho que algunos de sus miembros pertenezcan profesionalmente a la elite sacerdotal de una ciencia rigurosa. Es la falacia cientifista, una falacia (socio)lógica.

Un prejuicio ateo está en la base de todo cientifismo, y esta es otra de sus claves, sin ser tampoco la esencial. El fundamento de dicho prejuicio, y la clave de todo cientifismo, a mi parecer, está en el deseo de libertad moral para justificar ciertas acciones que nuestra propia naturaleza nos indica que son malas o, cuando menos, insatisfactorias para nosotros, para los demás y (de vuelta) para nosotros de nuevo. Esto nos lleva a concluir que el cientifismo, como movimiento, solo puede surgir del servicio al poder, como justificador de un poder que vulnera todas las normas del derecho natural, que se pretende absoluto.

El cientifismo ha pasado de la naturaleza al ambiente con la mayor –naturalidad, porque en el fondo estos asuntos le importan bien poco. En los últimos decenios ha tomado la forma de Tabla Rasa. Pero como señala M.W. también tuvo una expresión de reduccionismo genético. Es el cientifismo, en última instancia, un monstruoso instrumento del totalitarismo, voluntario o no, consciente o no. Ahora está empezando a tomar forma en una nueva falacia sociológica –que no científica, que vuelve sobre el reduccionismo genético, pero a través del cerebro.

Si la primera mitad del Siglo XX fue la época de la Física y la segunda de la biología (molecular), la última década del siglo pasado (bautizada como década del cerebro) y el comienzo de este siglo XXI están presididos por las neurociencias. El estudio de nuestro cerebro nos lleva al centro de todo, pues todo lo que es lo es en nuestra mente. El alma se ve sometida a su más dura prueba. Nuestra naturaleza misma, el "qué somos", se pone sobre la mesa de disecciones.

Aunque las conclusiones que se están extrayendo son diversas, y sigue existiendo mucha ignorancia, la corriente cientifista se está apuntando apresuradamente, con esas ansias que da buscar protagonismo y pretender dar respuestas sociales inmediatas, a la idea de que no somos libres porque nuestro cerebro determina nuestras conductas aún antes de que las pensemos (que seamos consientes de las mismas). Somos pues, irracionales. Los cimientos de la Civilización son minados, de nuevo.

La idea de Tabla Rasa, ya obsoleta, pese a sus estertores en esta España históricamente peculiar, tropezó una y otra vez con la naturaleza humana, incoercible. Pretendían sus defensores que todos éramos perfectamente intercambiables (inteligentes y tontos, hombres y mujeres, caracteres fuertes y débiles....etc, etc). El fracaso de lo que, en una conversación con Weber, denominó Schumpeter como experimento, o sea, la caída del Comunismo Soviético, supuso el fin de las fantasías colectivistas, asentadas ideológicamente en la maleabilidad del hombre como ciudadano, en la maleabilidad, en fin, de la mente humana. Montañas y montañas de tratados de antropología cultural de salón, de sociología acomplejada y de psicología conductista (condúcete por donde yo te indico) se derrumbaron con el Muro. La libertad se había liberado.

Volver al determinismo genético para servir al tirano (cualquiera de ellos, estos si perfectamente intercambiables, como sus lacayos) se presentaba como una labor imposible, y habiendo quedado la Tabla Rasa arrasada, era preciso un nuevo paradigma para la justificación del liberticidio y la consiguiente obtención de prebendas. Y la ocasión la pintó calva el estudio de las bases neurológicas y evolutivas de la conducta, de donde se extraen conclusiones sobre la propia libertad.

Para comprender la moral hay que acudir al cerebro emocional, y al lóbulo frontal, y para entender estos es preciso deducir el camino seguido por la evolución.

Vamos despertando poco a poco del sueño de la razón según vamos comprendiendo que sin las emociones somos seres desprovistos de personalidad, de previsión y planificación, de objetivos, de proyección en el tiempo, de la misma razón, del "yo". Sin emociones no hay fines y los medios se esfuman en un humo de sensaciones Humeanas (de Hume). Nuestras emociones forman parte del sistema de castigos y recompensas de nuestro organismo. Este sistema se moldeó a lo largo de una larga evolución orgánica mamífera y orgánico-social homínida que culminó en nosotros. Y si bien el proceso evolutivo no es finalista per se, si crea seres con finalidades.

Si admitimos que hay mucho más en nosotros que la razón, que hay, de hecho, un poder biológico en la sombra, necesariamente tenemos que reconsiderar todos nuestros medios a la luz de nuestros fines, que ahora sabemos irracionales (esto es: no necios, no locos, pues detrás hay poderosas razones evolutivas, sino axiomáticos). Nuestros fines no han sido inventados ni por nosotros ni por otros, no han sido impuestos sutil ni brutalmente por condicionamiento cultural: nuestros fines "son". Ni el capitalismo ni el matrimonio ni ninguna otra expresión de nuestros impulsos en el plano social nos hacen como somos. La causa y el efecto solo pueden invertirse en nuestra imaginación. La sociedad no hace al individuo, es el individuo, con su equipamiento biológico y moral, el que hace la sociedad. El hombre es libre, a partir de sus presupuesto biológicos.

Pero el cientifismo, en cambio, llega a la conclusión opuesta afirmando que el ser humano no es libre, que carece de libre albedrío, pues es una marioneta de la electrofisiología de su cerebro. Para ello se apoya, entre otras cosas, en los experimentos de Libet.

Lo que buscan el Estado y el cientifismo es lo mismo, porque el cientifismo es una doctrina ad hoc al servicio del poder en todo tiempo y lugar en los que exista ciencia: rebajar, devaluar al individuo –sea por reduccionismo biológico o cultural- a mero hombre-masa, a borrego de un gran rebaño, cosificando las relaciones humanas. Pasaríamos de ser seres humanos dignos a ser objetos, peones en manos del gran amo, números en una larga estadística estatal fría e indiferente.

Quizá todo esto que digo parezca sumamente especulativo. Y en efecto tiene mucho de especulación. Sin embargo puede sacarse de ello una conclusión clara: el cientifismo es una mentira al servicio del poder. Una de tantas. Quien la dice puede creer en ella, pero eso no cambia nada. Muchos actores se creen su papel, muchas plañideras se convencen de que sienten la pérdida. Los privilegiados se convencen de aquello que mantiene sus privilegios. Al final es solo un "Si no hay Dios, todo vale".

Y Memetic Warrior lo demuestra fehacientemente.

miércoles, noviembre 22, 2006

Telepatía

Francisco J. Rubia es Catedrático de Fisiología Humana en la Universidad Complutense de Madrid y un excelente divulgador y filósofo de la ciencia del cerebro.
En su último libro hace un ejercicio de divulgación especialmente destacado al dar respuesta a 60 preguntas sobre nuestro órgano rector. No quise comprarlo porque mi bibliografía sobre el tema es ancha y profunda, y mi capacidad de gasto en lujos eruditos más bien reducida, pero lo pude adquirir –si bien temporalmente, a devolver el 2 de Diciembre- en la biblioteca de mi pueblo.

Ya había leído de Rubia la obra "El cerebro nos engaña", que recomiendo a todo aquel que tenga interés por esa masa gris-rosácea, viscosa y arrugada de aproximadamente un kilo y medio de la que surgen todas nuestras vivencias....¡y nuestros engaños!. La impresión que entonces me causó, que causó en mi mente, en mi cerebro, fue intensamente gratificante y enriquecedora, y no creo que me engañase. Me pareció un libro claro, didáctico e inteligente.

Con el tiempo he discrepado de algunos de los puntos de vista del autor, especialmente en lo que atañe a la libertad. Leí en una entrevista que le hicieron que esta era una ilusión. Hay toda una corriente de pensamiento neurocientífico que defiende esta idea, que a mi me parece errónea.

Ahora, leyendo las primeras de sus 60 respuestas, me encuentro con algo que me sorprende bastante. A la pregunta ¿qué es el sexto sentido? responde con un correcto repaso de algunos extravagantes sentidos de los seres vivos, todos acordes con las leyes de la física y la química, como esos de unos tiburones que les sirven para detectar presas enterradas en la arena por distorsiones del campo eléctrico o esos otros de ballenas que captan el campo magnético de depósitos de lava del fondo marino y permiten a estas orientarse para recorrer largas distancias.

Pienso que quizá Rubia aluda al inconsciente y a la intuición para explicar el denominado sexto sentido entre los humanos. A fin de cuentas captamos muchas más cosas del ambiente de las que finalmente somos conscientes, y sería posible que algunas personas pudiesen llevar a su consciencia retazos de percepción que en otras permaneciesen totalmente inconscientes. Esto podría suceder, por ejemplo, con el lenguaje no verbal, emocional. Podríamos percibir en los otros intenciones, repulsiones, deseos, mentiras, dudas, temores...por sus gestos o el movimiento de sus ojos o su cuerpo, así como por el tono de una frase, la velocidad con la que se diga, la forma que esta tome, lo habitual o no de ella en quien la dice, lo artificial de su construcción....etc etc.

Rubia dice que nuestros perros domésticos pueden "adivinar" lo que desean sus amos a través de ese lenguaje emocional. Esto es así porque los mamíferos compartimos el sistema límbico y podemos comunicarnos, mal que bien, a ese nivel. No cree que los perros posean forma alguna de telepatía. Y sin embargo si atribuye esta a los humanos, y explica por ella nuestro sexto sentido.

Nos habla de la "presunta capacidad de algunas personas de leer los pensamientos de otras, sin importar a que distancia se encuentren". Y nos dice que "se han realizado innumerables experimentos que apuntan en esa dirección y que han convencido a muchos científicos de la existencia de la telepatía".

Rupert Sheldrake es, por lo visto, el principal defensor de estas ideas a través de su teoría de los "campos morfogenéticos", campos que "unirían unas personas a otras de forma desconocida e invisible" (interesante cosa, pero no ciencia).

Ciertamente no estoy al corriente de las investigaciones de este personaje, ni de las evidencias a favor de la telepatía. Pero a priori soy bastante escéptico al respecto. Y me sorprende que un neurocientífico pueda llegar a creer, ni siquiera levemente, semejantes cosas si no tienen un apoyo lógico o empírico sólido, y si no pueden aún ser explicadas en términos físico-químico-biológicos. ¿Cómo, exactamente, cómo puede una mente leer otra?. ¿Captando del aire por el oído o el tacto las ondas electromagnéticas emitidas por un cerebro ajeno y traduciéndolas en palabras y emociones en el propio?. Tenemos empatía, pero eso es demasiado. Y eso es lo más plausible que se me ocurre, algo absolutamente inverosímil.

Recuerdo una vez que estaba con mi mujer bromeando sobre la telepatía. Pegué mi frente a la suya y dije "¡Calla!, voy a leer tu mente". Quedamos así, frente con frente, unos 10 segundos, en silencio. De pronto una voz surgió clara y distinta, era la voz de mi mujer, decía: "Tooooooontooooo". Naturalmente había salido de su boca, ¿de dónde si no?.

viernes, noviembre 17, 2006

Arqueología Informática

Una parte no pequeña de nuestra actual historia se desarrolla en Internet. A través de (y en) esta red tejida por una araña ciega –uso la metáfora del relojero ciego de Dawkins sobre la evolución con completa libertad-, por un orden espontáneo (Hayek) de mentes que buscan su propia expresión o conocimiento, suceden cada día multitud de interacciones, de sucesos relevantes. La denominada sociedad de la información fluye por la red, y las ideas de nuestro tiempo se integran y entrelazan en la gran base de datos dinámica –casi viva- que forma este sistema complejo, este cerebro cultural exógeno formado por miríadas de cerebros biológicos en acción no coordinada, que está en todas y en ninguna parte, como el alma.

No sería de extrañar que, andado el tiempo, surgiera la necesidad de bucear en la red –no navegar, que es lo que ahora hacemos casi todos- para extraer de su fondo algunos de los galeones hundidos –auténticos tesoros arqueológicos- de nuestra presente y ajetreada historia.

Milton Friedman (1912-2006)

jueves, noviembre 16, 2006

Telemadrid, críticas y réplicas


Y yo no digo nada.

Cambio climático made in Spain

El otro día me dijo un amigo que el cambio climático convertiría a España en un desierto, en una especie de prolongación del Sahara. Debía haberlo leído u oído hace algún tiempo, cuando estábamos de sequía.

La última me la ha contado mi mujer, que la leyó en uno de esos periódicos de muchos titulares y escuetos textos que se reparten gratuitamente en la puerta del metro. Parece que hay al menos un estudio que señala que el cambio en España será a país tropical. Empiezo a pensar que dicho cambio ha sido planificado en la Moncloa, por eso de empezar la “transición” hacia República Bananera empezando por el clima.

Me explicaba mi mujer mientras íbamos en el coche, atravesando un velo de lluvia rodando sobre charcos, que según el estudio las precipitaciones serían menos frecuentes pero más intensas. ¡Vamos, lo que estamos pasando estas últimas semanas, dicho en el momento preciso!. España ha sido siempre muy singular, histórica y geográficamente singular. El cambio climático solamente puede empezar aquí, en esta curiosa península entre el norte y el sur climáticos del mundo mundial.

Tenemos estudios –al menos uno- para cada etapa, para cada estación del clima. “Esto es lo que cabe esperar a la luz del estudio A”, se dice uno bajo un sol de castigo. “Lo dice B” –nos lamentamos en medio de una intensa lluvia.

El clima cambia, el mundo cambia.

Cuatro puntos:

1) ¿Desde cuando medimos las oscilaciones del mismo?. ¿Podemos calcular tendencias y hacer comparativos históricos rigurosos, abarcando largos períodos?
2) ¿Qué parte del cambio, dando este por supuesto y por anormal, es atribuible a la acción del hombre sobre su medio físico?.
3) ¿Es este cambio indeseable?, ¿contrapesa otras tendencias climáticas opuestas de peores consecuencias para nuestra especie?.
4) ¿Es contrarrestable?, y, de serlo, ¿cómo?.

De momento lo fácil es gritar mucho y alertar a todos sobre algo de cuya verdadera repercusión y solución nada se sabe.

¿Trópico o desierto, en qué quedamos?.

Antiglobalización en 2 esquemas

Esquema 1:

Contra la globalización -> contra el desarrollo capitalista -> contra la libertad -> contra la prosperidad


Esquema 2:

Contra la globalización -> A favor de las fronteras

Contra el desarrollo capitalista -> A favor del estancamiento socialista

Contra la libertad -> A favor de una sociedad estratificada en elites y siervos

Contra la prosperidad -> A favor de la pobreza


¿Resulta este planteamiento quizás –demasiado esquemático?.
Reflexionemos cada una de las implicaciones.

miércoles, noviembre 15, 2006

Cerebro izquierdo, cerebro derecho

Sigo leyendo el interesante libro de Elkhonon Goldberg, "La Paradoja de la Sabiduría". Según avanzo por sus páginas más sabiduría encuentro (o así me lo parece). Es como si el libro, en su desarrollo, reflejara sutilmente las ideas de su autor sobre el desarrollo del cerebro a lo largo de la vida (si Haeckel se atrevió a decir que la ontogenia recapitula la filogenia, yo no voy a echarle menos valor).

Durante los últimos años la neurociencia nos ha puesto ante el hecho incontestable de que los dos hemisferios cerebrales son distintos, tanto en su morfología y sus funciones como en su ultraestructura y fisiología. Sin embargo las diferencias que han ido descubriéndose han dado origen a mucha poesía filosófica, y una científica forma de mito ha rellenado los vacíos de la ignorancia: que si el lenguaje está lateralizado en el hemisferio izquierdo, y este es dominante para el mismo, así como para las matemáticas y el pensamiento analítico, que si en el cerebro derecho residen la creatividad y el gusto musical, el reconocimiento de caras, la visión gestalt y holística....y sí, las cosas iban por ahí, pero a un tiempo no tenían nada que ver.

Nadie imaginó la solución al enigma, salvo un científico ruso residente en EEUU, que con una parsimoniosa y elegante teoría explicó, ya a principios de los 80, por dónde iban los tiros.

No voy a exponer pormenorizadamente su teoría por al menos dos razones: una es que no lo haría muy bien, pues no la he desarrollado yo ni dispongo de la larga experiencia y el bagaje de profundas reflexiones de su autor. Detrás de la superficie de todo discurso ilustrado hay un abismo de conocimientos. Otra es que prefiero que quien lea esto se anime y lea por si mismo el libro, en el que estas ideas están inmejorablemente expuestas.

Pero puedo hacer un resumen muy resumido: las novedades a las que nos enfrentamos son procesadas, en mayor medida, por el cerebro derecho, mientras que las rutinas cognitivas están ubicadas, en forma de atractores (grupos de neuronas que forman patrones reconocibles) en el cerebro izquierdo. A lo largo de la vida uno pasa de usar más el cerebro derecho a usar más el izquierdo. En la niñez no es que uno sea una tabla rasa, pero si tiene todas las experiencias y aprendizajes de su vida por delante. Entonces se hace un mayor uso del cerebro derecho. Según vamos adquiriendo patrones con los que manejarnos en nuestro cambiante pero levemente estable ambiente –entre ellos patrones lingüísticos, conductuales, visuales....-pasamos a utilizar más el cerebro izquierdo para la resolución de las tareas y los problemas. Con el paso del tiempo el cerebro derecho va sufriendo más deterioro. En la vejez usamos notablemente más el cerebro izquierdo. Y así es al menos para los diestros (pero en los zurdos o bien la cosa es igual o bien está cambiada de lado).

Cuando miramos a nuestro alrededor reconocemos las cosas que ya conocíamos (como el propio verbo reconocer –reconoce) pero también aquellas que son similares a las que ya conocíamos. El presente recordado toma forma en la cara de un extraño que nos cruzamos por la calle. Distinguimos en él a un humano, y sabemos que lleva una camisa y zapatos, aunque nunca hayamos visto la camisa o los zapato que lleva antes. Solamente lo nuevo –sea esto una impresión o una acción- pone en marcha el cerebro derecho. Quizá si escrutamos la cara del tipo que nos cruzamos nuestro cerebro derecho tendrá una mayor activación. Si realizamos un trabajo nuevo también se activará más. Así hasta que captemos los rasgos del rostro o el procedimiento correcto de realización del trabajo. Entonces el que se activará más será el cerebro izquierdo.

El aspecto emocional queda también impecablemente explicado por Goldberg.

El estudio sistemático de las emociones ha sido abordado por la neurociencia solo muy recientemente. Pero sus resultados han sido notables, y muy ilustrativos sobre nuestra naturaleza animal. En mi opinión se está logrando expulsar al fantasma de la máquina con mayor fuerza con estos estudios que con ninguna otra cosa. El último bastión del alma se resquebraja. Y no es que esto me haga feliz, precisamente. Aunque poco importa si me hiciera feliz, porque probablemente esta felicidad tendría también su explicación neurobiológica.

Parece que el hemisferio izquierdo, por eso de ser el lado del cerebro de las rutinas, de lo consolidado, de lo firme, de lo seguro, de lo que, en definitiva, ha demostrado fielmente su contribución a la adaptación del hombre a su medio, es el hemisferio de los sentimientos positivos. Dice Goldberg que el hombre, al envejecer y usar más el cerebro izquierdo, se vuelve por lo general más positivo.

El hemisferio derecho está asociado, por el contrario, a los sentimientos negativos. Y no es de extrañar siendo este hemisferio el que se encarga de asimilar lo nuevo, de afrontar los retos, siendo este hemisferio el sustrato de la inquietud, que, en el fondo, es descontento.

El neurotransmisor más abundante en el cerebro izquierdo es la dopamina, que, como se sabe, produce efectos euforizantes. En el derecho es la norepinefrina (noradrenalina), muy vinculada a la ansiedad y al estado de alerta. Las personas ansiosas, en efecto, tienen la admígdala derecha especialmente desarrollada.

La teoría de Goldberg ha sido contrastada con éxito gracias a las modernas técnicas de neuroimagen, especialmente las de neuroimagen funcional, que permiten ver el cerebro en acción tanto en personas sanas como en pacientes de enfermedades mientras realizan tareas cognitivas complejas.

martes, noviembre 14, 2006

Monet



Recientemente he estado en Londres y aproveché para volver a la National Gallery. Había un par de monográficas interesantes sobre Velazquez y Cézane. Esta última un poco escasa de obras pero interesante. A la de Velazquez no entré porque ya había ido a la del Prado y andaba escaso de tiempo.

Me interesó especialmente una colección actualemente expuesta con autores del XIX y el XX que se llama De Manet a Picasso

A pesar de que tuve oportunidad de observar obras cumbre de la pintura de todos los tiempos me quedé pasmado ante este cuadro de Monet. Confieso mi debilidad por este maestro, para mí el más destacado de todos los pintores impresionistas, y por este cuadro en concreto.

"El motivo es para mí del todo secundario; lo que quiero representar es lo que existe entre el motivo y yo."

lunes, noviembre 13, 2006

Saber para hacer, saber para comprender

¿Sería ingenuo pensar que pudiese existir alguien para quien el conocimiento fuera solamente un placer estético?. A primera vista podría parecer que lo ingenuo es justo lo contrario, pero dado que el ser humano ha evolucionado para sobrevivir, no para contemplar, la pregunta no es del todo inconveniente.

La escuela pitagórica sentó la tradición griega de estudiar la geometría por la geometría. Muchos siglos después se platicó, se platonizó, sobre el arte por el arte. Pero nada se estudia o se hace porque sí, realmente. El conocer es hacer, también, y haciendo se va conociendo. Alguien privado de experiencia, sometido a imágenes y sonidos sin interaccionar con la realidad, no asimilaría nada, sería un saco de carne y vísceras desprovisto de personalidad, de significados, de raciocinio, y quizá tan exánime que moriría de quietud. Sería un homúnculo atado a una silla mirando con ojos vacíos sombras sobre una pared de caverna, una sombras que sería incapaz de comprender y que quizá creyese proyectadas por realidades superiores, si es que fuese capaz de creer algo.

El mito platónico reflejaba, cual sutil sombra, cual sutil broma, la misma escuela y filosofía de Platón, en cierto sentido. El mundo de las ideas era una idealización del mundo, un conjunto de sombras en una pared de caverna, unas pinturas rupestres del intelecto. A la entrada de la Academia original del de anchas espaldas (Platón), se prohibía la entrada a quien no supiera matemáticas. La tradición pitagórica alcanzaba su “ideal” en la filosofía platónica.

Pero el hecho es que estamos diseñados para hacer. Peor aún, estamos diseñados para sobrevivir, que es un hacer sin descanso, un hacer permanentemente renovado por el desear, propulsado por pulsiones inagotables, un subir y bajar de Sísifo con rocas cada vez más pesadas, cada vez más resbaladizas sobre nuestros hombros. En cuanto nos sentimos Sibaritas, en cuanto nos paramos a descansar de modo absoluto, cuando renunciamos voluntariamente a ser lo que somos, una zozobra nos invade y nos destruye por dentro, como la propia Síbaris fue destruida, aplastada bajo el peso infinito de sus pétalos de rosa.

Podría parecer una curiosa coincidencia que fuera en la Magna Grecia, en el sur de la península itálica, donde surgieran dos arquetipos tales como los Pitagóricos y los Sibaritas. Ambos representaban, cada uno en su esfera perfecta, la soberbia inutilidad. No voy a sugerir, desde luego, que las conjeturas, demostraciones y ejercicios de los primeros no dieran su fruto. Pero si esto fue así se debió a que uno de ellos traicionó a la Secta –eran, después de todo, una secta- y reveló sus secretos matemáticos. La fruta cayó del árbol....sobre la cabeza de Newton, por decirlo simbólicamente. El placer espiritual de la simetría y las incógnitas era, entre los Pitagóricos, una consecuencia del rigor monacal de una vida entregada a fruslerías esotéricas y ensoñaciones sobre la reencarnación.

Si todos los matemáticos (y en general científicos y pensadores) posteriores a los Pitagóricos hubieran estado imbuidos del mismo espíritu, de la misma filosofía, la ciencia no hubiera avanzado demasiado. Y no demasiado avanzó en la antigüedad clásica, tocada toda ella por esa peculiar manera de ver las cosas de la que la Escuela Pitagórica y la Platónica eran solamente una expresión suprema. Si exceptuamos los trabajos de Arquímedes hubo poco de ciencia entonces. Era preciso manejar la materia, usar las manos en sincronía con el cerebro, hacer uso de la palanca que movería el mundo. La misma palanca, en su interacción con la pesada roca Sisífica, suscitaría nuevas preguntas que el cerebro debería responder con la creación de algún artefacto que traería nuevas preguntas. Pero el despegue iba a ser lento. En Alejandría, lugar de saber con Museo (de las Musas) y gran Biblioteca, se hicieron máquinas de vapor.....para mover estatuas e impresionar a la plebe. ¿Por qué no se dio el paso que ahora nos parece lógico, de convertir esas máquinas en productoras de trabajo útil?. Entonces tenían esclavos, y, en cualquier caso, todos eran siervos de uno o pocos amos. Y nadie tenía interés en que se rebajara la servidumbre de los demás, porque no eran capaces de percibir las implicaciones que tendría el avance tecnológico y la aplicación de los artefactos a la resolución de problemas prácticos, ni mucho menos los cambios económicos, sociales y políticos que esto acarrearía.

La máquina de vapor le servía a los inventores a sueldo del Estado para impresionar a la plebe, y solo después sirvió para que la plebe impresionara a los amos decadentes...y les rebajase y finalmente apartase, o, digámoslo más exactamente: les suplantase. No fue la guillotina la que cortó sus cuellos.

La ciencia avanza merced a la técnica. La mente por sí sola puede especular mucho y muy profundamente, pero sus imágenes no pueden penetrar la materia tan bien como sus manos. La mente, abandonada a sí misma, puede crear sofisticadas y hermosas mitologías. Son las manos las que han construido los microscopios y los telescopios. Son las manos las que los manejan. Obviamente no oso decir que son las manos las que piensan, las que sienten, las que en definitiva crean; pero si puedo afirmar que casi siempre son las manos las que hacen. Es el hacer, casi siempre manipular, y es el hacer ordenado, finamente coordinado. Son las manos, las mismas que nos sugirieron los números, y las decenas, con las que aprendimos a contar, las más adecuadas para la manipulación (atiéndase a que el mismo término manipulación viene de manos).

El hacer, que está motivado por la necesidad, usa las manos. La acción que se deriva de ello es constructiva (crea cosas nuevas y articuladas a partir de otras preexistentes inconexas) y económica (que aprovecha al máximo los recursos, permitiendo economías de escala y emergencias de nuevos conocimientos).

El deseo de liberarse del peso de la roca Sisífica, de la condena de obtener el pan con el sudor de la frente, motiva la observación circunspecta, la tensión psicológica de la atención: se buscan regularidades sobre las que subirse como un surfista sobre una ola. Pero si la naturaleza no las proporciona se tienen que crear, que hacer. Se modela la arcilla de la realidad al conocerse su maleabilidad, pero antes de conocer el porqué de esta. La necesidad se rebela contra el azar, busca domeñarlo, monta el caballo salvaje de la naturaleza hasta que este se deje cabalgar. Y mientras el équido trota el jinete mira a su alrededor y describe el movimiento.

El afán humano por comprender el cosmos ha existido desde los mismos orígenes del hombre. Sin embargo este ha sido satisfecho fácilmente con cosmovisiones (visiones del cosmos) míticas, el alma ha sido saciada con alimento poco nutritivo, con ostias consagradas por el aire de la poesía o similares, igual que el cuerpo puede ser alimentado con comida de poca calidad, y mantenerse en pie, si bien obeso. Superar la ignorancia sobre algunas de las cuestiones fundamentales no ha sido una tarea a nuestro alcance hasta que nuestros brazos movieron la palanca de la técnica. Entonces el mundo empezó a girar...ante nuestros ojos atónitos.


Una chica que participó en el programa “Quieres Ser Millonario” decía a su presentador que su afición era diseñar objetos que no sirvieran para nada. No era de extrañar que deseara ser millonaria para satisfacer tan excéntrica afición, tan peculiar vocación. Pero ¿tan excéntrica y peculiar son, realmente?. ¿Cuántos de nosotros no realizarán cada día rutinas cuyo significado profundo desconocen, y vivirán llevados por una corriente que no controlan ni conocen ni quieren controlar ni conocer?. ¿No viven acaso esos, de alguna manera, entregados a la elaboración de objetos y abstractos vacíos de significado?. ¿Qué les diferencia de esta muchacha sino que no reconocen su afición a la nada?.

No puedo negar que yo siempre he querido saber para comprender, y no saber para hacer. Y soy consciente de que hacer es prioritario, y comprender secundario. No hemos sido hechos para conocer la verdad, sino para sobrevivir. Y sobreviviendo, haciendo para vivir, hemos llegado a conocer más y mejor nuestro Universo, y hemos creado el ambiente propicio para preguntarnos por él.



sábado, noviembre 11, 2006

Free Hugs Campaign. Inspiring Story! (music by sick puppies)

No conocía esta campaña. La he descubierto casualmente en un enlace que alguíen ha puesto en el blog de LeodeGundia.

Me ha emocionado. Abrazos siempre... que no se pierdan, que sean gasolina vital. Abraza y ama.

viernes, noviembre 10, 2006

Dando de comer al monstruo

Me llega un meme de la Muchacha Dorada sobre la dieta que tendría que seguir cierto terrorista.

La dieta de Rancor es la adecuada. Un poquito de Jedi para Rancor.

lunes, noviembre 06, 2006

Reconocimiento de patrones sui generis

«¿Por qué dijiste que los poetas mienten demasiado?»

«¿Por qué?, dijo Zaratustra. ¿Preguntas por qué? No soy yo de esos a quienes sea lícito preguntarles por su porqué.

¿Es que mi experiencia vital es de ayer? Hace ya mucho tiempo que he vivido las razones de mis opiniones.

¿No tendría yo que ser un tonel de memoria si quisiera tener conmigo también mis razones?

Ya me resulta demasiado incluso el retener mis opiniones; y más de un pájaro se escapa volando.

Recordaba la idea pero no recordaba la frase exacta, ni dónde localizarla. Miré por encima el libro, pasando rápidamente sus páginas, y no lo encontré. Tampoco estaba seguro que fuera de esa obra en particular. Había leído muchos libros del autor, pero algo me decía que era de ese.

Esta mañana busqué en google a Nietzsche, y, entre comillas: “las razones de mis opiniones”, y me apareció el texto del que he sacado el fragmento que abre este post.

¿Pero por qué andaba yo buscando esas palabras? ¿a qué se debía mi repentino interés por esa vieja frase de Nietzsche relativa a sus opiniones?. Un neuropsicólogo me la había recordado sin mencionarla. Goldberg, ruso afincado en EEUU, me hablaba a través de las páginas de su libro “La Paradoja de la Sabiduría” y yo enlazaba sus palabras con imágenes mentales diversas. Así es como nos comunicamos cuando las palabras son el único medio y el lenguaje no verbal está ausente.

Goldberg sostiene que el hombre adquiere a lo largo de su existencia, de su experiencia vital, la capacidad de reconocer patrones. Esto es posible porque el cerebro memoriza la información útil del ambiente en forma de redes específicas que se activan y refuerzan con cada nueva impresión similar a las que dieron origen al patrón. Así, en nuestra mente, concretamente en nuestra neocorteza, hay algo parecido a una red neuronal que identifica, pongamos por caso, a un perro, con independencia de que sea un pastor alemán o un caniche, y se refuerza con cada perro al que se ve u oye ladrar. Pero también hay redes para procedimientos en el trabajo, o para movimientos de muñeca en el tenis. Cada cerebro es único y cada memoria es única, puesto que cada uno memoriza aquello que le sale al paso en la vida, y más concretamente, de entre ello, aquello que le puede reportar o le reporta en cada momento alguna utilidad, medida esta en términos de supervivencia.

La memoria es algo que se gana, sin duda, pero que también se pierde. La paradoja de la sabiduría, de la que habla Goldberg, es la sorprendente pericia que se desarrolla con los años a pesar del deterioro progresivo del cerebro como órgano biológico sometido al proceso de envejecimiento. El hombre se hace más sabio con un cerebro cada vez más estropeado. Pero la paradoja se resuelve cuando atendemos al sustrato neuronal de la sabiduría. Cuanto más se haya usado el cerebro en cambiantes circunstancias resolviendo variados problemas tantos más patrones estarán memorizados y servirán para el reconocimiento de la novedad que supone cada paso dado, y mejor se resolverán los problemas suscitados por las circunstancias, en definitiva: más sabio se será.

La memoria de datos concretos pueden perderse, la que Goldberg denomina descriptiva. Pero se mantiene la preceptiva, la que sirve para saber qué hacer en cada momento.

Leyendo la interesante exposición de este prestigioso neuropsicólogo recordé la frase de Nietzsche, o, para ser más precisos, la idea. En mi mente no conservaba un recuerdo perfecto, fotográfico, de las palabras del filósofo alemán. Tenía, tengo, una red lógica articulada en lenguaje simbólico e imágenes y soportada por una red neuronal, biológica. Esta red se activa por analogías. Al activarse una de sus partes se activa toda, trayendo a la mente la idea de Nietzsche. Pero algunas neuronas que forman parte de esa red forman a su vez partes de otras, y de pronto el pensamiento de Nietzsche me lleva a la obra de Zaratustra, y esta a pensar en otras muchas cosas, como en religión persa o profetas de la historia, que forman parte de una maraña de redes entrelazadas. ¿Dónde para esa cascada de relaciones?. De momento no he leído nada de eso a Goldberg, pero supongo que la propia realidad, o, para ser precisos, la finalidad perseguida en la realidad exterior, marca el tope de la digresión. Sin dicho tope la digresión infinita nos llevaría a la locura. Aún así esto que me digo no me convence. ¿De qué forma esa finalidad satisfecha pone coto, a nivel neurológico, a un proceso que, de no detenerse, continuaría sine die?. No lo sé.

Lo que si sé es que la mayoría de mis recuerdos son imperfectos, pero funcionales. Y no otra cosa cabría esperar como producto depurado de un cerebro diseñado por la evolución. Recordaba y recuerdo la esencia de lo que Nietzsche dijo, o al menos la esencia que a mi me pareció en medio de mis azares y necesidades, no cómo estaba dicho exactamente. Porque lo importante es el significado, no el significante. Al leer a Goldberg reconocí un patrón pues, he de suponer. Reconocí un patrón en el reconocimiento de patrones. Pero esta digresión no quiero seguirla, no vaya a enloquecer.

Antes se hablaba de la experiencia, sin más. Goldberg y otros neurocientíficos van penetrando poco a poco los misterios de nuestra psique. Nos indican cómo se acumula exactamente esa “sustancia etérea” que veníamos llamando de esa manera. La experiencia es ni más ni menos que la memoria de patrones, la conservación en la mente de impresiones sobre las regularidades, y no tanto sobre los objetos.

Y Nietzsche nos hablaba, en el apartado sobre los Poetas de su monumental Zaratustra -lugar perfectamente indicado, he de decir- de la mentira de la poesía, y del recuerdo selectivo, del recuerdo articulado en patrones, del recuerdo, en definitiva, que no se puede fácilmente -articular.

Las razones de las opiniones eran datos, datos perdidos por una memoria que guarda lo fundamental, lo que constituye el profundo pozo del que se saca el maná de la sabiduría, en el caso de Nietzsche también locura.

La memoria es poética, la memoria miente. Como dice Edelman nuestras percepciones tienen mucho de presente recordado. Miramos al mundo a través de mapas neuronales y vemos, en cierto sentido, lo que siempre hemos visto. Citando a Salomón con cierta libertad: “nada nuevo bajo el sol”.

Cuando uno abstrae demasiado puede llegar a perder los vínculos que le unen a la realidad, puede no quedarse siquiera con unas muestras de estas que puedan ser presentadas a un espectador imparcial como pruebas de lo que uno dice. Más de un pájaro se escapa volando. Toda una bandada. Pero queda el poso de la sabiduría, o de la locura. Como también dijera Nietzsche, en la misma obra, más o menos (ni lo recuerdo con exactitud en mi Red de información ni lo encuentro en la Red informática): si mi sabiduría me abandona, continuaré volando con mi tontería.

jueves, noviembre 02, 2006

Un icono


Durante años he visto a jóvenes paseando alegremente por las calles con camisetas de Sociedad Alcohólica. No sé cuantos de ellos conocerían su música, ni sus letras. Pero el nombre del grupo, en la forma circular presentada, es un icono, como la cara de Guevara.
Supongo que como se entregan a juergas alcohólicas de fin de semana, y no tienen otras perpectivas mejores, se han sentido falaz y fatalmente identificados con el nombre del grupo. Pero el contenido, por desgracia, es otro. Es como beber lejía de una botella de ginebra: no deja resaca, mata. Pero en este caso mata la libertad, esa misma que les permite, entre otras cosas mejores, correrse las juergas que les hacen creer que viven en una sociedad alcohólica.

Carpe Diem

Somos balas disparadas al futuro, balas que nunca harán diana. Estamos diseñados para anticiparnos, para preocuparnos, para no saciarnos de fugaz presente, ávidos siempre de hipotéticos mañanas.

Buscamos instantes de eternidad, suspender el tiempo en un suspiro de alivio categórico, elevarnos por encima de una mísera necesidad permanentemente renovada.

Al menos una vez a la semana alguien me manda por email una presentación llena de frases huecas pero floridas, en las que se insta al lector a ser feliz, a disfrutar el momento, a despreocuparse. El nirvana está a dos pasos. Pero, ¡ay!, dos pasos que han de darse sobre un abismo insondable, insalvable.

“¡Sé feliz!”, me dicen. Pero yo prefiero su antítesis: “Conócete a ti mismo”.

Tolstoi, en su última época, cuando escribió “La Muerte de Ivan Illich” pensando, sintiendo, anticipando su propia muerte, miraba a los mujics, a los campesinos rusos, e idealizaba su estoicismo y su felicidad sencilla. El simple parece al sabio más feliz. Pero el simple ni sufre ni goza tanto como el sabio, y el sabio es necio al menos en esa apreciación, en esa proyección de su dolor invertido en la aparente indiferencia e indolencia de los otros.

¿Era más feliz Sancho Panza que el Quijote?. Mucho lo dudo. Quizá su estado de ánimo fuera más constante, pero sus altos jamás igualaron a los de su señor. ¡¿Pero que digo?!..¿acaso estoy confundiendo al loco con el sabio?. Algo hay de eso. Permítaseme esa locura, esa necia sabiduría.

Si te dice el Doctor: “te quedan 3 meses de vida” decides entregarte al presente, y descubres con estupor que casi todos los presentes son proyectos de futuro. El marco de nuestra acción de ahora es la nunca alcanzada saciedad de después. Tenemos que amputar el horizonte más allá del plazo en el que vence nuestra vida. Por eso no queremos conocer nuestra hora. La cruel incertidumbre trae consigo al menos un consuelo: el porvenir sigue abierto.

Es importante ser consciente del peso del después en nuestras vidas. La inacción contemplativa solo puede ser verdaderamente satisfactoria cuando se ha eliminado la zozobra del qué será, será. Una filosofía de sibaritismo, de molicie, cantará al presente, a lo inmediato, pero conducirá necesariamente al malestar existencial bajo la presión creciente de lo no acabado, de lo ni siquiera empezado. Demasiados asuntos pendientes, que se acumulan en una montaña de deberes y obligaciones, cada vez más difícil de escalar o de reducir. Y eso está reñido con el placer de observar. Algunos deciden que tal montaña no existe, y con este expediente siguen hundiéndose en el cieno con un simulacro de sonrisa en el rostro.

Carpe Diem, decía Horacio. Su mecenas, el mismísimo Mecenas, garantizó con su suave protección la tranquilidad suprema que le permitía esa exhortación. Pero ni siquiera Horacio pudo disfrutarla, porque al final siempre impera nuestra inquietud. Nuestro escéptico interior caerá, una y otra vez, bajo el yugo de nuestro bárbaro; o bien un bárbaro venido de fuera hará el papel de subyugador.

martes, octubre 31, 2006

Pintando en la eternidad

Mi hermana cumple hoy 40 años. La llamé para felicitarla y nos pusimos a recordar juntos, en ese estado de reflexión melancólico de quienes observan el caer otoñal de pasadas décadas, el cerrado y empaquetado de nuestra efímera historia en cubos perfectos de arista 10, antes de que sean expedidos al multidimensional y omnívoro agujero negro del tiempo perdido. Le pregunté por antiguas amistades, aquellas que tuvo en esa su rebelde y salvaje juventud, que tantos quebraderos de cabeza y angustias causó a nuestros padres.

-“¿Y M*, qué fue de él?”.

-“Pues creo que se ha muerto”.

-“¿Crees?”.

-“Un buen día dejó de responder al móvil. Y siempre le había rondado la idea del suicidio”.

-“¿Y no teníais amigos comunes, alguien que también le conociera y le frecuentara más a quien preguntar?”.

-“No. Nuestra amistad era muy individualista. Conocí a gente a través de él, pero superficialmente”.

M* había desaparecido sin dejar rastro. Era una parte de esos 40 años, un pedazo desgarrado de historia, un soplo de recuerdo, condenado a cadena perpetua en un cubo tirado al océano infinito de lo que ya fue y nunca volvería a ser.

M* era italiano y se dedicaba, aquí en España, a vender láminas al por mayor. En esas láminas estaban impresas pinturas de paisajes, animales, casas de pueblo....los eternos lugares del alma colectiva.

Recuerdo una canción que compuse cuando aún soñaba con dedicarme a la música y me dejaba vencer por el pesimismo más asfixiante, cuando, como diría Buda, el deseo era dolor:

Trate de eternizar tu mirada en el papel.

Tu nunca quisiste hablar sobre envejecer.

No acierto a comprender

Que hicimos para ser

Fantoches en la noche

Un esperpento cruel


En las paredes de muchas casas hay colgadas láminas que M* distribuyó. En la mente de muchas personas existe un recuerdo de M*.
Pero M* ahora es solo eso, representación en mentes que también perecerán, una imagen difusa, y en la mayoría de los casos con un protagonismo episódico leve que se va perdiendo poco a poco en una niebla espesa de aconteceres triviales.

Y también una parte ya cumplida del proceso que llevó a la observación de esas otras imágenes, ahora enmarcadas, pegadas o colgadas, que son solo parte del medio ambiente cultural de alguna otra vida condenada a muerte, una parte que ya probablemente haga solo de silencioso telón de fondo indiferente de alguna tragedia diferente.

También las láminas perderán su color y su forma. Su destino, si no las rompe el lloroso e irascible rapto de algún ser sufriente o el reciclado periódico de una estética doméstica, es una muerte más lenta, indolora, incolora. Ni siquiera el pintor podrá eternizarse en ellas. Ni siquiera el mar, ni los caballos, ni las casas de pueblo de un blanco calizo se eternizarán.

¿Cómo captar la esencia de un alma y pintarla en la eternidad?.

Feliz cumpleaños, hermana. Adiós M*.

viernes, octubre 27, 2006

¡No hay dolor!

Porsena, Rey etrusco, se disponía a golpear a los romanos con su poderoso ejército. Tenía su campamento muy cerca de la ciudad eterna, entonces villorrio del Lacio. Fue entonces cuando un romano trató de matarle, llevándose por delante a uno de sus secretarios, al que confundió con el propio Porsena. El magnicida y regicida frustrado fue apresado y se quemó la mano frente al monarca, para demostrarle su coraje y su indiferencia ante la muerte y el dolor. Cayo Mucio Escévola, así se llamaba, aguantó impertérrito mientras su mano ardía y se convirtió con ello en un símbolo de la dureza y determinación del soldado romano.

No se sabe si esta historia es cierta, al estar situada en los tiempos míticos, esos que se convierten en mitos...con el tiempo (y más gracias a la siempre tergiversadora y moralizante tradición oral). Pero si lo es que hay personas que soportan el dolor con un estoicismo admirable, como los mártires de una fe, y también algunas que se lo provocan como catarsis o ejercicio de gimnasia somatoespiritual, tales como los místicos o los brahmanes.

Lo sorprendente es que alguien se queme, como se quemó Escévola, pero sin buscarlo, sin inmutarse, sin sentir dolor. Una tierna muchachita canadiense lo hizo en una pierna con un radiador mientras miraba por la ventana. También se arrancó un trozo de lengua mientras masticaba la comida, sin percatarse. No había nada de heroico en ello. No se inflingía daños a si misma en nombre de ninguna elevada moral o alguna impostura grandilocuente. Simplemente no se enteraba del daño hasta que era visible para ella o para alguien que pudiera hacérselo saber. La Srta. C, como se la conoce entre los neurólogos, no sentía el dolor.

El organismo toma información del ambiente, y la relativa a los daños es vital. No todos los daños son inmediatos y explícitos. De hecho, aunque en pequeña medida, estamos sintiendo dolor permanentemente, pero es para nosotros un ruido de fondo que podríamos calificar de inocuo. Una cosa tan cotidiana y prosaica como cambiar de postura en el asiento se realiza gracias a la incomodidad (leve dolor que no se tiene por tal)- que experimentamos al llevar demasiado tiempo en una misma postura. Nuestro cuerpo realiza ajustes continuamente para evitar daños. Unos daños que se aprecian cuando se contempla la postración de un tetrapléjico. Una de las razones por las que mueren antes es probablemente el deterioro derivado de la falta de movimiento. Si moverse desgasta más lo hace estar quieto. El dolor produce una vivificante inquietud. Y esto me hace pensar en los denominados (y autodenominados) nerviosos. Quizá su nerviosismo se deba en parte a una percepción más fina del dolor, y esta, a su vez, a un alelo particular de algún gen, como comentaba hace un par de días.

Es el dolor, nos guste o no, información. Con él no se puede hacer lo que hacían los déspotas persas con los portadores que les traían malas noticias. Si matas al mensajero te estás matando a ti mismo. Renunciar al dolor es renunciar a la vida. Esto lo ilustra la Srta. C y su prematura muerte.

Esto es lo que cuentan Ronald Melzack y Patrick D.Wall en “The Challenge of pain” sobre su caso:

“No sentía ningún dolor cuando partes de su cuerpo eran sometidas a una fuerte descarga eléctrica, al agua caliente a temperaturas que normalmente producen quemaduras dolorosas, o a baños prolongados en agua helada. Igualmente sorprendente era el hecho de que no mostraba cambios en la presión sanguínea, el ritmo cardiaco o la respiración cuando se le aplicaban los estímulos dolorosos antes mencionados....Una gran variedad de estímulos, como insertarle un palo por los agujeros de la nariz, pellizcarle los tendones o inyectarle histamina bajo la piel, todos ellos considerados formas de tortura, tampoco le producían dolor alguno. La Srta. C tenía graves problemas médicos. Mostraba cambios patológicos de las rodillas, la cadera y la columna, y sufrió diversas operaciones. El cirujano atribuyó estos cambios a la falta de protección de las articulaciones debido a la ausencia de dolor. Al parecer, no cambiaba el peso de un lado al otro del cuerpo cuando permanecía de pie, no se daba la vuelta mientras dormía ni evitaba ciertas posturas que suelen evitar la inflamación de las articulaciones....

La Srta. C murió a la edad de 29 años debido a una infección masiva y a múltiples traumas en la piel y los huesos”.

miércoles, octubre 25, 2006

Genocidio silencioso

¡¡¡Si para salvar vuestras vidas hemos de mataros, sea!!!.

Nuestra amiga la envidia

Se dice de los sentimientos que son el producto de la combinación de las distintas emociones. Serían entonces las emociones los “cuantos” o unidades irreductibles del sentir, las fichas del juego de construcción con las que elevaríamos nuestros castillos sentimentales.

Tradicionalmente se considera a la envidia como un sentimiento. Y así lo parece si consideramos las cosas tal cual las hemos planteado: el sentimiento como suma de emociones. ¿Podría acaso la envidia ser algo frío y desapasionado?: no cabe esa posibilidad. Nada es menos desapasionado que la envidia. Las emociones que la componen son muy intensas, y esto es así porque en nuestra mente se valoran asuntos que afectan -si bien sutil e indirectamente en la mayoría de los casos- a la supervivencia.

Se trata de una pasión que se mira en las pasiones. Y es un sentimiento social, que no podría existir mas que entre nosotros. Se mira en las pasiones porque surge de la ausencia de satisfacción de esas otras pasiones, que se ven o se creen satisfechas en otros. Y es un sentimiento social porque esos otros, que suponemos sienten como nosotros, y comparten nuestras pasiones, son nuestra sociedad.

Se abusa de la envidia atribuyéndola con facilidad a los demás. Esto lo hacemos más por lo que queremos parecer que por lo que podemos imaginar que piensan/sienten los demás. “¿Qué envidiaría un ser tan despreciable como yo?”: se pregunta el necio que después se presume envidiado. Los grandes envidiosos suelen creerse grandes envidiados, según perciban cambios favorables en su fortuna. Cree el ladrón que todos son de su condición.

La envidia es un juego de imaginación. Marco Aurelio se exigía a sí mismo, en sus Meditaciones, abandonar todo ejercicio estéril de pensamiento sobre sentimientos ajenos, pensando, entre otras cosas, en la envidia. Dada su posición preeminente, y su espíritu de cándida bondad, tenía más motivos para preocuparse por la ajena. Sin embargo la envidia no es estéril, es fructífera. Ha sido, es y será el motor de muchas personas para mejorar su situación. Es lamentable pero el mal está impreso en nuestra naturaleza. Marco Aurelio es uno de los raros casos en que el sabio gobierna. Los envidiosos raramente dejan paso al hombre excelente. Le ponen la zancadilla y le hacen caer...en algunos vicios más propios de la chusma.

El envidioso es cruelmente imaginativo. Su crueldad es para consigo mismo, desde luego, pero el daño recibido por la propia mano (la mano invisible del alma) puede moverle a dañar al objeto de su envidia (con la mano visible del arma). Proyecta en el otro su mal para hacerle mal.

Envidiar consiste en imaginar que el otro es felicísimo abandonándose a la pulsión cuya satisfacción no está vedada (o así nos parece). La pizca de efímera plenitud que experimenta al principio mismo de su placer nos parece, en nuestra imaginación, que abarca todo momento y lugar, llenando su alma de perpetuo y omnipresente gozo. Pero es un recurrente espejismo espiritual. Lo que para nosotros nos figuramos que sería un inmenso gozo seguramente sea para el objeto de nuestra envidia rutina, tedio, o, en el mejor de los casos, moderada satisfacción para los placeres duraderos (ejemplo: ser rico), y tensión y descarga fugaces para los que se reproducen (ejemplo el sexo). Y aún así sigue siendo simplista el planteamiento. La cosa es mucho más alambicada. Porque proyectamos emociones elementales en seres que, como nosotros, son complejos y ricos en matices. Hacemos groseras abstracciones, totalizadoras, que abarcan todo un espíritu, en lugar de mirar a nosotros mismos y conocernos mejor, observándonos introspectivamente en el acto de satisfacer una necesidad o un antojo.

La saturación es casi inmediata en cualquier placer que se precie –que se aprecie.

También los placeres podrían parecer compuestos o simples, según se deriven de satisfacción de emociones puras o combinaciones sentimentales de las mismas. Pero las emociones no son verbalizables, no son definibles. Son qualia primarios imposibles de transmitir o traducir. Los sentimientos pueden, mal que bien, ser explicados, ser expresados. Lo inefable de la mayor parte de los placeres revela que al final, lo que se satisface, siempre, son las emociones, a las que sirve todo lo demás, auténtico castillo de naipes que cae sin ruido al colmarse el deseo.

El sentimiento es más grato o ingrato según la proporción de emociones negativas y positivas que lo integren. La envidia, aunque parezca increíble, también produce pequeñas satisfacciones, en medio de su fundamental insatisfacción.

martes, octubre 24, 2006

¿Un dolor innato?

Quizá algunos no sean tan quejicas como se piensa. Yo siempre he tenido claro que hay personas que sienten más dolor que otras ante estímulos dañinos iguales o similares, y que dicho sentir no era fingimiento o exageración. Los portadores de la variante genética “protectora” miran con escepticismo y sorna a los que portan la variante hipersensible.

Por otro lado hace no mucho que se habla de enfermedades psicosomáticas. Como su nombre indica son enfermedades o males en las que el aspecto psicológico y el somático o corporal están finamente imbricados. Eso es, desde luego, algo que se podría haber supuesto hace mucho, solamente con observar el sistema neuroendocrino, que comunica el cerebro con todo el cuerpo y el cuerpo con el cerebro en bucles complejos de retroalimentación.

No está mal elegido el término “protector” para el citado gen. Pienso en la película El Protegido: En ella el protagonista sobrevive a todo tipo de accidentes, parece ser invulnerable. Al final del film el protegido descubre que quien le había hecho pasar por toda clase de peligrosos percances era precisamente su antítesis, su contrario en lo que a vulnerabilidad se refiere: un hombre con huesos de cristal. Estos dos personajes ilustran, si bien caricaturescamente, los dos tipos humanos derivados de las dos variantes genéticas: el fuerte y el débil, el resistente y el frágil.


¿Que de qué hablo?. El texto de la noticia a continuación:


Un Gen del Dolor

ISABEL ESPIÑO (elmundo.es)

MADRID.- Investigadores estadounidenses identifican un gen relacionado con el dolor, tanto el agudo en personas sanas como el persistente en pacientes crónicos. Los hallazgos, publicados en 'Nature Medicine', pueden ayudar a identificar a personas con riesgo de secuelas tras intervenciones quirúrgicas.

"El estudio muestra que heredamos el punto hasta el que sentimos dolor, tanto bajo condiciones normales como tras daños en el sistema nervioso", comenta el principal firmante del trabajo Clifford J. Woolf, de la Harvard Medical School (Boston, EEUU). "Hemos encontrado un patrón implicado en la producción y modulación del dolor y un marcador genético de la sensibilidad al dolor previamente desconocidos", concluyen los investigadores.

Para descubrir los genes implicados en el dolor neuropático (el relacionado con daños en el sistema nervioso, y uno de los dolores con más difícil tratamiento), Woolf y su equipo buscaron entre los cientos de genes que se regulan en los ganglios de la raíz dorsal (raíces nerviosas en la médula espinal) tras una lesión del nervio ciático.

La expresión del gen GCH1 (es decir, la traducción de la información que contiene en órdenes para fabricar proteínas) experimentaba importantes cambios como consecuencia de este tipo de lesiones.

Este gen, a su vez, es uno de los encargados de codificar sustancias necesarias para ‘fabricar’ un químico (el BH4) esencial en la producción de neurotransmisores como la dopamina. Tanto la síntesis del BH4 como el mencionado gen estarían implicados en otros tipos de dolor, no sólo en el de origen neurológico.

Los estudios

En primer lugar, los científicos evaluaron los efectos del gen y de esta sustancia en varios modelos animales. Los roedores a los que se había ocasionado una lesión en el nervio ciático presentaban una mayor actividad en la actividad del GCH1 y del BH4. Al inyectar una sustancia que bloqueaba esta 'cadena dolorosa' se aliviaba la hipersensibilidad de los roedores. Por el contrario, al administrar más BH4 los animales eran más sensibles.
Tras los estudios en animales, los autores decidieron estudiar el papel de ambos hallazgos en el dolor humano. En primer lugar, identificaron 15 posibles variantes genéticas del GCH1.

Los estudios en pacientes y voluntarios sanos mostraron que una variante genética en el GCH1 estaba relacionada con una menor sensibilidad al dolor. Los pacientes sometidos a una discectomía (una intervención en los discos vertebrales para tratar un dolor por compresión de raíces nerviosas) que presentaban esta variante tenían menos probabilidades de desarrollar dolor crónico tras la operación. Los que presentaban dos copias de esta 'versión protectora' del gen eran los que menos riesgo tenían.

Por su parte, los voluntarios sanos portadores del polimorfismo genético eran menos sensibles a un estímulo doloroso.

Utilidad

"Aunque cientos de transcripciones están reguladas en los ganglios de las raíces dorsales por lesiones nerviosas o una estimulación sostenida de los nociceptores [terminaciones nerviosas] y aunque muchos agentes químicos y moléculas afectan al dolor en estudios de laboratorio, hasta ahora sólo se han identificado unos pocos genes que modulen la sensibilidad al dolor en humanos. El actual hallazgo del GCH1 es uno de los primeros en reproducirse en tres grupos humanos independientes", comentan los autores en el artículo de 'Nature Medicine'.

Estos hallazgos tienen diferentes aplicaciones prácticas, a juicio de Woolf y su equipo. Por una parte, disminuir la excesiva producción de BH4 en las raíces nerviosas tras "podría prevenir la aparición o mantenimiento del dolor crónico". Asimismo, el gen GCH1 puede ser "una herramienta útil para evaluar el riesgo de un individuo de desarrollar dolor crónico".

Además, el hecho de que ambos hallazgos estén relacionados con el dolor inflamatorio y con el dolor neuropático podría explicar por qué la sensibilidad al dolor agudo ayuda a predecir el riesgo de desarrollar dolor crónico tras una intervención quirúrgica.

lunes, octubre 23, 2006

Uno puede ser lo que se proponga

Con esa frase tan sentenciosa me respondía la opositora. Era una chica que opositaba al cuerpo diplomático. Quería ser embajadora. Se acostaba tarde y se levantaba temprano por y para estudiar. Tenía un claro objetivo y estaba dispuesta a luchar por él con todas sus limitadas –que ella consideraba ilimitadas- fuerzas. “Uno puede ser lo que se proponga” -insistía.

Yo por entonces leía, entre bostezos, la revista “Actualidad Económica”. Me lo había impuesto como tediosa tarea de aprendizaje económico, por eso de que en la Carrera -no corría. Aquella publicación no me enseñó gran cosa, y con el tiempo comprendí que era incompatible con mi afán de profundidades y con mi búsqueda de regularidades, tantas veces reñidos con las realidades cotidianas. Contaba la revista el día a día de la gestión empresarial y los mercados de valores: Tal empresa compra cual, otra tal invierte en otro cual nuevo negocio, tal emprendedor ha innovado en esto, otro tal ha tenido sustanciales pérdidas.....movimientos y más movimientos de un convulso mercado, del que solo la superficie vista por el consumidor parecía estable y armoniosa, y cuya explicación escapaba a un raciocinio desorientado por sus temblores. Solamente más tarde, a partir la lectura de Menger, se me hizo un poco la luz, pero eso es otra historia....y otra materia.

Recuerdo de aquella revista un solo artículo, y de este solamente un fragmento. Era una entrevista a un tal Sáez, que por aquel entonces dirigía un Banesto recién quebrado. Sáez decía que a sus directivos les marcaba asíntotas. Todo el que sepa un poco de matemáticas tendrá clara la noción (aunque sea imaginándola “gráficamente”) de que una asíntota es una recta que va hasta (y viene desde) el infinito. Marcar una asíntota significa pues poner un objetivo inalcanzable, pedir o exigir un imposible. Decía Sáez que de esta manera lograba que sus chicos lo diesen todo, por una parte, y unos resultados elevados (reverso de esa moneda), por el otro. Uno no puede evitar pensar en esos “sociólogos” de empresa que cronometraban lo que tardaban los obreros en hacer su función para poder determinar los tiempos óptimos y luego imponer estos como objetivos innegociables a los trabajadores. Siendo como somos humanos no se nos pueden pedir imposibles, pero justo es decir que si se nos deja a nuestro libre arbitrio existe en riesgo de que caigamos en la molicie sibarita más inoperante.

La chica esta de la que hablaba marcaba sus propias asíntotas. Ansiaba la perfección mientras yo me solazaba en la duda existencial y la incapacidad de hacer nada práctico. Éramos dos polos opuestos. Y yo envidiaba por un lado su voluntad, pero por el otro la encontraba grotescamente desmesurada.

Tomando un día un café en el bar de la Facultad se lo dije: “Imagina que quisieras ser Presidenta del Gobierno”. A lo que ella me respondió: “Si me lo propongo lo puedo conseguir”. “Imagina” –continué- “que hay en estos momentos 300 personas de tu edad que quieren llegar a la Presidencia, y que todos se lo proponen del mismo modo. Es imposible que llegasen todos a la presidencia”. “Si uno lo desea de verdad lo consigue”- concluyó.

No había más que discutir, lo dejé por inútil. Luego comentaba la jugada con el amigo que me la había presentado: “He puesto un ejemplo límite, desde luego. Pero pasa con muchas cosas, sobre todo con todas esas que la gente se propone de una manera tan impetuosa y apasionada. Quienes persiguen grandes objetivos pueden tener grandes caídas. Probablemente los grandes fracasos le sobrevienen a quien lo quiso todo y no pudo alcanzarlo más que a quien apenas luchó y no obtuvo gran cosa. Pero si uno no persigue sus objetivos con ilusión y energía mejor que no se marque objetivos muy elevados. Es posible que sea preciso ser un Quijote que se marca asíntotas para llegar a un lugar intermedio y, quien sabe, quizá incluso a la cima”.

Aquella chica era un poco hormiga, y yo un poco cigarra. No sé que habrá sido de ella. No sé si aprobaría o no su oposición. Espero que haya logrado lo que se proponía, aunque, de no haberlo hecho, estoy seguro de que ha logrado al menos una buena colocación profesional.

Hacen falta personas que se marquen asíntotas, probablemente, pero creo que hay un tipo aún más necesario, y menos peligroso: el que llega arriba subiendo poco a poco sin necesidad de haberse planteado desde la misma base de la pirámide que deseaba alcanzar la cúspide.

domingo, octubre 22, 2006

El último pensamiento

by Nicola Predovic

Fijaos en la fuerza de esta imagen.

La actitud de cada uno de los personajes es interesante pero me interesa la de los dos protagonistas principales. Uno arrogante y altivo, sin el menor signo de nervios, sino más bien todo lo contrario: La ejecución cobarde, al amparo de dios sabe que justificacioneses, es ya costumbre.

Lo del otro no puede ser costrumbre porque nunca antes ha tenido mayor certeza de su muerte que en este instante. La única certeza, hecha hombre con pistola, ante sus ojos.

Y yo me pregunto ¿Qué o quienes serán su último pensamiento?

viernes, octubre 20, 2006

¿Qué es la vida? (Sentimientos y Suicidios)

Que nadie espere encontrar aquí la respuesta a tal pregunta.

En 1943 Erwin Schrödinger escribió un breve ensayo, basado en unas conferencias que había impartido. Lo hacía 10 años después de recibir el Nobel de Física junto a Paul Dirac, como cofundador de la mecánica cuántica, y 10 años antes de que Watson y Crick descubrieran la estructura del ADN, durante el fragor de una Guerra que constituía el primer intento serio de suicidio de la civilización, pese a ser calificada, en grandes letras, de Segunda.

Schrödinger se preguntaba ¿qué es la vida?, en ese momento en que tantas vidas se sacrificaban voluntaria o involuntariamente en los altares del totalitarismo, es farsa pseudoreligiosa y relativista. Ya asentados los fundamentos matemáticos que explicaban, mal que bien, el sorprendente comportamiento de la materia, quedaba por explicar, desde la física, la materia viva; labor que el físico confesaba difícil, pero no imposible. Al final del camino solo había física y química, se decía y nos decía, y solamente había que recorrerlo.

Schrödinger apostó por la termodinámica de los procesos biológicos. La termodinámica es la rama de la física que Einstein calificó de Teoría perfecta. Uno de los más excelsos representantes de tan perfecta teoría, Boltzmann, cuyas ideas sedujeron a Schrödinger hasta el punto de orientar su interés a la física, se suicidó, se quitó la vida, por su afán de perfección no colmado.
Padeció Bolztmann lo que se ha dado en denominar “Crisis de Kant”, que viene a ser algo así como un desarreglo espiritual grave, una profunda depresión, ocasionados por la incapacidad de la mente, siendo brillante e inquisitiva, para dar respuesta a las cuestiones últimas. La crisis de Kant hace que la mente se vuelva contra si misma, anudándose en una congoja irreprimible, y causando un suicidio simbólico. En el caso de Bolztmann se tradujo en un ahorcamiento muy real.
Si se busca por ahí, en biografías, se encontrará otra respuesta a su suicidio: su trabajo no era todo lo aceptado que él quisiera por la comunidad científica. Pero Bolztmann no daba con la respuesta definitiva que ansiaba, quería comprenderlo todo perfectamente. Quería llegar hasta el final del túnel y ver la luz que todo lo ilumina. Unamuno, en su Sentimiento Trágico de la Vida, apuntó muy bien cómo puede uno morir, irónicamente, por exceso de amor a la vida. Y en el caso de Boltzmann ese amor, causa de muerte suicida, de negación voluntaria de la vida, contribuyó poderosamente a concebir la teoría perfecta; ese amor, como el sexual, tras un largo y doloroso embarazo, trajo la vida, la explicación última de la vida, tal como la ciencia pura puede presentarla.

Pero no todo es ciencia pura, y debo volver a Unamuno, filósofo y poeta, y a su Sentimiento trágico: ¿Es acaso la vida no sintiente Vida?. ¿Son la termodinámica, la homeostasis, la replicación, el metabolismo, Vida por si mismas?. ¿No son, al fin y a la postre, lo que dijo Scröedinger, solamente física y química?. Bien, aceptemos esa definición de la vida, fruto de la observación y la “objetividad” científicas. Pero por dentro, como experiencia: ¿Qué es la vida?. Porque que algo se mueva con orden o sin el, que algo vaya en la dirección de la flecha del tiempo o, paradójicamente, contra ella, no cambia el que sea materia desnuda. ¿Qué importa si los átomos se agrupan en una roca o en un metabolismo?. Mecanicismo sin grado alguno de libertad, sin alma.

Descartes no debió decir “Pienso luego existo” sino “Siento luego existo”. Pues la vida es la vida sintiente. Desde el animismo tendemos a atribuir sentimientos a los seres y vida a los fenómenos. A todo lo que sucede, a todo lo que es, le ponemos una etiqueta sentimental. Todo lo más nos es indiferente, si no nos afecta. Mi hijo saluda a los gatos. ¿Hacen los gatos algo parecido?. ¿No es precisa la empatía, no lo es que se mire al "otro" para identificar el propio "yo"?; ¿no surgió el YO de la identificación del OTRO?. ¿Qué somos acaso sin el otro?, ¿qué es el otro sin nosotros?. Lo que es claro es que ese otro que permite el surgimiento del ego ha de ser un otro muy cercano, casi uno mismo. Parte de la familia, de la tribu, del género humano. Depredadores y presas siempre han existido como “otros” perfectamente diferenciables, pero no como “otros” que permitiesen hacerse a la idea del yo. La comunicación, no la caza, la lucha y la huída, es la base del ser sintiente que supera el puro automatismo. Los vertebrados superiores, mamíferos y aves, se aproximan a la conciencia, se aproximan a la vida, sienten, gozan y padecen...se comunican. Para Eibl Eibesfeldt la cosa parte de la relación madre-hijo, de la crianza.

Mis reflexiones sobre el dolor me llevaron a la consciencia. ¿Siente el insecto cuando le piso?. Las hormigas, tan sociales, lo son de forma bien distinta a nosotros. El sueño, la utopía comunista, se cumplen con ellas porque se comportan como autómatas, sin individualidad. No sienten como lo hacemos nosotros, no sufren igual, no son individuos. ¿Qué sienten cuando las piso?. Mueren sin dudarlo por la comunidad como lo hacen las células somáticas en la apoptosis o muerte inducida. ¿No es preciso para experimentar dolor disponer de un sistema nervioso central complejo con sistema límbico, conectado al mundo por receptores específicos?. Solo hay que pensar en cómo, siendo nuestro cuerpo un conjunto ordenado de billones de células, solamente sentimos algunas de ellas. ¿Qué extraña cualidad poseen las células nerviosas?. No hay que caer en el reduccionismo: el dolor, al igual que la conciencia, son propiedades emergentes, esto es, que no pueden ser explicadas por el conjunto de relaciones de nivel inferior de las que nacen. Yo no siento a los cientos de miles de células, de unidades de vida, que cada día mueren, y en tantos casos se suicidan, para mantenerme íntegro y funcional. Una red de células integradas, en mi cerebro, dan origen a mi mente. La red de células no es siempre la misma. Los distintos estados de conciencia, que se suceden de continuo creando sensación de continuidad, son distintas disposiciones de la red, con distintos integrantes. La conciencia es un proceso dinámico. Como señalan Edelman y Tononi en el “Universo de la Conciencia” hay grupos funcionales de neuronas seleccionados para cada instante en distinto grado. La conciencia no es un fantasma en la máquina. No hay un YO que mira y siente a través del sistema nervioso. Lo que hay es una activación de distintas partes del sistema nervioso en paralelo que, conectadas en una red difusa, con circuitos de reentrada, es decir, bidireccionales, dan origen a la conciencia, al sentir, a los variables qualia unificados en el YO.

El dolor, el intenso dolor, pero no un dolor físico, sino psíquico, sentimental, llevan al suicidio. Camus, gran existencial, dijo que el suicidio era la cosa más seria, Edward O. Wilson aprovechó para replicar a esto, desde la primera línea, en su monumental obra "Sociobiología". La comenzó y la culminó haciendo referencia a ello. Hay cosas más serias, más importantes, como la crianza de los hijos....origen de la verdadera comunicación que hace nacer el YO. Nuestros instintos pueden llevarnos al suicidio, pero no sé por que extraños caminos pueden llevar al autosacrificio en nombre de la incompletitud de una teoría, no sé cómo los instintos de Boltzmann le llevaron a quitarse la vida.

Uno aspira al trabajo bien hecho, a la perfección, tanto más cuanto más implicado se haya emocionalmente con él. Ningún contable se suicidaría por un descuadre en una cuenta –salvo que supusiese su quiebra económica y su desprestigio social. Para Boltzmann su teoría lo era todo porque había puesto todo el peso de su apuesta biológica en ella, todo el peso de su Vida. Quizá la verdadera incompletitud no era teórica, sino sentimental. Así que quizá la causa de su suicidio fue también en gran parte la falta de aceptación de las ideas de Boltzmann entre otros científicos, como señalan las biografías.

Ya desde las bacterias hay impulsos. Muchas de ellas disponen de flagelos con los que se propulsan hacia ambientes con más luz, con más calor, con más nutrientes. Pero no imagino cómo podría sentir una bacteria.

Lo que siente tiene fines. Sin sentir no habría finalidad, solo acción-reacción. Sin sentir no habría vida. Hasta las más pequeñas células, como vemos, parecen perseguir un fin, por muy limitado que este sea. Nosotros tenemos miles, cambiantes e incluso contradictorios. Se confirma lo de que el hombre tiene más y no menos instintos que el resto de animales. ¿Que es pues el instinto sino un impulso "motivado" por el sentir?. ¿Es la vida, acaso –pluralidad de instintos?.

Seguro que algunos se suicidarían ante esta perspectiva,....por amor a la vida, por un amor ambiguo, cargado de rechazo, al instinto plural, necesariamente contradictorio, generador de incompletitudes.