martes, octubre 31, 2006

Pintando en la eternidad

Mi hermana cumple hoy 40 años. La llamé para felicitarla y nos pusimos a recordar juntos, en ese estado de reflexión melancólico de quienes observan el caer otoñal de pasadas décadas, el cerrado y empaquetado de nuestra efímera historia en cubos perfectos de arista 10, antes de que sean expedidos al multidimensional y omnívoro agujero negro del tiempo perdido. Le pregunté por antiguas amistades, aquellas que tuvo en esa su rebelde y salvaje juventud, que tantos quebraderos de cabeza y angustias causó a nuestros padres.

-“¿Y M*, qué fue de él?”.

-“Pues creo que se ha muerto”.

-“¿Crees?”.

-“Un buen día dejó de responder al móvil. Y siempre le había rondado la idea del suicidio”.

-“¿Y no teníais amigos comunes, alguien que también le conociera y le frecuentara más a quien preguntar?”.

-“No. Nuestra amistad era muy individualista. Conocí a gente a través de él, pero superficialmente”.

M* había desaparecido sin dejar rastro. Era una parte de esos 40 años, un pedazo desgarrado de historia, un soplo de recuerdo, condenado a cadena perpetua en un cubo tirado al océano infinito de lo que ya fue y nunca volvería a ser.

M* era italiano y se dedicaba, aquí en España, a vender láminas al por mayor. En esas láminas estaban impresas pinturas de paisajes, animales, casas de pueblo....los eternos lugares del alma colectiva.

Recuerdo una canción que compuse cuando aún soñaba con dedicarme a la música y me dejaba vencer por el pesimismo más asfixiante, cuando, como diría Buda, el deseo era dolor:

Trate de eternizar tu mirada en el papel.

Tu nunca quisiste hablar sobre envejecer.

No acierto a comprender

Que hicimos para ser

Fantoches en la noche

Un esperpento cruel


En las paredes de muchas casas hay colgadas láminas que M* distribuyó. En la mente de muchas personas existe un recuerdo de M*.
Pero M* ahora es solo eso, representación en mentes que también perecerán, una imagen difusa, y en la mayoría de los casos con un protagonismo episódico leve que se va perdiendo poco a poco en una niebla espesa de aconteceres triviales.

Y también una parte ya cumplida del proceso que llevó a la observación de esas otras imágenes, ahora enmarcadas, pegadas o colgadas, que son solo parte del medio ambiente cultural de alguna otra vida condenada a muerte, una parte que ya probablemente haga solo de silencioso telón de fondo indiferente de alguna tragedia diferente.

También las láminas perderán su color y su forma. Su destino, si no las rompe el lloroso e irascible rapto de algún ser sufriente o el reciclado periódico de una estética doméstica, es una muerte más lenta, indolora, incolora. Ni siquiera el pintor podrá eternizarse en ellas. Ni siquiera el mar, ni los caballos, ni las casas de pueblo de un blanco calizo se eternizarán.

¿Cómo captar la esencia de un alma y pintarla en la eternidad?.

Feliz cumpleaños, hermana. Adiós M*.

viernes, octubre 27, 2006

¡No hay dolor!

Porsena, Rey etrusco, se disponía a golpear a los romanos con su poderoso ejército. Tenía su campamento muy cerca de la ciudad eterna, entonces villorrio del Lacio. Fue entonces cuando un romano trató de matarle, llevándose por delante a uno de sus secretarios, al que confundió con el propio Porsena. El magnicida y regicida frustrado fue apresado y se quemó la mano frente al monarca, para demostrarle su coraje y su indiferencia ante la muerte y el dolor. Cayo Mucio Escévola, así se llamaba, aguantó impertérrito mientras su mano ardía y se convirtió con ello en un símbolo de la dureza y determinación del soldado romano.

No se sabe si esta historia es cierta, al estar situada en los tiempos míticos, esos que se convierten en mitos...con el tiempo (y más gracias a la siempre tergiversadora y moralizante tradición oral). Pero si lo es que hay personas que soportan el dolor con un estoicismo admirable, como los mártires de una fe, y también algunas que se lo provocan como catarsis o ejercicio de gimnasia somatoespiritual, tales como los místicos o los brahmanes.

Lo sorprendente es que alguien se queme, como se quemó Escévola, pero sin buscarlo, sin inmutarse, sin sentir dolor. Una tierna muchachita canadiense lo hizo en una pierna con un radiador mientras miraba por la ventana. También se arrancó un trozo de lengua mientras masticaba la comida, sin percatarse. No había nada de heroico en ello. No se inflingía daños a si misma en nombre de ninguna elevada moral o alguna impostura grandilocuente. Simplemente no se enteraba del daño hasta que era visible para ella o para alguien que pudiera hacérselo saber. La Srta. C, como se la conoce entre los neurólogos, no sentía el dolor.

El organismo toma información del ambiente, y la relativa a los daños es vital. No todos los daños son inmediatos y explícitos. De hecho, aunque en pequeña medida, estamos sintiendo dolor permanentemente, pero es para nosotros un ruido de fondo que podríamos calificar de inocuo. Una cosa tan cotidiana y prosaica como cambiar de postura en el asiento se realiza gracias a la incomodidad (leve dolor que no se tiene por tal)- que experimentamos al llevar demasiado tiempo en una misma postura. Nuestro cuerpo realiza ajustes continuamente para evitar daños. Unos daños que se aprecian cuando se contempla la postración de un tetrapléjico. Una de las razones por las que mueren antes es probablemente el deterioro derivado de la falta de movimiento. Si moverse desgasta más lo hace estar quieto. El dolor produce una vivificante inquietud. Y esto me hace pensar en los denominados (y autodenominados) nerviosos. Quizá su nerviosismo se deba en parte a una percepción más fina del dolor, y esta, a su vez, a un alelo particular de algún gen, como comentaba hace un par de días.

Es el dolor, nos guste o no, información. Con él no se puede hacer lo que hacían los déspotas persas con los portadores que les traían malas noticias. Si matas al mensajero te estás matando a ti mismo. Renunciar al dolor es renunciar a la vida. Esto lo ilustra la Srta. C y su prematura muerte.

Esto es lo que cuentan Ronald Melzack y Patrick D.Wall en “The Challenge of pain” sobre su caso:

“No sentía ningún dolor cuando partes de su cuerpo eran sometidas a una fuerte descarga eléctrica, al agua caliente a temperaturas que normalmente producen quemaduras dolorosas, o a baños prolongados en agua helada. Igualmente sorprendente era el hecho de que no mostraba cambios en la presión sanguínea, el ritmo cardiaco o la respiración cuando se le aplicaban los estímulos dolorosos antes mencionados....Una gran variedad de estímulos, como insertarle un palo por los agujeros de la nariz, pellizcarle los tendones o inyectarle histamina bajo la piel, todos ellos considerados formas de tortura, tampoco le producían dolor alguno. La Srta. C tenía graves problemas médicos. Mostraba cambios patológicos de las rodillas, la cadera y la columna, y sufrió diversas operaciones. El cirujano atribuyó estos cambios a la falta de protección de las articulaciones debido a la ausencia de dolor. Al parecer, no cambiaba el peso de un lado al otro del cuerpo cuando permanecía de pie, no se daba la vuelta mientras dormía ni evitaba ciertas posturas que suelen evitar la inflamación de las articulaciones....

La Srta. C murió a la edad de 29 años debido a una infección masiva y a múltiples traumas en la piel y los huesos”.

miércoles, octubre 25, 2006

Genocidio silencioso

¡¡¡Si para salvar vuestras vidas hemos de mataros, sea!!!.

Nuestra amiga la envidia

Se dice de los sentimientos que son el producto de la combinación de las distintas emociones. Serían entonces las emociones los “cuantos” o unidades irreductibles del sentir, las fichas del juego de construcción con las que elevaríamos nuestros castillos sentimentales.

Tradicionalmente se considera a la envidia como un sentimiento. Y así lo parece si consideramos las cosas tal cual las hemos planteado: el sentimiento como suma de emociones. ¿Podría acaso la envidia ser algo frío y desapasionado?: no cabe esa posibilidad. Nada es menos desapasionado que la envidia. Las emociones que la componen son muy intensas, y esto es así porque en nuestra mente se valoran asuntos que afectan -si bien sutil e indirectamente en la mayoría de los casos- a la supervivencia.

Se trata de una pasión que se mira en las pasiones. Y es un sentimiento social, que no podría existir mas que entre nosotros. Se mira en las pasiones porque surge de la ausencia de satisfacción de esas otras pasiones, que se ven o se creen satisfechas en otros. Y es un sentimiento social porque esos otros, que suponemos sienten como nosotros, y comparten nuestras pasiones, son nuestra sociedad.

Se abusa de la envidia atribuyéndola con facilidad a los demás. Esto lo hacemos más por lo que queremos parecer que por lo que podemos imaginar que piensan/sienten los demás. “¿Qué envidiaría un ser tan despreciable como yo?”: se pregunta el necio que después se presume envidiado. Los grandes envidiosos suelen creerse grandes envidiados, según perciban cambios favorables en su fortuna. Cree el ladrón que todos son de su condición.

La envidia es un juego de imaginación. Marco Aurelio se exigía a sí mismo, en sus Meditaciones, abandonar todo ejercicio estéril de pensamiento sobre sentimientos ajenos, pensando, entre otras cosas, en la envidia. Dada su posición preeminente, y su espíritu de cándida bondad, tenía más motivos para preocuparse por la ajena. Sin embargo la envidia no es estéril, es fructífera. Ha sido, es y será el motor de muchas personas para mejorar su situación. Es lamentable pero el mal está impreso en nuestra naturaleza. Marco Aurelio es uno de los raros casos en que el sabio gobierna. Los envidiosos raramente dejan paso al hombre excelente. Le ponen la zancadilla y le hacen caer...en algunos vicios más propios de la chusma.

El envidioso es cruelmente imaginativo. Su crueldad es para consigo mismo, desde luego, pero el daño recibido por la propia mano (la mano invisible del alma) puede moverle a dañar al objeto de su envidia (con la mano visible del arma). Proyecta en el otro su mal para hacerle mal.

Envidiar consiste en imaginar que el otro es felicísimo abandonándose a la pulsión cuya satisfacción no está vedada (o así nos parece). La pizca de efímera plenitud que experimenta al principio mismo de su placer nos parece, en nuestra imaginación, que abarca todo momento y lugar, llenando su alma de perpetuo y omnipresente gozo. Pero es un recurrente espejismo espiritual. Lo que para nosotros nos figuramos que sería un inmenso gozo seguramente sea para el objeto de nuestra envidia rutina, tedio, o, en el mejor de los casos, moderada satisfacción para los placeres duraderos (ejemplo: ser rico), y tensión y descarga fugaces para los que se reproducen (ejemplo el sexo). Y aún así sigue siendo simplista el planteamiento. La cosa es mucho más alambicada. Porque proyectamos emociones elementales en seres que, como nosotros, son complejos y ricos en matices. Hacemos groseras abstracciones, totalizadoras, que abarcan todo un espíritu, en lugar de mirar a nosotros mismos y conocernos mejor, observándonos introspectivamente en el acto de satisfacer una necesidad o un antojo.

La saturación es casi inmediata en cualquier placer que se precie –que se aprecie.

También los placeres podrían parecer compuestos o simples, según se deriven de satisfacción de emociones puras o combinaciones sentimentales de las mismas. Pero las emociones no son verbalizables, no son definibles. Son qualia primarios imposibles de transmitir o traducir. Los sentimientos pueden, mal que bien, ser explicados, ser expresados. Lo inefable de la mayor parte de los placeres revela que al final, lo que se satisface, siempre, son las emociones, a las que sirve todo lo demás, auténtico castillo de naipes que cae sin ruido al colmarse el deseo.

El sentimiento es más grato o ingrato según la proporción de emociones negativas y positivas que lo integren. La envidia, aunque parezca increíble, también produce pequeñas satisfacciones, en medio de su fundamental insatisfacción.

martes, octubre 24, 2006

¿Un dolor innato?

Quizá algunos no sean tan quejicas como se piensa. Yo siempre he tenido claro que hay personas que sienten más dolor que otras ante estímulos dañinos iguales o similares, y que dicho sentir no era fingimiento o exageración. Los portadores de la variante genética “protectora” miran con escepticismo y sorna a los que portan la variante hipersensible.

Por otro lado hace no mucho que se habla de enfermedades psicosomáticas. Como su nombre indica son enfermedades o males en las que el aspecto psicológico y el somático o corporal están finamente imbricados. Eso es, desde luego, algo que se podría haber supuesto hace mucho, solamente con observar el sistema neuroendocrino, que comunica el cerebro con todo el cuerpo y el cuerpo con el cerebro en bucles complejos de retroalimentación.

No está mal elegido el término “protector” para el citado gen. Pienso en la película El Protegido: En ella el protagonista sobrevive a todo tipo de accidentes, parece ser invulnerable. Al final del film el protegido descubre que quien le había hecho pasar por toda clase de peligrosos percances era precisamente su antítesis, su contrario en lo que a vulnerabilidad se refiere: un hombre con huesos de cristal. Estos dos personajes ilustran, si bien caricaturescamente, los dos tipos humanos derivados de las dos variantes genéticas: el fuerte y el débil, el resistente y el frágil.


¿Que de qué hablo?. El texto de la noticia a continuación:


Un Gen del Dolor

ISABEL ESPIÑO (elmundo.es)

MADRID.- Investigadores estadounidenses identifican un gen relacionado con el dolor, tanto el agudo en personas sanas como el persistente en pacientes crónicos. Los hallazgos, publicados en 'Nature Medicine', pueden ayudar a identificar a personas con riesgo de secuelas tras intervenciones quirúrgicas.

"El estudio muestra que heredamos el punto hasta el que sentimos dolor, tanto bajo condiciones normales como tras daños en el sistema nervioso", comenta el principal firmante del trabajo Clifford J. Woolf, de la Harvard Medical School (Boston, EEUU). "Hemos encontrado un patrón implicado en la producción y modulación del dolor y un marcador genético de la sensibilidad al dolor previamente desconocidos", concluyen los investigadores.

Para descubrir los genes implicados en el dolor neuropático (el relacionado con daños en el sistema nervioso, y uno de los dolores con más difícil tratamiento), Woolf y su equipo buscaron entre los cientos de genes que se regulan en los ganglios de la raíz dorsal (raíces nerviosas en la médula espinal) tras una lesión del nervio ciático.

La expresión del gen GCH1 (es decir, la traducción de la información que contiene en órdenes para fabricar proteínas) experimentaba importantes cambios como consecuencia de este tipo de lesiones.

Este gen, a su vez, es uno de los encargados de codificar sustancias necesarias para ‘fabricar’ un químico (el BH4) esencial en la producción de neurotransmisores como la dopamina. Tanto la síntesis del BH4 como el mencionado gen estarían implicados en otros tipos de dolor, no sólo en el de origen neurológico.

Los estudios

En primer lugar, los científicos evaluaron los efectos del gen y de esta sustancia en varios modelos animales. Los roedores a los que se había ocasionado una lesión en el nervio ciático presentaban una mayor actividad en la actividad del GCH1 y del BH4. Al inyectar una sustancia que bloqueaba esta 'cadena dolorosa' se aliviaba la hipersensibilidad de los roedores. Por el contrario, al administrar más BH4 los animales eran más sensibles.
Tras los estudios en animales, los autores decidieron estudiar el papel de ambos hallazgos en el dolor humano. En primer lugar, identificaron 15 posibles variantes genéticas del GCH1.

Los estudios en pacientes y voluntarios sanos mostraron que una variante genética en el GCH1 estaba relacionada con una menor sensibilidad al dolor. Los pacientes sometidos a una discectomía (una intervención en los discos vertebrales para tratar un dolor por compresión de raíces nerviosas) que presentaban esta variante tenían menos probabilidades de desarrollar dolor crónico tras la operación. Los que presentaban dos copias de esta 'versión protectora' del gen eran los que menos riesgo tenían.

Por su parte, los voluntarios sanos portadores del polimorfismo genético eran menos sensibles a un estímulo doloroso.

Utilidad

"Aunque cientos de transcripciones están reguladas en los ganglios de las raíces dorsales por lesiones nerviosas o una estimulación sostenida de los nociceptores [terminaciones nerviosas] y aunque muchos agentes químicos y moléculas afectan al dolor en estudios de laboratorio, hasta ahora sólo se han identificado unos pocos genes que modulen la sensibilidad al dolor en humanos. El actual hallazgo del GCH1 es uno de los primeros en reproducirse en tres grupos humanos independientes", comentan los autores en el artículo de 'Nature Medicine'.

Estos hallazgos tienen diferentes aplicaciones prácticas, a juicio de Woolf y su equipo. Por una parte, disminuir la excesiva producción de BH4 en las raíces nerviosas tras "podría prevenir la aparición o mantenimiento del dolor crónico". Asimismo, el gen GCH1 puede ser "una herramienta útil para evaluar el riesgo de un individuo de desarrollar dolor crónico".

Además, el hecho de que ambos hallazgos estén relacionados con el dolor inflamatorio y con el dolor neuropático podría explicar por qué la sensibilidad al dolor agudo ayuda a predecir el riesgo de desarrollar dolor crónico tras una intervención quirúrgica.

lunes, octubre 23, 2006

Uno puede ser lo que se proponga

Con esa frase tan sentenciosa me respondía la opositora. Era una chica que opositaba al cuerpo diplomático. Quería ser embajadora. Se acostaba tarde y se levantaba temprano por y para estudiar. Tenía un claro objetivo y estaba dispuesta a luchar por él con todas sus limitadas –que ella consideraba ilimitadas- fuerzas. “Uno puede ser lo que se proponga” -insistía.

Yo por entonces leía, entre bostezos, la revista “Actualidad Económica”. Me lo había impuesto como tediosa tarea de aprendizaje económico, por eso de que en la Carrera -no corría. Aquella publicación no me enseñó gran cosa, y con el tiempo comprendí que era incompatible con mi afán de profundidades y con mi búsqueda de regularidades, tantas veces reñidos con las realidades cotidianas. Contaba la revista el día a día de la gestión empresarial y los mercados de valores: Tal empresa compra cual, otra tal invierte en otro cual nuevo negocio, tal emprendedor ha innovado en esto, otro tal ha tenido sustanciales pérdidas.....movimientos y más movimientos de un convulso mercado, del que solo la superficie vista por el consumidor parecía estable y armoniosa, y cuya explicación escapaba a un raciocinio desorientado por sus temblores. Solamente más tarde, a partir la lectura de Menger, se me hizo un poco la luz, pero eso es otra historia....y otra materia.

Recuerdo de aquella revista un solo artículo, y de este solamente un fragmento. Era una entrevista a un tal Sáez, que por aquel entonces dirigía un Banesto recién quebrado. Sáez decía que a sus directivos les marcaba asíntotas. Todo el que sepa un poco de matemáticas tendrá clara la noción (aunque sea imaginándola “gráficamente”) de que una asíntota es una recta que va hasta (y viene desde) el infinito. Marcar una asíntota significa pues poner un objetivo inalcanzable, pedir o exigir un imposible. Decía Sáez que de esta manera lograba que sus chicos lo diesen todo, por una parte, y unos resultados elevados (reverso de esa moneda), por el otro. Uno no puede evitar pensar en esos “sociólogos” de empresa que cronometraban lo que tardaban los obreros en hacer su función para poder determinar los tiempos óptimos y luego imponer estos como objetivos innegociables a los trabajadores. Siendo como somos humanos no se nos pueden pedir imposibles, pero justo es decir que si se nos deja a nuestro libre arbitrio existe en riesgo de que caigamos en la molicie sibarita más inoperante.

La chica esta de la que hablaba marcaba sus propias asíntotas. Ansiaba la perfección mientras yo me solazaba en la duda existencial y la incapacidad de hacer nada práctico. Éramos dos polos opuestos. Y yo envidiaba por un lado su voluntad, pero por el otro la encontraba grotescamente desmesurada.

Tomando un día un café en el bar de la Facultad se lo dije: “Imagina que quisieras ser Presidenta del Gobierno”. A lo que ella me respondió: “Si me lo propongo lo puedo conseguir”. “Imagina” –continué- “que hay en estos momentos 300 personas de tu edad que quieren llegar a la Presidencia, y que todos se lo proponen del mismo modo. Es imposible que llegasen todos a la presidencia”. “Si uno lo desea de verdad lo consigue”- concluyó.

No había más que discutir, lo dejé por inútil. Luego comentaba la jugada con el amigo que me la había presentado: “He puesto un ejemplo límite, desde luego. Pero pasa con muchas cosas, sobre todo con todas esas que la gente se propone de una manera tan impetuosa y apasionada. Quienes persiguen grandes objetivos pueden tener grandes caídas. Probablemente los grandes fracasos le sobrevienen a quien lo quiso todo y no pudo alcanzarlo más que a quien apenas luchó y no obtuvo gran cosa. Pero si uno no persigue sus objetivos con ilusión y energía mejor que no se marque objetivos muy elevados. Es posible que sea preciso ser un Quijote que se marca asíntotas para llegar a un lugar intermedio y, quien sabe, quizá incluso a la cima”.

Aquella chica era un poco hormiga, y yo un poco cigarra. No sé que habrá sido de ella. No sé si aprobaría o no su oposición. Espero que haya logrado lo que se proponía, aunque, de no haberlo hecho, estoy seguro de que ha logrado al menos una buena colocación profesional.

Hacen falta personas que se marquen asíntotas, probablemente, pero creo que hay un tipo aún más necesario, y menos peligroso: el que llega arriba subiendo poco a poco sin necesidad de haberse planteado desde la misma base de la pirámide que deseaba alcanzar la cúspide.

domingo, octubre 22, 2006

El último pensamiento

by Nicola Predovic

Fijaos en la fuerza de esta imagen.

La actitud de cada uno de los personajes es interesante pero me interesa la de los dos protagonistas principales. Uno arrogante y altivo, sin el menor signo de nervios, sino más bien todo lo contrario: La ejecución cobarde, al amparo de dios sabe que justificacioneses, es ya costumbre.

Lo del otro no puede ser costrumbre porque nunca antes ha tenido mayor certeza de su muerte que en este instante. La única certeza, hecha hombre con pistola, ante sus ojos.

Y yo me pregunto ¿Qué o quienes serán su último pensamiento?

viernes, octubre 20, 2006

¿Qué es la vida? (Sentimientos y Suicidios)

Que nadie espere encontrar aquí la respuesta a tal pregunta.

En 1943 Erwin Schrödinger escribió un breve ensayo, basado en unas conferencias que había impartido. Lo hacía 10 años después de recibir el Nobel de Física junto a Paul Dirac, como cofundador de la mecánica cuántica, y 10 años antes de que Watson y Crick descubrieran la estructura del ADN, durante el fragor de una Guerra que constituía el primer intento serio de suicidio de la civilización, pese a ser calificada, en grandes letras, de Segunda.

Schrödinger se preguntaba ¿qué es la vida?, en ese momento en que tantas vidas se sacrificaban voluntaria o involuntariamente en los altares del totalitarismo, es farsa pseudoreligiosa y relativista. Ya asentados los fundamentos matemáticos que explicaban, mal que bien, el sorprendente comportamiento de la materia, quedaba por explicar, desde la física, la materia viva; labor que el físico confesaba difícil, pero no imposible. Al final del camino solo había física y química, se decía y nos decía, y solamente había que recorrerlo.

Schrödinger apostó por la termodinámica de los procesos biológicos. La termodinámica es la rama de la física que Einstein calificó de Teoría perfecta. Uno de los más excelsos representantes de tan perfecta teoría, Boltzmann, cuyas ideas sedujeron a Schrödinger hasta el punto de orientar su interés a la física, se suicidó, se quitó la vida, por su afán de perfección no colmado.
Padeció Bolztmann lo que se ha dado en denominar “Crisis de Kant”, que viene a ser algo así como un desarreglo espiritual grave, una profunda depresión, ocasionados por la incapacidad de la mente, siendo brillante e inquisitiva, para dar respuesta a las cuestiones últimas. La crisis de Kant hace que la mente se vuelva contra si misma, anudándose en una congoja irreprimible, y causando un suicidio simbólico. En el caso de Bolztmann se tradujo en un ahorcamiento muy real.
Si se busca por ahí, en biografías, se encontrará otra respuesta a su suicidio: su trabajo no era todo lo aceptado que él quisiera por la comunidad científica. Pero Bolztmann no daba con la respuesta definitiva que ansiaba, quería comprenderlo todo perfectamente. Quería llegar hasta el final del túnel y ver la luz que todo lo ilumina. Unamuno, en su Sentimiento Trágico de la Vida, apuntó muy bien cómo puede uno morir, irónicamente, por exceso de amor a la vida. Y en el caso de Boltzmann ese amor, causa de muerte suicida, de negación voluntaria de la vida, contribuyó poderosamente a concebir la teoría perfecta; ese amor, como el sexual, tras un largo y doloroso embarazo, trajo la vida, la explicación última de la vida, tal como la ciencia pura puede presentarla.

Pero no todo es ciencia pura, y debo volver a Unamuno, filósofo y poeta, y a su Sentimiento trágico: ¿Es acaso la vida no sintiente Vida?. ¿Son la termodinámica, la homeostasis, la replicación, el metabolismo, Vida por si mismas?. ¿No son, al fin y a la postre, lo que dijo Scröedinger, solamente física y química?. Bien, aceptemos esa definición de la vida, fruto de la observación y la “objetividad” científicas. Pero por dentro, como experiencia: ¿Qué es la vida?. Porque que algo se mueva con orden o sin el, que algo vaya en la dirección de la flecha del tiempo o, paradójicamente, contra ella, no cambia el que sea materia desnuda. ¿Qué importa si los átomos se agrupan en una roca o en un metabolismo?. Mecanicismo sin grado alguno de libertad, sin alma.

Descartes no debió decir “Pienso luego existo” sino “Siento luego existo”. Pues la vida es la vida sintiente. Desde el animismo tendemos a atribuir sentimientos a los seres y vida a los fenómenos. A todo lo que sucede, a todo lo que es, le ponemos una etiqueta sentimental. Todo lo más nos es indiferente, si no nos afecta. Mi hijo saluda a los gatos. ¿Hacen los gatos algo parecido?. ¿No es precisa la empatía, no lo es que se mire al "otro" para identificar el propio "yo"?; ¿no surgió el YO de la identificación del OTRO?. ¿Qué somos acaso sin el otro?, ¿qué es el otro sin nosotros?. Lo que es claro es que ese otro que permite el surgimiento del ego ha de ser un otro muy cercano, casi uno mismo. Parte de la familia, de la tribu, del género humano. Depredadores y presas siempre han existido como “otros” perfectamente diferenciables, pero no como “otros” que permitiesen hacerse a la idea del yo. La comunicación, no la caza, la lucha y la huída, es la base del ser sintiente que supera el puro automatismo. Los vertebrados superiores, mamíferos y aves, se aproximan a la conciencia, se aproximan a la vida, sienten, gozan y padecen...se comunican. Para Eibl Eibesfeldt la cosa parte de la relación madre-hijo, de la crianza.

Mis reflexiones sobre el dolor me llevaron a la consciencia. ¿Siente el insecto cuando le piso?. Las hormigas, tan sociales, lo son de forma bien distinta a nosotros. El sueño, la utopía comunista, se cumplen con ellas porque se comportan como autómatas, sin individualidad. No sienten como lo hacemos nosotros, no sufren igual, no son individuos. ¿Qué sienten cuando las piso?. Mueren sin dudarlo por la comunidad como lo hacen las células somáticas en la apoptosis o muerte inducida. ¿No es preciso para experimentar dolor disponer de un sistema nervioso central complejo con sistema límbico, conectado al mundo por receptores específicos?. Solo hay que pensar en cómo, siendo nuestro cuerpo un conjunto ordenado de billones de células, solamente sentimos algunas de ellas. ¿Qué extraña cualidad poseen las células nerviosas?. No hay que caer en el reduccionismo: el dolor, al igual que la conciencia, son propiedades emergentes, esto es, que no pueden ser explicadas por el conjunto de relaciones de nivel inferior de las que nacen. Yo no siento a los cientos de miles de células, de unidades de vida, que cada día mueren, y en tantos casos se suicidan, para mantenerme íntegro y funcional. Una red de células integradas, en mi cerebro, dan origen a mi mente. La red de células no es siempre la misma. Los distintos estados de conciencia, que se suceden de continuo creando sensación de continuidad, son distintas disposiciones de la red, con distintos integrantes. La conciencia es un proceso dinámico. Como señalan Edelman y Tononi en el “Universo de la Conciencia” hay grupos funcionales de neuronas seleccionados para cada instante en distinto grado. La conciencia no es un fantasma en la máquina. No hay un YO que mira y siente a través del sistema nervioso. Lo que hay es una activación de distintas partes del sistema nervioso en paralelo que, conectadas en una red difusa, con circuitos de reentrada, es decir, bidireccionales, dan origen a la conciencia, al sentir, a los variables qualia unificados en el YO.

El dolor, el intenso dolor, pero no un dolor físico, sino psíquico, sentimental, llevan al suicidio. Camus, gran existencial, dijo que el suicidio era la cosa más seria, Edward O. Wilson aprovechó para replicar a esto, desde la primera línea, en su monumental obra "Sociobiología". La comenzó y la culminó haciendo referencia a ello. Hay cosas más serias, más importantes, como la crianza de los hijos....origen de la verdadera comunicación que hace nacer el YO. Nuestros instintos pueden llevarnos al suicidio, pero no sé por que extraños caminos pueden llevar al autosacrificio en nombre de la incompletitud de una teoría, no sé cómo los instintos de Boltzmann le llevaron a quitarse la vida.

Uno aspira al trabajo bien hecho, a la perfección, tanto más cuanto más implicado se haya emocionalmente con él. Ningún contable se suicidaría por un descuadre en una cuenta –salvo que supusiese su quiebra económica y su desprestigio social. Para Boltzmann su teoría lo era todo porque había puesto todo el peso de su apuesta biológica en ella, todo el peso de su Vida. Quizá la verdadera incompletitud no era teórica, sino sentimental. Así que quizá la causa de su suicidio fue también en gran parte la falta de aceptación de las ideas de Boltzmann entre otros científicos, como señalan las biografías.

Ya desde las bacterias hay impulsos. Muchas de ellas disponen de flagelos con los que se propulsan hacia ambientes con más luz, con más calor, con más nutrientes. Pero no imagino cómo podría sentir una bacteria.

Lo que siente tiene fines. Sin sentir no habría finalidad, solo acción-reacción. Sin sentir no habría vida. Hasta las más pequeñas células, como vemos, parecen perseguir un fin, por muy limitado que este sea. Nosotros tenemos miles, cambiantes e incluso contradictorios. Se confirma lo de que el hombre tiene más y no menos instintos que el resto de animales. ¿Que es pues el instinto sino un impulso "motivado" por el sentir?. ¿Es la vida, acaso –pluralidad de instintos?.

Seguro que algunos se suicidarían ante esta perspectiva,....por amor a la vida, por un amor ambiguo, cargado de rechazo, al instinto plural, necesariamente contradictorio, generador de incompletitudes.

Doctor Liberal y Mister Antiliberal

Muchos liberales sufrimos esa intolerable contradicción. Uno es liberal, políticamente liberal, cuando habla de política, cuando piensa, como el propio nombre griego indica, en los asuntos de la “Polis”, en los asuntos de la colectividad, o, dicho de otra manera para no herir sensibilidades anticolectivistas, en los asuntos generales. ¿Qué es lo mejor para la sociedad?, ¿qué es lo que puede y lo que no puede hacer una democracia, un Estado?, ¿en qué condiciones funciona mejor la economía?, ¿dónde-pregunta clave- se es más libre?. ¿Qué es la libertad para un ciudadano, tomado así, anónimamente?.

Pero ¿quién es liberal cuando están en juego sus recursos, su autoestima, su seguridad, su felicidad, y, más importante aún si cabe, los de su familia?. Mister Antiliberal acecha en las sombras de la miseria, de la ignorancia, de las inseguridades, de los miedos, y en las penumbras existenciales del deseo de formar parte de un grupo, del deseo de un orden superior, de una coherencia, de un sentido globales. Si uno puede vivir a costa de los demás de un modo aséptico, limpio, a través de una artimaña que sirve de autoengaño, tal como una institución, y dedicar su tiempo a reflexionar sobre el sentido de la existencia ¿cómo va a dejar de hacerlo?. Porque ¿quiénes son los demás en una sociedad anónima e impersonal? ¿quién hay fuera de nuestra familia y nuestros amigos?. Hay que reconocer, con Smith, que si se mueren 3000 chinos esta tarde en una inundación, no nos producirá más que una pequeña zozobra. Solamente nos alterará si el agua continúa su camino hasta nuestra casa o hasta la casa de alguien conocido y apreciado, o si asociamos esa inundación –probablemente de manera errónea- al fenómeno del calentamiento global y pensamos que tarde o temprano, de una u otra manera, nos terminará afectando –a nosotros y a los nuestros- de forma negativa.

Doctor liberal se afana por comprender y aceptar la realidad tal cual es, tal cual se manifiesta, tal cual nos viene, como buen doctor. Pero los vicios y las necesidades de su reverso tenebroso quieren poder, tranquilidad, satisfacción, logrados sin lucha. Ambos están en nuestra naturaleza.

No recuerdo ahora que economista lo decía, pero es bien cierto que lo ideal, para casi cualquier individuo tomado aisladamente, es trabajar en un monopolio.

Y el ideal de ideales, diría yo, es que uno trabaje en un monopolio inexpugnable –permítaseme la expresión- como en una isla, rodeada de un mar de liberalismo.

O, como soñaba Rimbaud: vivir de las rentas. O, como soñaba Marx, en la opulencia.

Pero el liberal emprendedor, el liberal empresario, naturalmente empresario, que busca la lucha en la vida, que no quiere dormir en los laureles y ve el día a día como un reto obligado, que huye del tedio que le produce la inacción o la contemplación, que quiere cambiar la faz de las cosas, que quiere escalar por los medios para llegar a altos fines es, sin ningún género de dudas, la posible excepción a esta regla....mientras le vayan bien los negocios.

Ahora bien, ¿cuántos son así?.

lunes, octubre 16, 2006

El tonto desasesorado

Ya lo sugirió Knut Hamsun en su novela "Misterios": basta con rodearse de un halo de misterio para que uno se convierta de inmediato en alguien interesantísimo para sus semejantes. Una forma habitual de resultar misterioso es el silencio. La gente que gasta sentencias lacónicas suele parecer más interesante que quienes se pierden en palabras. Al menos, si no más interesantes, si dan la impresión de ser más inteligentes. Quizá esto se deba a que exponen menos flancos en su discurso. Su economía verbal pone menos al descubierto sus flaquezas lógicas y argumentativas. Ya lo dice una frase humorística que circula por ahí, quizá de Groucho: mejor callar y que parezca que uno es idiota a hablar y confirmar que lo es (¿por qué será que me encantaron siempre los aforismos?). Claro que sería un error pasar por alto que la inteligencia toma, en efecto, la forma de economía verbal en muchas circunstancias y personalidades. Una de ellas fue Calvin Coolidge.

Pienso ahora en Coolidge, ese President of the United States que decía que el negocio de los americanos son los negocios. Aquel era un Presidente un tanto extravagante, y no precisamente por sus florituras verbales; era más lacónico que los mismísimos éforos espartanos. Se deleitaba desenrrollando a los rollos. Me explico: llamaba al Despacho Oval a numerosos personajes para que le hicieran sus propuestas (y así los "despachaba"). Escuchaba todo lo que tenían que decirle sin decir palabra. Generalmente se quedaban sin nada que decir después de un rato de enrollarse. Entraban papagayos y salian humillados y mudos. El rollo había quedado desenrollado. No había más que decir. La técnica del silencio había vencido a la de la palabrería. El charlatán exponía sus flancos y Coolidge, astuto liberal, amigo del Estado mínimo, le asestaba un golpe final en tres palabras, estas que entrecomillo u otras similares: "no es necesario".

Una anécdota genial, que refleja bien a las claras cómo era Coolidge. Sucedió la cosa en una Granja. Y desde entonces se habla del "efecto Coolidge".

Iban el Presidente y la Primera Dama de visita por la Granja, ella por delante y Calvin por detrás. De repente la Primera Dama observó una cópula salvaje de un Gallo con una Gallina. "¡Vaya!, ¿Ese Gallo practica mucho el sexo?" -preguntó al granjero. "20 veces al día, Señora"- respondió este. "Dígaselo al Señor Coolidge" -repuso la Primera Dama.

Poco después llegó Coolidge y recibió el mensaje, sutilmente mandado por su esposa. "Y dígame" -preguntó al granjero"- "¿Lo hace siempre con la misma gallina?". A lo que el Granjero respondió: "No, en absoluto. Cada vez con una gallina distinta?". "Dígaselo a la Sra Coolidge" -sentenció.

Aquel hombre era un sabio, no me cabe duda. Y es sorprendente, por lo menos para quien cree, como habitualmente se suele creer por aquí por Europa, que los Presidentes de los EEUU son una retahíla de gilipollas empedernidos (quizá debiera añadir que los Presidentes Republicanos, pero al hacerlo me metería en un terreno farragoso). George Bush es el tonto por antonomasia. Es el ejemplo perfecto de imbécil integral, de maniqueo iluminado ultraortodoxo del fundamentalismo más agresivo -en opinión de tantos y tantos aquí en Europa.

Pero es parte del mito del americano tonto. Para nosotros los americanos son bobos de la base a la cúspide de la pirámide de población. Todos sus sabios son importados, comprados con ese dinero capitalista de su mercado infecto, producto de un liberalismo despiadado y salvaje. Se aduce como ejemplo, tantas veces, que no saben dónde está España en el mapa. Ni se os ocurra preguntar a un ciudadano medio que pasea por la calle dónde está Bután. Pero AY....¡EN ESPAÑA SABEMOS DÓNDE ESTÁ ESPAÑA!. Y quizá esto se deba nada más a su singularidad peninsular.

España es un gran país, de eso no hay duda. Pero nos gobierna un mentecato como ha habido pocos. ¿Es que queremos parecernos a los americanos?. ¿Seremos acaso MÁS TONTOS QUE LOS AMERICANOS?. Triste constatarlo. ¿Y quién es un tonto para juzgar a otro?: nadie. Quizá, después de todo, los tontos seamos nosotros.

Ahí tenemos los anatemas vertidos contra Bush. Lo que aterra a quienes le critican no es que sea tonto, sino que sea un tonto en la cima del mundo, con un poder casi absoluto.
Horacio Vazquez Rial expresa una idea que pos sí sola debiera desmontar todas esas falacias: "un presidente de los Estados Unidos es la persona más rodeada, controlada, aconsejada y contenida del universo mundo y que, aunque fuese tonto de baba, su capacidad para proceder en consecuencia sería muy relativa". Lo hace en un artículo que no tiene desperdicio. El retorcido Peter Singer vuelve a la carga. Ya se le conoce en los círculo neurocientíficos como el defensor de la descabellada idea de que el ser humano carece de libertad. Ya desde el fundamento científico mismo atenta este personaje contra la libertad. La niega hasta en su último reducto, la mente humana.

Creo que una buena terapia contra los excesos psicológicos del antiamericanismo -estos si, una obsesión maniquea disfrazada de relativismo multiculturalista- sería pasear por la página web de la Casa Blanca y leer los discursos de George. Si es tonto -cosa que ni afirmo ni niego- no lo refleja en sus discursos. Esto ilustra el punto señalado de Vázquez Rial, que es un hombre bien asesorado, o, mejor (peor) aún, que es un hombre de una brillante inteligencia. Ambas cosas desbaratan la idea de que un imbécil gobierna el mundo.

¿Y quién asesora a nuestro Presidente?. No lo sé, aunque tengo la impresión de que este nuestro es más libre de dar curso a su tontería que el americano.

Así nos va.
Bruce Springsteen - Waitin' on a Sunny Day

Esta es la que mi mujer y yo llamamos la canción del buen rollo.

A lo largo de mi vida aparecen canciones que asocio a momentos, a etapas, a sensaciones...

Esta canción (diría mejor la totalidad del disco, The Rising, que os recomiendo encarecidamente por tratarse de un indudable momento de inspiración y madurez)representa un momento de optimismo como no había vivido otro antes.

Habíamos conseguido por fin cumplir el anhelo de vivir nuevamente junto al mar. Habíamos logrado escapar de Madrid y de aquel ambiente enrarecido que nos estaba consumiendo poco a poco. Y el horizonte aparecía despejado como no lo había estado nunca antes. Yo, mi chica y un futuro de esperanza.

viernes, octubre 13, 2006

Ben Harper - Sexual healing - Live NPA

Aquí va la fantástica versión acústica (¿Para qué más?) del tema de Marvin Gaye, "Sexual Healing". Espero que lo disfrutéis tanto como yo.

miércoles, octubre 11, 2006

Mandala


Cojo mi actividad y la desmenuzo en fragmentos. Cada uno por separado no significa nada. No hay estímulo para continuar. Todo es materia vacía, nada emancipada.

Estoy dentro de un círculo, rodeado de unas escaleras que suben y otra que baja. El alto de cada una de las que suben irradia una luz tenue y hermosa. El primer escalón de estas es muy alto. Salto desganadamente, intento llegar a cada uno de esos primeros escalones, sin mucho ímpetu, y caigo al círculo. Me acerco hasta la escalera que baja. Miro hacia abajo y veo una bruma. Me arrastro por ella; en realidad me deslizo. La caída es lánguida, dulce. De pronto me acuerdo de las luces. Quiero volver. Pero me resbalo en un aceite espeso que impregna toda la escalera de suave pendiente. Esto pringado de ese aceite, un aceite hediondo. Siento asco, asco y frustración. Cada vez está más oscuro: la bruma dejó paso a un negro creciente.

Encuentro una baranda, me aferro a ella dolorosamente. Estoy lleno de heridas sangrantes. No sé cómo me las hice. Entonces descubro cristales, pequeños cristales, por sobre la escalera, mezclados con la sustancia grosera y repugnante. Cojo con fuerza la baranda y sigo subiendo, extenuado, fulminado, pero con una misteriosa fuerza de desesperada repulsa. Llego al fin al círculo. Veo las luces en lo alto. Bajo la cabeza y veo un dibujo, un hermoso dibujo lleno de colorido. Suspiro aliviado y el dibujo es disgregado por mi aliento. Estaba hecho de polvo. Era un mandala.

Cojo mi actividad y la desmenuzo en fragmentos. Cada uno por separado no significa nada. No hay estímulo para continuar. Todo es materia vacía, nada emancipada.

martes, octubre 10, 2006

El elemento mítico

Érase una vez un hombre que estaba tan aburrido, tan aburrido, tan aburrido.....que deseaba que sucediese una catástrofe cósmica que le sacase de su asqueante letargo.
"Aunque sufra un terrible dolor, aunque muera. Aunque la humanidad a mi alrededor sea una masa convulsa y agónica....¡Pero que pase ALGO por Dios!. ¡Quien pudiera asistir al fin de los tiempos!".

No hablo de un "ser de otro mundo", de "un animal de galaxia", ni siquiera de un ser inhumano. Es el hombre mismo, y dentro de la categoría humana cierto tipo de ser humano particular que desarrolla todo o gran parte de su potencial de zozobra sin desarrollar paralelamente actividades y especulaciones lo suficientemente entretenidas y/o profundas.

Si a esto le sumamos un gusto por el mito, a falta de espíritu científico, de verdadera filosofía, de afán de conocimiento, en resumen; si le sumamos un placer en los juegos de imaginación, una obsesión quimérica que transfigura la realidad de acuerdo con apetencias explícitas o inconfesables, un afán literario proyectado en el mundo, tendremos al monstruo intelectual.

In-quietud, la no quietud, el no poder estarse quieto, puede significar algo malo y algo bueno, o una ambigua y peligrosa mezcla. Lo que no puede obviarse es que está en nuestra naturaleza biológica y mental, caracterizadas por el movimiento continuo. ¿Buscaban una máquina de movimiento continuo?: ustedes mismos (ya, ya lo sé. No es eso. Tomamos energía del ambiente. Pero no hablo de física, por cierto).

No existe el tipo sin inquietud. Lo que existen son diversas inquietudes.

Dice el refranero español: Persona parada malos pensamientos. Pero eso no es exactamente así. Uno nunca está parado. No estar realizando una actividad obvia, calificable de habitual, de hábito, no es estar parado. Tener el cuerpo parado tampoco es prueba de falta de actividad. Es precisamente esa inquietud de la que hablamos, sometida a la camisa de fuerza de la ausencia de proyecto (aparente paradoja, pues debiera entenderse esta ausencia como ausencia de una restricción, como libertad, pero en esta paradoja radican los conceptos erróneos de libertad), la que lleva a fantasear, a desligarse progresivamente de la realidad dinámica entrando en una dinámica mental perniciosa.

Otra del refranero, este religioso: la pereza es la madre de todos los vicios.

Nos dice José Carlos que son demasiados los intelectuales que echan pestes del capitalismo. Y nos da razones por las que es así. Pero no menciona la mezcla fatal de tedio y elemento mítico, ese cóctel explosivo que lleva a creer en el absurdo, a apoyar los genocidios, a dudar hasta de los propios instintos, contrariando sistemáticamente a la naturaleza en busca de la utopía, esa panoplia de abstracciones infame.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

lunes, octubre 09, 2006

Sueño de vida

Sufro. Sufro indeciblemente.

Me han dicho algunos amigos que me aplique, que haga proyectos, que me entregue a una acción frenética, que me ilusione por las cosas. Pero no puedo parar de pensar en las posibles consecuencias funestas de cada paso que doy, de cada cosa que emprendo. Sufro anticipando un futuro incierto, cierto. No debiera sufrir. Pero intuyo siempre lo malo, incluso lo malo en lo bueno. Esta perspectiva sesgada me trae de cabeza. Mi pensamiento, que es sentimiento, vuelve siempre a las ideas asfixiantes del fracaso insuperable, de la caída irreparable de un ángel sin Dios.

He oteado el horizonte, y no hay una línea, hay un profundo abismo en el que se pierde el mar. Si boto el barco y comienzo una singladura sé que llegaré a ese lugar en el que las aguas caen por la catarata de infinita profundidad del fin del mundo.

De nada sirve que me digan que la tierra no es plana.

Nadie puede ayudarme porque su ayuda es futuro, porque todo es futuro, porque la flecha del tiempo irá ineluctablemente a dar en el centro del Caos. Mis energías se dispersan, se pierden en el calor de mi desesperación.

Todo futuro consumado es muerte, y todo futuro en suspenso es cruel incertidumbre. Solamente merced a una ilusión, en el correcto sentido del término, pueden los hombres avanzar hacia delante.

¡Marchad, soldados del tiempo, marchad!

¡La guerra es vuestro sino!

¡Matad! ¡Morid!

¡Soñar es vivir!

No es que la vida sea sueño, es que el sueño es vida.

viernes, octubre 06, 2006

El hombre supeditado

Ayer estuve viendo un documental sobre la disminución de la población de Leones marinos en la costa de Canadá. En él se trataba de analizar las causas que han influido en el alarmante descenso de individuos, un 20% anual, en los últimos años.

Se atribuía a diferentes causas, como impacto medio ambiental, cambio climático y las habituales en estos casos, pero se incidía especialmente en la disminución de los bancos de arenques que acuden a aquellas costas a desovar sobre los bosques de algas abundantes en la zona.
Era alucinante ver el mar, habitualmente azul marino intenso, convertido en blanco por el efecto del desove y observar como todos las poblaciones autóctonas (incluida la humana) se preparaban a conciencia en espera del festín que se avecina cada año con la eclosión de los millones de huevos. La pesca está regulada para los hombres, insaciables siempre, no siendo indiscriminada. A pesar de ello había para todos.

El hombre como predador autorregulado en aras de mantener un equilibrio adecuado.

Esto último me hizo meditar acerca de cómo el hombre se cree medida de todo y se ve a sí mismo como elemento necesario para la regulación del ecosistema que le permite vivir. Administrador de recursos en la medida de sus posibilidades. Pero me pregunto porque el hombre habrá llegado a esta conclusión sobre todo si tenemos en cuenta que la propia naturaleza se ha encargado, mediante una cuidada y paciente selección, que ha durado millones de años, de ir eliminando y añadiendo especies en función de sus propias necesidades de equilibrio.

Esto me lleva a pensar que si el hombre quiere subsistir no le quedará más remedio que acabar autorregulándose en aras de administrar los recursos naturales o, de lo contrario, el propio regulador natural lo eliminará, en aras de su propia supervivencia, de ese sistema que llamamos naturaleza.

Es decir, nosotros como especie, luchamos por nuestra propia supervivencia y es por ello que nos vemos obligados a auto regularnos porque somos una existencia supeditada a un sistema que no va a permitir que su equilibrio se rompa, que su subsidencia se vea amenazada, por mucho que nosotros creamos que somos capaces de ello.

Así cuando aparecieron predadores que amenazaron la supervivencia de algunas especies (como en el caso del documental, los arenques) su instinto de supervivencia arbitró que la solución era poner muchos más huevos para que de este modo las posibilidades de supervivencia de la prole fueran mayores. El problema es que estos procesos necesitan de miles o millones de años y que en nuestra ridícula, a efectos temporales, historia no somos capaces de percibirlos activamente. Podemos suponerlos o vaticinarlos pero no palparlos. Esto me lleva a suponer que nuestra observación sólo aprecia los procesos intermedios, algunas causas, pero, en absoluto estamos capacitados para apreciar el movimiento regulador en su conjunto y, mucho menos, explicarlo. Si sólo tememos unas pocas piezas del puzzle nuestra posibilidad de intuir la composición completa es nula.
Y así todas estas explicaciones son tan absurdas como limitadas nuestras capacidades frente a un sistema al que estamos inevitablemente supeditados.
Aunque en nuestra visión antropocentrista del mundo nos sea imposible concebirlo.

La naturaleza, el sistema, la vida, seguirá su curso con o sin nosotros.

jueves, octubre 05, 2006

El termo impostado

Blog vecino y hermano.

Pensamientos andados

Puede parecer sorprendente pero todas nuestras ideas nos las encontramos mientras estamos razonando. Nos salen al paso. Esto es congruente con la idea de que nuestra mente es un proceso, movimiento, biología, necesidad y azar, y no un actor externo al mundo.

Nietzsche hablaba de los "pensamientos andados" como mejores que los surgidos de un cómodo diván. Probablemente sea cierto. Pero vengan de un sillón o de un paseo, los pensamientos son pies que andan, tropezando de cuando en cuando en su camino con alguna brillante idea.

Pequeñeces

miércoles, octubre 04, 2006

El mejor de los mundos posibles

Estoy comiendo en la cocina un viernes, con unas horas de trabajo aún por delante, y aparece la mujer de la limpieza.

"¿Qué rollo verdad?" - me dice.

"Bueno"-respondo-"podría ser peor".

"Si"- insiste-" pero podría ser mejor".

En realidad que sea mejor depende de nosotros, de la liberación de nuestros potenciales, de nuestra creatividad....depende de nuestra acción en el mundo. Pensar que podría ser mejor, sin presuponer nuestro esfuerzo o nuestro ingenio, es pensar que debería haber un ángel de la guarda, sea este un funcionario público o un benefactor privado, o el mismísimo ángel, como subvencionador, mecenas o milagroso protector de nuestras valías (que siempre estimamos elevadas, cuando se trata de recibir), que velasen por nuestro ocio y por nuestra fortuna.

El noventa y pico por ciento

Es muy curioso como cuando uno pretende situarse dentro de una minoría selecta tiende a hablar de que forma parte de un 5, un 2 o un 7%, o, dicho de otra forma: que NO forma parte del 90 o 90 y pico por ciento de gente, de vulgo, de masa amorfa e indistinguible de nulidades.

Rara vez reconoce alguien que se presuma excelente el sentirse confortable dentro del mayor número.

Esta visión excluyente de la excelencia debe ser superada. No somos un número, ni un porcentaje. En actos únicos, decididos individualmente (o conjunto limitado de actos integrados), podremos formar parte de un grupo ponderable. Casi nunca sucederá esto conforme penetremos el comportamiento humano, por la cada vez mayor dificultad de agrupación conforme se suman actos. De lo que no escaparemos es de la condición humana, desde luego. Pero nuestra diversidad es suficiente (tanto entre nosotros como dentro de cada uno) para no dividir dicotomicamente la sociedad humana en dos grandes categorías contrapuestas de sabios y necios, de justos e injustos, de ricos y pobres, afortunados y desafortunados, capaces e incapaces, y un largo etcétera de valoraciones.

Yo pertenezco al noventa y pico por ciento. ¿Y tú?.

martes, octubre 03, 2006

La paradoja y el dilema del crecimiento

Son muchos los que sostienen que la economía mundial debería ralentizar su ritmo de crecimiento. Para ello, dicen, nosotros, los individuos, en una decisión colectiva tomada uno a uno (difícil tesitura), debiéramos restringir el consumo de lo no necesario, de lo superfluo (sea esto lo que sea, difícil decisión susceptible de generar terribles controversias, con guerras incluidas). Y debiéramos hacerlo no por el gusto de la austeridad, no por el placer de contentarnos con poco -que seguramente creerán ellos que es placer de sabios, sintiéndose tales- sino por impedir el colapso total de la naturaleza, el Armageddon del cambio climático y la sexta extinción; en resumen: el fin de los tiempos.

No voy a meterme yo en las zarandajas de valorar si la vida pluricelular del planeta va hacia el desastre, pues no me considero capacitado para ello (los microbios seguirán medrando, de ello no me cabe duda). El sistema vivo, Gaia, la biosfera, son demasiado complejos para que pueda abarcarlos con mis limitadas capacidades mentales. que la evolución o un divino agente diseñaron así.

Simplemente me hago una reflexión: si eliminásemos todo lo superfluo, entendiendo con ello todo lo que no es estrictamente necesario para la supervivencia y dos o tres placeres estéticos, pictóricos o musicales, por ejemplo; es decir, si retornásemos al ideal de tribu celta en contacto con la naturaleza, ¿qué sería de todos aquellos que ofrecen tantos y tantos bienes y servicios "no necesarios" en el mercado, esto es, de la mayoría de nosotros? (pues la "oferta" también existe, inextricablemente entrelazada con la demanda en un autoabrazo). Sencillamente, sobraríamos. En una economía de subsistencia, entendiendo esta como una economía en la que cada agente busca satisfacer única y exclusivamente su supervivencia y bienestar inmediatos, teniendo pocas necesidades de esas que podrían denominarse de segundo orden, puras fruslerías, se tiende a la economía de subsistencia, esto es, la economía en la que los agentes participantes solamente pueden aspirar a sudar y a sangrar el pan, quedando su multiplicación, como la de los peces, dependiente del milagro de un hijo de Dios. ¿Quién podría disfrutar de la naturaleza si tiene que luchar con ella cada día para no ser eliminado por ella?. El paraíso se convierte en infierno.

El crecimiento no consiste necesariamente en montañas de nuevos productos físico arrancados de las manos muertas de una naturaleza mancillada. El crecimiento puede ser la mejora de las técnicas y de los procesos que hacen posible que la naturaleza recupere el terreno perdido ante una torpe industrialización.

Tenemos pues una paradoja del crecimiento: A mayor crecimiento económico mayor crecimiento natural. Esto no tendría porqué ser paradójico, pero a la luz del ecologismo más militante lo es.

Pero hay además un dilema del crecimiento, para el caso de que esto fuera un juego de suma cero entre la naturaleza como conjunto y su subproducto, la sociedad humana, en el que al final solo ganase la banca de Universo, es decir, el caos, la muerte: Si no crecemos la mayoría de nosotros morimos, si crecemos morimos todos. Crezcamos mientras podamos o planifiquemos un holocausto selectivo de acuerdo el criterio alambicado de algún ingeniero social convincente.