lunes, noviembre 06, 2006

Reconocimiento de patrones sui generis

«¿Por qué dijiste que los poetas mienten demasiado?»

«¿Por qué?, dijo Zaratustra. ¿Preguntas por qué? No soy yo de esos a quienes sea lícito preguntarles por su porqué.

¿Es que mi experiencia vital es de ayer? Hace ya mucho tiempo que he vivido las razones de mis opiniones.

¿No tendría yo que ser un tonel de memoria si quisiera tener conmigo también mis razones?

Ya me resulta demasiado incluso el retener mis opiniones; y más de un pájaro se escapa volando.

Recordaba la idea pero no recordaba la frase exacta, ni dónde localizarla. Miré por encima el libro, pasando rápidamente sus páginas, y no lo encontré. Tampoco estaba seguro que fuera de esa obra en particular. Había leído muchos libros del autor, pero algo me decía que era de ese.

Esta mañana busqué en google a Nietzsche, y, entre comillas: “las razones de mis opiniones”, y me apareció el texto del que he sacado el fragmento que abre este post.

¿Pero por qué andaba yo buscando esas palabras? ¿a qué se debía mi repentino interés por esa vieja frase de Nietzsche relativa a sus opiniones?. Un neuropsicólogo me la había recordado sin mencionarla. Goldberg, ruso afincado en EEUU, me hablaba a través de las páginas de su libro “La Paradoja de la Sabiduría” y yo enlazaba sus palabras con imágenes mentales diversas. Así es como nos comunicamos cuando las palabras son el único medio y el lenguaje no verbal está ausente.

Goldberg sostiene que el hombre adquiere a lo largo de su existencia, de su experiencia vital, la capacidad de reconocer patrones. Esto es posible porque el cerebro memoriza la información útil del ambiente en forma de redes específicas que se activan y refuerzan con cada nueva impresión similar a las que dieron origen al patrón. Así, en nuestra mente, concretamente en nuestra neocorteza, hay algo parecido a una red neuronal que identifica, pongamos por caso, a un perro, con independencia de que sea un pastor alemán o un caniche, y se refuerza con cada perro al que se ve u oye ladrar. Pero también hay redes para procedimientos en el trabajo, o para movimientos de muñeca en el tenis. Cada cerebro es único y cada memoria es única, puesto que cada uno memoriza aquello que le sale al paso en la vida, y más concretamente, de entre ello, aquello que le puede reportar o le reporta en cada momento alguna utilidad, medida esta en términos de supervivencia.

La memoria es algo que se gana, sin duda, pero que también se pierde. La paradoja de la sabiduría, de la que habla Goldberg, es la sorprendente pericia que se desarrolla con los años a pesar del deterioro progresivo del cerebro como órgano biológico sometido al proceso de envejecimiento. El hombre se hace más sabio con un cerebro cada vez más estropeado. Pero la paradoja se resuelve cuando atendemos al sustrato neuronal de la sabiduría. Cuanto más se haya usado el cerebro en cambiantes circunstancias resolviendo variados problemas tantos más patrones estarán memorizados y servirán para el reconocimiento de la novedad que supone cada paso dado, y mejor se resolverán los problemas suscitados por las circunstancias, en definitiva: más sabio se será.

La memoria de datos concretos pueden perderse, la que Goldberg denomina descriptiva. Pero se mantiene la preceptiva, la que sirve para saber qué hacer en cada momento.

Leyendo la interesante exposición de este prestigioso neuropsicólogo recordé la frase de Nietzsche, o, para ser más precisos, la idea. En mi mente no conservaba un recuerdo perfecto, fotográfico, de las palabras del filósofo alemán. Tenía, tengo, una red lógica articulada en lenguaje simbólico e imágenes y soportada por una red neuronal, biológica. Esta red se activa por analogías. Al activarse una de sus partes se activa toda, trayendo a la mente la idea de Nietzsche. Pero algunas neuronas que forman parte de esa red forman a su vez partes de otras, y de pronto el pensamiento de Nietzsche me lleva a la obra de Zaratustra, y esta a pensar en otras muchas cosas, como en religión persa o profetas de la historia, que forman parte de una maraña de redes entrelazadas. ¿Dónde para esa cascada de relaciones?. De momento no he leído nada de eso a Goldberg, pero supongo que la propia realidad, o, para ser precisos, la finalidad perseguida en la realidad exterior, marca el tope de la digresión. Sin dicho tope la digresión infinita nos llevaría a la locura. Aún así esto que me digo no me convence. ¿De qué forma esa finalidad satisfecha pone coto, a nivel neurológico, a un proceso que, de no detenerse, continuaría sine die?. No lo sé.

Lo que si sé es que la mayoría de mis recuerdos son imperfectos, pero funcionales. Y no otra cosa cabría esperar como producto depurado de un cerebro diseñado por la evolución. Recordaba y recuerdo la esencia de lo que Nietzsche dijo, o al menos la esencia que a mi me pareció en medio de mis azares y necesidades, no cómo estaba dicho exactamente. Porque lo importante es el significado, no el significante. Al leer a Goldberg reconocí un patrón pues, he de suponer. Reconocí un patrón en el reconocimiento de patrones. Pero esta digresión no quiero seguirla, no vaya a enloquecer.

Antes se hablaba de la experiencia, sin más. Goldberg y otros neurocientíficos van penetrando poco a poco los misterios de nuestra psique. Nos indican cómo se acumula exactamente esa “sustancia etérea” que veníamos llamando de esa manera. La experiencia es ni más ni menos que la memoria de patrones, la conservación en la mente de impresiones sobre las regularidades, y no tanto sobre los objetos.

Y Nietzsche nos hablaba, en el apartado sobre los Poetas de su monumental Zaratustra -lugar perfectamente indicado, he de decir- de la mentira de la poesía, y del recuerdo selectivo, del recuerdo articulado en patrones, del recuerdo, en definitiva, que no se puede fácilmente -articular.

Las razones de las opiniones eran datos, datos perdidos por una memoria que guarda lo fundamental, lo que constituye el profundo pozo del que se saca el maná de la sabiduría, en el caso de Nietzsche también locura.

La memoria es poética, la memoria miente. Como dice Edelman nuestras percepciones tienen mucho de presente recordado. Miramos al mundo a través de mapas neuronales y vemos, en cierto sentido, lo que siempre hemos visto. Citando a Salomón con cierta libertad: “nada nuevo bajo el sol”.

Cuando uno abstrae demasiado puede llegar a perder los vínculos que le unen a la realidad, puede no quedarse siquiera con unas muestras de estas que puedan ser presentadas a un espectador imparcial como pruebas de lo que uno dice. Más de un pájaro se escapa volando. Toda una bandada. Pero queda el poso de la sabiduría, o de la locura. Como también dijera Nietzsche, en la misma obra, más o menos (ni lo recuerdo con exactitud en mi Red de información ni lo encuentro en la Red informática): si mi sabiduría me abandona, continuaré volando con mi tontería.

5 comentarios:

Lebeche dijo...

Lo que sucede es que esa memoria impostada es alimenta "eso" que hemos venido a denominar espíritu.

Si lo llevamos a términos evolutivos podríamos decier que si nos engañamos con recuerdos es porque necesitamos de ese engaño. Puede que sean la propia impostura del recuerdo el mecanismo que detenga el proceso de relaciones, que de otro modo sería infinito, llevándonos a la locura.

Aunque lo cierto es que también hay casos de aquellos que se quedan perdidos en sus propios recuerdos.

Muy buen post.

Un abrazo.

Germánico dijo...

Tampoco creo que haya que llevar las cosas al límite de considerar que el engaño es algo evolutivamente deseable, algo en algún sentido seleccionado por sus cualidades intrínsecamente buenas. Creo más bien que estos engaños y otros de los sentidos son prueba de un diseño imperfecto y oportunista.



Sea cual sea el mecanismo que pone freno al proceso relacional, se trata de algo neurobiológico. Y dicho mecanismo puede fallar en cierto grado –aunque no creo que totalmente- en la esquizofrenia.

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho, además, me parece que entronca con la conversación "El Pasado", que acabo de leer en el foro de filosofía y pensamiento.

Quizá CANTERANO crea oportuno pegarla allí, y de paso hacer propaganda del blog.

Yo me he levantado de buén humor, y pensaba poner: pasado está el que se ha metido demasiado. jejejeje

Un cordial saludo.

Germánico dijo...

Me alegra que te guste, Batiola. Sin duda todo esto que digo tiene mucho que ver con el pasado, con el pasado recordado, que es lo único que queda, sea el recuerdo una impresión en nuestra mente, en definitiva en nuestro cerebro, o un texto, una foto, un archivo, un film....

Un abrazo

Peggy dijo...

Tienes un meme en mi blog ....:)