De pequeño uno, de forma sui generis, cree en Dios. Siendo muy niño no existe la muerte, uno no es consciente de ella, y el cosmos infantil, reducido a unas pocas relaciones cotidianas con referentes claros y a un inmenso desconocido lleno de sorpresas, cual una gran chistera de mago cuyo mago uno imagina suspendido por encima del tiempo y el espacio, está pleno simultáneamente de misterio y coherencia. Cuando veo a mi hijo de dos años subiéndose donde no debe o llevándose a la boca cosas con las que podría atragantarse o intoxicarse no sé cómo explicarle que se puede morir. Me echo las manos al cuello, abro mucho los ojos acompañando esto de una mueca grotesca, y me tiro sobre el sillón como un saco, a plomo, quedando bien quieto unos segundos. “¡J*, te puedes morir!....¿lo entiendes?”. El niño me mira inocentemente y ríe....haciéndome reír a mi.
El otro día le descubrí matando hormigas. Las pisaba alegremente. Esto trajo a mi mente imágenes de mi infancia en las que yo también me deleitaba con matanzas de estos insectos. Sentía un poco de culpa, con esa empatía característica de nuestra especie, pues sabía que las estaba matando, y durante mucho tiempo me pregunté si sufrían. ¿Cuánto sufren los insectos? ¿Cuánto los perros, o los pájaros?. Entonces no comprendía que el dolor está relacionado con el desarrollo del sistema nervioso, especialmente con receptores, hormonas, neurotransmisores y sistemas específicos para el mismo. Una hormiga nunca sufriría como un ser humano, no podría, como no podría sentir empatía. Ni siquiera podría hablarse de un dolor o una consciencia, de sí o de otros seres, elementales. La película Hormigaz, en la que Woody Allen pone voz a una hormiga individualista y neurótica transmite una idea del mundo muy acorde con la inconsciencia infantil, muy antropocéntrica, en resumen, falaz. Las hormigas sufren y padece en nuestra imaginación. Resulta increíble que, pese a ser tan conscientes e individuales, sean capaces, en la película, de organizarse y comportarse tan disciplinadamente, realizando sacrificios inimaginables en un ser humano, que el socialismo alabaría. Pero las incongruencias de este “sistema del mundo” centrado en el actor y en sus delirios geométricos, en sus afanes perfeccionistas con arreglo a una perfección soñada, se aprenden cuando uno es ya mayor. Las películas Disney y todas las que se le parecen o pretenden parecérsele, son maravillosamente falsas. Edward O. Wilson, el gran naturalista, estudió como zoólogo y entomólogo las sociedades de hormigas. Llegó a la conclusión de que estas se comportaban como un organismo único. Y ello por no hablar de su simbiosis con las acacias de la selva tropical, que haría de este árbol y sus pequeñas habitantes un único organismo aún mayor y más complejo.
Pero volviendo a mi hijo y a nuestro antropocentrismo, quizá lograse inculcar en su primitiva e infantil mente (muy superior a la mía en cuanto a plasticidad y capacidad de aprendizaje, pero aún tierna y vacía de muchos contenidos que da la experiencia) la idea de la muerte propia, señalándole que le podía suceder lo que a las hormigas. “¡Te pasará lo que a las hormigas!”. El niño me mira inocentemente y ríe....y me hace reír otra vez.
¿Cuándo empecé yo a plantearme la muerte y a Dios de una forma más o menos consciente y, supuestamente, razonada?. No lo sé. Recuerdo, eso sí, que poco después de llegar a Madrid desde mi Valencia natal (tendría entonces 7 u 8 añitos) paseaba con mi padre por el boulevard de la calle Ibiza y le preguntaba insistentemente sobre cuestiones trascendentes. Hubo un momento en que tuve la osadía de plantear mi propia hipótesis infantil. Le dije que Dios tenía que existir porque, si todo tenía una causa, remontándonos hasta el principio, tenía que haber una causa inicial, una causa incausada, un creador. Me decepcionó y me halagó saber, por boca de mi padre, que esa era una de las “vías” de un tal Santo Tomás. Mi idea tenía poco de original, pero era mía, después de todo.
Más adelante, ya adolescente, me levanté una noche veraniega empapado en sudor: “dónde no hay nada no puede haber algo....¡claro!....luego si hay algo, no habiendo podido salir de la nada, tiene que haber sido siempre, la materia es eterna, siempre ha sido y siempre será”. Me resistía a negar la trascendencia, pese a mis tempranas lecturas de Nietzsche, acompañadas de una fe más ciega en el ateísmo que cualquier fe religiosa.
Tuve nuevamente una sensación agridulce cuando descubrí en la Sabiduría de Occidente de Russell que mi idea insomne era tan mía como de Parménides, un griego que vivió mucho antes de que Jesús fuera crucificado y comenzase nuestra era cristiana.
No sé si fue en aquel o en algún otro verano de adolescencia, de esos en los que manda el dios Eros, cuando unos chavales se ofrecieron en la piscina a mostrarnos cómo perder la consciencia. No recuerdo qué es exactamente lo que uno tenía que hacer antes de que le pusieran un dedo en la vena del cuello, pero yo lo hice y uno de los chavales puso su dedo en la vena.
Desde una sima oscura y profunda salí a la luz, era como si atravesara un túnel. Poco a poco una realidad luminosa, colorida y viva se presentó a mis ojos. Mis amigos y los chavales aquellos se reían. Estuve intentando ubicarme unos instantes. Me levanté del lecho de hierba fresca sobre el que había caído. Había nacido de la nada. Durante el corto espacio de tiempo de unos segundos no había estado en ninguna parte, no había sido. Había experimentado, si es que se puede decir esto, la nada.
“¿Qué importa Dios si al perder la conciencia uno deja de sentir y de ser?”.
Supongo que fue a partir de entonces que comencé a preguntarme más a menudo por la conciencia y por el yo. Unos pocos veranos eróticos después, las reflexiones sobre la muerte, la conciencia y el yo retornaban, cómo si las primaveras del amor, prolongadas en un estío ocioso, incitasen las mejores reflexiones sobre su opuesto, el sueño eterno. Tendría yo en torno a 18 años, y mi mayoría de edad me traía nuevas cuestiones a la mente. Una un poco prosaica, pero práctica, era la del carné de conducir. Tardé varios años desde que pensé en él hasta que lo tuve en la mano, pero la idea dio sus frutos, unos frutos, como siempre, inopinados. Me preguntaba cómo podía uno conducir con seguridad cuando nuestra consciencia pegaba tantos botes. Quizá la idea resulte un poco extravagante, pero a poco que nos observemos a nosotros mismos en el proceso de “sentir” el mundo nos daremos cuenta de que no hay continuidad, que la consciencia opera a saltos. Tienes una idea y una percepción y de pronto te asaltan otras. Cuando vuelves a las anteriores es como una caída.....caes en la cuenta. Te sorprende que por un momento hayas estado en otra parte. Hay una falla, una disrupción, un corte, te has tomado un kit kat. Decidí llamar a aquello “saltos de conciencia”, y me propuse escribir un relato corto –entonces que escribía relatos cortos- sobre ello. Jamás lo hice. Era incapaz de expresar aquello, y menos de forma literaria, pero me parecía tan evidente como (o más evidente que) las propias percepciones del mundo. Esa fatal falta de continuidad del yo (pese a la condena de que no cesa la actividad ni en el sueño) la asocié de inmediato a los distintos niveles de pensamiento (en esos términos pensaba yo entonces): mientras uno piensa una cosa hay otros pensamientos bullendo por detrás, que, si uno presta oídos al aparente silencio interior de la caja cerrada de su mente, afloran en forma de frases o imágenes sueltos. Detecté hasta 4 niveles de pensamientos en paralelo.
Entonces no sabía yo nada de neurociencias, pero muchos años después volví a comprender, leyendo sobre ellas, mi feliz falta de originalidad. Mi idea de los niveles de pensamiento se podía englobar en la más amplia y precisa del procesamiento en paralelo. Mi idea de falta de continuidad del yo dentro de las ideas más amplias y profundas sobre darwinismo neuronal y el pensamiento consciente como derivado de una estructura de redes cambiantes.
¿Cómo enseñar todas estas cosas a mi hijo?. Supongo que tendrá que descubrirlas solo. Y cuando descubra que ya otro las habían pensado sentirá una gratificante decepción. ¿Quién sabe?....quizá el tenga ideas nuevas.
El otro día le descubrí matando hormigas. Las pisaba alegremente. Esto trajo a mi mente imágenes de mi infancia en las que yo también me deleitaba con matanzas de estos insectos. Sentía un poco de culpa, con esa empatía característica de nuestra especie, pues sabía que las estaba matando, y durante mucho tiempo me pregunté si sufrían. ¿Cuánto sufren los insectos? ¿Cuánto los perros, o los pájaros?. Entonces no comprendía que el dolor está relacionado con el desarrollo del sistema nervioso, especialmente con receptores, hormonas, neurotransmisores y sistemas específicos para el mismo. Una hormiga nunca sufriría como un ser humano, no podría, como no podría sentir empatía. Ni siquiera podría hablarse de un dolor o una consciencia, de sí o de otros seres, elementales. La película Hormigaz, en la que Woody Allen pone voz a una hormiga individualista y neurótica transmite una idea del mundo muy acorde con la inconsciencia infantil, muy antropocéntrica, en resumen, falaz. Las hormigas sufren y padece en nuestra imaginación. Resulta increíble que, pese a ser tan conscientes e individuales, sean capaces, en la película, de organizarse y comportarse tan disciplinadamente, realizando sacrificios inimaginables en un ser humano, que el socialismo alabaría. Pero las incongruencias de este “sistema del mundo” centrado en el actor y en sus delirios geométricos, en sus afanes perfeccionistas con arreglo a una perfección soñada, se aprenden cuando uno es ya mayor. Las películas Disney y todas las que se le parecen o pretenden parecérsele, son maravillosamente falsas. Edward O. Wilson, el gran naturalista, estudió como zoólogo y entomólogo las sociedades de hormigas. Llegó a la conclusión de que estas se comportaban como un organismo único. Y ello por no hablar de su simbiosis con las acacias de la selva tropical, que haría de este árbol y sus pequeñas habitantes un único organismo aún mayor y más complejo.
Pero volviendo a mi hijo y a nuestro antropocentrismo, quizá lograse inculcar en su primitiva e infantil mente (muy superior a la mía en cuanto a plasticidad y capacidad de aprendizaje, pero aún tierna y vacía de muchos contenidos que da la experiencia) la idea de la muerte propia, señalándole que le podía suceder lo que a las hormigas. “¡Te pasará lo que a las hormigas!”. El niño me mira inocentemente y ríe....y me hace reír otra vez.
¿Cuándo empecé yo a plantearme la muerte y a Dios de una forma más o menos consciente y, supuestamente, razonada?. No lo sé. Recuerdo, eso sí, que poco después de llegar a Madrid desde mi Valencia natal (tendría entonces 7 u 8 añitos) paseaba con mi padre por el boulevard de la calle Ibiza y le preguntaba insistentemente sobre cuestiones trascendentes. Hubo un momento en que tuve la osadía de plantear mi propia hipótesis infantil. Le dije que Dios tenía que existir porque, si todo tenía una causa, remontándonos hasta el principio, tenía que haber una causa inicial, una causa incausada, un creador. Me decepcionó y me halagó saber, por boca de mi padre, que esa era una de las “vías” de un tal Santo Tomás. Mi idea tenía poco de original, pero era mía, después de todo.
Más adelante, ya adolescente, me levanté una noche veraniega empapado en sudor: “dónde no hay nada no puede haber algo....¡claro!....luego si hay algo, no habiendo podido salir de la nada, tiene que haber sido siempre, la materia es eterna, siempre ha sido y siempre será”. Me resistía a negar la trascendencia, pese a mis tempranas lecturas de Nietzsche, acompañadas de una fe más ciega en el ateísmo que cualquier fe religiosa.
Tuve nuevamente una sensación agridulce cuando descubrí en la Sabiduría de Occidente de Russell que mi idea insomne era tan mía como de Parménides, un griego que vivió mucho antes de que Jesús fuera crucificado y comenzase nuestra era cristiana.
No sé si fue en aquel o en algún otro verano de adolescencia, de esos en los que manda el dios Eros, cuando unos chavales se ofrecieron en la piscina a mostrarnos cómo perder la consciencia. No recuerdo qué es exactamente lo que uno tenía que hacer antes de que le pusieran un dedo en la vena del cuello, pero yo lo hice y uno de los chavales puso su dedo en la vena.
Desde una sima oscura y profunda salí a la luz, era como si atravesara un túnel. Poco a poco una realidad luminosa, colorida y viva se presentó a mis ojos. Mis amigos y los chavales aquellos se reían. Estuve intentando ubicarme unos instantes. Me levanté del lecho de hierba fresca sobre el que había caído. Había nacido de la nada. Durante el corto espacio de tiempo de unos segundos no había estado en ninguna parte, no había sido. Había experimentado, si es que se puede decir esto, la nada.
“¿Qué importa Dios si al perder la conciencia uno deja de sentir y de ser?”.
Supongo que fue a partir de entonces que comencé a preguntarme más a menudo por la conciencia y por el yo. Unos pocos veranos eróticos después, las reflexiones sobre la muerte, la conciencia y el yo retornaban, cómo si las primaveras del amor, prolongadas en un estío ocioso, incitasen las mejores reflexiones sobre su opuesto, el sueño eterno. Tendría yo en torno a 18 años, y mi mayoría de edad me traía nuevas cuestiones a la mente. Una un poco prosaica, pero práctica, era la del carné de conducir. Tardé varios años desde que pensé en él hasta que lo tuve en la mano, pero la idea dio sus frutos, unos frutos, como siempre, inopinados. Me preguntaba cómo podía uno conducir con seguridad cuando nuestra consciencia pegaba tantos botes. Quizá la idea resulte un poco extravagante, pero a poco que nos observemos a nosotros mismos en el proceso de “sentir” el mundo nos daremos cuenta de que no hay continuidad, que la consciencia opera a saltos. Tienes una idea y una percepción y de pronto te asaltan otras. Cuando vuelves a las anteriores es como una caída.....caes en la cuenta. Te sorprende que por un momento hayas estado en otra parte. Hay una falla, una disrupción, un corte, te has tomado un kit kat. Decidí llamar a aquello “saltos de conciencia”, y me propuse escribir un relato corto –entonces que escribía relatos cortos- sobre ello. Jamás lo hice. Era incapaz de expresar aquello, y menos de forma literaria, pero me parecía tan evidente como (o más evidente que) las propias percepciones del mundo. Esa fatal falta de continuidad del yo (pese a la condena de que no cesa la actividad ni en el sueño) la asocié de inmediato a los distintos niveles de pensamiento (en esos términos pensaba yo entonces): mientras uno piensa una cosa hay otros pensamientos bullendo por detrás, que, si uno presta oídos al aparente silencio interior de la caja cerrada de su mente, afloran en forma de frases o imágenes sueltos. Detecté hasta 4 niveles de pensamientos en paralelo.
Entonces no sabía yo nada de neurociencias, pero muchos años después volví a comprender, leyendo sobre ellas, mi feliz falta de originalidad. Mi idea de los niveles de pensamiento se podía englobar en la más amplia y precisa del procesamiento en paralelo. Mi idea de falta de continuidad del yo dentro de las ideas más amplias y profundas sobre darwinismo neuronal y el pensamiento consciente como derivado de una estructura de redes cambiantes.
¿Cómo enseñar todas estas cosas a mi hijo?. Supongo que tendrá que descubrirlas solo. Y cuando descubra que ya otro las habían pensado sentirá una gratificante decepción. ¿Quién sabe?....quizá el tenga ideas nuevas.
68 comentarios:
Germánico, una vez más, y sin ser tu intención, me has hecho reir.
Te imagino con el pequeño, haciéndote el muerto con aspavientos y...¿cómo no se va a reir?
Creo que existe un tiempo para cada aprendizaje, una etapas que hay que ir quemando.
Conceptos como "muerte" o "vida" no son aprehensibles para un cerebro de 2 años (afortunadamanete...vamos, yo los conozco de 30 años y aun no los comprenden!). Precisamente, hace unas 2 semanas, hablaba yo con una psiquiatra amiga de cuál sería el modo correcto de comunicarle a un niño la idea de la muerte (por ejemplo de una abuela, o un tío). ¿Vale eso de que se ha ido a vivir a una estrella? ¿Es mejor decirle que ya no lo volverá a ver porque ya no ES? ¿Cómo, cuál es el modo?
Ella me dijo que no hay una fórmula. Todo depende de la educación que se le haya dado hasta ese momento.
Si uno es religioso, le puede decir que está en el cielo, pero en ninguno de los casos el chaval va a entender la idea y cuando llegue la hora de cenar preguntará: dónde está la abuela?
Quiero decir que, tal vez lo más dificil es que entienda la ausencia, porque los otros conceptos, complejos, no son asumibles aun.
Perdona que me extiendda, pero me has tocado alguna fibra.
Lo que se hacía antes de perder la consciencia apretando sobre la yugular y privando al cerebro de la cantidad de oxígeno necesaria para mantener la consciencia, se llamaba "hacer unas respis" y consistía en sobreoxigenarte, respirando muy deprisa y profundamente. En la última inspiración, mantenías el aire mientras te apretaban la yugular y te desmayabas...¡mira que éramos animales!!
Un abrazo y deja al enano quemar etapas, no tengas prisa!!
Por cierto, ha habido en Madrid una exposición de Escher, ¿la viste?
Eso que me dices del respis me suena. Debió ser aquello lo que hice antes.
Me gusta que mi hijo queme etapas, pero que no se queme en ellas. Claro que no puedo sobreprotegerle, como mi madre intentó vanamente conmigo. Admito que ha de correr sus riesgos, pero tengo algunos temores indeleblemente grabados en mi mente: como me tragué una canica de niño y mi mujer, en un Restaurante de Segóbriga, casi la palma con un trozo de carne gordo en la garganta, temo que trague algo y se atragante. También temo las caídas porque un vecinito mío de la casa de mis padres en la playa se cayó desde el sexto piso dónde vivíamos al intentar coger un tebeo cogido a una silla, y yo me partí las narices tirándome en triciclo por la escalera (en esto de nada sirven las 3 ruedas).
Sólo de pensar en los riesgos que he corrido en mi vida, siendo esta como ha sido, poco aventurada, me da pavor. Tendré que superarlo.
Ay cuando le llegue la adolescencia (anda que no hice yo el idiota).
No, no vi la exposición. Hace siglos que no visito museos. Creo que el último que visité era el de Alejandría, en pretérita existencia terrenal, pero entonces no eran lo que son ahora los museos....
Jajaja...eres un nostálgico!
Tienes razón en eso de que queme etapas, pero que estas no le quemen a él. Tiene que ser difícil ser padre.
El mío, cuando yo era adolescente (maldita edad!) me dijo que, a veces él me veía como una moto que va a toda hostia y no sabe que al torcer la siguiente curva hay un muro. Me dijo que no se trataba de que él fuera más listo, sino que la experiencia le hacía tener una perspectiva que, debido a mi edad, era imposible que yo tuviera.
El pobre me dijo que él quisiera evitarme todos los accidentes que pudiera, pero que por desgracia, la experiencia es intrasferible.
Eso, y no tener un libro de instrucciones era lo que más lamentaba.
Te mando un abrazo grande y mucha paciencia para llevar a buen puerto al pequeño terrorista
Al final, van a tener razón esos que dicen que: pensar es malo.
Si es así hay que lidiar con esa fatalidad, puesto que, malo o no, es inevitable....
Eehhh, me gusta Escher.
Mavi y Lebeche: os jodí, que llegué antes que vosotros...
Joder, pues para haberlo sabido: me sobró una entrada
Germánico con un padre como tú, seguro que tu hijo pensará mucho muchísimo!!!
Quizá las futuras generaciones tengan que leer algo de sus pensamientos jajaja.
Eres un maestro!!
Carlos si es que corres mucho o lees muy rápido!!
Germánico: Como tu hijo salga pensador como tú, lo van a considerar un elemento subversivo...
Si tú ya estás bajo sospecha, imagínate el pobre cuando crezca y la esencia de los nuevos tiempos sea la estupidez absoluta.
¿Qué clase de carrera estáis echando?. Voy a tener que ir a investigar donde estaba la salida. A ver si me da tiempo porque yo también estoy echando una carrera contra el tiempo para lograr bajar altos montones de curro acumulado en mi baja.
Mavi, si mi hijo ha de pensar muchísimo esperemos entonces que lo que dice Carlos no se cumpla, y sea preferible pensar a no hacerlo.
Hermánico: Estamos en parecidas circunstancias. No sé si será por los genes pero el caso es que yo hago la misma tontería para intentar mostrarle los efectos catatrosficos a los que le pueden llevar determinadas acciones. Se nos tiene que poner una csara de gilipollas sublimes... de ahí que se descojonen. ;)
Lo del atragantamiento también es una cosa que me desasosiega bastante... ¿Sera que mamá, con esa facilidad para transmitir miedos, ha tenido algo que ver?.
Abrazos
La explicación del miedo inculcado por el miedo de nuestra madre no me convence. Más que nada porque tú eras Juan sin miedo y te metías en todos los líos y te dabas todos los porrazos...entrándote por un oído y saliéndote por otro los gritos asustados y desesperados de nuestra madre.
A pesar de todo, y dada la insitencia inasequible al desaliento de nuestra madre... algo queda. auqnue sea por reiteración impenitente
Yo todavía espero dos horas después de cada comida para bañarme en la piscina.
Jajajajajajaja. En tu caso, ese rodillo al que llamamos madre, hizo auténticos estragos. Para mí casi que fue una suerte ser hiperactivo. Jajajajaa
Creo que la ventaja ahora es que la educación es muy diferente a la que nos daban nuestros padres. No le vas a poder dar tu experiencia, pero hay más herramientas qué tu hijo prodrá usar mientras crea la propia.
Otra cosa, acerca de lo de la conciencia y sus saltos, los niveles de pensamiento, etc. ¿Nunca les pasó que van manejando y en un momento se preguntan si el semáforo que acaban de pasar estaba en rojo o verde, que vienen por unos segundos conduciendo automáticamente? Me ha pasado varias veces y la verdad que me da un poco de miedo.. Por suerte en este país (eeuu) el tránsito es bastante ordenado.
Saludos.
Germánico, Dios Existe, no pierdas el tiempo.
fiuuuu
Y te recomiendo que se lo vayas diciendo a J!!!.
Se vé que supiste aprovechar el tiempo para pensar eh!.
Dice M. Kundera en El arte de la novela: "El hombre desea un mundo en el cual sea posible distinguir con claridad el bien del mal porque en él existe el deseo, innato e indomable, de juzgar antes que comprender...
En este deseo se han fundado religiones e ideologías.
En este "o bin, o bien" reside la incapacidad de soportar la relatividad esencial de las cosas humanas.
Como ya sabés, no tengo hijos, tengo las ganas de tenerlos. Pero si ya los tuviera y comprendieran algo supongo que estaría más preocupado por la ética que por los contenidos, porque funciona como una guía para la vida y no como una teoría para contemplarla.
Bueno, creo que ya me fuí para cualquier lado...
Como sea, un placer leerte.
Saludos.
Mónica, yo no salté ningún semáforo, pero me salté otra señal de tráfico, y me di cuenta una vez pasada, concretamente un Stop. Llevaba delante un autobús en el que ponía Serendipity, y me quedé tan alucinado de ver esa palabra, puesta así, en un autobús, que pasé el Stop siguiéndolo, siguiéndola. Una vez al otro lado del cruce me percaté de la locura que había hecho.
No sé si, como dice Juan Pablo, Dios Existe, pero si es así estaba allí para confundirme con la palabra y para salvarme del peligro en el que me había metido atolondrada e inconscientemente.
Juan Pablo, si le digo a J* que Dios Existe y está arriba, se pone serio y repite mis palabras mirando al techo o al cielo, según estemos en casa o fuera de ella. Sartre decía que la existencia precede a la esencia, y Kant que teníamos juicios sintéticos a priori. El caso es que juzgamos antes de comprender por los imperativos de nuestra naturaleza, que tiene ya perfectamente establecidas sus propias categorías y su propia forma de categorizar innata. Comprender nos ayuda a matizar los juicios, también sobre Dios y la trascendencia, aunque, como punto de partida moral, y para vertebrar el alma social, quizá sean necesarios estos conceptos.
Te recomiendo la experiencia de la paternidad. Tener hijos los puede tener cualquiera. Ser padre es otra cosa. Pero creo que lo entiendes muy bien cuando dices preocuparte más por la ética que por los contenidos.
Un placer teneros por aquí.
Una pregunta un tanto prosaica: alguien sabe algo de Ijon?? Es que ya van unos días sin leerle!
Creo que está de viaje....espero que no astral.
Jajaja...yo también lo espero, creo que Ijon en un viaje astral es lo más surrealista que he leido hoy!
Pues esperate a cuando venga y nos lo cuente....
Es verdad que está desaparecido, aunque esta mañana lo estáis todos!!
Por lo que a mi se refiere esta semana estoy desbordado de curro.
Bueno, que solo ha sido día y medio y en efecto el viaje no ha sido astral.
Viene a cuento lo del viaje astral con el tema del post.
Uno (como el 99% de mi generación) tuvo una educación cristiana. Como consecuencia, creía en Dios, o al menos creía que creía.
Tuve una época (y era muy joven, mucho) de interés por las llamadas paraciencias y, en concreto, probé por supuesto los rolletes de relajaciones y viajes astrales.
Ante los éxitos ajenos en ésta y otras actividades (espiritismos y demás) y los fracasos propios, llegué a adquirir un agnosticismo paracientífico sólido.
En paralelo y quizá como consecuencia de lo anterior, (y a pesar de una resistencia interior a admitirlo), llegué a la conclusión de que no me convencían los argumentos de Santo Tomás (ni de San Anselmo). Si uno creía en Dios era exclusivamente cuestión de fé.
Aunque como señaló Pascal, aunque Dios no exista, no hay nada malo (al contrario) en vivir como si existiera. Por ello, veo positivo educar a los niños de forma ética con los conceptos de bien y mal, pero introduciendo el refuerzo religioso. Posteriormente, ya llegarán a sus propias conclusiones.
Yo también tuve un tiempo en que me interesaban las paraciencias. Leía la revista Más Allá del malogrado Jiménez del Oso.
Pascal también decía que de existir Dios sería ofensivo darle la espalda, mientras que si no existía nada perdíamos por creer en él. Además es posible que se gane, porque la vida adquiere una coherencia que, aunque nos supera (los designios del Señor son inescrutables), nos sirve de marco de referencia abstracto, metafísico, pero muy vital, muy necesario.
Aunque no lo formuló así (creo), la tesis de Pascal se puede expresar con el concepto de esperanza matemática y teoría de juegos. Explico un poco para los profanos (y para quienes se planteen participar en algún concurso televisivo):
La esperanza es el producto de la probabilidad de obtener un premio por la ganancia que se obtiene al ser ganador.
Así, aunque consideremos una probabilidad muy baja de que Dios exista, lo razonable es vivir como si existiera (apostar por su existencia) pues la ganancia es muy alta (de hecho sería infinita).
Igualmente, aunque sea muy probable que no exista, el castigo eterno para el malvado, debería hacer pensárselo dos veces a los que obran contra las enseñanzas religiosas.
Según esto, salvo que uno sea un ateo absolutamente convencido (probabilidad 0), lo razonable es portarse bien, por si acaso.
Ostras!!!, visto así, tengo que replantearme muchas cosas.
Bienvenido Ijón!
Mavi, seguro que si Dios existe te tiene en la lista de los buenos.
Aunque faltes a misa.
Eso espero, si puediera enviarle a Dios un mail o algo podría contarle mis innumerables virtudes y actos heroicos en pos de los más desafavorecidos, pero ahora no sé donde dejar constancia de todo eso no vaya a ser que luego no se acuerde jajaja.
Es interesante eso que dices de la esperanza matemática, Ijon, precisamente porque fue Pascal quien inició el estudio de la probabilidad. Mavi, los más PROBABLE es que vayas al cielo.
Mavi, hoy día está casi todo inventado. La dirección de e-mail no la sé, pero aquí puedes chatear con dios.
La verdad es que no sé si Pascal llego a formular el concepto de esperanza. Lo que está claro es que su consejo no ha sido muy seguido.
Acabo de probar y no me convence nada esa conversación, creo que mejor lo llamo al celular o me paso luego por su casa jajaja.
Ché Tichy gracias a tu exorcismo estuve chateando con el Mismísimo God!!!
Pero sólo habla inglés, y no comprendió todos mis pecados. O será que me pedía pescados?
En fin.
En otro momento histórico quizá hablara latín o castellano, pero hoy día, me temo amigos que God speaks english.
Mal que nos pese.
Juan Pablo, creyó que eres Juan Pablo III y te nombró pescador de hombres, así que por eso te pidió pescados. Hay que estudiar el arte de la hermenéutica.
Mavi, cuando le llames no te olvides de preguntarle por qué me ha abandonado en este valle de lágrimas....
Muchachos, veo que han estado ordenando la casa!. Me parece bien, es una forma introspectiva de acomodarnos.
Pasear con el perro, comer, dormir, y ordenar cajones. Eso es vida!
Gérman, cómo está tu pie?
Empezó con mal pie la cosa, pero va mejorando....
jajajaja!
Ya sabía yo que esto iba a dar pie a alguna carcajada....
jajaja, estoy ya que no doy pie con bola!!!
Esto me pasa por jugar al balónpie.
Es que en esos juegos hay que ir con pies de plomo.
Debí decir balompié, pero tuve un traspié con la palabra.
Te habrás levantado con el pie izquierdo esta mañana!!
Estoy en pie de guerra conmigo mismo.
Pues yo estoy ya con un pie en la calle y eso puedes creerlo a pies juntillas.
Así pues, mañana os veo.
Muchos besos!!!
¡Ja! ya veo que pones pies en polvorosa.
Menos mal, porque yo ya no sabía qué más frases hechas usar con esto de los pies. Te iba a pedir que tuvieras (pie)dad de mi.
Me ha gustado mucho esta entrada Germánico, me quedo con la sensación de que es apasionante estar con los hijos, nunca he tenido miedo de que pudiera pasarles algo malo, he estado muy cerca de ellos, lo estoy ahora, me encanta transmitirlos aquellas cosas en las que creo firmemente, sin agobiarlos y respetando su identidad, y por otro lado, me lo paso también con ellos, aprendo tanto de cómo vivir sin miedo a la muerte, de vivir el momento presente, de dejarme llevar por su vitalidad y su alegría que no se…. solo decirlo me emociona, creo que aprendemos juntos.
Es curioso en mi caso mi aproximación a la muerte, y a la inmediatez de la vida ha sido paulatina, y nunca me ha preocupado si Platón o Santo Tomas a quienes respeto y admiro pensaban como yo, mas bien me preocupaba entender cosas de mis seres queridos que no entendía con respecto a esos temas y que hoy pasados los años estoy más próxima a ellos que nunca.
Chicos: sois buenísimos, casi lloro de la risa con la dialéctica del pié...y lo de chatear con God...insuperable. Gracias!
Germánico: esto me recuerda a Les Luthiers y su pieza sobre el Adelantado Don Rodrígo Díaz de Carreras:
"...puso pie en tierra de inca, o sea, hizo incapié"
PD: ¿Te imagínas quién tiene entrada para verlos en Madrid el próximo día 20 de mayo?
Pie-nso que no será otra que Pie-tra.
Sra Gaytán, en realidad no importa quién pensó o sintió esto o aquello antes y/o mejor que uno, pues cada una de nuestras vivencias es única e intransferible, así como somos únicos nosotros y único nuestro universo de circunstancias y relaciones personales. Pero dentro de nuestro particular punto de vista, condicionándolo, hay toda una constelación de otras personas que nos han influido directa o indirectamente, cercana o lejanamente, a través de actos o palabras, o a través de los actos y palabras de otros, y entre estos están los grandes pensadores. No es preciso haberlos leído o haber oído hablar de ellos. Su influencia es sutil y opera a través de la sociedad cuyas ideas (y cuyas realizaciones) han ayudado a conformar.
Hay que vivir la vida lo mejor posible, y pienso que dentro de lo mejor está la experiencia de la paternidad, en la que se combinan la unicidad propia con la de lo que más se parece a ti, siendo a un tiempo también único, y se unen el proyecto propio con el placer de colaborar en otro proyecto ajeno que sentimos como propio.
Pietra, Carlos, Juan Pablo: ¿Habéis tomado ya un tentempié?.
¡Somos los incas, un pueblo inca-nsable, nuestras riquezas son inca-lculables, hacemos daño a inca-utos y a inca-paces, pero nuestras canciones son todas inca-ntables!.
Aquella (pie)za de los Les Luthiers la aprendí de memoria.
Caigo rendido a los pies de tan grandes artistas y humoristas.
Concuerdo con lo que me has comentado, los llamo "maestros" y tengo algunos, que han conformado mi manera de ser y pensar de manera directa y consciente, otros los que operan a través del inconsciente colectivo, muchos, los dejo estar, aun sabiendas de su notable influencia.
Saludos.
Algunos son muy malas influencias. Si nuestros padres hubieran podido ponerles rostro y cuerpo no nos habrían dejado juntarnos con ellos....
A veces el contacto es "absolutamente" inevitable.... contamina.... sin apenas darnos cuenta..... solo la "reflexión y la elaboración personal y familiar" permiten escapar a ciertas influencias muy muy negativas.....pero como hoy estoy optimista.... me quedaré con la capacidad de superar lo negativo y trabajarse, currarse, día a día, lo positivo.
Afortunadamente tenemos "la capacidad de superar lo negativo y trabajarnos, currarnos, día a día, lo positivo", desechando viejas y falsas ideas y aceptado otras nuevas. Desafortunadamente esa capacidad no es ilimitada, y con el tiempo tendemos a perderla.
Como decía William James los jóvenes deberían aprovechar al máximo el tiempo del que disponen para aprender, antes de convertirse en un manojo de hábitos.
“los jóvenes deberían aprovechar al máximo el tiempo del que disponen para aprender, antes de convertirse en un manojo de hábitos”.
Los jóvenes y no tan jóvenes, el cerebro por regla natural tiende a la ley del mínimo esfuerzo, es un músculo y hay que entrenarlo, desinstalarlo, una y otra vez, abandonar la tendencia a ser un manojo de hábitos, es algo saludable, vitalista y creativo, no exento de esfuerzo, constancia, y querer, sobre todo querer, hay muchos, que directamente desean la comodidad del manojo de hábitos, ellos se lo pierden.
Por otro lado, efectivamente la capacidad de cambiar, no es ilimitada, pero al fin, el ser humano es imperfecto, frágil, limitado y lo mejor es partir a la hora de empezar a cambiar, de una humilde aceptación de esta premisa.
Los jóvenes y no tan jóvenes, en efecto. Como dijera Epicuro: "nunca se es demasiado joven ni demasiado viejo para la filosofía". Sin embargo con el tiempo se pierden capacidades y el esfuerzo requerido para mejorar y cambiar es mayor, pues la plasticidad neuronal es menor. Hay que aceptar humildemente también esta premisa.
Me lo pones difícil..... tiendo a no estar de acuerdo......aun sabiendo que llevas razón, si una persona se esfuerza durante su vida y entrena su cerebro..... en dejarse llevar por el cambio..... y en ese loco intento pierde plasticidad neuronal.... por la edad, el intento.... de todas formas........ habrá merecido la pena.
Saludos
El neuropsicólogo Elkhonon Golberg es optimista sobre el envejecimiento. En su último libro habla de la Paradoja de la Sabiduría, que consiste precisamente en la mayor sabiduría de los mayores (en general) pese a que han perdido facultades, capacidades de procesamiento mental, plasticidad neuronal.
Golberg sostiene que adquirimos durante nuestros diversos aprendizajes patrones, con cuya combinación formamos un mapa del mundo que nos ayuda a orientarnos sabiamente. Cuantos más patrones hayamos acumulado mayor será la combinatoria, más sabios seremos, más capaces. Las pérdidas que se producen con la edad afectarán menos a un cerebro con unas capacidades ampliamente distribuídas.
El cerebro no es un músculo, pero en algunas cosas se le parece. Como en general se dice en neurología, el uso hace la función.
... Mira a Julián Marías, lúcido, creativo, vital hasta el último día de su vida.... escribió su artículo en ABC hasta poco antes de morir.
De todas formas.... existen en nuestra cultura y hablo de la sociedad, no de las mismas limitaciones naturales del propio cerebro, muchos inhibidores del cambio desde etapas muy tempranas de la vida, factores que retardan o producen agresiones en la creatividad y para ello, es para lo que hay que establecer “rutas” que permitan dinamizar consciente y positivamente a las personas y a los grupos.
También opino que la posibilidad de innovar, de crear, de ser mejor en definitiva, tiene mucho que ver con la intercomunicación entre los seres humanos, ya sea la madre con el bebe en sus primeros tiempos, con la pareja, con los compañeros de trabajo, con los hijos, etc....
Y toco el tema de la innovación, de la aceptación del cambio por que considero que contribuye directamente a la mejora de las relaciones humanas y como decía uno de mis maestros Juan Rof Carballo, en Violencia y ternura “al notable arte de cuidar ante todo las relaciones humanas, que no es otro que el arte de desarrollar en cada
individuo sus `potencialidades para el amor”.
Lo que retrasa o acelera la creatividad son las circunstancias ambientales a las que uno ha de adaptarse, aunque también depende el que uno sea más o menos creativo o inteligente de lo innato. A algunos se les “cierra el cerebro” (por utilizar una expresión de Dovstovieski) antes que a otros, bien porque su ontogenético proceso de individuación culmine antes, bien porque tenga que volverse prosaico a fuerza de lidiar con circunstancias adversas que le obligar a simplificar y reducir o morir.
No soy capaz de imaginar un cambio en la sociedad, en las instituciones humanas, y menos de corte político, o general, o diseñado conscientemente, que contribuya a reforzar lo positivo y a atenuar lo negativo en la psique de las personas, de los “ciudadanos”. Ha habido toda clase de infructuosas o contraproducentes ingenierías sociales que lo han intentado. Las rutas o caminos se hacen al andar, como poetizó Machado, y no es posible trazar un camino en un terreno que se desconoce más que andándolo, explorándolo.
Estoy completamente de acuerdo contigo en que las relaciones afectivas entre seres humanos nos hacen mejores, sacan lo mejor de nosotros. De hecho la filosofía es “amor por el saber”, una inquietud entusiasta por el conocimiento, un sentimiento de afecto por las ideas nobles y quienes las tienen que nos elevan, o con las que pretendemos elevarnos, a su altura.
Súper tierno... ¡tú hijo va a ser un fenómeno!
Yo no estoy muy ducha en neurociencia. ¿Podrías recomendar algun libro introductorio?
Las nociones de muerte y vida no creo que jamás se lleguen a comprender, a no ser con ejemplos ad hoc (a mí sin ir más lejos no se me ha muerto nadie querido ni ha nacido nadie en mi familia más allegada... y mira que llevo años por aquí). A veces un niño lo relaciona simplemente con la presencia o la ausencia y consigue comprender esa realidad mejor que un adulto que complica el panorama con la metafísica... pero es inevitable. Llega una edad (y una época) en la que no nos conformamos con la contingencia y todo ha de tener una causa, y si es científica mejor.
Un besazo
Berti, puedes leer "El nuevo mapa del cerebro" de Rita Carter. Es un libro excelente, tanto por el texto como por las colaboraciones como por las ilustraciones, como por la relación calidad/precio...Lo tienes aquí.
Si mi hijo va superando los baches que la vida pondrá a su paso quizá llegue a ser, como dices, un fenómeno. Pero dada la cantidad ingente de promesas sin cumplir con forma humana que hay por el mundo mejor no hacer pronósticos.
A nuestra razón, o quizá debiera decir a nuestra emoción disfrazada de racionalidad, a nuestra pregnancia, le gustan las explicaciones del mundo y de las cosas que lo forman y conforman que se adapten a un orden (o aparente orden). Las científicas satisfacen bastante nuestro deseo de coherencia y de sentido más fundamentales, para entender como funcionan las cosas que nos son más cercanas, de acuerdo a que leyes. Pero las explicaciones científicas no satisfacen nuestras ansias de coherencia y de sentido a un nivel más amplio, más total, que abarca todo pues se proyecta asintóticamente en el infinito y la eternidad. La muerte nos pone ante este problema, porque la muerte, al fin y al cabo, es un límite, nuestro límite, y la última frontera.
Otro besazo para ti.
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