jueves, abril 19, 2007

El mejor de los mundos posibles


¿Qué consecuencias de orden práctico podemos extraer de la disputa entre dos personas inteligentes acerca de la importancia de la fe en el desarrollo armónico de la sociedad?. Probablemente muy pocas.

Quien entienda los términos del debate se inclinará con mayor o menor fuerza hacia uno de los dos polos sin cambiar en exceso sus opiniones. Es posible que añadamos algún nuevo dato a nuestro cuerpo de ideas, encontrándole un acomodo que no perturbe demasiado su coherencia interna.

Empero el asunto tratado por los dos polemistas son las consecuencias de orden práctico que se derivarían de la hipotética expansión del ateísmo o de la fe en un Dios único en la sociedad, lo cual no es un asunto baladí ni, desde luego, objeto de predicción sencilla y fiable.

Pese a tocar la tecla de la materia y el espíritu, se trata de cuestión muy distinta a la de la "sustancia" y el "accidente", a la de la "esencia" y la "apariencia", cuestiones estas últimas en las que podemos solventar el problema filosófico planteado dándole la espalda por fútil.

Da igual que exista o no exista sustancia detrás, lo que nosotros percibimos son los accidentes, y de que haya detrás o no una sustancia no derivamos ninguna consecuencia de orden práctico. Así lo expresa William James, hablando de una tiza:

"Todo lo que nosotros conocemos de la tiza es la blancura, frialdad, etcétera. Las sustancias son conocidas como un grupo de atributos que constituyen su único valor efectivo para nuestra experiencia actual. La sustancia se revela en cada caso por medio de ellos, sin los cuales ni siquiera sospecharíamos su existencia; y si Dios se guardara de enviárnoslos en un orden inalterado, aniquilando milagrosamente en un cierto momento la sustancia que los soporta, nunca notaríamos ese momento, porque nuestras mismas experiencias no se alterarían".

Si en la sociedad humana impera la fe, cabe suponer que el resultado será bien distinto a si impera el ateísmo. Aunque esto, como tantas otras cosas, es cuestión de grado.

Antes de abordar tamaña cuestión, que excede sin duda nuestras limitadas capacidades, vayamos al individuo y estudiémoslo como tal, en medio de la corriente de la existencia.

Jean Paul Sastre, ateo militante, proclamó en su panfleto: "El existencialismo es un humanismo" que nuestra responsabilidad es ilimitada, podría decirse infinita. No estamos en condiciones de permitirnos unas "vacaciones morales". El peso de las consecuencias de cada una de nuestras acciones caería sobre nuestros frágiles hombros de hombres "libres" (en un sentido existencialista y ateo del término, es decir: abandonados a su suerte en un universo indiferente).

No somos titanes, como Atlas, y no podemos soportar tamaño peso, tanta gravedad sobre nuestra flaqueza. No es además un castigo de ningún todopoderoso dios que pudiera darle algún sentido.

Así, nuestras acciones en el mundo y sus consecuencias directas e indirectas, inmediatas y futuras, son de nuestra entera responsabilidad y no cabe el expediente de tomar unas "vacaciones morales", pues ningún dios ni ninguna tabla de la ley garantizan el orden cósmico, y todo depende de nosotros mismos.

Puede que ante esto declinemos toda responsabilidad. El ateo sencillo cortaría el nudo gordiano, pues no querría perder su escaso tiempo en la eterna e inútil labor de deshacerlo.

Con ello las "vacaciones morales" serían perpetuas, y atormentadas, o, como diría un demonio de Dovstovieski: "si no hay Dios, todo vale".

Enrabietarse y rebelarse contra un dios puede servir de algo, contra el azar y la necesidad es una pérdida de tiempo.

Llegamos de esta forma a la importancia de la fe en nuestras vidas. Un orden moral superior, externo a nosotros, otorga un sentido y una tranquilidad a nuestra ya de por sí inquieta alma. Serían como las "vacaciones morales" del buen estudiante frente al malo. El bueno descansa y se entrega a su ocio, el malo tiene mucho tiempo libre pero se debate entre perderlo lamentablemente o llenarlo con obligaciones y labores que no le satisfacen en absoluto.

James, desde su filosofía pragmática(*), nos orienta acerca de esto:

"Si las ideas teológicas prueban poseer valor para la vida, serán verdaderas para el pragmatismo en la medida en que lo consigan. Su verdad responderá enteramente de sus relaciones con las otras verdades que también han de ser conocidas…..La verdad es el nombre de cuanto en sí mismo demuestra ser bueno como creencia y bueno también por razones evidentes y definidas….si hubiera otra vida realmente mejor que esta y si existe alguna idea que , si la admitiéramos, nos ayudara para mejor orientarnos en la vida, entonces sería realmente mejor para nosotros creer en tal idea, a menos, indudablemente, que la creencia en ella entrase en conflicto incidentalmente con otras ventajas vitales mayores".

Hablando de la contraposición entre materialismo y espiritualismo dice lo siguiente:

"El materialismo explica los fenómenos más altos por los más bajos y abandona los destinos del mundo a merced de sus fuerzas y elementos más ciegos. En este amplio sentido de la palabra es en el que el materialismo se opone al espiritualismo o teísmo. Las leyes de la naturaleza física son las que hacen moverse las cosas, dice el materialismo. Las producciones más altas del genio humano podrían calcularse por quien tuviera un conocimiento completo de los hechos, aparte de sus condiciones fisiológicas, sin considerar si la Naturaleza existe sólo en nuestro espíritu, como pretenden los idealistas, o no.

En todo caso, nuestro espíritu habrá de advertir el género de Naturaleza que es y anotarlo como operando a través de las ciegas leyes físicas. Tal es la contextura del materialismo actual, que debería ser llamado naturalismo. Contra él levántase el teísmo, o lo que en un sentido más amplio puede denominarse espiritualismo. El espiritualismo dice que la mente no solo atestigua y anota los hechos, sino que también actúa y opera con ellos, es decir, que el mundo es guiado, no por sus elementos inferiores, sino por los superiores.

Tratada esta cuestión como lo es corrientemente, apenas es algo más que un conflicto de preferencias estéticas. La materia es grosera, tosca, rastrera; el espíritu es puro, elevado, noble; y puesto que está en consonancia con la dignidad del Universo conceder la primacía a lo que parece superior, debe afirmarse el espíritu como principio directivo….

Nada afectaría al pasado del mundo si lo juzgamos producto de la materia o si pensamos que su autor es un espíritu divino….Terminada la comedia y bajado el telón, no se mejora esta por llamar genio al autor, como no es peor porque se le considere un mal escritor….el debate entre el materialismo y el teísmo resulta perfectamente inútil e insignificante…la mayoría de los hombres, de una manera instintiva, y los científicos, deliberadamente, no atienden a las disputas filosóficas que no entrañen alguna consecuencia futura…consecuentemente, en cada debate metafísico genuino se implica siempre algún resultado práctico, no obstante lo abstracto que ese debate pueda parecer. Para darnos cuenta volvamos a nuestra cuestión y coloquémonos esta vez en el mundo en el que vivimos, en el mundo que tiene un futuro, que se haya todavía en desarrollo mientras hablamos. ….la filosofía no es sólo prospectiva, es también perspectiva y después de hallar lo que el mundo ha sido, hecho y producido, queda todavía por preguntarse: ¿Qué promete el mundo?.....Teísmo y materialismo, tan indiferentes cuando se consideran retrospectivamente, apuntan, cuando los consideramos en perspectiva, a diferentes manifestaciones de la experiencia. …para el materialismo evolucionista con el hombre desaparecerán los frutos de su pensamiento. La inquieta conciencia que en este oscuro rincón ha roto durante un breve espacio de tiempo el resignado silencio del Universo, volverá a reposar.
La materia no tendrá conciencia de si misma más tiempo. Los monumentos imperecederos, los hechos inmortales, la muerte misma y el amor, más fuerte que la muerte, serán como si no hubieran existido. Nada de lo que existe será mejor o peor por mucho que haya sido el genio, el trabajo, la constancia y el sufrimiento del hombre para efectuarlos a través de edades incalculables….Este absoluto naufragio y tragedia final, pertenece a la esencia del materialismo científico tal como hoy se le entiende…la verdadera objeción al materialismo no es positiva, sino negativa…desdeñamos el materialismo por lo que NO es: ni una permanente garantía de nuestros más ideales intereses ni un cumplimiento de nuestras más remotas esperanzas. La noción de Dios, por el contrario, aunque no aparezca con tanta claridad como las nociones matemáticas…tiene al menos superioridad práctica sobre ellas, al garantizar un orden ideal que debe ser conservado de un modo permanente…la tragedia es solamente provisional y parcial, y el naufragio y la disolución nunca son absolutamente finales
".

¿Qué pasa entonces cuando en las sociedades humanas se expande el "virus de la fe" o el "virus del ateísmo"?.

Entre las personas con un cerebro bien amueblado quizá no tenga una gran repercusión en su comportamiento que sean creyentes o descreídos. Estas personas tendrán una conducta ordenada y decorosa en cualquier caso. Pero entre el común de los mortales la ausencia de fe es un cántaro vacío que debe ser llenado con experiencias y gratificaciones inmediatas, incluso en el terreno intelectual. Así, las verdades y los valores que la moda imponga adquirirán relevancia porque no habrá un punto de referencia moral sobre el que medirlas, con el que contrastarlas. La vida es un carpe diem perpetuo y adaptarse al medio social e intelectual del momento un imperativo.

"Nada de lo que existe será mejor o peor por mucho que haya sido el genio, el trabajo, la constancia y el sufrimiento del hombre para efectuarlos…", no merece la pena levantar los brazos para nada que no sea el placer.

Autores como Pinker pueden permitirse un sobrio escepticismo, y otros como Dawkins uno beligerante, como personas muy formadas y extraordinariamente lúcidas que son. Pero la simplificación de sus ideas es inevitable, igual que fue inevitable la simplificación de las ideas de Darwin y Spencer que llevó al darwinismo social nazi. De lo que digan quedará lo más simple, y de su escepticismo quedará un poso de certeza en la opinión de la gente, una fe en el ateísmo, que solamente puede llevar a la fórmula del demonio de Dovstovieski, puesto que la moral de estos autores es demasiado elevada y racional para calar en el sentir de la gente. Podrá llegar en un futuro no muy lejano algún mediocre, alguien sin una gran valía pero con suficiente talento oratorio, un histrión con habilidades escénicas, que encandile a una gente escéptica (en el mal sentido del término) y desencantada con alguna verdad de nuevo cuño, y que guíe a su sociedad hacia algún nuevo mundo para crear hombres y mujeres nuevos. Al final reinará la arbitrariedad del tirano.

Claro está que también el virus de la fe tiene serios peligros si se expande por la sociedad. Se coacciona mejor desde ella. Fíjense si no en el mundo musulmán, donde la coacción es la forma de interacción recurrente, tanto en su interior como en su trato con el exterior, así como en el pasado de nuestra Santa Madre Iglesia.

Creo (y perdóneseme la expresión) que lo mejor para la sociedad humana es que exista un equilibrio entre esas dos fuerzas, entre el materialismo y el espiritualismo, que ninguna desborde a la otra, que se produzca entre ellas un enfrentamiento incruento, una dialéctica fructífera, que se miren la una a la otra con sospecha, con escepticismo. Mientras no exista coacción por ninguna de las partes, mientras ninguna alcance más poder del que le corresponde abusado de la propaganda y el proselitismo, todo irá bien y el nuestro será "el mejor de los mundos posibles".
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(*)-El término pragmatismo, que sirve para entender un poco la filosofía pragmática "se deriva de la palabra griega pragma, que quiere decir acción, de las que vienen nuestras palabras práctica y práctico. Fue introducido en la filosofía por Mr. Charles Peirce, en 1878…Peirce, después de indicar que nuestras creencias son realmente reglas para la acción, dice que para desarrollar el significado de un pensamiento necesitamos determinar que conducta es adecuada para producirlo: tal conducta es para nosotros toda su significación. Y el hecho tangible en la raíz de todas nuestras distinciones mentales, aunque muy sutil, es que no existe ninguna de éstas que sea otra cosa que una posible diferencia de práctica. Para lograr una perfecta claridad en nuestros pensamientos de un objeto, por consiguiente, necesitamos sólo considerar que efectos concebibles de orden práctico puede implicar el objeto; que sensaciones podemos esperar de él y que reacciones habremos de preparar. Nuestra concepción de tales efectos, sean inmediatos o remotos, es, pues, para nosotros, todo nuestro concepto del objeto, si es que esta concepción tiene algún significado positivo". William James. Pragmatismo. Biblioteca de filosofía. Ediciones Folio.

11 comentarios:

Carlos Paredes Leví dijo...

Cuando tenía tres años, Yaakov-Yitsjak odiaba la escuela. No hacía más que escaparse de ella.El maestro le castigaba, hasta que un día decidió seguirlo. El niño corrió hacia el bosque; el maestro, ocultándose fue tras él. Yaakov-Yitsjak se detiene sin aliento, se apoya contra un árbol y, contemplando el cielo y las sombras, empieza a decir en alta voz: Shemá Israel, Escucha, Israel, Dios es nuestro Dios, Dios es uno. Desde aquel día, sus fugas ya no serán castigadas.
Pero su padre quiere entender:
- ¿Por qué estás siempre corriendo al bosque?
- Busco a Dios - contesta el niño.
- Pero ¿no está Dios en todas partes?
- Sí, padre.
- Y ¿no es en todas partes el mismo?
- Sí....Pero yo no soy el mismo en todas partes.

Germánico dijo...

Una pieza de sabiduría.

No somos los mismos en todos los sitios, ni en todos los tiempos.

Carlos Paredes Leví dijo...

Muy buena reflexión, Germánico.

Ijon Tichy dijo...

Voy a ser optimista, pues básicamente (y a pesar de alguna rabieta) estoy de acuerdo con lo afirmado por Leibnitz sobre el título de esta entrada.

Dices:

"Entre las personas con un cerebro bien amueblado quizá no tenga una gran repercusión en su comportamiento que sean creídos o descreídos. Estas personas tendrán una conducta ordenada y decorosa en cualquier caso. Pero entre el común de los mortales la ausencia de fe es un cántaro vacío que debe ser llenado con experiencias y gratificaciones inmediatas, incluso en el terreno intelectual."

Y en lo fundamental estoy de acuerdo. Habrá muchos "grises" entre las categorías de los que tienen la "cabeza bien amueblada" y los que no, pero creo que es fácilmente entendible tal categorización.

Efectivamente, para los que creen (o no) en base a una decisión consciente, informada y meditada, el resultado de su toma de postura será normalmente irrelevante cara a su comportamiento "moral".

¿Que ocurre con los menos "informados"? Pues muy probablemente (es un tema que ya hemos comentado, el anhelo humano de directrices y guías, aunque sea para desobedecerlas), que llenarán su existencia con algún tipo de fé en lo sobrenatural. En resumen, como cualquier antropólogo, probablemente corrobore, no existe el ateísmo innato. Siempre proviene de la información y elección meditada (y habiamos dicho que eso no era peligroso).

Así pues, el único riesgo es el tipo de fé que abrace el menos racional.

De ahí, que aun siendo no creyente, el atacar cualquier fé por sistema es una grave irresponsabilidad.

No todas las fés son iguales. Creo que todos sabemos hoy día de lo que estamos hablando.

Germánico dijo...

Leibnitz supongo que no pensó, al decir aquello, en las contingencias de la evolución. Para llegar a existir un ser pensante tuvieron que superarse muchos cuellos de botella evolutivos. Matt Ridley lo contaba muy bien en Genoma. El hecho de que estemos aquí convierte este mundo, para nosotros, en el mejor de los posibles, salvo que, como Cioran, apreciemos los inconvenientes de haber nacido.

Yo veo peligrosa no la mayor racionalidad o irracionalidad del objeto de fe (cada uno puede creer la tontería que le parezca verosímil), sino la racionalidad o irracionalidad con la que se defiende o se pretende inculcar a los demás la “verdad” propia. En ese sentido pienso en la frase de Jesús ante Pilatos. Le dice Pilatos, escéptico: “¿Y la verdad, cual es la verdad?”, a lo que Jesús responde: “yo soy la verdad”. La frase es arrogante, pero el crucificado fue Jesús.

Cuando dices que no todas las fes son iguales ¿no te estarás refiriendo al Islam, verdad?.

'amos, no jorobes, que los occidentales decadentes somos unos intolerantes con la verdadera fe.

Carlos Paredes Leví dijo...

Los moracos nos matan porque nos aman y, en consecuencia, quieren nuestra salvación.
¡ Somos tan pérfidos los occidentales...¡¡

Ijon Tichy dijo...

Sin duda el peligro es la imposición. Sea por la fuerza (1) o mediante chantajes intelectuales (2), del tipo "como puedes creerte eso de la religión, pedazo de imbécil".

Eso sí, no me seas tan retorcido de pensar que (1) se refiere al Islam y (2), digamos, al ínclito Dawkins. Vaya idea!

Siglos para liberarnos de la obligatoriedad de la Santa Madre Iglesia para que ahora venga a imponer su ortodoxia particular cualquier papanatas.

!Que poco gusta la libertad a todos los profetas!

Anónimo dijo...

En primer lugar, James tiene evidentemente razón cuando asegura que los hombres (el "hombre multitudinario" de Ortega) no atienden a las disputas filosóficas. Hasta cierto punto hay que reconocer que esto es, ha sido y será siempre así.

Pero el argumento pragmático tiene solo un alcance limitado; al desentenderse de la naturaleza o verdad de las cosas termina produciendo una conciencia infeliz, una contradicción muy difícil de superar. La cuestión es como mantener viva una idea aún cuando se la ha declarado íntimamente falsa. Sam Harris, en el Manifiesto Ateo, escribía que: "El ateo es simplemente una persona que ha percibido la mentira de la religión y que ha rechazado convertirla en una mentira propia."

Con sólo el argumento pragmático todo el progreso social se detendría. Las creencias tienen casi siempre efectos benéficos prácticos. Sin duda la fe politeísta contra la que luchó Abraham o Mahoma también producía algun efecto positivo. Mantenían, a su manera, pragmáticamente hablando, el "orden moral" de la sociedad.

Lo único que queda es, entonces, la "creencia en la creencia", como dice Dennett, la creencia de que alguna clase de fe es preferible a ninguna para mantener el orden social y moral.

Pero es obvio que no toda fe produce efectos benéficos, y es aquí donde comparece el escrutinio de la ciencia y de la "razón natural". Si no podemos confiar del todo en que lo que llaman "revelación" garantice un orden moral adecuado, entonces será imprescindible aproximarse a los temas religiosos con un espíritu auténticamente científico. Por eso es tan importante que exista gente como Dennett, Dawkins, Hitchens o Harris al lado de los que confían ciegamente en las bondades de la fe.

Germánico dijo...

Tal como lo plantea James, el pragmatismo no se desentiende de la naturaleza o verdad de las cosas, sino que apunta a que la naturaleza de la verdad es activa, dinámica, creada y mantenida por el observador a través de de su interacción constante con el ambiente. Si su alcance es limitado se debe a que nuestras capacidades son asimismo limitadas. A fin de cuentas el pragmatismo no es un sistema, sino un enfoque, que no creo que detuviese el progreso social, sino antes bien al contrario. Lo que si es un sistema es nuestra perspectiva, compuesta de múltiples verdades aprendidas y de impulsos naturales, de estructura más o menos flexible y resistente según el caso, dentro de la cual obtienen mejor o peor cabida las novedades. Si una idea se declara íntimamente falsa se descarta. El problema estriba en que una nueva evidencia, un nuevo conocimiento, un nuevo dato, un nuevo hecho realizado o revelado, penetre de pronto el cuerpo de nuestra particular visión del mundo y destroce en pedazos nuestras certidumbres. Esa “realidad” es desechada con tanta mayor fuerza cuanto mayor es la contradicción íntima entre ella y nuestras convicciones, juicios o prejuicios. Terminamos por ser impermeables a ella. Como Dawkins señala en su documental The Root of all evil, a los niños se les enseñan cosas que luego difícilmente podrán desterrar de su visión del mundo. Son memes, como Dawkins mejor que nadie sabe, pero los más fuertes, los más resistentes, los memes indeleblemente grabados en la conciencia (o inconsciencia) emocional del sujeto. Contra ellos nada puede hacerse, no se puede luchar. Y entre esos memes hay ideas y sentimientos imbricados relativos al castigo, al pecado,….pero también hábitos saludables, que sirven a la vida. Claro que para Dawkins estos ya existían entre nuestros ancestros como ahora existen, rudimentariamente, en los chimpancés. Él no cree que la religión sea otra cosa que un virus que infectó esas costumbres genéticamente condicionadas. Pero somos humanos, no chimpancés, lo cual en genoma quizá no represente mucho (dicen que el chimpancé ha evolucionado más, es decir, ha mutado más desde que divergimos) pero en el fenotipo se refleja en una cultura muy desarrollada de la que la religión es una parte, como lo son la justicia, el Estado, el lenguaje, la ciencia….etc. Así que la religión es probablemente algo inherente a nuestra naturaleza diferencial. Como bien señala mi compañero Ijon no es probable que alguien nazca ateo.

Negar la religión y a Dios es una toma de postura racional y perfectamente legítima. Además demuestra un mayor raciocinio que afirmarlo sin dudas. Pero creo que el escepticismo debe elevarse por encima de esta negación y esta afirmación, y centrarse en lo que puede ser conocido. Por eso no estoy con Dawkins en su actual campaña de ataque a las religiones. No puedo negar la razón que le asiste en muchas de las cosas que dice, pero sí me cuesta aceptar la pasión que le mueve (que, como tal pasión, no es enteramente racional, sino que gobierna a su razón).

Pese a todas las posibles discrepancias estoy contigo, Eduardo, en que ha de comparecer el escrutinio de la ciencia y de la "razón natural" en estos asuntos. Sin ira ni parcialidad, como dijera Tácito, pues la ciencia es y debe ser aséptica y objetiva en la medida de sus limitaciones –de nuestras limitaciones. Hacen falta personas como Dennett, Dawkins, Harris o Hichens, eso es seguro, y más que creyentes en fábulas. Pero, como sugiero en el post, tiene que haber un equilibrio entre las contrapuestas fuerzas del materialismo y el espiritualismo, en la sociedad y….¡dentro de nosotros!.

Un saludo. Y te deseo un feliz entendimiento con Moa (cuyo punto de vista, en mi interior, se pega de bofetadas con el tuyo, pero caray, somos liberales).

Ijon Tichy dijo...

Muy bien explicado, Germánico.

Intentaré resumir como veo el asunto del ateísmo:

A los niños (o adultos escasamente formados) se les pueden inculcar muchas ideas, muchas actitudes, algunas positivas, otras no. Pero no se puede inculcar cualquier idea, si ésta contradice nuestra naturaleza diferencial. No hablo de moral (de que no se deba hacer), sino de que sencillamente no es posible.

Otra cosa es que el individuo desemboque racionalmente en una idea no intuitiva.

Está bien que alguien llegue a las conclusiones de Dawkins. Lo malo es pretender imponerlas desde una autoasumida y falaz situación de superioridad intelectual.

Intentaré una analogía en otro campo:

La contracción temporal relativista no es intuitiva. Sale del cálculo a partir de unos axiomas y luego la experimentación y la observación la han refrendado.

Pero sin entender los cálculos y creerse los axiomas, no se puede llegar directamente a tal convencimiento.

Germánico dijo...

Esto último que pones de ejemplo es interesante e ilustrativo. Puede haber muchas personas que no entiendan los fundamentos de la física teórica (incluso los propios físicos, como Feynman, dicen no "entender" la física cuántica), pero sin embargo crean lo que esta dice como dogma de fe. Bien es cierto que, en este último caso, como diría Dawkins, hay evidencias, aunque sean indirectas. Ha sido posible desarrollar tecnología y predecir hechos a partir de los conocimientos de física.

Es obvio que aquí se aprecia eso que dices de la mayor o menor racionalidad de la fe. Una fe en la física teórica demuestra una mayor y mejor capacidad analítica y sintética que una fe en una fábula relativa a tiempos remotos. Sin embargo se aprecian tambien las limitaciones de esa fe: ha de circunscribirse a lo que puede explicar la física, no más allá.