"La venganza de la tierra" parece el título de un Best-Seller de pseudociencia, escrito por algún payaso con ínfulas, más que el de la obra maestra de un científico maduro que reflexiona en alto sobre nuestro planeta. No sé si la Editorial le pidió un título exagerado, a modo de titular de prensa amarilla, o bien fue el propio autor el que lo eligió tras meditarlo largamente. "¿Cómo puedo llegar a mi público, que es todo el mundo, y nunca mejor dicho?". Hablo de Gaia, que es el mundo entero, y me dirijo al hombre, su poblador más consciente y dominante, su hijo pródigo, tentativo parricida, loco Calígula, que enfrenta sus tropas en batallas perdidas contra el inmenso e indiferente mar de la vida.
El fisiólogo de nuestro planeta, James Lovelock, nos avisa sobre un futuro árido. No ve alternativa al calentamiento global, pero habla de forma sosegada, escéptica, pese a su certidumbre, y amigable para con todos, sin buscar malos malísimos. Se le ve un poco contrario al mercado, si bien muy matizado, y pelín utópico al final del libro respecto a cómo debiera ser un mundo en armonía con Gaia, pero si está en lo cierto no tan desencaminado.
Su obra deberían leerla sin falta todos. Deberían leerla los primeros los que se consideren ecologistas y tengan la seguridad de que se avecina el fin de los tiempos, para tomar de ella sabiduría sobre cómo enfocar los cambios en nuestro uso de la energía. Parece que al menos los políticos de vía estrecha no se han molestado en leerlo, puesto que se han dedicado, liderados por una Alemania que nos quiere vender a todos sus molinos de viento (quijotada tecnológica) a apostar por energías alternativas de alto coste, enorme daño ambiental, y poca capacidad generadora. La reunión de los europeístas concluyó con la firma en favor de energías renovables. Falacia que incluye todas esas opciones descartadas por disparatadas por Lovelock. Francia es, de momento, el único país de nuestro entorno que ha comprendido por dónde hay que tirar en lo que a fuentes de energía se refiere, construyendo y usando centrales nucleares (de las que nosotros tiramos en horas bajas, pagando por ello).
Deberían leerla también los ecologistas escépticos, e incluso los políticamente escépticos, como hay tantos. Desgraciadamente la ciencia no ha sido un campo desintoxicado de política. Es natural que se desconfíe de todo lo que huela a verde, pues podría haber detrás una mala hierba, o una planta venenosa. El propio Lovelock critica el ecologismo político. Cierto es que cuando habla de que debemos hacer algo no puede evitar pensar en la ONU y demás organismos políticos internacionales, pues desconfía del mercado libre y cree aún en iniciativas comunes. Usa la metáfora de la 2ª Guerra Mundial para el Calentamiento Global: en el 38 nadie podía imaginar lo que se nos venía encima, y aún tratábamos de solucionar las cosas con apaciguamientos. Sin embargo nuestras medidas de paños calientes, de expedientes diplomáticos, no sirvieron entonces ni servirán ahora, y esta guerra declarada a Gaia, nuestra madre benevolente y despiadada, cual "buena" diosa, no la podemos ganar. Se avecina un cambio de equilibrio en su fisiología, y esto nos puede costar nuestra civilización, y hacer caer nuestro Imperio Romano tecnológico y postmoderno.
Sobre ese cambio del equilibrio aporta argumentos científicos relevantes y consistentes que debiéramos tener presentes los no creyentes de la fe del fin del mundo. Dejo a juicio del lector la evaluación de los riesgos. Yo, como buen escéptico y como persona consciente de su inconsciencia y de nuestro limitado conocimiento de las complejidades de Gaia, así como de nuestra incapacidad de anticipar futuros acontecimientos sobre sistemas de una complejidad muy superior a nuestras capacidades de entendimiento racionales, me inclino por considerar que no hay evidencia suficiente. Lovelock se muestras escéptico sobre muchos asuntos a lo largo del libro, especialmente sobre la capacidad de otros de prever el futuro. Pero incurre en una pequeña contradicción al aferrarse a su certidumbre y al hacer de agorero de la catástrofe climática.
Algo que este sabio, poco amigo del mercado como muchos otros sabios, no ha vislumbrado, es que este podría ser la solución. Siempre he considerado el intercambio libre, voluntario, como una prolongación de la naturaleza, de Gaia, en la sociedad humana. Igual que el lóbulo frontal del cerebro, donde reside nuestra racionalidad, tiene/es una representación en miniatura del resto del cerebro, el mercado tiene/es una representación fiel de nuestra interacción ecológica/económica con el entorno natural. Si no hay interferencias, los precios son los indicadores óptimos del estado de cosas en cada momento.
Para negar esta realidad se suele sugerir, generalmente, que el mercado es cortoplacista, que es como un Ifemo ciego buscando a nadie, que es una mano invisible que reparte bofetadas invisibles a su entorno. Pero la realidad es bien distinta. La ceguera aqueja más bien a la política, que se queda obsoleta aún antes de aplicarse. No hay más que ver cómo en nuestro país se han puesto de moda ideas políticas que, en el terreno filosófico y científico, se baten en retirada, como las de "igualdad" a golpe de decreto. Igual ocurre con la quijotada liderada por la Canciller alemana, responde a deseos y anhelos de votantes pasados y presentes no informados ni formados aún en las nuevas verdades. Por eso coincide la salida al mercado del libro de Lovelock con la locura verde de nuestros politicastros. Hay dos presentes que corren paralelos y no parecen estar conectados. Una realidad es la de los intereses, necesidades y los conocimientos derivados entre las personas, consideradas individualmente y otra bien distinta la de los intereses, necesidades y los conocimientos derivados entre los que ostentan el poder, que actúan como agentes públicos y apuntan a lo general, más abstracto, intangible y difícil de verificar.
El mercado es, primero de todo, absolutamente certero, si no se le interfiere, para reflejar el estado de cosas presentes a través del indicador de los precios. Eso no es poco, teniendo "presente" lo ignoto del futuro. Pero es que además el mercado está integrado por miles de millones de agentes que miran su propio futuro con precaución y prudencia, pues tienen mucho
que perder o ganar en sus jugadas. El que habla y actúa en nombre de todos no paga casi nunca por sus errores en proporción a sus consecuencias, de ahí que pueda permitirse un comportamiento irresponsable.
Si lo que hacemos es buscar al que mejor puede sondear el futuro, a quien mejor pondrá los medios para que este futuro sea mejor, a quien más se preocupará por el precio a pagar por
sus actos, hemos de mirar al individuo que labora y ahorra, no al individuo que gobierna y gasta.
Y habrá que mirar con especial atención al individuo empresario, al que lidia a diario con los costes, a quien percibe las dificultades, los obstáculos en el camino, no a quien se dedica a ponerlos. Cierto es que hay timadores que buscan ganancia inmediata a costa de un público mal informado y que se proclaman empresarios. Contra ellos ha de caer todo el peso de la ley. Pero este tipo de comportamiento no se le puede atribuir a un sector como el energético, o la industria del automóvil, por ejemplo, y menos aún al mercado en su conjunto, puesto que en un mercado bien entendido los agentes no actúan al unísono, son un coro de voces que si entra en armonía no es por un pacto tácito o explícito a priori, sino por la interacción que genera la propiedad emergente del propio mercado, con la punta de iceberg del precio.
A Lovelock le preocupa la fisiología de Gaia, y es natural. Pero no hay que olvidar que hay otro paciente enfermo del que todos comemos y a quien desde dentro queremos matar, que es el mercado. Su fisiología también importa. Si se le toma la temperatura, como se le toma a la tierra, se puede apreciar que también sube con la interferencia estatal. Todo es más caro, todo es peor, todos somos más pobres, los recursos son peor gestionados (los naturales, ¿cuales si no?) y Gaia se ve más amenazada. Si Lovelock hubiera estudiado la fisiología del mercado, en definitiva de la sociedad humana en sus diarias interacciones entre sí y con el medio, quizá hubiera descubierto una relación directa entre la acción estatal y las catástrofes climáticas que tan seguras ve cuando mira hacia delante en el tiempo.
37 comentarios:
Yo soy alarmista sobre el futuro inmediato, y mucho más a largo plazo, del planeta y las especies que lo pueblan.
Creo que todos deberíamos adquirir una mayor conciencia ecológica e implicarnos en la medida de nuestras posibilidades que, para empezar, pasan por el no despilfarro de los recursos naturales que disfrutamos. Con muchos poquitos se hace un todo muy grande y no me vale los que por dejadez o cobardía no mueven un dedo, llevándose por la inconsciencia, que resulta brutal cuando la naturaleza herida está por medio. Creo que ésta va a volverse contra nosotros en justo pago a las aberraciones y afrentas sufridas.
Es la hora del cambio.
Un saludo.
Yo alarmista no soy, aunque entiendo muy bien el estado de alarma creado. Creo como tú en la concienciación individual, pero como es natural esta no basta si se avecina, como vaticina Lovelock, un cambio de ese calado.
Es obvio que no mover un dedo por dejadez o cobardía es en esto, como en todo lo demás, intolerable. Pero a mi me preocupan los que se lanzan a las calles a protestar sin saber muy bien cual es su causa, sea esta la que sea, y más aún los que convierten esa "causa" imprecisa en eslogan electoralista para ganar votos e iniciar una nueva oleada de gastos a costa del contribuyente y de la productividad.
He pensado, poco después de escribir el post, en un artículo publicado en el Cultural de El Mundo, en el que se habla del cambio climático y de la pérdida de recursos pesqueros por sobreexplotación. He recordado lo de las redes de arrastre, que destruyen todo el fondo marino. Este es un ejemplo, creo yo, de posible fallo en el mercado, de posible cortoplacismo. Cuando se decectan prácticas claramente nocivas para el medio ambiente se debe estudiar muy bien el asunto y, si es necesario, tomar medidas. Pero las medidas deben limitarse a las mínimas indispensables, tanto en esto como en los demás ámbitos, para no ahogar la iniciativa privada y abortar la creación de riqueza y la optimización del uso de los recursos que produce el mercado.
El problema del libre mercado y los recursos energéticos no es sencillo en absoluto.
Tenemos por un lado que los combustibles fósiles son tremendamente baratos comparados con cualquier otra fuente de energía (tengamos en cuenta que el coste real de extracción puede considerarse para muchos yacimientos la décima parte del precio de venta actual en mercados internacionales).
Esta brutal diferencia acentúa la tendencia al cortoplacismo (mucho dinero rápido a repartir) y obliga a plantearse cuestiones complejas. ¿De quien son realmente los recursos fósiles? ¿De quien los encuentra, de los estados, de la humanidad, de Gaia....? Los fundamentos del derecho minero no son los mismos en todas las culturas a través de la historia. ¿El Estado vende o solo cede derechos? ¿El propietario del suelo, lo es también del subsuelo?
Si además, la utilización de dichos recursos, de un modo u otro contamina el patrimonio común, parece lógico pensar en regulaciones al respecto. Bien castigando a unos o bien primando al que produce energía limpia y renovable a partir de recursos abundantes (inagotables en la práctica a escala humana).
El problema, claro está, es la cuantía de las primas al limpio o los castigos al sucio para favorecer el intercambio libre justo y verdadero.
Es decir, si yo pongo una central térmica alimentada con combustible fósil, podré vender electricidad mucho más barato que que un competidor con una central solar.
En un mercado puro sin otras consideraciones, la conclusión sería ponerse a quemar y no instalar otra cosa.
Ahora bien, si yo contamino y el otro no, es justo que haya una compensación.
La cuantía de la compensación (penalización o prima) no es nunca calculable objetivamente y ahí es donde entra el mercado. Tales primas deben corregirse (por el Estado) para adecuarse a la realidad, pero esto políticamente tiene un coste, pues hace la puñeta a los famosos cazaprimas de las renovables y además crea inseguridad.
En fin, un asunto complicado.
Estoy de acuerdo con vos Germánico, y se relaciona a mi post acerca de los celulares.
http://woui.net/blog.html
Cuando hay dinero de por medio las regulaciones son ambiguas, y ahí es donde estoy de acuerdo con Carlos, en crear una conciencia individual para poder combatir la vaguedad de las normas que imponen los que tienen el poder de controlarlo.
Saludos.
Sabía Ijon que aportarías un poco de pie sobre la tierra a esta elucubración mía... Como todo buen liberal tiendo a idealizar el mercado, sin embargo soy consciente de que en algunos sectores la cosa es realmente compleja y los principios liberales deben integrarse con un profundo conocimiento de sus realidades específicas, saliendo de la mezcla en ocasiones alguna regulación....¡ay!, el hombre egoista hace un gran bien, pero en ocasiones hace el mal.
Hablaba con mi padre (que me vino a ver esta mañana en mi estado de postración ocioso-gozosa de pie en alto) precisamente de los costes generados al medio ambiente -entre otros- como costes que no se ven reflejados en las empresas que contaminan...etc etc
A veces se generan costes que también interfieren en el precio, haciéndolo más bajo de lo que es en realidad para quien no los asume y más alto para quien lo hace.
Sobre la corrección que hace el estado de las primas y penalizaciones me habló una vez mi cuñado, dejándome completamente estupefacto con los tejemanejes que entre bastidores de las empresas energéticas realizan los funcionarios y políticos.
Muy complicado sí. Algún día podrías deleitarnos con una explicación clara, sencilla y didáctica de la compleja red de la energía.
Hola Mónica, un placer tenerte por acá. Ahora leeré tu post sobre los celulares. De todas formas, y como le decía a Carlos, no confío en la concienciación individual hasta que es un clamor que hace recular a los que abusan.
Debo añadir, después de pensarlo un poco, que los costes del medio ambiente son imposibles de calcular ya no solo porque falte mercado (razón por sí sola más que suficiente) sino porque no se conocen los daños al medio, muchos de ellos meramente hipotéticos y futuribles.
Es sorprendente la enmarañada red que puede tejer la araña estatal a partir de sencillos presupuestos. Concretamente lo de las primas y castigos, si no me equivoco, viene de los acuerdos de Kyoto. Se parte del presupuesto de que la emisión continuada e incontrolada (entiéndase incontrolada en un sentido estricto, es decir, no controlada por nadie en concreto, no en un sentido amplio de alocada) de gases con efecto invernadero (y al denominarlos con esa adjetivación compuesta confirmo el presupuesto, pues lo pre-supongo) supondrá una catástrofe (se pre-supone que el caldeamiento global será catastrófico), y que el uso de combustibles fósiles al actual ritmo llevará inevitablemente a su agotamiento en plazo breve, no habiendo (también presuponemos) ninguna alternativa energética viable para mantener en pie nuestro "sistema de vida" (algo sumamente variable).
Muchos presupuestos, que si se dieran en religión y en moral se denominarían atávicos prejuicios. Realmente ¿qué sucedería si se dejara al mercado actuar?. ¿Qué pasaría, por ejemplo, si el precio de las gasolinas no fuera casi todo impuestos?, ¿qué pasaría si no interfiriera el cártel islámico del petróleo?....¿Qué pasaría si fuera el mercado puro y duro el que a través de los precios comunicase a los consumidores cómo estan los yacimientos de llenos o de vacíos?. ¿Serviría esta información trasparente (al menos más que ahora) para que otras empresas aplicasen más dinero a I+D en nuevos productos menos o más dependientes de los combustibles fósiles?...en fin, como liberal no puedo dejar de preguntarme esas cosas, y de plantearlas.
No estoy de acuerdo con la analogía que haces entre el mercado y Gaia. El mercado es absolutamente cortoplacista y no repara en daños a la hora de obtener beneficios mientras que Gaia es una compleja red que se ha ido tejiendo durante millones de años de evolución y en la que los tiempos nada tienen que ver con los que manejamos los seres humanos.
El ejemplo que pones de la pesca indiscriminada es válido en otros muchos ámbitos. El empresario busca su beneficio inmediato y si tiene que obviar el futuro lo hará. No importa que acabar con ecosistemas completos pueda perjudicar a los que después vengan. No tienes más que echar la vista hacía Africa, completamente esquilmada por los intereses de unos pocos.
El mercado no es el culpable porque no es más que una entelequia. La culpable es la propia naturaleza del ser humano, que es voraz, asesina y autodestructiva y que, curiosamente, es parte de Gaia. Lo que sucede es que el ser humano comenzó a desequilibrar el sistema hace ya mucho y su utilidad dentro del mismo no deja de ser un misterio.
Un saludo
Más que analogía lo que hago es señalar que el mercado es parte de la naturaleza, un sistema complejo inserto en el sistema de aún mayor complejidad de la naturaleza, y que, con los precios, indica la escasez o abundancia relativa de los recursos (por supuesto de los que están en venta) y sirve por tanto para optimizarlos, o al menos lo hace mejor que el Estado, el gran despilfarrador.
Ello no obstante no significa que el mercado con sus precios refleje fielmente el estado de los recursos naturales. En ocasiones sus precios no reflejan adecuadamente los costes, como me ha señalado Ijon respecto a la generación de energía y como yo mismo he señalado respecto a la pesca. En estos casos podría decirse que si no hay algún tipo de freno coactivo posiblemente se causen daños a Gaia, a los ecosistemas que vayan en perjuicio de todos sus habitantes, nosotros como es natural incluidos (y más cuanto que estamos en la cúspide de la cadena trófica y dependemos más que ningún otro de los demás seres para nuestra supervivencia).
En la medida en que el mercado, como sistema libre, refleje correctamente los costes, se le debe dejar actuar sin interferencias, pues es un sistema complejo que se autorregula como lo hacen los ecosistemas.
Mi planteamiento de que solamente el empresario mira con acierto al futuro contempla los casos de empresarios miopes y cortoplacistas, pero como delincuentes sobre los que debe caer todo el peso de la ley. En general es más consciente de los problemas y de los males quien actúa en el mundo que quien vive en el limbo de la palabrería política. El empresario, si quiere conservar su negocio a largo plazo no estará interesado en sobreexplotar su fuente de ingresos. Aunque sea por egoísmo “inteligente” los empresarios preservarán su producto o la fuente de la que la toman. Yo no tengo una visión de este agente como un rapaz, aunque algunos lo sean y se comporten como tales en ocasiones. Me parecen peores los políticos que se llenan la boca de virtud pero miran al cortísimo plazo de las urnas.
Lo de África es un tema igualmente complejo, que podríamos tratar en otra ocasión. Aunque no puedo negar que ha sido completamente esquilmada por los intereses de unos pocos. ¿Quiénes?...la respuesta da para el debate.
Creo que el mercado es algo bastante real. Que no sea tangible no le quita realidad. Si apuramos la realidad está constituida, en cuanto a mercado se refiere, por las personas y sus acciones entre sí y con el medio. El “mercado”, más allá del mercado físico de la plaza del pueblo, es una construcción teórica que trata de explicar una serie de fenómenos humanos relacionados con la captación o creación, modificación y distribución de recursos a través de un sistema de intercambio.
Yo no veo pues culpable al mercado, y estaría contigo en que el culpable es el ser humano y sus acciones sino fuera porque yo soy un ser humano que vive y se alimenta, que busca cobijo y calor, que hace uso de bienes y servicios. Muere o mata, es lo que hay. La cosa es matar de forma tal que no te suicides.
Realmente no veo utilidad al ser humano salvo para el ser humano.
Un saludo, brother.
En el sector energético el problema del mercado es sencillamente que no existe mercado verdadero.
Hay que partir de una base. La energía procedente de recursos fósiles es (y será mientras exista) incomparablemente más barata que cualquier otra.
Debido a la existencia de cárteles, alianzas de todo tipo e intereses creados, el precio del petróleo (o el gas) no refleja en absoluto sus costes de extracción. Se limita la producción para crear una escasez artificial y generar márgenes desorbitados con los que mantener el tinglado.
Luego a nivel doméstico, los impuestos con los que se carga a los productos petrolíferos, son otro plus que triplica el precio de los productos.
Y aun así, resulta barato el petróleo respecto a otras fuentes.
El mercado está totalmente desvirtuado.
Si quitáramos los impuestos y la oferta de petróleo fuera libre, el litro de gasolina podría estar a 5 centimos de euro (incluyendo beneficios para el que extrae, para el que refina, etc.).
Si te lo cobran a 20 veces más, es fácil ver que toda esa pasta adecuadamente repartida impide cualquier intento de abrir el mercado.
Sobre el asunto de la electricidad, decir que las penalizaciones en forma de cuotas de CO2 sí proceden de Kyoto pero las primas a la generación renovable son anteriores.
El sistema, como idea, es bueno, pero tiene el fallo de la inflexibilidad ante el incumplimiento de objetivos. Otro día con más calma intento explicarlo un poco.
Otro día haces un megapost sobre el tema. Conviene saber cómo funciona el motor de nuestra sociedad tecnológica.
Germánico, como sabes por tu formación económica, los fallos del mercado existen. Todo esto que se habla aquí está teorizado, la información costosa, asimétrica e incompleta, los costes externos que no están reflejado en el precio de las cosas. Teóricamente esto tiene la solución, una parte de la solución es internalizar los costes externos, lo que en un marco ideal reflejaría el precio real de las cosas. Kyoto pretende esto pero con poco éxito, aunque es loable como intento. Yo soy realmente escéptico que el precio de atún algún día sea capaz de reflejar los costes que para el turismo náutico y de masas en baleares suponen la escasez de atunes y tortugas en el mediterráneo por culpa del arrastre y el palangre. Esta escasez hace que la población de medusas este incrementándose peligrosamente y en los últimos veranos las Baleares y el levante español estén sufriendo plagas de medusas, que incrementan costes sanitarios y a la larga reducen ingresos turísticos. Ahora vete a decirle al armador Japo que tiene 5 barcos de ultima generación y aviones de seguimiento de los bancos de micro atunes (el peso medio del atún pescado se ha reducido en el ultimo siglo de mas de Cien kilos por bicho a unos 15), que tiene que esperar a que los susodichos crezcan y se multipliquen antes de pescarlos porque si no va a acabar con su gallina de los huevos de oro (en los mercados japoneses se paga el atún rojo a precio de oro y no exagero). El rezará a su Dios para que los atunes no desaparezcan antes de haber amortizado sus barcos y aviones, ¿10 años? Y luego Dios dirá, y yo sin poder llevar a mis niños a la playa… Ahora dile al Japo que tiene que pagar la tasa de “minuspredación de medusas” por captura de atún… oyes reír en Tokio? Yo si.
Estos problemas, cientos como el del ejemplo, no los refleja el mercado y hoy por hoy solo tienen solución política, y lamentablemente queda un largo camino por recorrer para que instituciones supranaciones tengan peso de verdad. Para el problema del mar se necesita un organismo que gestiones los recursos a nivel mundial, y a ser posible que tenga barcos de guerra. En fin… malos tiempos para los atunes.
¡Bernita!...¡Qué placer tenerte por aquí!. Tu siempre con tu agudo ingenio poniendo en entredicho mis entramados teóricos y tirándolos abajo como castillos de naipes, malvado. Me haces dudar....¡eso es fantástico!.
En fin, he vuelto a construir otro castillo de tente en word y te lo pego. Intenta resistirlo hasta el final sin bostezar y disculpa su carácter teorético.
Ahí va:
Aunque no crea, como Lebeche, que el mercado es una entelequia, y arriba explico porqué, si estoy de acuerdo con él en que al final es el hombre, su naturaleza, su necesidad y su azar, lo que, en todo caso, está fallando. Pero –también lo expongo arriba- más que fallar lo que hacemos es vivir, salir adelante lo mejor posible, con los medios que nos han sido dados o que hemos creado (y al hacerlo no hacemos más que expresar esa naturaleza que nos legó la evolución). Eso no son “fallos del mercado”. Si el mercado –o el Estado- no son perfectos no es por los fallos que tienen como concepciones teóricas o instituciones, sino por cómo la naturaleza humana se expresa a través de ellos. Según mi particular criterio los desaguisados causados tanto en la sociedad como en el medio son mayores por parte de la institución Estado que por parte de la institución mercado por cómo los agentes, entendidos como personas, como individuos, operan dentro de ellas. El fundamento de esta idea reside en la otra idea de responsabilidad individual. En el Estado se diluye, en el mercado, cada agente, aislado a su suerte, debe complacer a todos los demás uno a uno.
Bien es cierto que el empresario individual no puede ver el futuro a más de 10 años vista, pero es que nadie puede verlo (un Japo reemplazará a otro Japo, y se van sucediendo en el tiempo, hoy uno que empieza y 3 que acaban, mañana 5 que empiezan y dos que acaban…). No hay que olvidar que el sustento teórico de la mayoría de los pronósticos agoreros es cuando menos precario. ¿Debemos limitar las libertades en nombre de entelequias –estas sí- políticamente correctas?. Yo diría que no. Claro que seguir como si nada ante evidentes cambios en el medio cuyas repercusiones podrían ser nefastas para TODA la vida sobre la tierra –lo cual, admitámoslo-nos incluye a nosotros, parece una locura. Los Japos se caracterizan por una falta absoluta de respeto por el medio, sobre todo el marino. No creo que lo hagan en nombre del libre mercado porque no son ellos los que mejor ejemplo pueden dar hoy del mismo. Ahora, pedirles que paguen un precio por el aumento de medusas en las costas mediterráneas es normal que les cause hilaridad: ellos se limitan a pescar atunes. Si todos tuviéramos que pagar por las repercusiones lejanas, en el tiempo y el espacio, de lo que hacemos, de nuestros efectos mariposa, el montante del precio subiría hasta la estratosfera y más allá, según las matemáticas del caos.
Me dices, muy acertadamente, que lo que expreso es teórico (sugiriendo con ello que quizá se aparte un poco de la realidad). Y esta es precisamente la clase de pensamiento que impera en la política, un pensamiento apartado de las realidades, que solo las aborda teóricamente, que las soslaya en su dimensión práctica (y, como sabrás por tu experiencia personal de gestión, muchos de nuestros conocimientos más ciertos los sacamos de la acción en el medio y la experiencia derivada).
¿Podemos establecer, fuera del mercado, un “precio” ideal que refleje todos los costes habidos y por haber?. No, porque los costes se establecen precisamente en función del propio mercado a través de la ponderación contable….¡que se basa en otros precios!... La política ha fracasado SIEMPRE al calcular o establecer precios. No voy a poner el ejemplo extremo y obvio de la URSS, que todos tenemos más que sabido, tenemos ejemplos a diario en nuestras eufemísticamente llamadas “economías mixtas”.
¿Cómo ha funcionado la naturaleza hasta nuestra llegada, antes de que hubiera un ser dominante y consciente de sí mismo y de su entorno y de algunas de las repercusiones reales o figuradas que se dan por su acción en él?...con bajas y altas a medio y largo plazo, y largos períodos con ecosistemas estables, pero siempre, siempre, de forma espontánea, libre...implacable quizá en ocasiones, pero en conjunto favoreciendo la mejora, que permitió la existencia de toda la diversidad y exhuberancia que ahora contemplamos y transformamos para nuestra satisfacción (algunos afirman que “destruimos”, muchas veces con razón). ¿Imperfecta?: seguro. ¿Precariamente equilibrada?: maravillosamente sí.
El mismo principio de libertad, de orden espontáneo, aplicado a nuestra sociedad (y no aplicándolo teóricamente, sino dejándola desarrollarse sin trabas, Japos incluidos) nos haría llegar a nuevos precarios equilibrios, no logrados ni consciente ni centralizadamente, sino desde la acción de todos y cada uno de los seres humanos en interacción entre sí y con el medio. Si has tenido tiempo para leer esta larga respuesta quizá lo tengas también para leer mi siguiente post: “La economía de la naturaleza”, para apreciar cómo el medio se autorregula y cómo nosotros sacamos de él pasándonos de rosca y luego autorregulándonos también. La nutria marina y el atún son especies que en el tema tratado resultan fascinantemente similares (¿Algún uso comercial para las medusas?.
Sí, tenemos información costosa, asimétrica e incompleta. No es el mercado. Es así. Para empezar sobre nuestro futuro personal y colectivo como especie, para continuar sobre el efecto TOTAL de nuestra acción en el medio y sobre las futuras formas que tomará la evolución de las especies y la complejidad del mundo vivo para mantenernos o expulsarnos. Pero ya sabemos el daño que causa la interferencia estatal en el mercado, en la economía, en la sociedad. Comienza siempre siendo una acción bienintencionada en nombre de alguna verdad aparentemente obvia y por el bien de TODOS. Al final degenera en una asfixiante regulación y en la arbitrariedad de gobernantes irresponsables. Desconfío de la política, de los burócratas internacionales, de la acción discrecional del Estado, de nuestra egolatría que nos hace creer conocer las cosas y creer que sabemos cómo organizarlas. Y desconfío muy mucho de las organizaciones supranacionales, cuyo funcionamiento no ha sido, precisamente, un ejemplo de perfección y de logro de los objetivos marcados.
El mejor ejemplo lo veo yo en la UE. La unión de los mercados y la moneda ha sido positiva. No lo están siendo las tentativas políticas de unión, de burocratización y regulación central. Pero hasta ahora las cosas han estado mezcladas y no se han podido discernir los respectivos efectos. Ahora que la unión de los mercados y la moneda están consumadas se empiezan a ver las interferencias estatalistas como lo que son: un pesado lastre para el desarrollo económico.
Como no soy ninguna lumbrera, y teorizo demasiado, desconfío tanto de mi racionalidad como de la de otros, y confío más en el resultado futuro de la acción de todos (disociados y en cierto sentido enfrentados) que de la acción de TODOS, agrupados y aborregados. El mejor modo de que entremos en equilibrio ecológico con nuestro entorno es, en mi opinión, que sigamos sus principios. Cada humano como un “animal sin tipo fijo” (Nietzsche), como especie única en el medio social y económico (que no político) y dentro del marco global y acogedor de Gaia.
En fin, que el mercado (el hombre en su actuar en el mundo) no contempla los costes y hace daños, muchos irreparables, pero el Estado es una caca de la vaca que nos puede llevar a todos a la miseria. Prioricemos y confiemos en que el desarrollo económico traerá soluciones ahora impensadas a nuestros problemas.
Recuerdo una cosa que me dijo mi padre que me hizo mucha gracia. En su despacho se acumulaban papeles con diversos asuntos peliagudos que había que resolver urgentemente. El iba priorizando y resolviendo, y a veces se encontraba, en el montón, con una cuestión que cuando la abordaba ya estaba resuelta. Me decía: “Se había resuelto sola”. No creo que se hubiera resuelto sola en sentido estricto, pero él, como responsable de un área muy amplia en una empresa muy grande, no había tenido que resolverla desde su “centro” racional de poder.
No olvidemos que la presión en contra de la pesca salvaje por parte de los perjudicados por las medusas (siempre que sea espontánea y no manipulada) también es un agente del mercado.
Hay otro factor que intenté apuntar en el caso de los recursos fósiles pero que para el asunto de la pesca masiva en aguas internacionales es aun más evidente:
Para entrar en el mercado y vender tu producto, lo justo es que este producto sea de tu propiedad. Esto, que parece de perogrullo, resulta que no lo es tanto.
Cuando un recurso es infinito (o ilimitado a escala humana, como la pesca en la antigüedad o ahora el viento o la radiación solar) es justo e inocuo que quien pase por ahí lo tome y se lo apropie.
Cuando el recurso es escaso, el que hace suyo ese bien debe compensar de algún modo a la comunidad.
De ahí que me parezca correcto como principio, algún sistema de cuotas o límites, aun cuando sepamos que es difícil que los estados (o los organismos supranacionales) hagan un uso perfecto de su gestión.
Si, es verdad. Ese es un tema que no he tocado, el de la propiedad. No he hablado pues -con propiedad.
Cuando algo es de TODOS es de NADIE, es un bien libre, con lo que se esquilma y maltrata con absoluta naturalidad.
"Cuando algo es de TODOS es de NADIE, es un bien libre, con lo que se esquilma y maltrata con absoluta naturalidad."
...como ocurre con el dinero público (que no es de nadie), según declaración de nuestra ínclita menestra Dª Pixi, encargada del reparto de alpistes y mamandurrias a los pesebres de los artistas con motivos.
Pero ésa es otra historia.
Volviendo al tema original, hay una nueva entrada en la página de Xavier Sala de la serie de artículos dedicada al cambio climático.
Explica con rigor y simplicidad admirables algunos aspectos relativos a las cifras económicas manejadas en relación con el CC.
No se como poner el enlaces en la página de comentarios, así que pegaré la dirección:
http://www.columbia.edu/~xs23/catala/articles/2007/canvi_climatic/canvi_climatic_4_El_Tipo_de_Interes.htm
Magistral, magistral, magistral....
Germánico, estoy en lo fundamental de acuerdo con tu exposición. Lo que queria decir con mi propuesta de entidad supranacional con poder y barcos de guerra, es que es necesario que exista una propiedad para los recursos que antes eran ilimitados y ahora son escasos. Si nadie gestiona esos recursos escasos, como apunta ijon, quedan esquilmados, ya sean japos o hispanos y franceses, que también tenemos lo nuestro (véase la desaparición de la anchoa-boquerón en el golfo de Vizcaya). Hoy por hoy, el mar no tiene dueño, luego la acción individual tiende al desastre. Es necesario un sistema que haría que el precio subiera, pero nunca que este fuera ilimitado, en esto en desacuerdo contigo, ya que si hubiera una población mayor de especies atun-tortuga, la medusa estaría en equilibrio ecológico y los efectos económicos negativos no existirían.
Quizás en un futuro no muy lejano tengamos que decidir entre comer atún o batido de medusa. Yo personalmente preferiría atún y boquerones.
El estado debería llegar allí donde la iniciativa privada no llega, y es ahí donde tendría que tener el papel, en la gestión de esos recursos comunes que son de todos y nadie a la vez (entre otras cosas) y no por ejemplo (y esto me hace muy mala sangre) en gastar nuestra pasta en la tele publica (30 canales públicos en todas España??) donde la iniciativa privada cubre de sobra las necesidades de tele. En eso de acuerdo contigo.
En conclusión, mercado si, solo mercado no. Estado si, solo a lo que la iniciativa privada no llega. Entidades supranacionales si, solo donde los estados no llegan. Y todo esto agarrándoles de los huevos lo mas fuerte posible.
Respecto al euro, podemos entrar en otras discusiones, pero no tengo la seguridad de que el efecto para el ciudadano medio sea todo lo positivo que nos lo pintan.
Si, es cierto que haría falta una propiedad de esos recursos. Esa idea es la que ha introducido “con toda propiedad” Ijon Tichy en esta conversación. Pero yo considero que los recursos denominados Públicos, sean recursos naturales o de capital, son tratados con negligencia y con las miras puestas en otros fines muy distintos a la consecución de un bien público, y esto incluso por los gobernantes más bienintencionados, pues lo público es no solo el Gobierno, sino un montón de bocas por alimentar que constituyen poderosos grupos de presión, por ejemplo…..las televisiones...o los armadores.
Yo no he querido decir que el precio sea ilimitado si se valoran ciertos costes, sino si se valoran todos los costes relativamente mensurables y meramente hipotéticos, muchos subjetivos, que se deriven de cualquier acción de cualquier agente en el medio. Estos costes pasan factura en las urnas, más que en el mercado, donde la gente se comporta de forma más racional (ciñéndose más a su verdadero interés).
Es interesante el artículo de Sala I-Martín que ha colgado Ijon. Habla de los precios de futuro.
Yo también prefiero atún y boquerones.
Imagínate la escena. Vas a un bar y pides un batido de medusa y te preguntan: ¿con veneno o sin veneno?. Respondes: “¿Pero estás gilipollas?...sin veneno”. Y te dice el camarero: “pues macho, ayer te metiste entre pecho y espalda 20 cubatas y ni te inmutaste”.
Tu punto de vista es bastante liberal, y desconfiado del poder, pero también crees que solo el Estado puede resolver ciertas cuestiones. Sobre esto pocos debatirán contigo, casi nadie. Pero hay por ahí algunos liberales, muchos ancap, que si lo harían, porque es obvio que gestión estatal y mala gestión son sinónimos.
¿Y si se abre un concurso público para repartir el mar entre empresas privadas de forma que cada una cuide de su parcela de biodiversidad?. Algunos poderosos magnates, aunque no obtuvieran beneficio económico directo de ello, entrarían en el concurso por una cuestión de prestigio.
¡Que cosas digo!...estoy chiflado. Eso es imposible.
Del euro mejor ni hablamos. Solo quería resaltar que lo más positivo de la Unión es la parte económica y que la otra sobra. En eso soy un poco británico, un poco euroescéptico.
Un saludo.
Pues yo estoy de acuerdo prácticamente al 100% con bernita. A mí lo de los ancap me suena tan utópico como el comunismo (ya sé que no soy original). Acepto el Estado (incluso el supraestado) como mal menor para determinadas cosas, entre las cuales por supuesto, no está la tv ni mucho menos la producción cinematográfica.
Por cierto, mejor el atún y los boquerones. Y lo digo con conocimiento de causa ya que he probado la medusa en un restaurante coreano. Resulta como una sepia blandurria.
Espero que no hayas probado cucarachas en un Restaurante Vietnamita. Creo que allí algunos se las comen vivas.
Puag.
En cuanto al Estado....intentaré superar mi repugnancia en futuros comentarios y post y quizá trague con algo.
Germánico, ijon lo ha dicho...el estado como mal menor... por cierto, serías un feliz ciudadano americano. Allí las cosas si que funcionan bien, los mercados son los mas trasparentes del mundo (todos incluido el de trabajo, el de la vivienda,etc..), y el estado es la mínima expresión. He tenido compañeros de trabajo americanos que filpaban con los impuestos que tenemos aquí, ¿impuesto de lujo? ¿Trasmisiones patrimoniales? ¿Actividades economicas? ¿Impuestos especiales sobre gasolinas? Para ellos es inexplicable, (he de decir que para mi tambien).
Un poquito más de liberalismo si saben y practican por allí, pero tampoco muchísimo más no te vayas a creer...
Yo como soy un chichinabo apenas pago impuestos. Alguna ventaja tenía que tener.
Yerras, germanico, ¿Echas gasolina? pagas un 66% de impuestos por cada litro. ¿Te compraste una casa? si fue de segundamano pagaste un 6 o 7% de trasmisiones, cuando antes ya se habia pagado IVA por esa casa. ¿Compras el pan? pagas iva. ¿Vuelas en avión? pagas tasas de aeropuerto. Pagas renta, y despues de haberla pagado sigues pagando impuestos por todo lo que haces... ¿Pagas electricidad? Pagas por el cierre de las centrales... ¿tienes coche? pues alucina con todos los impuestos que pagas, iva, matriculación, impuesto de circulación, etc... ¿Bebes en botella de plastico? pagas tasas de desechos... no te equivoques...aquí no se libra ni Dios.
¡¡¡CALLA!!!!
¡¡¡CALLA!!!
¡¡¡NO SIGAS!!!
Encima de cornudo apaleado....
Quería olvidar, quería engañarme, quería dormir el sueño de los justos y de los bobos. Y vienes tú con unos platillos y un tambor y te pones con el chin chis spun!!!
Empiezo a recordar, Doctor Freud, ahora que me voy acomodando en su diván...¡El otro día me cayó un multón de 180 euros por aparcar en zona de carga y descarga!!!!
jaja, bueno, consuélate con el siguiente pensamiento. Como sociedad (con la especialización y todo eso) hemos conseguido infinitamente mas de lo que hubiésemos conseguido siendo individuos aislados y autónomos. Suponiendo esto como punto de partida, supón que los impuestos son el precio que debemos de pagar por ser parte de la sociedad y por ello de beneficiarnos de los avances que esta nos proporciona (tecnología, comodidad, acceso al conocimiento, Internet, el tren y etc...). Visto así, el precio que estarías dispuesto a pagar por todo eso que no puedes conseguir solo, seguramente supera lo que pagas por impuestos.
Te envío cordiales consuelos.
¡Noooo! ¡Nooooo! por esoooo no pasoooo!!!!
La riqueza no la crea el Estado, este es una rémora para los que crean riqueza. En todo caso puede ser un marco apropiado en la medida en que sea Estado de derecho y garantice los contratos y sirva para proteger a unas personas de la violencia de otras.
Así que no me consuela saber que todo ese dinero sale de mis bolsillos y va a los Onanismos Púbicos (perdón: Organismos Públicos). Cuando me cojen una porción de mi sueldo pienso en Carod tocándose las pelotas al salir de la ducha o en Zapatero fumándose un puro en la Moncloa y no lo puedo soportar.
Tampoco te pongas así, hombre, con lo poquito que gasta Zapatero.
Al menos en cafés.
Gaste lo que gaste es miooooooooooo, míooooooooooooooo,....mi tesoooro!!
Aún me acuerdo la cara de panoli que puso cuando le preguntaron eso. Pensó rápidamente y dijo un número a boleo tirando por lo alto....y se quedó a ras de suelo. Así pasa con todo lo público. Hacen unos presupuestos generales del Estado con una cuantía determinada de gasto y luego surgen coleguis por todas partes, como en el anuncio de donetes, y tienen que gastar más y más...el café sale entonces a 1,30
De 0,80 a 1,30 solo van 0,50 centimos.
Un aumento presupuestario del 0,50% tampoco está tan mal.
La culpa es de Jordi Sevilla, que al final se escaqueó de esas clasecillas que iba a impartir a nuestro bienamado líder.
Bueno, y de sus profes de la EGB.
No, no, nada de eso.
¡La estulticia de ZP es innata!
Germánico, era solo para darte algo de consuelo... no te lo tomes así, un poco de meditación trascendental este fin de semana y quizas te sobrepongas. Un abrazo
Oooooooooommmmmmmmmmmmmmmmmmm
...mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm. Se acabó, ya he meditado.
Lunes 16 de abril de 2007, a las 7:30 A.M. tras un largo OM.
Lo había tenido frente a mis narices y no me había dado cuenta. Los atunes están en lo alto de la cadena trófica. Cuanto más alto está un animal menos energía aporta y más toma del entorno. Así, los animales que se hayan en la cumbre de la cadena trófica serían los más prescindibles desde el punto de vista ecológico (nosotros, que formamos parte de este selecto club no nos vamos a dejar eliminar fácilmente).
Leamos lo que dicen de las costumbres alimentarias del atún en una página web especializada:
"Los atunes son peces extremadamente voraces, se alimentan durante todas las estaciones del ano excepto en el periodo de reproducción; se trata de un animal eminentemente "eurítrofo" es decir, que come de todo lo que encuentra, con tal de que tenga el aspecto de una presa en movimiento, sin preferencias alimenticias; a pesar de que la mayoría de las especies tienen dientes, el alimento formado por peces pequeños, crustáceos, moluscos y ocasionalmente plancton, es tragado sin masticar. Un ejemplar de barrilete consume 25% de su peso de alimento".
Es decir, que el atún se pone ciego de todo lo que encuentra. Pienso que las poblaciones de los animales que el atún no devora crecerán y su pesca será más abundante, igual que ocurre con erizos y orejas de mar cuando hay pocas nutrias marinas.
Otro aspecto a valorar al reflexionar sobre la intrincada red ecológica.
El libro hay que leerlo porque contiene cosas interesantes. Lo más cómodo siempre resulta dejarse arrastrar por la corriente del pensamiento. Que sean otros los que piensen por nosotros. Se nos dijo que la energía nuclear era lo peor y nadie se tomó la molestia de rebartir esta información. Así Lovelock con la experiencia que dan los años, está ya de vuelta de todo, y en breve la palmará así que se evita fantasear o forrarse el corazón de romanticismo. Lovelock es escéptico y contra la ideología imperante se muestra ferviente defensor de la energía nuclear y para ello argumenta, y las compara con las nuevas energías limpias que no son la panecea, y sobre las cuales quizá habría que discutir más antes de permitir que se implaten y destrocen el paisaje, no solo por ello, sino porque no resulten eficaces ni eficientes, que es de lo que se trata. Recursos y resultado. No siendo la ciencia algo exacto es comprensible que los científicos arrimen el ascua a su sardina, y den sus argumentos al que mejor les pague. Argumentos a favor y en contra no faltan. Lovelock presume, intuye pero las evidencias no son certezas, así que Bush puede estar tranquilo afirmando que el cambio climático son paparruchas, que lo importante es crecer, que firmando el Tratado de Kioto no puede hacerlo y que por tanto no lo suscribe. Los Gobiernos piensan a corto plazo, y así nos va. Les importa poco o nada que este planeta se pueda ir al garete en dos o trescientos años, para entonces ellos habrán vivido su vida a todo tren, habrán encementado todo el litoral y se habrán hecho ricos. Destrozar el medio ambiente es poco problemas para ellos.
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