viernes, abril 11, 2008

Supervivientes


Mi hijo no lo entiende. Es demasiado pequeño, demasiado ignorante. Su cándida inocencia me conmueve. Tengo que contener el llanto delante de él, aunque a veces no es posible, y lloramos juntos. Ha tardado en adaptarse a las nuevas circunstancias unos meses. Al principio se nos hizo muy cuesta arriba. Antes era un apéndice de su madre, lo hacía todo de su mano, guiado por su ternura y aguantado por su paciencia. Cuando ella murió, repentinamente, se vio desprovisto de su principal vínculo en el mundo, con el mundo. Estaba todo el día llorando y montando numeritos, no aceptaba mis explicaciones, no las entendía. Faltaba su mami y eso era todo. Quería que se la devolviesen, no quería una vida sin ella. Yo antes estaba bastante desentendido de las cosas domésticas, de las pequeñas cuentas, de las cuestiones cotidianas, he de confesarlo, casi por instinto. La tendencia natural en el hombre es la de dejarlo todo de cualquier manera, o al menos así se cumple para el hombre que escribe esto.

Ella representaba muchas cosas, pero una muy importante era la organización, o si se prefiere la planificación, o el orden. Era la agenda y la batuta directora de la casa. Todo eso daba un sentido difuso a nuestras por otra parte absurdas vidas –ni más ni menos absurdas que cualquier otra-, y dentro del confortable hábitat creado por su maternal bondad vivíamos el niño y yo, siendo, en cierto modo, dos niños. Su desaparición nos enfrentaba al caos, mucho más que al trabajo. Tuve que cambiar mis hábitos. Empecé a cuidar los detalles y a reducir la frecuencia de mis divagaciones. Mis pies pisaron la tierra.

Echo de menos su calor, en la cama, y su paso por mi lado, y sus bromas, y sus carantoñas, y su voz.... Su presencia maravillosa, milagrosa, dejó el negativo de una ausencia abismalmente deprimente. Pasó, pero en inmenso, como lo que pasa con un brazo o una pierna cuando son amputados, que se siguen sintiendo dolorosamente, como si estuvieran ahí. Se les llama “miembros fantasmas”. Yo también noto en su ausencia esa presencia dañosa, con ese característico dolor inútil. No me extraña que en el pasado la gente creyera ver fantasmas. Es tal el peso de su falta que puede llegar a provocar alucinaciones.

A veces he pensado en suicidarme, pero en seguida he desechado la idea: ¿cómo iba a dejar a mi hijo sin padre?. Ella no lo hubiera admitido. Tengo que asumir el hecho y las circunstancias que de él ineluctablemente se derivan. Tengo que ser fuerte y transmitir a mi hijo esa fortaleza. Y además quiero verle crecer, desarrollarse, convertirse en hombre. Supongo que eso es lo que queremos todos, sobrevivirnos en otro, a ser posible en otro que sea mejor que nosotros, pero que esté hecho de nuestra pasta, de nuestro barro primigenio.


12 comentarios:

Coronel Kurtz dijo...

German. Me ha encantado. No puedo decirte más... ni menos.

Abrazos

Germánico dijo...

Sólo de pensarlo me dan ganas de llorar. Espero que escribir sobre ello conjure el peligro.

Carlos Paredes Leví dijo...

Me sumo a la certera apreciación del Coronel.
Un saludo, Maestro.

Pocomancha dijo...

Y al final uno se hace mayor sin ese calor, aunque nunca se olvide.

Anónimo dijo...

Uff, que mal rato he pasado.

Bellísimo post, German.

woui dijo...

Germánico,
hace un tiempo que no te visitaba, tengo que admitir.
Y ahora leer este post, realmente me ha tocado el alma y me ha estrujado el corazón. No tengo palabras.

Un abrazo enorme, y mucha fuerza.

Germánico dijo...

Carlos, tanto la apreciación del Coronel como la tuya son suficientes para que quede satisfecho.

Jinete, yo también lo pasé mal escribiéndolo, y antes imaginándolo.

Espero, Manchego, que lo del olvido del calor sea tan poco autobiográfico en tu caso como el relato en el mío.

Woui, trato de recordar o relacionar...

Chess dijo...

"Espero, Manchego, que lo del olvido del calor sea tan poco autobiográfico en tu caso como el relato en el mío."

Menos mal que has dicho eso, como paso poco por aquí me había llevado un susto de muerte, estaba mirando donde estaban los clinex y estaban llegando mil pensamientos a mi cabeza...

Un abrazo germánico.

Carlos Suchowolski dijo...

¡Vaya, me han gustado las dos incursiones literarias; tienen mucha fuerza además de tener un lenguaje muy depurado! Cangratulaciones. A ver si te animas alguna trama.
Te seguiré de cerca en este tema.

Germánico dijo...

Chesk, si fuera real no creo que hubiera podido escribirlo.

Gracias Carlos. Es posible que de ahora en adelante haga más incursiones de ese estilo aquí, puesto que las otras (a las que venía acostumbrando a los que por aquí pasaban) las haré en la Nueva Ilustración y en Políticamente Incorrecto.

La Mamba dijo...

Se me ha encogido el alma......... me ha encantado. La peor de las pesadillas. Es precioso Ger.

Germánico dijo...

¡Ay, Mamba, la belleza del drama!