El viejo profesor de latín iba paseando por la calle y observando distraídamente a los demás transeúntes. Lo que veía pasaba por el filtro clasicista de su mente amante de la antigüedad grecorromana, y la vulgaridad observada contrastaba notoriamente con la aristocrática belleza de los modelos heroicos, tantas veces estudiados.
Un par de chicas hablaban una jerga llena de tacos y de palabras horteras. Hablaban como rameras. ¿Qué fue de la oratoria?. Ni siquiera los representantes políticos eran capaces de articular un discurso medianamente sugestivo o interesante.
Absorto como estaba en meditaciones metafísicas sobre el orden del cosmos y la ética perfecta, tardó en darse cuenta de lo que le estaba pasando. Un joven con cara de loco furioso, sin duda drogado, le había golpeado sin venir a cuento. Un poco más atrás había otro riendo histéricamente y jaleándole mientras apuntaba la escena de la agresión con uno de esos inmundos aparatejos de la modernidad decadente, del medioevo tecnológico.
“¿Lo estás grabando?” –dijo el agresor girando la cabeza a su amigo- “grábalo todo”. El Profesor jubilado Antonio Perales cayó al suelo, golpeándose la cabeza contra la puerta de un portal. Poco tiempo después moría en el hospital.
Conversación de dos adolescentes, en el colegio, al día siguiente:
-“Joer Manu, la que hemos liado”.
-“Tú a callar y a olvidar, macho. Seguro que no nos pillan”.
-“¿pero y la grabación?...¿qué hago, la borro?...”.
-“jajajajaa, ni de coña, tronco, esa guárdala, que es la ostia”.
Un par de chicas hablaban una jerga llena de tacos y de palabras horteras. Hablaban como rameras. ¿Qué fue de la oratoria?. Ni siquiera los representantes políticos eran capaces de articular un discurso medianamente sugestivo o interesante.
Absorto como estaba en meditaciones metafísicas sobre el orden del cosmos y la ética perfecta, tardó en darse cuenta de lo que le estaba pasando. Un joven con cara de loco furioso, sin duda drogado, le había golpeado sin venir a cuento. Un poco más atrás había otro riendo histéricamente y jaleándole mientras apuntaba la escena de la agresión con uno de esos inmundos aparatejos de la modernidad decadente, del medioevo tecnológico.
“¿Lo estás grabando?” –dijo el agresor girando la cabeza a su amigo- “grábalo todo”. El Profesor jubilado Antonio Perales cayó al suelo, golpeándose la cabeza contra la puerta de un portal. Poco tiempo después moría en el hospital.
Conversación de dos adolescentes, en el colegio, al día siguiente:
-“Joer Manu, la que hemos liado”.
-“Tú a callar y a olvidar, macho. Seguro que no nos pillan”.
-“¿pero y la grabación?...¿qué hago, la borro?...”.
-“jajajajaa, ni de coña, tronco, esa guárdala, que es la ostia”.
6 comentarios:
Pobre hombre. Para más inri era profesor de latín (dixit y pixit).
Chicos, os he concedido un premio. No tardeis en pasar a recogerlo, que se pasa el arroz :P
No hagas bromas, que mi mujer es profesora.
(Oye, ¿que es eso de que "hablaban como rameras"? jejeje, pobrecitas, que más quisieran esos dos garrulos.)
Ya se sabe que para ser padres o tener perro no se piden requisitos previos....así que no nos hagamos ilusiones por las nuevas generaciones, porque la dejadez de los padres ha dado legiones de individuos incapaces de bancarse las frustraciones e incompatibles con el pensamiento y la reflexión. Creo que nunca se ha rendido tanto culto a la estupidez y la frivolidad como en estos tiempos. Y lo que queda....
Un saludo.
Quizás en estos tiempos falten los valores que hicieron grande el mundo clásico, Carlos. La gente está adocenada en su ignorancia.
El deterioro del lenguaje, Jinete, es todo un síntoma. El lenguaje es una de las primeras instituciones que degenera cuando una sociedad entra en decadencia. Claro que no es lo mismo una ramera que una Hetera...
Gracias de nuevo, Luis, a ver si hago lo propio y premio a alguien.
Sí, Ijon, nuestra exministra de cultura también representa esa decadencia de los valores....
Por no hablar de ZP
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