viernes, julio 20, 2007

Un viaje (a Trip)


El farmacólogo suizo Albert Hofmann trabajaba en Sandoz Pharmaceutics. Durante muchos años, desde 1930, estudió el cornezuelo, un hongo que crece en los cereales, y sintetizó a partir de él algunos compuestos químicos. Ninguno de ellos, probados en animales, parecía tener propiedades interesantes, así que los descartó como posibles fármacos. En 1943, sin embargo, decidió volver a investigar con ellos. Un día de abril que estaba resfriado se marchó pronto a casa. Una vez en ella empezó a experimentar extraños fenómenos visuales: “Una serie ininterrumpida de imágenes fantásticas, formas extraordinarias con un intenso y caleidoscópico juego de colores”. Cerrando los ojos las cambiantes formas de colores parecían ir contra él. Y así estuvo unas dos horas. Comprendió que había ingerido accidentalmente uno de sus compuestos. Este era el ácido lisérgico, más conocido como LSD.

Entre 1956 y 57 se realizaron dos curiosos experimentos con probandos humanos sobre deprivación sensorial.

Hebb realizó un estudio con estudiantes varones voluntarios (por 20 dólares). Los aisló en cubículos iluminados, donde tenían que permanecer tumbados en una cama durante al menos 24 horas. Les puso unos visores de plástico traslúcidos que permitían que pasase la luz pero no formas visuales. Asimismo les colocó unos guantes de algodón y unos puños de cartón, que se iban más allá de la punta de los dedos impidiendo su percepción táctil. La cabeza la apoyaban encima de almohadas de goma. Por todo sonido había un zumbido tenue.

Los estudiantes empezaban pensando en sus cosas cotidianas y traían recuerdos a su mente de familia y amigos. Trataban de pensar activamente sobre cosas pero al final estaban en un estado tal que terminaban por dejar vagar la mente. Uno de los estudiantes dijo: “Mi cabeza se quedó llena de canciones y de colores y no podía dominarla”. También experimentaban muchos probandos períodos de mente en blanco y ausencia de consciencia.

De entre los que estuvieron más de 24 horas los hubo con visiones tales como un árbol que le hacía sombra a una roca o fotografías de recién nacidos en interminable sucesión. En general tenían alucinaciones coloridas y extrañas que pasaban de simples formas geométricas a complejos dibujos o escenas coherentes como una procesión de ardillas con sacos encima de los hombros cruzando el campo visual, o monóculos recorriendo una calle. Los chicos perdían el control sobre sus alucinaciones: uno decía no ver otra cosa que perros y más perros. También tuvieron alucinaciones auditivas, de voces y música, mezcladas con las visuales, como la de un probando que vio salir el sol por encima de una iglesia y escuchó a un coro cantar con un sonido estereofónico total.

Otra sensación recurrente era de de ser otros o la extrañeza del propio cuerpo. Describían la sensación de formas tales como estas:
-“Mi cabeza parecía que era una bola de algodón, flotando encima de mi cuerpo”.
-“Parecía como si algo me estuviera sorbiendo la cabeza por los ojos”.

Otro científico, Lilly, puso a sujetos con equipo de submarinistas y gafas oscuras flotando por debajo de la superficie de un gran tanque de agua que estaba a la temperatura corporal. No tenían sensaciones luminosas o de peso del cuerpo y tampoco táctiles. Solo la respiración. A los pocos minutos desarrollaban sensaciones subjetivas sorprendentes, con experiencias parecidas a las místicas, de gran comprensión y conciencia.

Poco después de estos experimentos, en el año 1959, un famoso disc jockey de New York, Peter Tripp, decidió dejar de dormir durante 200 horas seguidas. Instaló para ello una emisora en un centro de reclutamiento del Ejército, cuyas paredes eran de cristal, en Times Square.

A los dos días, al cambiarse de zapatos, descubrió en ellos telarañas. Las manchas que había en la mesa le parecían animales. Pensó que había un conejo en el centro de reclutamiento. A las 110 horas tenía claros síntomas de delirio. Su mundo visual era grotesco. Cuando entró uno de los doctores que le supervisaban con un traje de tweed aseguró que era un traje de gusanos peludos. De una enfermera decía que chorreaba saliva y de la corbata de otro científico que saltaba. En torno a las 120 horas abrió el cajón de su escritorio y salió corriendo despavorido. Una llama le había saltado encima desde su interior. A partir de las 150 horas miraba un reloj de pared y veía en él a un actor maquillado para intepretar Drácula en la televisión. Dudaba si él mismo era ese actor.

En la mañana del último día llegó un neurólogo para examinarlo vestido de forma un poco sombría y con un paraguas, pese a hacer un tiempo excelente en New York. Creyó que era un enterrador dispuesto a enterrarlo vivo y trató de huir, siendo contenido y tranquilizado por los doctores.

Después del calvario durmió 13 horas seguidas y se despertó en perfecto estado.

Cuando en 1967 los Beatles publicaron su disco Sargent Pepper’s lonely hearts club band, surgió una polémica sobre la segunda canción del album. Se titulaba Lucy in the sky with diamons. Según John Lennon, su autor, el título y la canción estaban inspirados en un dibujo que hizo su hijo, pero otros creían ver en el mismo y en la propia canción, bastante psicodélica, una alusión al LSD. La época hippy comenzaba y se avecinaban grandes cambios y fallidos experimentos sociales.

En 1974, en un campamento instalado en un desierto cercano a la costa de Etiopía, entre Yibuti y Addis Abeba, unos arqueólogos encontraron un australopitecus (llamado afarensis por ser encontrado en la tierra de la tribu Afar). Tenían puesta todo el día la canción de los Beatles Lucy in the Sky with Diamonds, asi que bautizaron su hallazgo con el nombre de Lucy.

¿Alguien le encuentra algún sentido a este viaje?.
Psicología. Garndner Lindzey, Calvin S. Hall y Richard F.Thompson.
Psicobiología. Mark Rosenzweig, Marc Breedlove, Neil V. Watson.
¿Quiénes somos?. Luca y Francesco Cavalli-Sforza.

7 comentarios:

Ijon Tichy dijo...

Debe ser curioso experimentar con drogas alucinógenas.

Claro que existe el peligro de cogerles afición.

Germánico dijo...

Yo no he tomado, ya alucino bastante con la realidad tal cual se me presenta.....

Carlos Paredes Leví dijo...

Yo, lo más que probé y de manera accidental, fue una lata de champiñones caducados....y no aluciné en absoluto.
Un saludo y como siempre, saco bolígrafo y libreta.

Freman dijo...

Os recomiendo The Road to Malpsychia. En teoría, es una serie de apuntes sobre psicólogos del siglo XX. En realidad, es uno de la hornada de libros que parecen escrito por encargo para darle caña a algunas cosas que se lo merecen y a unas pocas que no: se citan entre ellos, todos comienzan el prólogo diciendo "eh, yo no soy creyente, pero..." y el mayor pecado para todos es montarse una religión a la medida. Eso, a pesar de no ser creyentes...

Sin embargo, este es de los más dignos. Arraca con Margaret Mead, sigue con Abraham Maslow, luego va Timothy O'Leary, y finalmente un popurrí con los inventores de la psicoterapia grupal.

Anónimo dijo...

Pues yo sí he probado el LSD, fué hace muchos años, y en dos ocasiones (la verdad es que le tenía miedo). No recuerdo haber tenido alucinaciones, pero sí una interpretación muy diferente de las percepciones sensoriales; o sea, que lo que me entraba por los ojos y los oidos seguía un camino diferente al habitual, o eso me parecía.

No quise tomar más, a pesar de que me lo regalaban, no por habeer tenido una mala experiencia, que no lo fué, sinó por el riesgo que decían que se corría de quedarse "colgado". Ahora mismo ya no sabría decir si estoy colgado o no, o como dice GERMANICO, ya la realidad es suficiente alucinación. JAJAJAJAJAJA

Un placer saludaros de nuevo.

Ijon Tichy dijo...

Bueno Batiola, dicen que en esta vida hay que probar de todo.

En fin, mejor dejémoslo en casi todo.

Un abrazo.

Germánico dijo...

¡Saludos a todos amigos!...ups, voy a seguir trabajando....