Cuando salía de la niñez y entraba en la adolescencia me entusiasmé con los comics de superhéroes. Aquello tipos con disfraces multicolores eran muy distintos a un oficinista en un traje oscuro o un currito en un mono azul. Eran diferentes. Me alucinaban y permanecía ciego a su atuendo hortera y la imposibilidad de sus poderes y su filantropía. La lucha entre poderosísimos buenos y poderosísimos malos tenía como telón de fondo gris y anodino ciudades ocupadas por gente corriente, vacías de grandeza. El ser humano era una minúscula e irrisoria vida que salvar o someter por los seres superiores, dioses en la tierra, que eran los superhéroes y supervillanos.
Es natural que los comics conmuevan al espíritu adolescente. Se presentan los problemas en términos muy sencillos. Recuerda al chiste de vascos: “Oye Paxti, ¿qué hacemos discutiendo pudiendo resolverlo a ostias?". La ambigüedad e irresolubilidad inherente a casi todas las cuestiones sociales era eliminada y sustituida por la simpleza maniquea y de finales felices. Por otro lado se desafiaban con éxito las limitaciones de la naturaleza, las mismas leyes de la física, para lograr el ansiado y deseable fin de la paz y la armonía. Por el camino a esa paz se produce una lucha en las alturas de la que los pequeños y frágiles humanos reciben solamente los destellos, el glorioso fulgor y el cegador brillo. Uno piensa en esas pelis de polis en las que se persigue a un malo en coche y se pone en peligro la vida de cientos de personas, pacíficos e inocuos transeúntes....¡y milagrosamente nadie muere, en todo caso el malo!.
Los superhéroes y supervillanos no son otra cosa que una proyección estereotipada de nuestros deseos de poder. Los superhéroes y supervillanos lo son –porque “pueden”. Pero su naturaleza es inhumana, tanto por los poderes que tienen como por su excesiva bondad o maldad. Un hombre que estuviera dotado de semejantes poderes acabaría por buscar un equilibrio satisfactorio. Ni aspiraría a domeñar o destruir la civilización y la humanidad ni pretendería salvar a cada persona que estuviera en peligro, consagrándose a una labor interminable de benefactor. No sería, nuestro hombre afortunado con la lotería de los superpoderes, ni el bien ni el mal encarnados, ni Dios ni el Diablo.
Querríamos tener un poder que nos permitiese tenerlo todo sin apenas esfuerzo. Este deseo es aún más fuerte en las edades de la vida en la que uno empieza atisbar que tendrá que hacerse adulto y mantener su mundo sobre sus propios hombros, como el titán Atlas, o subir y bajar piedras sin parar, sin esperar descanso, como Sísifo. Y además querríamos que las cosas fueran fáciles no sólo en el terreno de los hechos, sino en el de las ideas. Así nos gustaría que el bien y el mal no estuvieran tan bien mezclados en los demás, y así poder identificar a los buenos y a los malos en un rápido vistazo, así como que nuestros fines fueran únicos y unívocos.
Es natural que los comics conmuevan al espíritu adolescente. Se presentan los problemas en términos muy sencillos. Recuerda al chiste de vascos: “Oye Paxti, ¿qué hacemos discutiendo pudiendo resolverlo a ostias?". La ambigüedad e irresolubilidad inherente a casi todas las cuestiones sociales era eliminada y sustituida por la simpleza maniquea y de finales felices. Por otro lado se desafiaban con éxito las limitaciones de la naturaleza, las mismas leyes de la física, para lograr el ansiado y deseable fin de la paz y la armonía. Por el camino a esa paz se produce una lucha en las alturas de la que los pequeños y frágiles humanos reciben solamente los destellos, el glorioso fulgor y el cegador brillo. Uno piensa en esas pelis de polis en las que se persigue a un malo en coche y se pone en peligro la vida de cientos de personas, pacíficos e inocuos transeúntes....¡y milagrosamente nadie muere, en todo caso el malo!.
Los superhéroes y supervillanos no son otra cosa que una proyección estereotipada de nuestros deseos de poder. Los superhéroes y supervillanos lo son –porque “pueden”. Pero su naturaleza es inhumana, tanto por los poderes que tienen como por su excesiva bondad o maldad. Un hombre que estuviera dotado de semejantes poderes acabaría por buscar un equilibrio satisfactorio. Ni aspiraría a domeñar o destruir la civilización y la humanidad ni pretendería salvar a cada persona que estuviera en peligro, consagrándose a una labor interminable de benefactor. No sería, nuestro hombre afortunado con la lotería de los superpoderes, ni el bien ni el mal encarnados, ni Dios ni el Diablo.
Querríamos tener un poder que nos permitiese tenerlo todo sin apenas esfuerzo. Este deseo es aún más fuerte en las edades de la vida en la que uno empieza atisbar que tendrá que hacerse adulto y mantener su mundo sobre sus propios hombros, como el titán Atlas, o subir y bajar piedras sin parar, sin esperar descanso, como Sísifo. Y además querríamos que las cosas fueran fáciles no sólo en el terreno de los hechos, sino en el de las ideas. Así nos gustaría que el bien y el mal no estuvieran tan bien mezclados en los demás, y así poder identificar a los buenos y a los malos en un rápido vistazo, así como que nuestros fines fueran únicos y unívocos.
6 comentarios:
Las historias de superhéroes y supervillanos puede que ayuden a forjar la visión maniquea que, de forma tan acomodaticia, todos en mayor o menor medida adoptamos alguna vez.
Contrariamente a los comics, en la vida real poco hay blanco o negro. Predomina el gris y discernir el tono claro u oscuro de ese gris no es tarea fácil.
Che, esos calzancillos que llevan por encima de las mallas es para disimular el paquete ? Porque supogo que tendrán un superpaquete ¿no?
Por eso querías ser superhéroe de pequeño ?
Lo cierto es que el elemento mítico, Ijon, nos sigue conmoviendo y entreteniendo de mayores.
¡Carlos!......prefiero ser superdotado en otras cosas.....aunque no desprecie la hipertrofia en el miembro como elemento decorativo.
Es que un mundo sin maniqueísmo es extraordináriamente complicado y fijate, no sé si es posible. Aunque, claro hay distintos niveles, como más elemental más cómodo
Sí, es cierto. Nos manejamos con categorías mentales que son aproximaciones a la realidad. No existe una correspondencia perfecta. Cuando más afinadas sean mejor, no hay duda.
Por otro lado hay cosas cuya bondad o maldad es difícil de discernir, pero algunas son perfectamente clasificables como buenas o malas, hasta el extremo de que podría decirse, sin temor a equivocarse, que SON buenas o malas, al menos desde cierta perspectiva o con arreglo a algún fin.
Un saludo Josepa.
No sé, no sé... Por tus impresiones yo diría que no leíste muchos tebeos de superhéroes. En general, no comparto esa reducción de las sagas heroicas de Marvel o DC a "una proyección estereotipada de nuestros deseos de poder". Son millones de páginas publicadas que dan para muchos temas y enfoques. Algunas cuadrarán conesa descripción. Mi impresión de las historias que he leído es que tratan más sobre la debilidad y la falibilidad personal y sobre cómo afrontarlas que sobre los placeres y beneficios del ejercicio de un poder ilimitado.
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