miércoles, julio 04, 2007

Sonrían, por favor

Cuando nuestros parientes los chimpancés sonríen no lo hacen porque se diviertan o quieran caer simpáticos. En ellos la sonrisa denota miedo. Entre nosotros en cambio es, ante todo, un gesto positivo. Podemos encontrar sonrisas ya en las esculturas de la Grecia o la Roma arcaicas. Muy atinadamente se las denomina "sonrisas arcaicas". De ellas es muy destacable la sonrisa que esbozan los rostros de las esculturas funerarias etruscas. Una pareja enterrada para la eternidad en un sarcófago compartido nos envía una sonrisa relajada, como posando para una foto. Querían, supongo, ser inmortalizados sonriendo, para que todos supieran lo felices que habían sido juntos.

La sonrisa es muchas veces un gesto ambiguo. No tiene la claridad estruendosa de la risa, aunque muchas veces es un conato de ella. Tras ella se pueden ocultar innumerables sentimientos sutiles, algunos incluso mezcla de tristeza y alegría. Una sonrisa puede ser irónica. En tal caso uno no sabe si se sonríen/ríen por dentro de la comicidad en la fatalidad, de quien observa su sonrisa, o de una promesa de futuro que su imaginación inventa como consuelo. La sonrisa más enigmática de todos los tiempos quizá sea la de la Mona Lisa, en la que algunos ven retratado, con cuerpo y cara de mujer, al autor, Leonardo Da Vinci. ¿Qué nos están diciendo, a través de los siglos, esa mujer, y el pintor del retrato?.
En la interacción social es muy importante distinguir entre sonrisas falsas y verdaderas, sobre todo cuando hay algo "verdaderamente" importante en juego, algo que –no es un juego. Y es posible hacerlo. De hecho, los circuitos neuronales que se activan al emitir una sonrisa falsa son distintos de los activados al sonreír espontánea y auténticamente, así como los músculos faciales inervados. Esto lo puso de manifiesto en el siglo XIX el neurólogo francés Guillaume Duchenne. Insertando directamente en el cerebro de sus pacientes electrodos suscitó en ellos sonrisas y risas con pequeñas descargas. Muchos afectados por apoplejías y otros daños neurológicos pierden la movilidad en el rostro. No pueden esbozar una sonrisa o una risa sociales, pero tampoco pueden contenerlas cuando algo realmente les hace gracia o les agrada. Paul Ekman acuño la expresión "sonrisa de Duchenne" para referirse a las sonrisas genuinas.

Dado que el circuito motor de la sonrisa y el emocional de las emociones positivas están conectados bidireccionalmente, podemos levantar el estado de ánimo simplemente levantando las comisuras de los labios. Bien es cierto que aunque la conexión entre el sistema límbico (sede de las emociones) y la corteza se da en ambos sentidos, las eferencias hacia la corteza son mayores que a la inversa. Así es más fácil sonreír cuando uno está contento que ponerse contento sonriendo.

Pero tú, Mavi, deja que tus personajes sigan sonriendo, porque la sonrisa realza la belleza y transmite confianza a los demás.

Dentro de las sonrisas tenemos, como decíamos, algunas falsas, llamadas "sonrisas sociales". En última instancia toda sonrisa es social, incluso la que nace de lo más hondo del sentimiento, dado que los propios sentimientos son mecanismos sociales. Profundizando aún más y penetrando las emociones primarias vamos más allá de la sociedad y entramos en la supervivencia individual del organismo. Pero en ese terreno la sonrisa no es precisa. Una emoción positiva no tiene porqué tener su reflejo en un rostro si no es para comunicársela al otro.
En el juego de la comunicación interfiere la consciencia, la razón, el cerebro ejecutivo, que intenta dictar al resto de nuestro "yo", inconsciente, lo que debe expresarse y lo que no. Las convenciones de culturas desarrolladas como la nuestra exigen, en determinadas circunstancias, sonreír cuando uno no tiene ganas o contener la sonrisa incluso cuando uno está jovial.

El brillante semiólogo y escritor Steven Jonson ilustra magistralmente una de estas incómodas (y cómicas) situaciones sociales en su excelente obra: "Mind Wide Open":

Es muy posible que muchos hayamos tenido una experiencia parecida a esta que paso a referir: nos encontramos en una reunión social con varios compañeros de trabajo; por ejemplo, en una fiesta antes de las vacaciones de la empresa, y nos topamos con un compañero con el que mantenemos una rivalidad no reconocida. Es una de esas relaciones que, en superficie, se puede calificar de camaradería pero que, si escarbamos un poco, encierra una competitividad que ninguna de las partes reconoce. Cuando vemos a nuestro colega, intercambiamos las bromas de rigor, pero al poco tiempo éste nos confiesa que algo no marcha bien en su trayectoria profesional; por ejemplo, que por su culpa su empresa ha perdido a un cliente importante o que no ha conseguido la beca de investigación que había solicitado o que la editorial ha desestimado su última remesa de relatos breves. Sea lo que sea, es una mala noticia; el tipo de noticia que un amigo debería acoger con una expresión de preocupación, de tristeza, esa misma expresión que nosotros afectamos cuando oímos la noticia.

Lo que ocurre es que no somos un amigo de verdad. Por debajo de la superficie, somos su rival, un rival que quiere reírse de la mala noticia, que quiere saborear la schadenfreude. Y, así, durante una décima de segundo, mientras oímos salir de su boca las fatídicas sílabas, con un tono que presagia su decepción antes incluso de haber terminado la frase, esbozamos un asomo de mueca que se parece a una sonrisa.

Y entonces se inicia un baila de lo más intrincado. Mientras nuestro rostro se nubla con la preocupación de rigor, detectamos en su rostro un sobresalto momentáneo, que quiere decir: "¡No habrá sido eso una sonrisa!". Tal vez sus ojos se queden fijos de repente en nuestras pupilas o tal vez haga una pausa en mitad de la frase como si algo lo hubiera distraído. En nuestra mente surge un subtitulado codificado, que dice más o menos: "¿Se habrá dado cuenta de la sonrisa?". Mientras le participamos nuestro pesar, nos preguntamos si nuestras palabras habrán sido más crueles que consoladoras. "¿Estará pensando que mi simpatía es fingida?. Tal vez debería mostrarme menos compasivo, por si acaso.

Imagino que a más de uno le habrá hecho combar los labios en una mueca característica la descripción de Johnson.

La sonrisa social es falsa, pero apaciguadora, útil para engrasar la maquinaria social, para impedir fricciones en los cotidianos intercambios. En algunos casos es una máscara de hipocresía, usada por los free riders, por los maquiavelos y aprovechados para pasar por positivos, por ejemplo, ante un reto ante el que realmente no están dispuestos a arrimar el hombro o ante un éxito que les contraría. Pero en la falsedad también hay grados. Es posible que sonriamos a alguien que no nos resulte especialmente simpático, pero no tiene porque ser un contrincante, un enemigo, o alguien que nos caiga gordo. Puede sernos más bien indiferente. Y eso es lo que ocurre en la mayoría de los casos.

10 comentarios:

pietrapómez dijo...

Hay un libro un poco obsoleto que se llama "El mono desnudo" en el que el autor, Desmond Morris dice que el hombre es el único animal que muestra los dientes y ese gesto no se interpreta como un gesto de agresividad. Tal vez es lo único que salvar de este tratado de antropología, pero ya es algo.
Un post muy interesante, Germánico (para no variar)

Germánico dijo...

Yo el mono desnudo lo leí hace muchos años, con otra mente, y no recuerdo mucho de él. Supongo que estará relativamente obsoleto, dado lo que se va averiguando sobre la naturaleza humana y sobre nuestros parientes primates.

Gracias Pietra.

Carlos Paredes Leví dijo...

Muy instructivo como de costumbre y, una vez más, vuelvo a tomar notas.
Todos, alguna vez, hemos sonreído fuera de contexto: en un funeral, mientras nuestros padres nos echaban una bronca, ante la explicación de un profesor, etc. Otros, se la pasan sonriendo al pedo,todo el día, como si tuvieran un tic nervioso que les obligara a dilatar los labios...
Un saludo.
Ah, a ver si este mes cae la pizza, que Ijon ya la probó pero tú no...

El Cerrajero dijo...

La primera foto --la de De la Vogue-- no le hace justicia ¡ha salido demasiado mona! xD

Freman dijo...

Tienes también la sonrisa de Buda: dicen que, dada la complejidad de los músculos del rostro, la postura de máxima relajación de éste adoptaría la forma de una sonrisa... o sería interpretada como una sonrisa.

Está la risa histérica, como la de la mujer de Eliot:

As she laughed I was aware of becoming involved in her laughter and being part of it, until her teeth were only accidental stars with a talent for squad-drill. I was drawn in by short gasps, inhaled at each momentary recovery, lost finally in the dark caverns of her throat, bruised by the ripple of unseen muscles[...]

Y, por último, hay famosas risas sinceras, como la risa de Sara cuando le dicen que va a tener un hijo. Es famosa, porque marca el origen de una nación que nace riendo. Pero, sobre todo, porque se trata de una mujer que se ríe nada más y nada menos que de algo dicho por el Big Boss. Y lo mejor de todo es que el Boss no parece tomárselo a mal.

Supongo que, al escuchar reír a Sara, en la cara del Jefe se dibujó una sonrisa de Buda.

Germánico dijo...

Carlos, seguro que sonreiré de felicidad al saborear la Pizza porteña. Este mes quedamos. Ya hablamos, a ver si la semana que viene, la siguiente o la otra.
Cerrajero, la Vogue aunque se vista de seda (de Vogue).....
Freman, gracias por añadir esas otras sonrisas y risas a este muestrario.

Carlos Paredes Leví dijo...

Germánico:
cuando tú quieras...
un saludo

Ijon Tichy dijo...

¿Y cuando la sonrisa social es falsa, y ambos interlocutores lo saben, y aun así perseveran en tal actitud? Muy buena la historia de los "compañeros". Real como la vida misma.

Pd. Yo estaré currando todo Julio, así que cuando queráis, pizza.

Carlos Paredes Leví dijo...

Ijon:
a mí también me toca quedarme en julio. Hablamos...

Germánico dijo...

Perpetraremos pues una nueva conjura contra la necedad y la locura reinantes en torno al círculo sagrado de una Pizza porteña, un día de estos.