jueves, marzo 22, 2007

Sólo sé que no sé nada


Son sorprendentemente pocos, tendiendo a ninguno, los conocimientos de primera mano que tenemos de los asuntos sobre los que nos atrevemos a tratar cuando filosofamos, verse nuestra filosofía sobre el derecho, la economía, las ciencias naturales, las ciencias sociales, la política.... Bebemos de fuentes de información, más o menos cercanas al origen, de agua más clara o más turbia, y rara vez del río del conocimiento. Esto es así porque nosotros solo creamos o percibimos “saber” o “realidad”, más allá de lo comúnmente aceptado y vivido, en situaciones muy excepcionales, asimilando cultura del ambiente casi siempre en forma de paquetes de información de diversa elaboración y adulteración, de lo que Dawkins denominó “memes”.

Si queremos establecer una distinción simple y claramente comprensible por todos, podemos decir que conocer y estar informado son dos cosas bien distintas. Lo que distingue al ser humano de los demás seres vivos que pueblan la tierra es su capacidad de informarse, más que la de conocer, su habilidad para comunicarse y crear redes de complejidad creciente, más que percibir de un modo distinto y más elevado la realidad (aunque como propiedad emergente la mejora cognitiva sea un resultado). La mente es un proceso que ha surgido de interacciones múltiples con el medio y con la sociedad (o medio social superpuesto al natural), pero en nosotros este último ha marcado la diferencia.

El inconveniente del conocimiento derivado de la información es que este es de segunda, tercera, cuarta.....o enésima mano, y pierde en el camino fuerza y pureza. La ventaja está a la vista: sabemos un poco de todo y podemos especular sobre las cosas sin tenerlas delante. Los paquetes de información son piezas abstractas con las que jugamos al juego de la especulación. No tiene nada de extraño que la palabra especulación tenga el mismo origen que espejo. Especular es especular, reflejar. Se toman imágenes y se hace un juego de espejos en la imaginación (nótese que imagen e imaginación tienen a su vez la misma raíz). La mente especuladora es una habitación llena de espejos en la que se entrecruzan imágenes de forma aparentemente caótica para crear todas juntas un “fresco”, un caleidoscopio de trazos y colores variados. Esto es lo que nos eleva por encima del resto de los animales. Nos lleva a percibir trayectorias y regularidades, leyes, a anticipar consecuencias, a distinguir agentes y pacientes, en definitiva, a la responsabilidad y la moral, a la anticipación y planificación, al orden y al concierto, a demorar la gratificación y priorizar objetivos previamente elaborados. Todo esto se localiza en el lóbulo frontal del cerebro, donde, parece ser, hay una representación en pequeña escala del resto del órgano, un reflejo, una imagen. El lóbulo frontal está conectado con todo el resto de módulos o núcleos del cerebro de forma armoniosa. Toda la información relevante, o que deba tomarse en consideración de forma explícita, fluye a él, tras pasar algunos filtros. Allí el comité ejecutivo toma las decisiones que llevan a las acciones conscientes.

El ser humano es el único capaz de proyectarse en el futuro con la mente más allá del horizonte de la necesidad inmediata, de tener fines y por tanto de buscar medios. Cuando un pájaro toma ramas para hacer con ellas un nido, cuando una araña teje redes, lo hacen por instinto, no por reflexión (reflejo). Para ellos “no hay futuro”. La fórmula punky de “no hay futuro”, igual que la admonición de Horacio, “carpe diem”, nos querían llevar de vuelta a la edad de la inocencia, a una Edad de Oro animal, a un Edén perdido del que caímos. Pero aquello no existió, pues para disfrutar un Paraíso hay que ser consciente de él. Pretendían, y siguen pretendiendo, lo que apuestan por el presente, dar un salto atrás en la evolución del cerebro, pero ya es demasiado tarde, el hombre está condenado a vivir en el tiempo, y el presente se nos antoja una ilusión, aún cuando la única ilusión verdadera sea el futuro.

El hombre es el animal menos directo que hay. Por caminos torcidos logra sus fines. A través de herramientas, armas, fuego, imaginación, vestimenta...el hombre es el gran utilizador de medios (utilizar y utilidad también tienen raíz común, piénsese en ello). De ahí el largo período de aprendizaje, la neotenia. El hombre es el gran generalista del Reino animal, tan lleno de especialistas metidos en nichos. Es lo que en biología evolucionista se denomina “oportunista”. Y así ha desarrollado esa red compleja de nuestra moderna sociedad tecnológica y de gran división del trabajo en la que él, como individuo, apenas sabe nada, siendo no más que un ser informado, apenas conocedor. Se produce el fenómeno que Hayek denominó “conocimiento disperso”. La sociedad como un todo SABE, si bien es del todo ridículo atribuir conocimiento a la sociedad, pues esta no lo integra como nuestro cerebro integra en la consciencia. La sociedad no es consciente, sólo el individuo lo es. Y en su consciencia desconocedora ha de aceptar como suya la frase que el gran sabio Sócrates pronunció hace milenios: “Sólo sé que no sé nada”, y confiar en las fuerzas impersonales –pero derivadas de las personales de cada individuo en interacción con los demás- de la sociedad, el mercado, la ciencia etc etc....confiándose con ello a fuentes autorizadas, a conocimientos de segunda mano, a verdades cuyo conocimiento personal supondrían un tiempo y una dedicación que nos superan. Lo acertado, como para un alto ejecutivo o un líder político lo es escoger asesores y discriminar su valía, es saber de qué fuentes beber, y en qué cantidades.

Como mejor se perciben los “hechos” es cuando se “hacen” (apréciese raíz común). Como esto no es posible para la mayoría de los hechos que son relevantes en nuestras vidas, sólo nos cabe ser buenos seleccionadores de informantes, a falta de ser buenos conocedores.

Cuanto más desarrollada tecnológicamente es la sociedad, cuanto más imbricada es la red de división del trabajo, tanto más necesario es ser buen selector de información. No en vano se le llama a nuestra sociedad de hoy sociedad de la información.

Hemos acabado siendo, muchos de nosotros, especialistas, pero nuestro medio no es ya la naturaleza virgen, como para los otros animales, sino la sociedad que hemos creado. El especialista es más un producto de la abstracción que un producto del medio, como lo son los diversos seres y sus formas y etologías. Nuestro especialista ha de tomar información de otros especialistas para diseñar su especialidad. No está solo en una torre de marfil.

Cuando uno “se jacta” de no saber nada no implica que sea un necio, en el sentido peyorativo del término, o que sepa tan poco como otros, si por ello entendemos que disponga de menor o peor información, sino que su conocimiento no es de primera mano y que se da cuenta de ello. No es por falta de información, sino de conocimiento cierto e indudable, directo e inmediatamente contrastable.

Cuanto más elaborados y dispersos son los medios para nuestros fines tanto más difícil no es demostrar algo fehacientemente. Sólo podemos decir: “acuda usted a esta fuente”. Así, en muchos debates, en los que el “adversario” tiene sus propias fuentes, se hace un uso dialéctico y retórico de la que yo denominaría falacia del especialista (o del experto): el conocimiento está descartado, sólo quedan las fuentes de información, y cada uno acude a las suyas que son, cómo no, contradictorias con la del otro. Sólo el especialista puede resolver el enigma de la verdad, pero el mayor enigma es el propio especialista, pues cada cual tiene el suyo y son mutuamente contradictorios. Se cae en un debate interminable e irresoluble en el que cada cual sale como ha entrado, convencido de su verdad en la medida en que se fía de sus fuentes, y la que queda definitivamente abandona a su suerte es la propia verdad.

Algunos llegaron a decir que la verdad era un espejo que se había roto al principio de los tiempos y del cual cada uno de nosotros tenía un pequeño pedacito. Creo que esa “imagen” es óptima en un sentido, porque nuestras verdades informadas son espejos, especulaciones, aunque no lo sea en su sentido general. La verdad es abandonada en el proceso de especulación, porque entramos en un limbo racional desligado de la realidad a partir de un determinado momento. Entonces hemos de volver a los hechos, a los haceres, a la acción. “Por sus hechos los conoceréis”, se dice en la Biblia. Objetos y acciones, y, sobre todo, objetos como medios, combinados con la mente en las acciones. El principio fundamental es la acción, si seguimos a la Escuela Austriaca de Economía, en su información, o incluso si observamos a nuestro alrededor y extraemos de ello un conocimiento cierto, me atrevo a sugerir. La interacción mano-cerebro. Eso es lo que hay.

Pero todo esto que digo son sólo eso, especulaciones, reflejos mezclados en una habitación iluminada, un caleidoscopio de ideas. A fin de cuentas no sé nada.

¿Alguien me podría aclarar esto?.

24 comentarios:

Carlos Paredes Leví dijo...

La verdad, compañero, es que yo no podría aclararte nadie y tampoco me veo capacitado para aportar nada sobre tu texto pero sí quisiera expresar una idea que, de súbito, me vino a la mente:
el animal no sabe que tiene futuro y el hombre sí.
No se qué carajo significa pero supongo que suena profundo ¿no?.
Un saludo.

Germánico dijo...

No podemos tener conocimiento directo de lo que pasa en una mente animal. Claro que tampoco lo podemos tener de lo que pasa en la de uno de nuestros congéneres y, mediante el lenguaje (que es un pasajero que va de uno a otro cerebro) y la teoría de la mente nos hacemos una idea. Dado que los animales no se comunican con nosotros –y cuando lo hacen es a un nivel muy elemental- deducimos a partir de su comportamiento lo que puede haber en su mente. Nos guiamos exclusivamente por la teoría de la mente a partir del comportamiento observado. Es un poco conductista, pero tampoco puedes preguntarle a un gato que piensa. Supongo que ahora habrá interesantes estudios con neuroimagen funcional que aporten datos interesantes al asunto. Algo pude ver en un documental de la BBC llamado precisamente Mente Animal.

Lo que es casi seguro es que no tienen una idea de “futuro” abstracta, para lo cual hace falta un lenguaje simbólico y una cognición muy desarrollados. De hecho creo que consciencia de uno mismo e idea de futuro son indisociables a partir de un cierto punto umbral que supere el reconocerse en un espejo (cosa que hacen también algunos elefantes). Pero quizá –no podemos saberlo- tienen una noción, si bien incompleta, del más inmediato futuro. Más allá de eso no se puede esperar que la tengan porque si fuera así tendrían fines y pondrían los medios que su naturaleza permitiese para alcanzarlos, y desarrollarían alguna forma rudimentaria de tecnología y cultura. Eso es lo que ocurre con nuestros parientes primates. Han desarrollado formas primitivas de cultura y de tecnología –por ejemplo los chimpancés usan palos para sacar termitas y hormigas de sus guaridas y comérselas (tecnología) o los macacos japoneses aprendieron a lavar cereales mezclados con tierra a partir de una hembra de ellos que los echó al mar y cogió los cereales flotantes (cultura).

Carlos Paredes Leví dijo...

Como siempre, una aleccionadora respuesta.
Conocía los ejemplos que citas al final del comentario y también el de las nutrias que se sirven de una piedra para romper la cáscara de algunos mariscos.
Gracias, profesor Germánico por la lección. Volveré, a ver si así aprendo algo.

Germánico dijo...

No me llames profesor, te lo ruego......ay, SI NO SÉ NADA, carajo!!!!!...¿QUÉ PODRÍA YO ENSEÑAR?.

Ijon Tichy dijo...

La realidad del concepto de "conocimiento disperso" del grupo frente a la mera información (en el mejor de los casos) del individuo es difícilmente rebatible.

Pero no por ello deja de crear una cierta desazón, incluso vértigo.

Germánico dijo...

O, como dijera Durkheim, anomia, sensación de vacío, de estar solo flotando en la inmensidad de un universo indiferente, de ser una singularidad irrelevante en el devenir de las cosas, de no sólo no saber nada, sino también no ser nada.

pietrapómez dijo...

Existe una especie cuyo nombre no recuerdo ahora (para variar), pero es parecido al perrilo de las praderas. Viven al sur de Argentina, en la Tierra del Fuego, creo recordar. Bien, pues estos encantadores bichitos, portan en su código genético un mecanismo que se activa cuando hay superpoblación, haciéndolos saltar al mar, suicidándose en masa en pro de la especie,,,¡lo bien que nos iría a los humanos con una sabiduría genética como esa!
En cuanto al párrafo en que hablas de la especialización, hay una película que lo ilustra bastante bien: El Cubo. No se si la has visto, pero va exactamente de eso.
Si no la has visto te la recomiendo, creo que te puede gustar

Anónimo dijo...

Para seguir hablando de los perritos, he escuchado alguna vez que ellos comen y comen sin cesar y sin final porque no tienen conciencia de si mañana volverán a hacerlo.
Y bueno Germánico, yo tampoco se nada de nada, no me pidas justo a mí que te lo aclare...je
Saludos!

Germánico dijo...

Pietra,

No conozco esa especie. Ni imagino cómo podría activarse ese mecanismo, ante la escasez de recursos. De todas formas no creo en la selección grupal, evolutivamente hablando. Y menos aún creo en que se hagan sacrificios voluntarios y conscientes, en definitiva libres, por la especie, en masa. Por ello no creo que fuera sabio el dichoso mecanismo aplicado a los humanos. ¿Quién? ¿por qué?. Nosotros tenemos un mecanismo llamado genocidio, pero en él una de las partes decide por la otra.

No he visto el Cubo. Seguro que es interesante.

Juan Pablo,

Eso que dices nos pasa un poco a nosotros. Nuestro cerebro se desarrolló en entornos de escasez en los que el mañana era muy incierto. De ahí que comamos hasta el hartazgo. Hoy, que tenemos recursos de sobra, caemos en la obesidad.

Ijon Tichy dijo...

Los bichos de los que habla Pietra son los lemmings. Los suicidios en masa son reales pero, según wikipedia, no está demostrado en absoluto que respondan a un instinto para controlar la superpoblación. Hay quien lo atribuye a que tienen muy desarrollado el instinto de migración climático y se desplazan en masa en una determinada dirección. Si se encuentran un barranco en su ruta, pues allá que van.

Recuerdo también (vagamente) un relato de ciencia-ficción con una explicación alternativa acerca de una semilla de inteligencia extraterrestre implantada en la rama evolutiva equivocada.

La película de el Cubo, la he visto (como no, jeje). No lo había relacionado, pero pensándolo bien tiene razón Pietra. En la situación planteada, la supervivencia individual es imposible. Se necesitan las habilidades del grupo.

Germánico dijo...

Eso que dices de los lemmings y las migraciones fallidas me suena más.

Anónimo dijo...

Les quedo muy agradecido por establecer un enlace a mis efemérides desde su bitácora en la seguridad de que será una puerta por la que accederán gran cantidad de nuevos lectores.
Naturalmente, correspondo a su gesto. Un aludo.

Germánico dijo...

Encantado in memoriam. Conozco de hace tiempo tu bitácora y me gusta bastante. No la he enlazado antes por motivos personales inconfesables.

Por cierto Ijon, a ver si me escribes a imperio.de.la.ley@gmail.com para que te haga una propuesta.

pietrapómez dijo...

Es cierto, Ijon, son los lemmings!!!! Gracias, mi memoria suele necesitar de estos empujoncitos...lo del suicidio en masa por superpoblación es lo que dijo el zoólogo inglés que ponía voz a las imágenes, aunque bueno, supongo se trata de una teoría más sobre la que me siento incapaz de refutar o afirmar por falta de conocimiento.
Saludos

Ijon Tichy dijo...

Ahora te escribo. A ver si copio bien la dirección

Germánico dijo...

O si prefieres, y aprovechando el tema del post:

socratico@terra.es

Ijon Tichy dijo...

Pues probaré en ésa porque en la otra me ha rebotado el correo.

Ahora mismo.

Pietra, yo tampoco lo sabía. La sabia (espero) es la wikipedia.

Anónimo dijo...

Hoy has tenido una buena actitud Germánico, me alegró mucho y te lo agradezco.
Salud

Germánico dijo...

Creo que sé a qué te refieres. Te aseguro que los malentendidos no fueron solo por mi parte.

Pero me encanta que no se sepa.

Un abrazo amigo.

pietrapómez dijo...

Nene, pásate por pietra, que está hoy que arde!! Es que es el cumpleaños de Carlos y estamos de celebración: comiendo y bebiendo, pero sobre todo comiendo

pietrapómez dijo...

que sólo faltas tu!!

Germánico dijo...

Pido disculpas por no haber pasado, pero es que ayer tarde me desconecté totalmente de internet. Ahora iré.

Había leído algo del cumpleaños en el blog del propio Carlos, pero como siempre se mezclan las coñas con lo serio no creí que realmente cumpliera años, al igual que no sé si el "gay" de la foto es él u otro.

Lebeche dijo...

La información viene adulterada, va pasando por tamices, que no son otros que nosotros mismos y nuestras particulares maneras de recibir, interpretar, asimilar y transmitir. El medio es imperfecto y por tanto la informaación nunca será perfecta. Un mismo hecho visto por cuatro personas distintas puede ser interpretado de cuatro maneras diferentes y transmitido incorrectamente, con carga de adulteración, de manera exponencial. El famoso rumor de pueblo pero a lo bestia.

Por otro lado, hay estudios que teorizan sobre la facultad de los elefantes para preveer su muerte y, sobre todo, tenerla en cuenta. Esto significaría que son conscientes de su muerte. Nos queda mucho camino.

Un abrazo. Buen post

Germánico dijo...

Se están descubriendo muchas cosas en el resto de animales que nos sorprenden bastante. Sin embargo no sé hasta dónde alcanzará la previsión de los elefantes en cuanto a consciencia se refiere. Uno no puede meterse en la consciencia de otro, no puede experimentar sus qualia.