martes, marzo 06, 2007

Sextos Sentidos


Hay cosas que damos por sentadas y cosas de las que ni siquiera llegamos a ser conscientes. A algunas de ellas aludiré para hablar de nuestros sextos sentidos en los dos "sentidos" en los que se interpretan:

1) Como un sentido en "sentido" estricto, como una forma de percepción.

2) Como la capacidad de interpretar atinadamente psicologías ajenas y de percatarse en situaciones sociales (y en ocasiones no sociales) complejas de cual es el mejor camino a tomar, o de cual es la solución correcta de una forma rápida e inopinada, percibiendo oportunidades y peligros donde los demás solamente perciben lo mismo de siempre o un paisaje indescifrable.

Ya en este blog traté el tema del sexto sentido en humanos, si bien de modo indirecto, y apoyándome en un destacado neurocientífico español, el Doctor Francisco J.Rubia. Cité algunos pasajes de un capítulo de su última obra de divulgación sobre el cerebro titulado, precisamente, ¿qué es el sexto sentido?, para hacer una pequeña crítica sobre la benevolencia con la que el autor trataba los dudosos estudios de la telepatía. Debo decir que el propio autor (o un suplantador muy elocuente) se tomó la molestia de responderme para asegurar que no tomaba en serio la telepatía, pese a (o precisamente por) lo que decía en su libro. Dejo al juicio del lector (que supere la prueba de leer aquel post y al menos ese capítulo del libro de Rubia) el veredicto acerca del asunto, su propio veredicto independiente, sea este más o menos amigo de la huidiza verdad.

En dicho capítulo, en cualquier caso, se apuntan auténticos sextos sentidos en el reino animal, sentidos que nosotros no poseemos. La selección natural ha dado origen a una amplia variedad de adaptaciones de la que los sentidos, más que ninguna otra cosa (pues son las puertas y ventanas al mundo de un ser vivo), no podían quedar excluidos. Últimamente la ciencia está empezando a descubrir toda esa diversidad sensorial.

Los hombres, pese a nuestra superioridad más que demostrada para dominar el planeta, usar lenguaje simbólico, herramientas complejas y algunas otras facetas, carecemos de ciertas formas de percepción que para llegar a este "aquí y ahora" como especie diferenciada y de poderosa cognición, a través de una larga y penosa evolución, no necesitamos.

Pero tenemos también nuestros sextos sentidos. Uno de ellos, en verdad, no tiene nada de original, y podría resultar decepcionante al lector, pero es el sexto sentido en "sentido" estricto del que hablaba. El otro cabe atribuirlo a la estratificación en capas de nuestro cerebro, y viene a ser como una puerta y/o una ventana abierta en el piso bajo de un edificio por la que entran estímulos, de los cuales casi todos suben por el ascensor pero sólo unos pocos van al último piso, quedando muchos de ellos en pisos intermedios y realizando en ellos un trabajo fundamental. Se trataría de un subconsciente no freudiano, no cultural, enteramente biológico, con componentes de memoria filogenética y ontogenética, que podría llamar la atención de mucha gente que siga viviendo en el limbo del yo unificado y coherente, racional y en cierto modo simple. Pero vayamos al detalle.

Para hablar del primero de estos dos sextos sentidos, el que lo es propiamente, y que, con toda propiedad se denomina "propiocepción", acudiré a Oliver Sacks, y a su genial obra sobre impresionantes casos neurológicos, y fuente inagotable de carcajadas para los apasionados del más cruel humor negro o el más disparatado humor del absurdo:
"El hombre que confundió a su mujer con un sombrero"
, en la que, de de entre todos los desgraciados casos, escojo el de la mujer desencarnada.

Comienza el capítulo con una cita de Wittgenstein:

"Aquellos aspectos de las cosas que son más importantes para nosotros permanecen ocultos debido a su simplicidad y familiaridad (no somos capaces de percibir lo que tenemos continuamente ante los ojos). Los verdaderos fundamentos de la investigación no se hacen evidentes ni mucho menos".

Hay cosas, nos dice el filósofo, que damos por sentadas, y que no debiéramos pasar por alto si lo que queremos es saber. Aunque de lo a continuación nos habla Sacks es de una mujer para la que la verdad que tenía que conocer a través de su negación no era un concepto, una idea, una abstracción ajena a su cotidianidad sensorial, sino una verdad con cuya puesta en evidencia no colapsaba una construcción teórica más o menos elaborada, sino los cimientos mismos de su ser y actuar en el mundo. Dicha mujer perdió el sentido de la propiocepción, su sexto sentido, quedando, en palabras de Sacks, "desencarnada".

La propiocepción la damos por supuesta, tanto que la mayoría de los lectores se preguntarán extrañados: ¿y qué es la propiocepción?. Volvamos el refrán del revés: "Ojos que ven, corazón que no siente". Todos sabemos, y está también en la sabiduría popular, que valoramos más las cosas cuando no las tenemos o cuando las perdemos. La ausencia de algo necesario o muy apetecido se experimenta como un infierno y un anhelo. La propiocepción es un sentido del propio cuerpo en el espacio, un sentido que, ayudado por el aparato vestibular (que está en el oído y sin el cual los trapecistas no podrían hacer sus equilibrios precarios ni nosotros los nuestros de andar por casa y por la calle), constituye la base sobre la que se asienta la estructura de nuestra corporeidad.

En palabras de Sacks:

"El resto de nuestros sentidos (los cinco sentidos) están abiertos, son evidentes, pero esto (nuestro sentido oculto) hubo de, digamos, descubrirlo Sherrington, en la década de 1890. Le llamó propiocepción para distinguirlo de la exterocepción y de la interocepción, y, además, por ser imprescindible para que el individuo tenga un sentido de sí mismo; porque si sentimos el cuerpo como propio, como propiedad nuestra, es por cortesía de la propiocepción.
¿Hay algo que sea más importante para nosotros, a un nivel básico, que el control, la propiedad y el manejo, de nuestro propio yo físico?. Y sin embargo es algo tan automático, tan familiar, que no le dedicamos jamás un pensamiento
".

Después comenta el caso de Cristina, una joven de 26 años perfectamente sana que tras un tratamiento antibiótico profiláctico previo a una operación pasó, en sus propias palabras, a no sentir su cuerpo, a sentirse rara, desencarnada..."esta propiocepción es como los ojos del cuerpo, es la forma que tiene el cuerpo de verse a sí mismo. Y si desaparece, como en mi caso, es como si el cuerpo estuviera ciego". No podía sostenerse en pie, había perdido sensibilidad en las manos, que vagaban, se equivocaban constantemente en sus movimientos, y no agarraban las cosas, que caían de ellas. Necesitaba siempre mirar las partes de su cuerpo que quería mover, se apoyaba en su vista pues el punto de apoyo natural y hasta entonces ni siquiera sentido conscientemente había desaparecido. Así logró algunos avances pero jamás se recuperó, jamás recuperó su propiocepción. "Mi cuerpo no puede verse si ha perdido los ojos ¿no?. Así que tengo que vigilarlo...tengo que ser sus ojos ¿no?", preguntaba al Doctor. Como antes dije "ojos que ven corazón que no siente".

El otro sexto sentido surge de lo profundo de nuestro universo psíquico inconsciente. No es, de hecho, un sentido, sino simplemente una habilidad cognitiva que se deriva directamente de la formación y la genética sentimentales, del procesamiento veloz, previo al consciente, de los estímulos, a través de las conexiones entre el tálamo (lugar de paso de todos los sentidos excepto del olfato) y el denominado sistema límbico, especialmente con la amígdala, centro de emociones primarias como el miedo y la agresividad.

Desde hace ya bastante tiempo neurocientíficos como Antonio Damasio o Joseph LeDoux nos vienen informando del esencial papel que las emociones juegan en nuestra conducta y en nuestras percepciones internas, sean "racionales" o "sentimentales".

En "El error de Descartes" Damasio incide mucho en la memoria emocional. Cuando nos sucede algo (para ser más exactos, cuando penetra un estímulo en nuestro cerebro a través de alguna de las ventanas sensoriales) el cerebro etiqueta el estímulo o suceso de acuerdo con experiencias pasadas similares o idénticas. Esto lleva a otros neurocientíficos como Gerald Edelman a afirmar que las percepciones son una forma de presente recordado, puesto que el cerebro colorea la percepción con el color de lo ya percibido, tanto emocionalmente como "físicamente". Un ejemplo "físico" de esto lo tenemos en el relleno del campo visual que hace el cerebro con el llamado punto ciego de la retina y los bordes del campo visual. Pero es de mucha mayor importancia que la unidad de la percepción física la evaluación emocional rápida de lo que nos sucede, pues las emociones son programas de acción validados por millones de años de evolución. Por ello el tálamo (por el que, como decíamos, pasan todas las entradas sensoriales excepto la olfativa) tiene conexiones con el sistema límbico, especialmente la amígdala, que permiten que lo percibido lo sea primero allí, antes de llegar a la corteza, que procesa más detalladamente pero con más lentitud.

En la amígdala, nos dice LeDoux, hay una forma de memoria, más primitiva que la elaborada por el juego entre el hipocampo y la corteza, pero mucho más profunda y a cuyos veredictos obedecemos con mayor prontitud e intensidad, subordinando nuestra racionalidad hasta el punto de convertirla en mero instrumento.

"Las emociones son el Iceberg del cerebro....Nuestro control consciente sobre las emociones es débil, pues la construcción del cerebro en este punto de la evolución favorece a las emociones: las conexiones desde los sistemas emocionales hasta los cognoscitivos son más fuertes que las que van en sentido contrario".

Dice en otro lugar en el que habla de experimentos de condicionamiento del miedo con descargas eléctricas en las patas de ratas asociadas a un sonido: "un estímulo auditivo ..puede llegar directamente a la amígdala sin pasar antes por la corteza y producir respuestas emocionales independientes".

La amígdala tiene memoria, una memoria que marca como buenos o malos los estímulos entrantes antes de que pensemos en, y siquiera seamos conscientes de ellos. Damasio nos habla de esas sensaciones desagradables o agradables que a veces tenemos sin saber muy bien porqué. A veces las sacamos a la luz de la consciencia, pero otras muchas permanecemos en la ignorancia acerca de lo que nos ha hecho sentir bien o mal.

Dentro de la memoria emocional yo distinguiría dos tipos, y creo que la dicotomía es absolutamente precisa y necesaria: la memoria filogenética y la ontogenética, es decir, la que está de alguna manera impresa en los genes y en la construcción que estos hacen de nuestro cerebro y la que se debe a los estímulos ambiente, desde el mismo útero, que afectan a nuestro desarrollo con seres a lo largo de la vida a través de los cambios en la organización neuronal (en la medida en que se de o pueda dar plasticidad neuronal). Es de suponer que en la parte del cerebro donde se procesan y crean las emociones, más antigua filogenéticamente, sean bastante más difícil los cambios suscitados por el ambiente. La tabla es menos rasa cuanto más se profundiza en el cerebro (y con ello en la evolución).

Un ejemplo de memoria emocional filogenética es nuestro temor a las serpientes, que apenas requiere estímulos ambientales para desarrollarse. Y otro aún más sorprendente nos lo cuenta LeDoux al hablar de sus ratas de laboratorio:

"Las ratas nacidas en el laboratorio exhiben respuestas emocionales de miedo la primera vez que ven a un felino aunque nunca hayan estado cerca de uno. Esto no deja de sorprender, porque estos animales seleccionados en el laboratorio no han tenido contacto con gatos desde hace muchas generaciones".

Ejemplos de memoria emocional ontogenética los tenemos a miles. Todos nosotros tenemos al menos algunos pocos que contar. Juan sin miedo no existe, salvo que sea un paciente con lesión cerebral en las amígdalas de ambos hemisferios cerebrales. Expuestos a tantos azares para satisfacer nuestras necesidades tenemos por fuerza que sufrir percances que nos marquen emocionalmente, la mayor parte de las veces inconscientemente. Así Freud tendría razón al hablar del subconsciente, pero como antes decía sería este subconsciente un subconsciente no freudiano, puesto que poco tendría que ver con la cultura almacenada en nuestra neocorteza y su complejidad, poco o nada se debería a "complejos".

Al final todo esto me lleva, por los retorcidos caminos que pasan por el tálamo y van a las amígdalas (y partes adyacentes de corteza) y a la neocorteza, y los que unen ambas, al sexto sentido. "Tiene un sexto sentido para los negocios, para el póker, para las mujeres.....para....", se dice popularmente. Y no hay tal, si apuramos. Las habilidades cognitivas y motoras para las tareas y acciones más variadas son fácilmente distinguibles. Sin embargo esa base emocional no lo es tanto, y es, como buen iceberg, la que determina qué hacemos y cómo lo hacemos. La "difícil facilidad" de muchos maestros del arte, la ciencia, los negocios...tiene su asiento también, y especialmente, en el inconsciente emocional, en su memoria emocional, en cómo experimentan en el fondo de su psique los estímulos que les entran sobre su particular dominio. La experiencia acumulada lo es de todo el cerebro, no solamente de la neocorteza. El cerebro procesa todo como una unidad, y así lo demuestran los casos neurológicos de daño cerebral. Cuando falta una parte de la neocorteza puede faltar un sentido, puede no procesarse correctamente el habla, pero si falta la conexión con el cerebro emocional el ser humano pierde cualquier sexto sentido que antes hubiera tenido en cualquier área.

Obras:

"El nuevo mapa del cerebro". Rita Carter (artículo insertado de Joseph LeDoux).
"El hombre que confundió a su mujer con un sombrero". Oliver Sacks.
"Emoción y conocimiento". Varios autores (Joseph LeDoux)
"El error de Descartes". Antonio Damasio.

27 comentarios:

Ijon Tichy dijo...

Excelente artículo. Pese a la complejidad de lo tratado no se pierde la claridad en ningún momento de la exposición.

Este verano en casa de un amigo vi el libro que citas de Oliver Sacks y aunque lo desconocía por completo no pude dejar de ojearlo debido a ese título tan llamativo.

Me da una cierta sensación de vértigo constatar como apenás se está empezando a atisbar una mínima parte de las claves del funcionamiento cerebral.

Germánico dijo...

Reconozco que en este escrito he intentado explicarme con claridad, a diferencia de otros. Generalmente suelo sugerir y no voy a los asuntos de frente, sino que los bordeo y dejo que el lector se acerque a ellos por su cuenta y riesgo. Esto se debe en parte a mi ignorancia sobre muchas cuestiones concretas y en parte a mi modo de pensar (y escribir), un poco caótico y fundamentalmente relacional. Me alegro que el resultado de mi intento te resulte claro (por supuesto me alegra mucho más que te parezca excelente).

Oliver Sacks es el autor de la obra Despertares, en la que se basa la famosa película de Robin Williams y Robert de Niro. Quizás a través de esta película le conozcas un poco más.

Desde luego el título se las trae, y la historia de ese hombre que confundió a su mujer con un sombrero resulta tristemente cómica, no puedes dejar de leerla. Llama a tu amigo y pídele el libro. No sé porqué pero tengo la sensación de que tu amigo tiene una muy buena biblioteca ¿me equivoco?.

Como bien dices apenas se está empezando a atisbar una mínima parte de las claves del funcionamiento de nuestros cerebros, pero eso que se está descubriendo abre unas perspectivas sorprendentes y maravillosas sobre el ser humano.

Ijon Tichy dijo...

Pues sin ánimo de desmerecer otras entradas, me quedo con la claridad de ésta.

Conocía la película pero no la he visto. Me lo apunto así como la recomendación del libro (sí que tiene buena biblioteca mi amigo, sí).

Carlos Paredes Leví dijo...

Sumamente interesante, compañero. Da gusto comprobar cómo te prodigas con tus divulgativos textos que nos dejan cavilando el resto del día.
La verdad es que, a lo que a mí respecta, y con mayor o menor relación, una serie de ideas revolotean por mi maltrecho cerebro:
- los animales huyeron al interior, a la selva, antes de que se desatara el tsunami.
- creo que los hombres perdimos una serie de cualidades del tipo animal, a lo largo de la evolución
- deberíamos hacer de nuestro subconsciente un aliado, y no un enemigo.
- ¿los genes recuerdan otras épocas?
- ¿Qué tipo de percepción hay en nosotros que hace que un libro nos elija y no el caso contrario?
- ¿qué pasa con los olores?
- ¿qué pasa con el dejá vu?
etc.
Un saludo y continúa instruyéndonos.

pietrapómez dijo...

Germánico, me refirmo: estás desaprovechando tu capacidad didáctica en un trabajo que no te hace justicia. Como Ijon, creo que en este post (aunque no te puedes despistar so pena de perder el hilo) te explicas de un modo excelente. A mi el libro de Sacks me transmitió una inseguridad casi paralizante. ¿De qué depende nuestra capacidad cognitiva sobre lo que nos rodea? El mundo es una construcción que hacemos para poder desarrollarnos, o existe algo que podamos tomar como "real" a secas? (se que esta última pregunta me puede las peligrosas simas del relativismo absoluto, vaya contradicción terminológica).
La historia que más me impactó de ese libro fue la del viejo músico que pierde la capacidad de abstracción y sólo puede ver los objetos diseccionados. El médico le enseña una rosa y le pregunta qué es, a lo que el músico contesta: pétalos unidos a un tallo con espinas y pistilos. El médico le hace cerrar los ojos y se la da a oler. El paciente, esntonces dice: ah, se trata de una rosa. ¿qué mecanismos cerebrales se funden y te impiden comprender lo que hasta ese mismo momento era básico?
Da miedo.

Anónimo dijo...

Joder, si que da miedo sí Pietra.
Hay que ver la de cosas que se entera una por estos lares. Es un placer Germánico. Y con razón dicen la ciencia. No hay dobles genes, son únicos. Con la dererencia de que se bifurcan. (O eso leí).
Tu eres hermano biológico de Lebeche no?
(con razón la teoría).
Si es que, no se pué ser tan guapo...!!!
Otro Lebeche más...!!!!!!
Muy buena la introducción de este texto. Y todo el contexto en general.
Por cierto ¿Eres psicológo?
Te beso.

Germánico dijo...

Ijon, ahora no es que te diga que tienes que leer el libro, te pido que veas la película, tú que eres además un gran aficionado al séptimo arte.

Carlos,
Estoy seguro que no necesitas ningún texto mío para pasar cavilando el resto de....tus días. Es lo que tiene la virtuosa condena de preguntarse por todo a todas horas.

-Tuve en mente lo del tsunami mientras escribía el post, pero al final no lo incluí. Recientemente vi un documental (lo pillé empezado y luego las tareas del hogar me impidieron terminar de verlo) en el que hablaban de la capacidad de los elefantes de percibir vibraciones a cientos de kilómetros a través del suelo.

.Parece claro que hemos perdido cosas a lo largo de la evolución, del mismo modo que hemos ganado otras. A mi no me gusta plantearlo estableciendo una dicotomía animales/hombre porque todo parece indicar que somos un animal más. Si la pérdida fuera no más que pelo y la ganancia fueran capacidades cognitivas este sería para nosotros, tomando la frase de Leibniz, el mejor de los mundos posibles. Los bebes recién nacidos pueden estar sumergidos en agua mucho tiempo sin ahogarse. No sé exactamente hasta que mes de vida mantienen ese peculiar residuo de nuestros ancestros marinos, creo que el segundo, pero es algo peculiar. Como somos adaptaciones, al menos desde el punto de vista evolutivo, se supone que las cosas de las que carecemos no nos hicieron falta, o, para ser más exactos, dejaron de hacernos falta, al menos para las dos “finalidades” del proceso sin finalidad de la evolución, íntimamente ligadas, sobrevivir y perpetuarse, o, dicho en una sola frase: sobrevivir lo suficiente para dejar descendencia viable.

-Nuestro subconsciente es más que nuestro aliado, es nuestro jefe. Tranquiliza saber, eso sí, que somos nuestro propio jefe. Pero claro, eso hay que entenderlo, y para ello hay que aliarse al menos con la idea de que nuestro fondo es irracional, no entendiendo esto último como aleatorio, sino como axiomático, como fundamental e imposible de modificar con la simple voluntad racional de hacerlo, como una racionalidad de un orden superior que impuso la selección natural a los organismos para que estos formasen una larga cadena de seres.

-Los genes no recuerdan nada, son sólo moléculas de ácido nucleico, concatenaciones de “letras” en un alfabeto químico que se traducen en proteínas. Lo que pasa es que el resultado del desarrollo en un organismo –y en este caso de la memoria particularmente de su cerebro- es una memoria filogenética. Nosotros SOMOS esa memoria, nuestra estructura, nuestras respuestas emocionales, nuestra fisiología.....como estamos organizados y funcionamos es la memoria de lo que ha llevado a nosotros.

-¿Qué tipo de percepción hay en nosotros que hace que un libro nos elija y no el caso contrario?.....ahí me has pillado. Creo entender que te refieres a ese magnetismo de ciertos libros para ciertas personas. A mí jamás me elegiría un libro, qué se yo, de Isabel Allende, con todos mis respetos para dicha autora. Nosotros avanzamos por la vida con nuestra percepción focalizada en aquellas cosas que para nosotros tienen valor de supervivencia. Esto puede sonar raro cuando de un libro se trata, pero por retorcidos caminos buscamos la cultura donde creemos que vamos a encontrarla, y la valoramos porque nos permite relacionarnos mejor socialmente, en una posición digamos más elevada, y esto a su vez acrecienta nuestro círculo de influencia y de acceso a recursos y a favores (sexuales, entre otros, que son los que traen esa maravillosa descendencia por la que luchamos inconscientemente). Espero haber dado una respuesta aunque sea aproximada a tu pregunta, porque no sé si la entendí bien.

-Los olores van directos a la parte del cerebro donde se procesan las emociones y los dos tipos de memoria (la emocional y la que termina por almacenarse en la neocorteza, que se “elabora” en el hipocampo y zonas adyacentes. Con los olores se traen recuerdos a la memoria con mucha mayor facilidad que por otros sentidos. Aunque el ser humano es de los que menos desarrollado tiene el sentido del olfato entre los mamíferos. Es un sentido muy interesante y en cuyo conocimiento me temo aún hay mucho que profundizar. Es increíble la gama de olores que podemos distinguir.

-Del Deja Vu leí un artículo en una revista especializada hace tiempo y..no recuerdo las conclusiones a las que llegaban. Tendré que repasarlo al llegar a casa. Mi idea sobre eso (que quizá me venga de ese artículo, al menos en parte) es que probablemente sea un desfase en el procesamiento de las percepciones, de tal forma que seamos conscientes de lo que percibimos en dos tiempos, y nos parece que se repite la situación que en ese momento se esté dando. También es posible, y esto con seguridad no viene de ese artículo, puesto que se me está ocurriendo sobre la marcha, que como nuestro cerebro elabora los recuerdos a su manera particular, cogiendo patrones del entorno, la mezcla de un conjunto de patrones que penetre los sentidos en un momento dado y sea muy similar a alguna guardada en la memoria despierte nuestra sensación de haber vivido la situación. Vamos, que el haber experimentado algo parecido en algún aspecto fundamental (probablemente desde el punto de vista emocional) nos hace creer que experimentamos lo mismo.

Pietra,

No creo que esté desaprovechando nada. Escribo en mis ratillos en este blog y doy curso a mis ideas de una forma entretenida, y además charlo con gente interesante.

El libro te afectó poderosamente al sistema nervioso. A ver si va a tener que escribir Sacks otro libro sobre las parálisis provocadas por las lecturas de sus anteriores libros.

Creo que el señor que mencionas, el músico, es el mismo hombre que agarró a su mujer por la cabellera confundiéndola con un sombrero. Para no perder el hilo de su vida, para continuar con sus rutinas, necesitaba otro hilo, este musical, con el que se ayudaba a cosas tales como ponerse la ropa por la mañana o vestirse. Estaba el señor permanentemente canturreando. Esto me hace recordar un poema que escribí hace tiempo definiendo la música como movimiento.

Cuando el paciente huele la rosa recuerda lo que es. Aquí se corrobora lo que le decía a Carlos sobre los olores y los recuerdos.

El mundo, nuestro mundo, es una construcción de nuestro cerebro, sin duda alguna. Y al construir dotamos de significado a lo que nos rodea. Ese significado es el que le dio la evolución para nosotros. Pero si es así, si estamos programados para percibir la realidad de esa manera, y esa programación fue realizada por un proceso evolutivo real, esto implicaría que lo que vemos es una aproximación razonablemente buena a nuestro mundo, aunque no lo sea en sentido estricto ni en términos absolutos.

Recién aterrizada,

El placer es mío.

Yo soy una de las bifurcaciones de los genes de mis padres, de las cuales otra es Lebeche, pero no soy una bifurcación con la carrera de psicología. Estuve a punto de hacerla pero al final, con oscuras tretas psicológicas, orientaron a mi aún adolescente mente hacia el estudio de la economía. Pero la naturaleza siempre se impone a la crianza y al final he acabado interesándome por lo que verdaderamente me interesa, y, como dije Carlos, los libros me eligen a mi.

Otro beso para ti.

Anónimo dijo...

Germanico, una jugada por día ok?

Blancas:
1- P4R

Germánico dijo...

¡AY!! ¡¡AY!! ¡¡AY!!....¡¡¡ME RINDO!!!...¡¡TIRO EL REY!!!!....¡¡¡ME TIENEN RODEADO!!!....¡¡¡NO TENGO DÓNDE MOVER!!!!!!.....

¿Qué hago?, pero si ni me acuerdo de la simbología. ¿Moviste el peón del rey a la fila 4?. Haré yo igual con las negras.

Me vas a ganar, lo presiento.
No sé si podré soportar la presión.

Un saludo Juan Pablo, me alegra verte por acá.

Carlos Paredes Leví dijo...

Si tu texto es un prodigio de sabiduría, no lo son menos tus respuestas a nuestros comentarios.
No se me ocurre más que una genuflexión de respeto y quitarme el sombrero, maestro.

Germánico dijo...

Calla, calla, que cuando veas la paliza que me va a meter el amigo Juan Pablo al ajedrez tu valoración sobre mi va a caer varios enteros.....

Me da terror competir....¿Se nota?.

¿Qué partes de la amígdala se activarán cuando me acojono de esta manera?. Voy a repasar la conferencia de LeDoux, quizá me aclare algo.

Un abrazo.

Carlos Paredes Leví dijo...

Hay un cuento muy bueno de Woody Allen sobre una partida de ajedrez por correspondencia. Aparece recogida en "Cómo acabar de una vez por todas con la cultura".

pietrapómez dijo...

Es curioso, Carlos, pero hace escasamente una semana le recomendé a un amigo ese libro por esa historia en concreto, ya que vive en Barcelona y me propuso que jugáramos al ajedrez por carta (ya que físicamente nos resultaba imposible continuar con nuestro vicio ajedrecístico!)

Anónimo dijo...

No tengas miedo amigo, que yo estoy temblando...
Quien no tiene problemas se los inventa eh!.
jajaj, hasta mañana, con una súper movida.

Ps, no es una competencia, es sólo un juego, ok?
Abrazo

pietrapómez dijo...

Juan Pablo, tio...te voy encontrando en todas partes!! Así que también eres aficionado al ajedrez? Ten cuidado con quien te juegas los dineros, jejeje!

Carlos Paredes Leví dijo...

Juan Pablo; menos mal que ahora te da por jugar al ajedrez, porque te pasaste toda la tarde, por tierras mexicanas, con ganas de jugar al Teto.

Anónimo dijo...

juajuajua.

Germánico dijo...

¡Que gente esta por Dios bendito!

¿Jugando al Teto?.

Pues espero que no aplique la simultaneidad a los juegos, y "me de" al ajedrez.

Anónimo dijo...

2- C3AR

Anónimo dijo...

Germánico, ésta mañana me enseñaste una palabra espectacular que voy a tratar de meter en cada post que pueda.
Y ahora vengo por mi clase de ajedrez, así que espero ansioso tu jugada.
Hasta mañana, un abrazo.

Germánico dijo...

Yo P6D ¿Se dice así, verdad?.

Si buscas un maestro del ajedrez ve a otra parte. Aquí encontrarás solo un vulgar aficionado que improvisa las más de las veces (con la ventaja, eso sí, de que no tengo fijación por ninguna jugada y eso da cierta flexibilidad riesgosa a mi juego, aunque con negras...tu. blanquito, tienes la batuta).

Ganarás......ineluctablemente.

No dejes de repetir la palabra en cada post.

Otro abrazo para ti.

PD: La próxima jugada la respondo el lunes que el tablero magnético me lo he traído al curro y lo tengo en un cajón escondido (no soy como ese "vecino" mío Indio que es el campeón del mundo de ajedrez sin tablero).

Germánico dijo...

Por cierto, no creo que sea preciso aclararlo, pero por si acaso lo digo: NO VALEN MÁQUINAS. Repito: NO VALEN MÁQUINAS....BIP.....BIP.

No quiero ser derrotado por ordenador....¡por un ordenador!. Soy malo pero tengo mi dignidad (los ordenadores no gastan de eso), quiero que me gane un hombre de carne y hueso, no Deep Blue.

Lebeche dijo...

Hermánico: Sé que he tardado demasiado en escribir algo en este post. Lo cierto es que queda poco que añadir. Sobre la plasticidad del tejido neuronal lei algo en la tabla rasa en la que se dice que hay experimentos en los que partes del cerebro que teoricamente se utilizan para ciertas habilidades (por ejemplo la vista) son ocupadas en otras tareas si no son usadas para su cometido principal (siguiendo con el mismo ejemplo, si uno es ciego).
Sobre los "sextos sentidos", parece cada vez más probado que venimos con una serie de parmetros "de serie" producto de una evolución milenaria. Lei (puede que me equivoque) que la depresión se arrastra desde la era de las glaciaciones y que se desarrolló como una necesidad ya que existían largos periodos de hivernación en los que para poder sobrevivir en cuevas a bajas temperaturas, sin posibiliad de caza u otros medios de supervivencia, el proyecto de humano debía bajar sus bioritmos (deprimirse) para economizar energías y comer menos.

Un abrazo

Germánico dijo...

Bueno, ya sabes que no hay obligación de comentar en blog ajeno, ni siquiera en el de un hermano, aunque tiren más los genes que dos trenes.

Sin embargo reconozco públicamente ante toda ESPAÑA (como en los programas esos de entrevistas en el que se reúnen hermanos que llevan 30 años sin verse ...¿y cómo es posible, digo yo, que tengan tantas ganas de verse y hayan estado 30 años sin hacerlo?) que yo, tu hermano, te he dado el coñazo insistentemente para que te dejases caer por este post en particular.

Lo de la plasticidad neuronal lo defienden mucho quienes quieren reconstruir como si de un puzzle se tratase la quebrada tabla rasa....más dura e inerte que una piedra. No es que no haya cierta plasticidad, que la hay, sino que esta plasticidad se limita a ciertas funciones y que sólo se da en pequeño grado y con un alto coste para el organismo.

Venimos en efecto con una serie de parámetros de serie (valga la redundancia), especialmente en aquellas estructuras y funciones del cerebro más implicadas en la supervivencia, aquellas relacionadas con la emoción, principalmente. Cualquier sexto sentido que se nos ocurra (del segundo tipo que he mencionado, por supuesto) hay que buscarlo en este cerebro profundo, en ese cerebro emocional, que es el que ve sin que nosotros veamos, el que oye sin que nosotros oigamos...., el que, en resumen, percibe sin que nosotros percibamos conscientemente y nos ayuda a automatizar nuestras reacciones al medio para que sean lo más adecuadas y proporcionales posibles al mismo. Lo que sucede es que el medio ancestral en el que surgieron esos parámetros no es la moderna urbe, y ello nos crea algunas pequeñas desadaptaciones al medio superpuesto al medio que nosotros mismos hemos creado. Pero siguen siendo válidos los mecanismos de detección de tramposos y de peligros, de aliados y oportunidades en sociedad y algunos los tienen mejor desarrollados que otros para distintos ámbitos del juego social.

La hipótesis sobre la depresión que mencionas la había oído/leído en varios sitios. Es interesante. Pero ¿explica el dolor durante la depresión, que, a fin de cuentas, es la clave de la misma?. ¿Por qué los osos hibernan sin deprimirse?.

En fin, algún día se sabrá, supongo.

Un abrazo.

Lebeche dijo...

La depresión era un mecanismo y como tal no producía dolor. Lo produce en la actualidad porque en teoría no es necesaria. En esta sociedad actual deprimirse equivale a fracasar. Por eso produce dolor.

Germánico dijo...

Eso es otorgar un papel al ambiente que no merece.

La depresión es inherentemente dolorosa. Hay que encontrarle una justificación evolutiva. No creo que el dolor se haya sumado a ella, entre otras cosas porque en el estado depresivo la baja actividad cerebral (especialmente los lóbulos frontales) está asociada indisociablemente a sensaciones desagradables y deseo de muerte.

Si uno pierde un familiar....¿por qué se deprime?. ¿Es que acaso hibernamos, ahorramos energías, cuando la palma un padre?.

Yo apuesto más bien por la vía que abre Antonio Damasio sobre las emociones. El cuerpo funciona mal y esto crea un malestar que es acompañado -este sí- por una ralentización del ritmo vital. La cosa sería así: "Si los procesos vitales no marchan bien detengámoslos un poco".

PriyaRaz dijo...

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