lunes, marzo 26, 2007

Algunas verdades verdaderamente incómodas

El liberalismo es la no violencia institucionalizada. La violencia se reduce a la defensa propia del individuo y de la sociedad entendida como suma de individuos frente a los agresores, que serían aquellos que incumplieran contratos o que tomaran por la fuerza, vulnerando los derechos de los demás en aras del beneficio propio o de su grupo, en nombre quizá de unos supuestos derechos históricos o de otra índole correspondientes a un grupo. En todo conflicto o enfrentamiento siempre hay un primer movimiento. Y esto no necesariamente es visible, tangible y explícito, pero siempre es perfectamente claro si nos atenemos a los principios liberales, especialmente el de no agresión. En un momento dado tenemos a las personas y a sus propiedades. Partimos de ahí. No hay historicismo, no hay un pasado de injusticias al que acudir, no hay reproducción de la riqueza o la pobreza, no hay una dialéctica marxista, no hay grupos ni etnias, porque empieza la carrera y todos tienen, bajo el imperio de la ley, a medio plazo, las mismas oportunidades, pese a partir de posiciones muy distintas. En la sociedad liberal, al no existir la violencia institucionalizada, solo hay una manera de obtener o conservar la riqueza: sirviendo a los demás, intercambiando, dando a otros cosas que les gusten creadas con la propia creatividad o el propio trabajo y obteniendo a cambio de estos una contraprestación pecuniaria. Al fin y a la postre esta contraprestación no es dinero, sino un medio para obtener de otros lo que uno necesita. Incluso el dinero ahorrado pierde su valor si no se invierte, es decir, si no se emplea en producir para los demás, directa o indirectamente (a través de participaciones en negocios llevados a curso por otros).

Curiosamente los únicos privilegiados que cabe considerar son aquellos que obtienen de los demás miembros de la sociedad su sustento y la satisfacción de sus necesidades y sus gustos sin dar a cambio lo que los demás miembros de la sociedad reclaman: los subvencionados de todo tipo, los miembros de grupos de presión que obtienen regulaciones protectoras del Estado, cuya maquinaria de violencia “legítima”, de coacción incontestable, hace el trabajo sucio limpiamente. Recaudan en nombre de todos, para todos, esa es la idea. Al final reparten entre quienes han tenido la habilidad más propia de una Corte que de un Mercado de ganarse al jerifalte de turno. No se han ganado al público.

Bien es cierto que el público no es enteramente inocente. La demagogia hace efecto en él. La naturaleza humana tiene un lado solidario y sociable fácilmente manipulable. Y ahí están los políticos para hablar en su nombre, en nuestro nombre, por el bien de todos, por el bien “general”. La suma de individuos se convierte en colectivo, el hombre en oveja de rebaño. Los excesos de la exacerbación de estos sentimientos han llevado a los totalitarismos, su aplicación tecnocrática y taimada al Estado del Bienestar.

No digo nada nuevo, pero estas verdades deben ser repetidas una y otra vez....porque los oídos son duros para las verdades que impliquen asumir la responsabilidad del propio destino. Suena mejor eso de Papá Estado te va a proteger, tu descuida.....el miedo a la libertad deriva del miedo a lo desconocido. El temor fundamental es que la libertad lleve a una forma de caos que convierta la vida en una sucesión de novedades difíciles de asimilar. Un temor comprensible pero que no atiende a nuestra naturaleza. Precisamente por ese miedo ese caos sería inviable. Somos animales de costumbres. Las costumbres, simplemente, tomarían nuevos derroteros más personales, libres de trabas impuestas por grupos que nos son ajenos.

5 comentarios:

Ijon Tichy dijo...

Tengo la intuición (solo intuición, nada cuantificable) de que la productividad de nuestra sociedad es tal que permitiría, sin demasiado esfuerzo, vivir del erario público no solo a los desprotegidos que realmente lo necesitan, sino también a los vagos.

No digo que sea algo deseable, pero sí posible.

Ahora bien, ese subsidio debería ser un mínimo de subsistencia, lógicamente bastante por debajo de lo mínimo que obtenga cualquier trabajador.

Así el vago tendría un incentivo para dejar de serlo.

El problema surge cuando hay subsidiados/subvencionados de diversa índole que gracias a la labor de Corte que comentas, viven mucho mejor de la prebenda que del trabajo.

Así, no hay manera.

Germánico dijo...

Yo siempre me pregunto cual es el número crítico de parásitos y paraparásitos que es capaz de soportar una sociedad moderna. No estoy contra un subsidio de desempleo que garantice la subsistencia, en principio, cuando hablo de privilegiados pienso más bien en personajes de esos que tanto te gustan que hacen de.....¡personajes!....(cine), entre otros seres despreciables pertenecientes a indecorosos grupos de presión.

Ijon Tichy dijo...

Es que entre subsidiar a los desprotegidos y subvencionar a los privilegiados, hay un trecho.

Estos últimos pretenden hacer creer que es lo mismo y todo forma parte de esa entelequia llamada "Estado del Bienestar".

Oigan, no, lo suyo será bienestar. Lo del desprotegido es justicia y/o solidaridad, pero no bienestar. Que solo a los vagos y maleantes les place vivir eternamente del trabajo ajeno.

Germánico dijo...

Dos frases de sabiduría cristiana:

1) Ganarás el pan con el sudor de tu frente.

2) La pereza es la madre de todos los vicios.

No me extraña que casi todos esos personajillos sean visceralmente anticristianos.

JhonCn§ dijo...

vaya q interesante , disculpa mi ignorancia no tuve tiempo de investigar de que pais eres,pero yo soy peruano y eso de lo que uds hablan es una irrealidad, completamente descabellado pensar eso aqui. Aca seas o no seas un vago si no tienes trabajo te mueres pS...
Claro esta si esque acaso no tienes una familia demasiado generosa y amoroso por decirlo de alguna manera .


saludos germanico y para ti tambien tichy XD