miércoles, octubre 03, 2007

La voz de la conciencia

¿En qué pensamos cuando nos hablan de la voz de la conciencia?: ¿en Pepito Grillo?, ¿En el Superyo freudiano?, ¿En un ángel subido al hombro derecho enfrentado en dialéctica maniquea a un demonio subido en el izquierdo?.

En el efervescente siglo XIX dos pensadores que no podían ser más diferentes, tanto por temperamento como por método, Darwin y Nietzsche, llegaron por distintas vías a la misma conclusión: lo más alto procede de lo más bajo. La evolución por selección natural es un proceso que hace posible lo que, de otra forma, parecería un salto inverosímil, y el análisis de los resortes de la moral lo hace visible. Para el filósofo alemán nuestras virtudes cívicas y éticas tenían tan humilde origen como nuestros propios vicios, mientras que para el naturalista inglés estas suponían una objeción a la idea del egoísmo en la naturaleza y la lucha por la vida.

La larga sombra de sus ideas se proyectó sobre el siglo XX, y las interpretaciones espurias se sucedieron con consecuencias funestas de inmoralismo y relativismo, que a su vez se tradujeron en actos y movimientos autodestructivos, tanto individuales como sociales.

Sin embargo los desarrollos posteriores de ambas líneas solamente podían darse en biología, el terreno de Darwin. El estudio de la moral desde una perspectiva filosófica necesitaba el apoyo de la observación y la experimentación, de la ciencia. Era necesario recabar información que validase o refutase las hipótesis, y ponerla a prueba. Con el estilo sentencioso de Nietzsche no se podía ir más allá de un corto aforismo, y la certidumbre basada en la intuición tenía que convertirse en verosimilitud apoyada en datos y hechos.

Autores como Haldane, Hamilton o Trivers fueron proponiendo mecanismos a través de los cuales pudiera evolucionar la moral. Se pasó de explicar esta en el ámbito de la familia a explicarla entre los conocidos y finalmente a abordar el aparente misterio del buen samaritano, del altruismo con perfectos extraños. Pero esto chocaba con -¡la moral dominante, que no admitía venir de abajo!. Más aún lo hacían los empeños de algunos biólogos como Edward O.Wilson por explicar la sociedad humana y los diversos comportamientos de sus miembros desde una perspectiva exclusiva o casi exclusivamente biológica, la Sociobiología. La Etología Humana de Eibl Eibesfeldt y la Psicología Evolucionista de Barkow, Tooby y Cosmides se han encontrado con enconados y apasionados opositores tanto en la opinión pública como dentro del más restringido campo de la ciencia.

Y llegados a este punto podríamos volver a Nietzsche y a su particular modo de enfocar las cosas. A la luz de las actuales evidencias sobre evolución y cerebro, que explican nuestros comportamientos de forma bastante plausible, tenemos que preguntarnos: ¿puede ser la moral algo externo a nosotros, o bien cultural o bien gravado a fuego en la eternidad?. Y la respuesta es no.

La moral es una herramienta cognitiva compartida (y no serviría de nada si no lo fuera, formando una red), con la que nos limitamos unos a otros, por nuestro propio bien y por el de la comunidad. Es importante destacar este doble ámbito de influencia: la moral nos ayuda como individuos y como grupo. Al individuo le permite ordenar su acción de forma que mejore sus posibilidades de supervivencia, especialmente dentro del grupo, y a la comunidad le permite mantener su integridad, reduciéndose los conflictos y fomentándose las acciones constructivas frente a las destructivas.

Por supuesto se cometen atrocidades en nombre de la moral, pero esto se debe a que esta evolucionó en animales medio gregarios medio individualistas, acostumbrados a grupos reducidos en los que todos se conocen. El extraño casi por definición es enemigo, y el cerebro no está diseñado para experimentar sentimientos positivos ante los desconocidos.

Por ello ir más allá del ámbito de la familia y allegados más próximos se hace solamente a base de abstracciones groseras y artificios sociales. Equipo de Fútbol, nación, compañeros de clase, amigos de la playa.....y los otros, en diverso grado según la distancia que les separe de nosotros.
La moral emana de nosotros, y sólo cuando en la cultura, tras sucesivas interacciones, se generan unos hábitos refrendados por la costumbre y unos códigos legales se llega a las categorías morales universales, que se pretenden gravadas a fuego en la eternidad. Frente a ellas se elevaron las voces de quienes, en nuestro tiempo de libertad y prosperidad, se rebelaron contra la rigidez de estas normas y la mojigatería a la que daban lugar. ¿Son universales?....¿No será que la moral, al ser creación nuestra, es algo que podemos cambiar radicalmente?. ¿No es la moral "establecida" un invento cultural, algo mamado desde la cuna, impuesto por una sociedad complaciente con sus propias mentiras?. ¿No vendrán los valores en los que creen los otros "de fuera", no nos los estarán imponiendo, pudiendo nosotros crear nuestra propia moral?. En este error cayó Nietzsche, y muchos otros pensadores y no tan pensadores le siguieron, como ya dije antes, con funestas consecuencias.
La moral no es algo escrito en las estrellas, sino en nuestro genes. Pero nuestro genes son egoístas. Por una primera, segunda, tercera o cuarta derivada se puede llegar a una moral depurada aparentemente desvinculada de sus humildes orígenes egoístas. Sobran los ejemplos y los mitos de los santos.

Decir que la moral está impresa en los genes egoístas es decir que la moral emana de nuestros imperativos y necesidades biológicos, no llueve desde divinas alturas (si lo hace es como la misma lluvia, después de haber ascendido desde los mares y los charcos).

Puede ser sancionada por la sociedad, y en el proceso metamorfoseada, pero ni es un contrato social ni viene de esta. Puede formar parte del entramado sobre el que construir cosmovisiones, pero no es más que un producto del aquí y el ahora, entendiendo estos como el aquí y ahora resultantes de una larga evolución biológica y social, como contraposición al más allá y la eternidad.
La voz de la conciencia es nuestra misma voz, que nos habla por dentro. En nuestro monólogo interior sopesamos los pros y los contras de cada acción potencial, miramos los fines desde la perspectiva de los medios de los que disponemos para satisfacerlos, y lo hacemos condicionados en todo momento por las emociones, resultantes de nuestra experiencia personal y de nuestro pasado evolutivo (una "especie" de experiencia de "especie"). La voz de la conciencia no viene de fuera, como no vienen de fuera las voces de los esquizofrénicos. No viene tampoco de un dios interior. Es solamente el resultado de una evaluación de circunstancias y situaciones sociales con porcentajes variables de emocionalidad y racionalidad. Esta voz se expresa por lo general a través del lenguaje. Esta red que es también como la moral, una herramienta cognitiva compartida, es perfecta para que penetren con ella en nosotros los valores e ideas de nuestros congéneres. Nuestro diálogo interior, realizado con el lenguaje de nuestra cultura, está hecho de memes, de trazas de otros cribadas por todos, de tópicos y prejuicios sólidamente establecidos en todas y cada una de las palabras.
Neil Carlson es de los neurocientíficos que creen que el lenguaje es, en alto grado, la sede de la conciencia. Al margen de los problemas que planteen a esta hipótesis los afásicos o quienes no desarrollaron por diversas causas el lenguaje, o el mentalés, podría decirse que la idea es verosímil. Los experimentos realizados por Gazzaniga con personas con el cerebro dividido ponían de manifiesto que solamente el hemisferio izquierdo (el del habla) daba explicaciones sobre lo que hace la persona. Gazzaniga lo llamó el "intérprete", dado que interpreta el comportamiento y trata de dar una explicación plausible del mismo. Así, una persona a cuyo hemisferio cerebral derecho (pero no al izquierdo) le había llegado la orden de salir de una habitación, tras levantarse y encaminarse a la puerta, al ser preguntado por la razón de su salida, explicaba, como intérprete (y para ello utilizaba el lenguaje, y el hemisferio izquierdo) que iba a por agua.
El Intérprete es la Voz de nuestra conciencia, entendiendo esta vez conciencia en el otro sentido que se da al término, refiriéndose a nuestra "sensación de estar ahí".

Así la voz de la conciencia podría ser la voz de la conciencia, es decir: nuestra moral podría ser el resultado de nuestro diálogo interior, entre nuestro superego lingüístico, racional y cultural y nuestra emociones que se expresan en mentalés, y nuestra consciencia el resultado de millones de años de evolución social y de desarrollo de la conciencia moral.
Pienso en el egoísmo recíproco. Si, no he confundido los términos. Tampoco es el opuesto al altruismo recíproco de Trivers. Es una idea que me ha venido a la cabeza en relación con este complejo asunto.

Las relaciones de pareja son una especie de contrato en el que se pacta tácitamente la colaboración, la ayuda mutua. Los límites de ese contrato no están fijados y han de establecerlo a cada paso dado en la vida conjuntamente los miembros de la pareja. Sus dos egoísmos chocan. Cada uno desea satisfacer sus impulsos y proyectos egoístas. Si ella le pide a él que le de un masaje en la espalda y a él no le apetece le podrá llamar egoísta. Pero él no es menos egoísta que ella en este caso, puesto que su egoísmo se niega a satisfacer -¡el egoísmo de ella!. En cuanto a proyectos egoístas pueden ser o no compatibles, y ello determina si la pareja se mantiene unida. Para quien egoístamente desea tener 3 hijos puede ser insufrible aquel que egoístamente desea no tener ninguno. Ambos se llamarán egoístas pero ninguno lo es más que el otro.

16 comentarios:

Ijon Tichy dijo...

Menudos compendios de sabiduría que nos regalas Germánico.

En particular me quedo con una frase, con la que estoy muy de acuerdo. Lógicamente, de forma intuitiva, no por conocimiento de evidencias científicas al respecto. Hablo de:

"Puede ser sancionada por la sociedad, y en el proceso metamorfoseada, pero ni es un contrato social ni viene de esta."

Vamos, que no vale inventarse un sistema moral y tratar de imponerlo. No se puede modificar la herencia genética con un poco (o un mucho) de comedura de tarro. La educación es importante (claro), pero no lo es todo. Por fortuna.

Anónimo dijo...

Buenas noches, Un placer leerte, Germánico, como siempre.

A riesgo de parecer un gañán, te comento las dudas que me han surgido con lo escrito: Si la moral está en los genes, reduciendo, reduciendo, podríamos llegar a explicar la moral en términos etológicos o incluso zoológicos, es decir, la moral sería para el hombre lo que el instinto para el mapache, un instinto más evolucionado y complementado por los memes, eso sí, que lo envolverían de ropaje cultural, político, etc...

Pero reduciendolo al plano zoologico hasta el absurdo llegaríamos hasta la inexistencia propiamente de la moral, si todo es genético todo está determinado, y no cabría conductas tan divergentes como la de tu pareja de egoistas, uno egoísta genético de libro (¡¡3 hijos¡¡) y otra egoista propiamente dicha.

En fin, que me has hecho un lío. Con lo feliz que era yo poniendo a caldo a ZP en otras bitacoras. (Es broma, me voy a dar mi paseo nocturno)

Germánico dijo...

Quizás sea un buen compendiador de sabiduría ajena, Ijon. Sobre la propia tengo serias dudas. Pero me agrada contar con la opinión favorable de una persona sabia.
Se puede hacer casi cualquier cosa. En realidad basta con NO interferir en la libertad de los demás para hacer lo suyo. Basta con no imponer a otros trabas para obtener uno prebendas, basta con no vivir a costa del otro (pudiendo hacerlo por uno mismo).
Si la educación es “para la ciudadanía”, lo mejor es ninguna educación.
No sé si aludes a la ausencia de responsabilidad, Jinete, al hablar de determinismo genético. Yo no creo que la moral esté determinada por los genes igual que no creo que los genes estén determinados por las propiedades físicas de la materia más que de una forma restrictiva. Quiero decir que damos de sí lo que damos de sí a partir de nuestros constituyentes y las posibles relaciones que de ellos se deriven. Estamos restringidos en nuestro actuar por lo que somos, física, química y biológicamente, pero la combinatoria que estas propiedades permiten es infinita (dentro de un “campo de actuación”). Es, de forma general, como lo que proponía Hayek de forma particular para la legislación: una serie de leyes generales e impersonales a las que la gente se ciñe en su actuar cotidiano, que las conoce de antemano, que suponen restricciones no sorpresivas, y a partir de las cuales se actúa con libertad y responsabilidad dentro del amplísimo “campo de actuación” que dejan. Es obvio que tratar de ir contra ellas es inútil y negativo. Así llegamos a ZP y sus correligionarios, que tratan de ir contra la naturaleza humana con legislaciones ad hoc propias de amantes de la arbitrariedad y de la imposición “moral” desde fuera. Te animo a que en tus rondas nocturnas critiques a ese pendejo.
Puede que algunos piensen que no es posible que existan infinitas posibilidades dentro de un campo de actuación finito, pero eso es porque no tienen en cuenta el poder de la combinatoria, en el que la virtualidad abre dimensiones insospechadas. Otros creerán que tantas posibles acciones no son más que un repertorio limitado que lleva a variaciones sobre el mismo tema. Esto último es cierto, en parte (también depende que cosas se consideren iguales y cuales diferentes, dentro de lo cual importa mucho la psicología y la motivación de cada cual), pero no supone un determinismo estricto.

Anónimo dijo...

Por fastidiar:

No dejo de detectar un cierto reduccionismo biológico en tu respuesta, Germánico. Desde una aproximación "amateur" al tema como la mía, te ruego me aclares lo siguiente:

Cogemos dos gemelos recien nacidos, de los que llevan igual carga genética (monocigóticos?), y los "injertamos" al uno en una familia típica del este rural de Afganistan y al otro en una familia típica de Sunset Boulevard. ¿Crees que sus principios morales serán los mismos a los 30 años?

(Gracias anticipadas, Germanico)

Germánico dijo...

Hola Jinete,

No me fastidias, me das que pensar.

Lo de monocigóticos y heterocigóticos es relativo a si los genes de cada par son iguales o distintos.

Los gemelos idénticos han sido precisamente el objeto de estudio preferencial -por razones obvias- para el estudio de la espinosa cuestión del peso de la naturaleza y el ambiente en la personalidad y la conducta.

Los resultados arrojados por las diversas investigaciones ponen de manifiesto que en la personalidad es muy importante la naturaleza, aunque esta se revista de diversos ropajes culturales. Se pueden encontrar las mismas "personalidades tipo" en todas las culturas: el ser humano es, en lo fundamental, igual en todas partes, pero diverso en cada una de ellas. Esto afecta a las conductas y a los valores morales centrales, y los distintos modos de practicarlas.

Es posible que en casos extremos el deterioro provocado por el ambiente en el desarrollo del ser humano sea tan grande que ninguna naturaleza lo resista. Pero en el este rural de Afganistán y en Sunset Boulevard, pese a las indudables diferencias culturales, se pueden encontrar más puntos en común de los que cabría esperar si la personalidad, los valores y la moral fueran determinados por el ambiente.

No hay que olvidar que frente al determinismo biológico hay un determinismo ambiental. James B.Watson decía que si le daban niños de buena familia y otros de mala recién nacidos él era capaz de convertir a los primeros en fracasados y a los últimos en triunfadores simplemente modelando su ambiente.

Una de las cosas que ya casi nadie en sus cabales discute que se hereda (aunque no se sepa muy bien lo que es) es la inteligencia. Ello significa que lo que decía Watson era una fanfarronada. Por muy rico que sea el ambiente en estímulos positivos no hará de alguien cortito un lumbreras (lo contrario sería posible en casos extremos porque se podría afectar al desarrollo neurológico de la temprana infancia).

En fin, me estoy marchando por las ramas, supongo.

Digamos que el niño Afgano creerá en Alá y el de Sunset Boulevard será escéptico o creyente en el Dios cristiano, pero ambos se plantearán la cuestión de Dios, y si tienen predisposición a ello (una personalidad tendente a la fe), serán creyentes, y si no no lo serán, aunque en un caso lo hagan abiertamente y en el otro lo disfracen de rituales que no le dicen nada trascendente.

Y así con tantas otras cosas. Tenemos unas predisposiciones innatas, como el amor, la curiosidad, la agresividad, que en cada ambiente social y natural se canalizan de distinta manera, pero son iguales en todos.

Germánico dijo...

Mañana sigo que ahora ando muy apretado de tiempo....

Germánico dijo...

Bueno, prosigo.

Imagino que lo dicho hasta ahora te parecerá ligeramente desligado de la cuestión que tratamos, la moral.

La moral trata los aspectos teóricos y prácticos de las nociones de bien y mal, de aquellas cosas que son buenas o malas para los individuos y los grupos (en sus distintos grados de agrupamiento).

Si atendemos a los fines, tenemos que lo deseable, así como lo aborrecible, son más o menos lo mismo para todo el mundo en ambos niveles de análisis (el individual y el grupal). Nuestros fines están marcados en gran medida por nuestra biología, al menos nuestros fines últimos. La supervivencia, la seguridad, la abundancia, el reconocimiento, la felicidad, la armonía de las partes....no creo que haya demasiadas diferencias culturales sobre los fines perseguidos. Lo que puede desear un ser humano es limitado. Esto, a su vez, limita los medios, que es dónde radican los dilemas morales.

Cuál es el modo en el que satisfacemos nuestros fines particulares y grupales, así como en cuales de estos fines incidimos más en nuestro comportamiento son el núcleo de la mayor parte de los problemas morales.

Será difícil encontrar una cultura en la que se valore positivamente, como una virtud, la violencia gratuita. Al menos la intergrupal, que ya se sabe que el exogrupo está mal visto. Según consideremos de grande nuestro grupo así consideraremos de terrible matar (No Matarás), robar (No Robarás) o ejercer cualquier tipo de violencia contra el prójimo, especialmente para lograr nuestros fines egoístas (léase individuales) a costa de otros, o, peor aún, de esos otros como parte del grupo, del grupo en definitiva.

Como somos animales gregarios de rebaño pequeño, de tribu no superior a los 100 miembros (ambiente en el que evolucionó nuestro cerebro), la violencia gratuita la apreciamos mucho mejor cuando se da frente a nuestras narices de modo obvio y directo, de una persona conocida a otra. Y la violencia a veces toma formas sutiles, no explicitándose siempre en un daño físico. A todos nos repugna el trepa de la oficina, o el descarado que pone los cuernos a su encantadora esposa para satisfacer su ego y su sexo, o el manipulador grosero que nos quiere llevar a su terreno para obtener un beneficio inmediato, y, por supuesto, yendo a lo físico, quien pega un par de bofetadas a otro por una nimiedad, llevado por un injustificado ataque de ira.

¿Qué ocurre, en cambio, cuando valoramos fenómenos de violencia de gran complejidad y dimensión, como por ejemplo el 11-S o la Guerra de Irak?: aquí sigue opinando, visceralmente, el hombre tribal que llevamos dentro. Pero su planteamiento será necesariamente simple porque no se puede extrapolar la microviolencia a la macroviolencia. Son muchas las razones, buenas y malas, que hay detrás de cada acto de violencia de ese tipo.

El Estado, por ejemplo, ejerce esta última, en principio por mandato de los ciudadanos, pero muchas veces con arbitrariedad, gratuitamente. Sin embargo la mayoría de la gente no percibe ese daño, ese mal. Su mente no está preparada –por lo menos de partida- para entender eso. La educación juega aquí un papel fundamental. Esta puede ayudar –cuando es buena- a ver el bosque además de los árboles, a tener un enfoque más nomotético-individual y menos ideográfico-grupal. Pongo el ejemplo de un Palestino que se fija solo en la bomba israelí que mató a su hermano. Ve solamente el árbol y no el bosque, y odia con encono a los judíos. Y quien escuche su testimonio y se identifique con él podrá desarrollar un odio parecido (nunca igual, pues no perdió un hermano). Si dicho palestino tuviera la oportunidad de conocer en profundidad el desarrollo del conflicto quizás tendría otra actitud (aunque le siguiera escociendo lo de su hermano).

La falta de perspectiva para analizar esos grandes problemas morales hace que las culturas tengan “perspectivas” (valga la redundancia) diferentes. Solamente unos pocos de entre todas las partes implicadas podrán evaluar las cosas más distanciada y sosegadamente, mirando al bosque. Pero en el plano de los árboles todos podemos coincidir en que el primero que golpea (sea física o psicológicamente) es el culpable. Y esa es la moral compartida.


En el plano sexual, otro muy controvertido en la moral, tenemos muchas cosas en común en todas las culturas. Por ejemplo el generalizado rechazo del incesto y la exogamia. Esto está bastante asentado en nuestra biología. Los niños que crecen juntos (se pudo apreciar en los Kibutz israelíes) no se juntan de mayores.

Excepciones como los matrimonios reales egipcios entre hermanos no hacen más que confirmar la regla, dado que estos matrimonios eran un ritual cultural un tanto forzado, artificial.

En cuanto a la monogamia y la poligamia podemos ir directamente a los genes que codifican los receptores de vasopresina y oxitocina en el cerebro. Se estudiaron los ratones de pradera, que son animales monógamos, y se descubrió que la hembra tenía niveles muy altos de oxitocina y el macho de vasopresina. El macho en particular tenía muchos receptores de la vasopresina en ciertas zonas de su cerebro, a diferencia de otros machos de otras especies emparentadas en las que los machos practican sexo con varias parejas.

Entre los humanos se sabe que aumentan nuestros niveles de oxitocina durante el sexo. Esta neurohormona es fundamental en el establecimiento de vínculos entre la madre y el feto, pero también en las parejas. No se conoce sin embargo mucho aún de la neurología de la sexualidad humana. Será cuestión de tiempo que se aprecie por qué las personas nos enamoramos y creamos vínculos duraderos. En todas las culturas existe la institución matrimonial, y en todas se forman vínculos estables y duraderos de pareja. La finalidad última (de tipo biológico) es la creación de un marco estable para el crecimiento y desarrollo de la prole. Nuestros valores morales relacionados con la pareja y la familia, una vez más, vienen después.

He puesto solamente algunos ejemplos. Hay muchos más y de algunos ámbitos más. En todas las sociedades y culturas se valoran positivamente la verdad y negativamente la mentira, positivamente la fidelidad y negativamente la traición y la infidelidad, etc etc.

Anónimo dijo...

Perfectamente aclarado.

Te hablo de memoria, porque me he acordado ahora, pero ¿recuerdas la distinción que hacía Fukuyama en "El Fin del Hombre"?. Me refiero, creo recordarlo así, a que en lineas generales la Derecha es "genetista" y la izquierta "ambientalista". ¿estarías de acuerdo con esto?

(Perdona el abuso, ya sabes que si algún día vienes por La Rioja tienes pagada una ronda de vinos y pinchos)

Anónimo dijo...

Ah, se me olvidaba, una maldad.

Desde que leí "El Gen egoista" no puedo entender una cosa. ¿Como se transmite la homosexualidad? ¿es posible geneticamente o es un "contradictio in terminis" lo del gen homosexual? ¿entra en juego "la especie" para regular el esceso de poblacion o de ciertos individuos? ¿sería un caso de determinación ambiental?.

Te lo digo medio en serio medio en broma, pero desde el punto de vista del "gen egoista" no le encuentro explicación.

(Ya te debo dos rondas)

Anónimo dijo...

esceso ¡¡??

Estoy algo espeso. Perdón.

Germánico dijo...

Hola Jinete,

No leí el fin del hombre, pero, a riesgo de simplificar, te diré que estoy de acuerdo con eso que dice.
Lo de la homosexualidad es complicado. Mas cuando la homosexualidad masculina y la femenina son tan distintas como lo son el hombre de la mujer. Y más cuando pensamos que entre los que tienen experiencias homosexuales puede haber personas muy inclinadas a ello y otras que lo hagan por curiosear, por probar experiencias nuevas. Vamos, que unos lo pueden hacer por vicio y otros porque se ven empujados por su naturaleza.

Hay estudios con neuroimágenes que muestran diferencias en el hipotálamo de homosexuales y heterosexuales masculinos. Los primeros tendrían más parecida una zona del mismo a la de la mujer. También se ha observado que las diferencias en el tamaño relativo de los dedos índice y anular, relacionada con el efecto de la testosterona durante el embarazo, da una medida de la masculinidad o feminidad de las personas. Pero aún hay que profundizar ese asunto, del que se sabe muy poco y yo no me atrevo a formular hipótesis.

Concretamente desde la perspectiva evolutiva parece ser una objeción.

Es posible que la cultura haya hecho más por reprimir la homosexualidad que por provocarla, y ello ha llevado también a que muchos homosexuales se hayan casado y hayan tenido descendencia, trasmitiendo sus “genes homosexuales”. Aunque lo de el “gen de la homosexualidad” es definitivamente una chorrada sin el más mínimo fundamento. En el diseño del sistema hormonal o del cerebro participan muchísimos genes y no creo que las diferencias que pudiera haber entre homosexuales y heterosexuales se debieran a la acción de un único alelo. Más si se tiene presente que, según la genética mendeliana, la homosexualidad, si dependiera de un único gen, pasaría a la descendencia, en caso de ser recesiva, en al menos un cuarto de la descendencia. Y yo diría que hay menos homosexuales.

Frans De Waal, un primatólogo, dice que todos los seres humanos somos sexualmente ambiguos, unos en mayor medida que otros pero todos potencialmente bisexuales. No es que esté muy de acuerdo con él, pero está claro que separar a las personas en categorías sexuales estrictas es una simplificación.

Si voy a la Rioja ten por seguro que me dejaré invitar.Tengo entendido que ahí hay un vino de pésima calidad....jejeje.

Ijon Tichy dijo...

Pues los pinchos de la calle Laurel y alrededores, no desmerecen.

Germánico dijo...

Ah, por cierto, Jinete:

Cuando hablaste de "monocigóticos" lo hacías con corrección. Los gemelos vienen de un mismo zigoto, por lo que son monocigóticos. Lo de los genes es "homocigóticos".

No sé en qué estaría yo pensando, pero me auto-disculpo por el parecido de los términos.

¡Que benévolos o despistados sois!.

¡Nadie me dio una colleja!

Carlos Suchowolski dijo...

Hola, Germánico. Puesto que el tema "encaja", transcribo aquí mi último comentario insertado en "El cerebro de Darwin" a ver qué opinas tú también. Es lo que sigue:

Para mí la cuestión debe enfocarse no desviándose ni un pelo de la perspectiva del proceso evolutivo. Esto parece demasiado genérico, pero no siempre se respeta. Se trataría, bajando más a tierra, de sostener que toda conducta se realiza a instancias del material existente que a su vez ha sido todo él desarrollado a través del proceso histórico-natural. Ahora bien, hay algunas evidencias que deben ser tomadas muy en cuenta:
1) que ningún organismo es una absoluta unidad (siempre hay algún tipo de simbiosis presente). Esto incluse vale para los órganos entre sí­. Y no siempre hay "encaje" perfecto ni ausencia de "conflictos" (el cáncer es para mí­ un ejemplo notable, pero muchas conductas -de lo que hablamos ahora- podrí­an entenderse como respuestas de ese tipo ya que es obvio que muchas atentan contra la que llamarí­amos "buena" u "óptima" conducta teleonómica; o "sana" si usamos un lenguaje psicoanalítico.)
2) al no ser productos "preconcebidos" (por alguna "conciencia superior previa"), los individuos y sus componentes en el caso de los complejos, no se limitan a lo "lógico" o a lo "necesario" sino que traspasan esa vaga (o indefinible) frontera y hacen cosas que van "más allá" e incluso "en contra". Que nos cueste comprenderlo es producto de esa "extrañeza" de la que hablaba Monod.
3) Por último están las interacciones en un cuadro de Complejidad de las que destacaría las que "recortan" o "reorientan" la conducta desde "planos superiores" (en el sentido de la Teoría de Conjuntos)como el de la "psicología social predominante" (por ejemplo, la moral aceptada, la visión presente del bien y del mal, las modas, los gustos vigentes...)
Bueno, es sólo un bosquejo de índole filosófica en el que estoy trabajando y que someto a vuestra consideración.

(esto es, añado aquí, a la de todos. Saludos y gracias.)

Germánico dijo...

El cerebro tampoco es una unidad. No es de extrañar que en demasiadas ocasiones caigamos en contradicciones que van mucho más allá de las contradicciones puramente lógicas. Somos un campo de batalla de instintos que luchan por prevalecer. Y el proceso evolutivo ha dado este resultado porque parece preferible a una claridad diáfana de pensamiento y comportamiento como mecanismo de adaptación a las circunstancias cambiantes del medio. También la lógica en una herramienta, un arma incluso, en esta lucha. Quizás nuestro lenguaje sea un auténtico ejército mercenario que trabaja para el mejor postor. Aunque también tiene algo de infiltrado, de invasor, de caballo de Troya, con todos esos memes que trae consigo. Esos planos superiores de los que hablas son posibles y a un tiempo penetran en nosotros fundamentalmente a través de la comunicación, que forma sus redes, y esta es básicamente lingüística.

Carlos Suchowolski dijo...

Exacto, quiero decir, eso creo yo también. Alguna parte de mi cerebro ha recibido una dosis de gratificación suficiente. Me alegro de encontrar compañeros de ruta. Es la respuesta "sana", habrá que seguir por ahí...