viernes, octubre 19, 2007

El cerebro estratega

Juegos como el poker o el mus nos sirven para ejercitar nuestras capacidades de simuladores y mentirosos o, visto más en positivo, de negociadores. La frase “tener cara de poker” sirve para explicar la ausencia de una expresión facial acorde con las emociones subyacentes, que se pretenden ocultar, y supone el empleo del juego derivado para explicar el comportamiento originario.

Los juegos son, en general, un entrenamiento, y si además resultan un divertimento es porque la selección natural ha creado mecanismos de recompensa en el cerebro para los jugadores. Los niños, como corresponde, son los que más juegan, al ser los que más aprenden, y son los que más aprenden porque son los que más se están desarrollando neurológicamente y para la vida, si bien sus juegos son más inocentes (por falta de experiencia y conocimiento), tomando esta inocencia forma en un mayor maniqueísmo, un perfil más emocional, unas reglas más laxas o una imaginación más desbordante, entre otras cosas.

Lo que distingue a nuestra especie de otras es el mayor tamaño del neocortex, que permite dedicar las áreas adicionales al procesamiento más depurado de las percepciones y los movimientos. Estas áreas supletorias son las denominadas áreas de asociación, en las que se integra la información de los distintos sentidos y se elaboran respuestas conductuales más complejas, y su simple existencia nos obliga a hacer ciencia de la mente con un enfoque cognitivo y a dejar de lado la mera acción-reacción.

La más destacada de estas áreas, denominada por Goldberg “órgano de la civilización”, es la situada en el lóbulo frontal del cerebro. En ella se produce una integración de todos los procesos cerebrales, lo que parece claro a la vista de que esta zona está conectada con todas las demás. Si hubiera que buscar en algún lugar el homúnculo, el alma, el fantasma en la máquina o el teatro de la mente donde declama el actor del yo, sería aquí.
Los pacientes con lesiones del lóbulo frontal realizan correctamente pruebas psicológicas y conductuales típicas. Sin embargo una observación atenta de su persona delata cambios en la capacidad de planificar acciones, de organizar su vida, de demorar la gratificación, de empatizar con los demás, de realizar o tener en mente varias tareas simultáneamente....etc.

La mente del estratega consciente, que es la que nos distingue de las demás especies, cuyas estrategias son innatas y seleccionadas por evolución, tiene su asiento en este lugar del cerebro. En él los dilemas morales se entremezclan con los proyectos. Todo proyecto es una acción moral, así como toda acción moral es un proyecto. En esa amalgama indisoluble se forman los pensamientos, herramientas de acción, preparación para la acción, y movimiento previo y ensayo, juego interno previo a la opción moral de cada acción física en el mundo y en la sociedad.

Carecer de moral no es, como muchos creen, una garantía de racionalidad, sino antes bien al contrario: sin el norte de un bien y un mal (tanto propios sentidos directamente como ajenos figurados y sentidos indirectamente, pero especialmente de carácter abstracto y general), sin la dicotomía de un correcto e incorrecto, no hay estímulo para la acción en el mundo ni para articular nada, ni siquiera un discurso, ni siquiera una justificación. Pueden salir a la luz los instintos desnudos, cosa que ocurre a quienes tienen dañado el lóbulo frontal o sus conexiones con el cerebro emocional, pero ya no vemos a la persona, sino a un animal parlante dotado de algunas aptitudes cognitivas, aparte el lenguaje. El estratega ha desaparecido. Queda de él solo el rostro de poker, pero no hay en él apenas simulación, engaño ni ocultamiento de emociones, tan necesarios, mal que nos pese, para el trato social cotidiano. Detrás, la emoción es plana para aquellas cosas que superen el corto plazo e impliquen a los demás. Pese a que estas personas preservan su memoria y conocimiento del mundo no saben emplearlos para obrar con sentido. Curiosamente estos seres humanos que han perdido lo mejor de sí mismos son jugadores compulsivos....y jugadores perdedores. Pierden sistemáticamente porque apuestan siempre demasiado fuerte, sin alterarse, contra toda probabilidad de ganar. Y fracasan en el juego y en la vida, pasando a ser dependientes por su carencia absoluta de responsabilidad.

El hombre, animal racional, lo es gracias a que integra las percepciones y las emociones, para atender a sus fines biológicos, antes de “perpetrar” su acción en el mundo y en la sociedad. No se puede hablar de una racionalidad desligada de la supervivencia, y por tanto tampoco de la moral (medio de la emoción que a su vez es medio de la supervivencia). En todo caso podría haber productos de la racionalidad (y los hay) que, en sí mismos, no tuvieran nada que ver con sobrevivir. Pero su creación era un medio para los verdaderos fines de sus respectivos creadores, para sus fines últimos de domeñar la naturaleza y persuadir y ganarse a los demás humanos, o a algún grupo selecto idealizado de estos, así como para producir el placer intelectual del juego con conceptos abstractos, que es un medio de la naturaleza para hacernos caminar exitosamente por el sendero de la vida. Y si estos productos depurados de la racionalidad se siguen usando es -¡como medios para satisfacer nuestros fines, dictados por la emoción!.

No hay nada desinteresado, y mejor o peor disimulado ante uno mismo y ante los demás, todo lo que hacemos forma parte de una estrategia elaborada en parte inconscientemente, que incluso se haya en nuestro plan corporal (que incluye al cerebro) y en parte conscientemente, gracias del desarrollo del órgano de la civilización, esa área de asociación frontal del neorcortex en permanente contacto con el sistema límbico. Nuestra “razón” es una marioneta de nuestra emoción a la que no se le pueden cortar los hilos. No tiene vida propia.

10 comentarios:

Lope de Aguirre dijo...

¿Podría proporcionarme información sobre esas lesiones en el lóbulo frontal?

Gracias

Germánico dijo...

Hoy en día hay estudiados muchos casos por los neurólogos. En particular en la Universidad de Iowa han recogido miles de historiales clínicos de personas con lesiones cerebrales (dentro de los cuales bastantes corresponden a daños del lóbulo frontal).

Un neurólogo archiconocido, Antonio Damasio, que está trabajando precisamente en esa Universidad (creo que la alterna con otra de California), hizo famoso un caso estudiado por su mujer Hanna (también neuróloga), en su libro "El Error de Descartes". Era el caso de Phineas Gage, un trabajador del ferrocarril del siglo XIX cuyo lóbulo frontal fue atravesado por una barrena.

El caso de Gage se considera paradigmático pero, como te decía, hay muchos otros más recientes y de los que se puede leer información en revistas especializadas y en los libros de divulgación de neurociencia. Supongo que en internet no será difícil encontrar información variada y abundante haciendo una búsqueda (pero imagino que casi toda estará en inglés). Yo leí en un libro de Goldberg llamado "el cerebro ejecutivo", dedicado al lóbulo frontal, algunos casos, así como en libros de texto de neurociencia.

Lope de Aguirre dijo...

Merci.

Germánico dijo...

Dentro de mis limitados conocimientos, todo lo que pueda informar lo haré con sumo placer.

Lope de Aguirre dijo...

Le haré otra pregunta: ¿es posible una lesión de la corteza prefrontal del cerebro por causa no violenta, por ejemplo, un shock emocional? Traería como consecuencia un cambio de personalidad, aplanamiento emocional, incapacidad para planificar, etc.

Germánico dijo...

Más que lesión yo hablaría de disfunción. Si el shock se produce en la infancia podría afectar, en principio, al desarrollo de la corteza prefrontal, y por tanto a su estructura y función. Esta parte del cerebro es la que más tarde se desarrolla. De todas formas los cambios que pueda producir un shock no creo que sean comparables a los de una lesión, pues esta última es más mecánica y el primero más fisiológico. Si se dan en la infancia (en el desarrollo temprano), la mayor plasticidad neuronal del cerebro infantil puede corregir las posibles desviaciones del desarrollo (salvo que el shock sea importante). Si es en el cerebro adulto provocaría disfunciones, más relacionadas con los neurotransmisores que con la estructura. Casi todas las afecciones del cerebro, sea su origen endógeno o exógeno, afectan en mayor o menor medida al funcionamiento del lóbulo frontal (dentro de este a la corteza prefrontal), pero los síntomas característicos de la lesión del lóbulo frontal no se darían, o, al menos, no de la misma forma ni con la misma intensidad. Pensemos por ejemplo en los cambios que se dan en la enfermedad de Alzheimer o en la depresión. En cuanto a una isquemia o un derrame si podrían afectar específicamente al lóbulo frontal, imagino.

Pero en fin, Lope, todo esto que digo es lo que creo, a partir de mis superficiales conocimientos sobre el particular. Muy probablemente un neurólogo o un neuropsicólogo tuvieran más cosas que decir y alguna que otra (espero que más en matices que en fundamentos) que corregirme.

Un saludo.

Kurtz dijo...

Interesante, como siempre. Según se va investigando más también se van cayendo algunas teorías filosóficas como, por ejemplo, la de que el hombre carece de libre albedrío. Me imagino que todavía será discutible pero ya le queda menos.

Por cierto, a mí me encanta jugar al poker y perder. Eso sí, al mus todavía no me ha ganado nadie.

Germánico dijo...

Uff, sobre el libre albedrío se sigue discutiendo mucho, Coronel.

A mi me encanta perder al mus.....ganar debe ser la ostia.

Anónimo dijo...

Hola Germanico queria saber un poco sobre el daño cerebral de la parte frontal y la de cuerpo calloso, podrias vos darme algo de informacion al respecto??? gracias de antemano, sin embargo consultare los libros que haces mención. pero no seria inutil tus comentarios, queria saber si existe alguna especie de terapia para activar estas areas

Germánico dijo...

Hola,

Desgraciadamente no soy neurólogo ni neuropsicólogo, y me interesan más las implicaciones filosóficas del trabajo científico que los detalles de las enfermedades.

De todas formas, por lo que sé, el daño del lóbulo frontal es, a día de hoy, irreparable. Quiero decir que no me consta que exista ningún tipo de terapia cognitivo-conductual que pueda revertir los cambios causados por la pérdida de función en los lóbulos frontales, y que la neuroregeneración no parece darse en ellos. Si suceden en niños puede que la propia naturaleza haga parte del trabajo, pues en ellos todavía no está plenamente desarrollada la parte frontal del cerebro.

Espero que no tengas a nadie cercano con algo parecido. Si te interesan por puro placer intelectual y para reflexionar sobre nuestra naturaleza los libros que cito son una excelente fuente. No sé si mencioné "El Cerebro Ejecutivo" de Ekhonon Goldberg, pero lo uno a la lista por si acaso. Y si quieres profundizar más pues...acudir a profesionales o estudiar algún tratado de neurología.

Un saludo!.