En un estudio científico se sometió a algunos hombres a un juego perverso. Debían cruzar un puente elevado y sumamente inestable para llegar a una psicóloga joven y atractiva que les daba a rellenar un test. Una vez rellenado el cuestionario recibían de la chica una propuesta no especialmente atrevida pero sí sugerente: para cualquier duda que tuvieran podían llamarla por teléfono. Muchos llamaron.
Como todo experimento científico con mentes humanas calenturientas requiere, se utilizó un grupo de control. Este estaba compuesto por otro grupo de hombres que atravesó un puente sólido a baja altura para realizar la misma entrevista. El porcentaje de hombres que llamó a la psicóloga tras realizar el test fue en este caso significativamente más bajo.
El resultado de este experimento peculiar parece indicar que el estrés aumenta la excitación sexual, al menos en el corto plazo.
Amor es a quien conoces, decía Billy Corgan, y Unamuno llamaba a su esposa “mi costumbre”. Los seres humanos tenemos esa natural forma de narcisismo consistente en sentir afectos positivos por lo que se nos parece. Así nos pasa con los animales, que cuanto más parecidos son a nosotros más cariño nos despiertan, y con nuestros congéneres, cuya pertenencia al endogrupo o al exogrupo los hace más o menos agradables, más o menos tranquilizadores.
Pero el amor, entendido como un afecto tierno y duradero, está en contradicción, paradójicamente, con el enamoramiento sexual. En el sexo buscamos más la diferencia, no tanto el parecido, la exogamia y no la endogamia. Y esto es debido a la excitación que despierta la novedad, sorprendentemente relacionada con el miedo y con los mecanismos neurológicos y hormonales que lo suscitan.
Si nos atenemos al planteamiento hecho por el neuropsicólogo Elkhonon Goldberg sobre la especialización de los hemisferios del cerebro, tendríamos que asociar al hemisferio derecho con la novedad y al izquierdo con la costumbre, con los procesos que se han convertido en rutinas inconscientes, denominados por este autor como patrones. Así el hemisferio derecho estaría relacionado con la excitación sexual en mayor medida que el izquierdo, y este último en el amor en mayor medida que el derecho. Esto debiera estudiarse experimentalmente, con RMf.
Otro aspecto relevante es el de la polaridad emocional de los hemisferios. Se ha establecido claramente –se aprecia a través de las emociones de quienes sufren apoplejías- que el hemisferio derecho es emocionalmente negativo y el izquierdo positivo. Esto es coherente con los papeles respectivos de lidiar con la novedad o con los patrones establecidos, puesto que lo primero genera incertidumbre, excitación y sus malestares asociados, mientras que lo segundo genera seguridad.
¿Por qué existen la infidelidad o el masoquismo y otras “aberraciones”?: despiertan moderados niveles de estrés que aumentan la excitación.
Una de las preguntas que podrían quedar respondidas con este planteamiento es por qué excitan tanto a los hombres las escenas lésbicas. Esta mañana precisamente veía en la televisión unas escenas de Hospital Central en la que dos actrices se morreaban. Este tipo de escenas excitan mucho a los hombres porque representan una negación a sus pretensiones. Las mujeres se enlazan entre ellas y de alguna forma comunican al hombre que el está fuera, que es irrelevante. Esto hace que el hombre se sienta atacado, en cierto sentido, apartado y humillado, y le excita, como a los probandos del puente elevado. Al llegar al otro lado está dispuesto a todo.
Una mujer mala, una femme fatale, debe su atractivo también a esto. Hace que el hombre se excite incesantemente con sus perversidades. Quizá no haga que su pareja (habitual o transitoria) se sienta cómoda y segura, y experimente afectos tiernos hacia ella, pero lo que si logra es mantener ese enamoramiento sexual, ese permanente estado de excitación salvaje.
También podríamos explicar, con este modelo, el cambio que se da en el tiempo en las parejas en cuanto a deseo sexual y afectos tiernos, como una consolidación en el cerebro de un patrón. Primero el elemental del esquema corporal y el rostro de la pareja deseada/amada, que se van convirtiendo poco a poco de algo inefable en algo perfectamente definido. Y luego en lo referente a conductas, costumbres, maneras de ser, personalidad, cada vez más predecibles, cada vez menos novedosas y excitantes, pero más conocidas y confortantes.
Como todo experimento científico con mentes humanas calenturientas requiere, se utilizó un grupo de control. Este estaba compuesto por otro grupo de hombres que atravesó un puente sólido a baja altura para realizar la misma entrevista. El porcentaje de hombres que llamó a la psicóloga tras realizar el test fue en este caso significativamente más bajo.
El resultado de este experimento peculiar parece indicar que el estrés aumenta la excitación sexual, al menos en el corto plazo.
Amor es a quien conoces, decía Billy Corgan, y Unamuno llamaba a su esposa “mi costumbre”. Los seres humanos tenemos esa natural forma de narcisismo consistente en sentir afectos positivos por lo que se nos parece. Así nos pasa con los animales, que cuanto más parecidos son a nosotros más cariño nos despiertan, y con nuestros congéneres, cuya pertenencia al endogrupo o al exogrupo los hace más o menos agradables, más o menos tranquilizadores.
Pero el amor, entendido como un afecto tierno y duradero, está en contradicción, paradójicamente, con el enamoramiento sexual. En el sexo buscamos más la diferencia, no tanto el parecido, la exogamia y no la endogamia. Y esto es debido a la excitación que despierta la novedad, sorprendentemente relacionada con el miedo y con los mecanismos neurológicos y hormonales que lo suscitan.
Si nos atenemos al planteamiento hecho por el neuropsicólogo Elkhonon Goldberg sobre la especialización de los hemisferios del cerebro, tendríamos que asociar al hemisferio derecho con la novedad y al izquierdo con la costumbre, con los procesos que se han convertido en rutinas inconscientes, denominados por este autor como patrones. Así el hemisferio derecho estaría relacionado con la excitación sexual en mayor medida que el izquierdo, y este último en el amor en mayor medida que el derecho. Esto debiera estudiarse experimentalmente, con RMf.
Otro aspecto relevante es el de la polaridad emocional de los hemisferios. Se ha establecido claramente –se aprecia a través de las emociones de quienes sufren apoplejías- que el hemisferio derecho es emocionalmente negativo y el izquierdo positivo. Esto es coherente con los papeles respectivos de lidiar con la novedad o con los patrones establecidos, puesto que lo primero genera incertidumbre, excitación y sus malestares asociados, mientras que lo segundo genera seguridad.
¿Por qué existen la infidelidad o el masoquismo y otras “aberraciones”?: despiertan moderados niveles de estrés que aumentan la excitación.
Una de las preguntas que podrían quedar respondidas con este planteamiento es por qué excitan tanto a los hombres las escenas lésbicas. Esta mañana precisamente veía en la televisión unas escenas de Hospital Central en la que dos actrices se morreaban. Este tipo de escenas excitan mucho a los hombres porque representan una negación a sus pretensiones. Las mujeres se enlazan entre ellas y de alguna forma comunican al hombre que el está fuera, que es irrelevante. Esto hace que el hombre se sienta atacado, en cierto sentido, apartado y humillado, y le excita, como a los probandos del puente elevado. Al llegar al otro lado está dispuesto a todo.
Una mujer mala, una femme fatale, debe su atractivo también a esto. Hace que el hombre se excite incesantemente con sus perversidades. Quizá no haga que su pareja (habitual o transitoria) se sienta cómoda y segura, y experimente afectos tiernos hacia ella, pero lo que si logra es mantener ese enamoramiento sexual, ese permanente estado de excitación salvaje.
También podríamos explicar, con este modelo, el cambio que se da en el tiempo en las parejas en cuanto a deseo sexual y afectos tiernos, como una consolidación en el cerebro de un patrón. Primero el elemental del esquema corporal y el rostro de la pareja deseada/amada, que se van convirtiendo poco a poco de algo inefable en algo perfectamente definido. Y luego en lo referente a conductas, costumbres, maneras de ser, personalidad, cada vez más predecibles, cada vez menos novedosas y excitantes, pero más conocidas y confortantes.
16 comentarios:
Germánico,
que manera de quitar el romanticismo a esa primera mirada, a ese deseo incontrolable, a esa incertidumbre tan dulce.
Pero, he de reconocer que estoy de acuerdo con estas explicaciones, me cuadran en casi todo.
Que curioso, con lo personal que sentimos nuestro amor y a nuestra pareja y en realidad es algo tan físico que es común al resto (a grandes rasgos claro).
Oh no!!!, ya me has hecho pensar en grande y pequeño, individual y colectivo, uno y muchos....
Me voy a casa, una siesta lo arreglará todo.
Besos.
Espero que en tu siesta tengas sueños románticos....
Germánico, entonces se me plantea la siguiente duda: si el amor y el sexo están "determinados" según unas pautas naturales, ¿qué decidimos cuando se nos plantea una alternativa excluyente?
Porque antes estaba el argumento de "me quedo con mi pareja porque es una relación profunda, de almas, cósmica, mágica; y abandono al amante porque es una relación animal". Ahora vemos que tanto el amor como el sexo son puramente "animalidad". ¿Si elegimos a la pareja y no al amante elegimos simplemente costumbre y seguridad? ¿Es lo único en lo que desbanca a la relación sólo sexual?
A eso hay que añadirle otra cosa que comentaste, que realmente no hay relaciones de sólo sexo. En el sexo afloran sentimientos, aparte del miedo como dices, el vértigo, la incertidumbre y lo extremo de la diferencia.
Hola Berti,
No hay que establecer una dicotomía entre animal y humano. El hecho de que nuestros sentimientos sean un fenómeno animal no les resta nada de su belleza o valor. De hecho no son comparables, ni siquiera desde el punto de vista biológico, con las reacciones automáticas o instintivas (aunque tengan parte de ellas). El que un proceso cognitivo sea, a todos los efectos, un proceso neuronal, no implica que sea un proceso neuronal comparable con otros procesos neuronales más elementales. Los procesos neuronales tienen distintos niveles de complejidad. No es igual nuestro cerebro que el de un anélido. Hay que tener presentes además las denominadas propiedades emergentes: a partir de una red neuronal sumamente compleja y las interacciones físico-químicas que en ella se dan, puede surgir algo como la consciencia, con sus qualia o propiedades sensibles que, parece ser, no pueden ser explicados fácilmente por sus correlatos neuronales. Y los sentimientos son consciencia.
El amor tiene algo en común con la música en lo que se refiere a su asimilación mental (y cerebral). La música que más nos gusta no es la completamente nueva ni la que nos sabemos ya de memoria, sino la que estamos descubriendo, aquella en la que vamos identificando los patrones pero que todavía no podemos anticipar fielmente. Así en el amor y en el sexo nuestro placer consiste no tanto en probar cosas completamente nuevas o recrearse en las archiconocidas cuanto en tener un grado de certidumbre y seguridad crecientes manteniendo siempre una incógnita vivificante.
El romanticismo no tiene porqué perderse a lo largo de una relación. Tanto menos lo hace cuanto más compleja y llena de matices es la persona con la que estamos, así como más complejos y llenos de matices somos nosotros para percibirlo. Esto se debe a que uno no termina nunca de conocer al otro y experimenta simultáneamente excitante novedad y tranquilizadora rutina. El equilibrio de ambas es fundamental para tener un tono vital enérgico y a un tiempo grato, así como para hacer una relación apasionante.
Una de las quejas más recurrentes de quienes deciden poner fin a una relación es que esta “ha caído en la rutina”. Esta rutina es un fracaso de ambos miembros de la pareja, por lo general, si bien a veces lo es solo de quien se queja, por no saber apreciar los matices del otro, o de ese otro por no tener apenas matices.
Lo curioso es que parecemos estar diseñados para caer en el tedio y en la depresión si no experimentamos pequeñas dosis de sufrimiento y ansiedad diarios. El mal en pequeñas dosis es bueno. Es la verdad que refleja la Biblia en “ganarás el pan con el sudor de tu frente”. También necesitamos que el otro nos estimule: “quien bien te quiere te hará llorar”. Somos máquinas de supervivencia que surgieron en un entorno de escasez y peligro, lo que nos hace inquietos buscadores, incapaces de satisfacción permanente, y no estamos preparados para la plenitud o la opulencia. En cuanto algo está completamente seguro pasa a formar parte del telón de fondo, cae para ello el telón, se vuelve inconsciente y aparentemente irrelevante. Así no experimentamos gran placer al respirar si no hemos pasado por un período de asfixia.
Si señor. Que certera la analogía musical.
Y que revelador el último párrafo. ¿Estará ahí la clave de la actitud suicida de algunos jóvenes millonarios, estrellas del cine o el rock?
Muy buen post. Sobre todo comparado con una estupidez que acabo de leer en la portada de Terra titulada algo así como "ligamos como los neandertales".
Gracias Ijon. Voy a mirar lo de Terra.
Las grandes estrellas se queman con su propio fuego, como las estrellas del firmamento....
No hay que olvidar que lo que llevó a Sidartha a convertirse en Buda fue el tedio y el hastío de su vida regalada. Su salida de Palacio no fue más que un suicidio simbólico.
German, completamente de acuerdo, identificada en lo de las canciones y también en lo de la dosis necesaria de ansiedad diaria.
Ijón, yo también voy a ver lo de Terra que tengo curiosidad.
Yo no lo encuentro.....jarrrlll...
Yo tampoco lo encontré, Ijón mándanoslo porfa!!!
En Terra es lo que pasa. Lo ponen un rato en portada y luego lo quitan y es casi imposible de encontrar.
A ver si funciona el enlace
Me parece que no funciona :(
Funciona, pero a ratos.
Terra es que es asín...
Yo siempre he pensado que los humanos no somos más que animales que intentan disfrazar sus comportamientos instintivos con nombres rimbombantes, almacenados en la carpeta "sentimientos". Lo que se guarda bajo cada una de nuestras acciones tiene (todo) un fondo común: supervivencia, y transmisión de los genes propios.
Ya había leído algo sobre la encuesta que puso IJON, y tengo que decir que he entendido que está basada en una muestra de 48 personas; no parece muy fiable, aunque las conclusiones (para los que conocemos bien a las mujeres) son correctas (jejejeje). No es una cuestión de sentimientos, sinó de instintos (que es lo mismo, pero con el nombre original); instintivamente, la mujer se siente atraida por el hombre que (aparentemente, al menos) le ofrezca mayor seguridad (actualmente la económica), mientras el hombre se siente atraido por un buen par de tetas que garanticen que su prole saldrá adelante, por lo menos, hasta el momento en el que puedan comer sólidos.
Me ha parecido gracioso el comentario este que encontré en el enlace de Terra: -Tranquilos/as se puede hacer un artículo o estudio de casi cualquier cosa, y además se puede sacar el resultado que casi uno quiera. ¿Por cierto, supongo que el tipo del artículo sabe como ligaban los Neanderthales? Y tengo la respuesta, o bien es uno de ellos o bien viaja en el tiempo. Como podeis ver ambas respuestas proceden de un riguroso estudio acerca de la especie de los cientificos-.
Pues nada, GERMANICO; que yo sólo venía a decirte que había leido lo que pusiste sobre las ballenas y el trozo de arpón del siglo XIX, y resulta que esta semana nos la hemos pasado rodeados de ballenas por todos lados; es la primera vez que veo tantas, y en ese caladero, y en alguna ocasión las hemos tenido a menos de 50 metros del barco; creo que no he pasado más de media hora sin haber visto algún "géiser" de esos que echan al respirar.
Un abrazo a tí y a IJON, y un saludo a los demás.
Muy buenas, capitán, me alegro de verte. Jeje, tú también encontraste lo de terra, menos mal, ya pensaba que había sido una alucinación.
Lo de las ballenas, pues oye, igual os conviene cambiar el negocio. Hay sitios turísticos en los que cobran una pasta por embarcarse a ver ballenas (y si hay suerte, se ven delfines, como mucho).
Un abrazo
Buen post , efectivamente la excitacion , el miedo , lo desconocido ..aumentan la atraccion ...es un cocktel de neurotrasmisores explosivo .
Batiola,
Aunque no convenga simplificar sobre el tema, es decir, caer en lo que algunos llaman con pavor e indignación “reduccionismo”, todo parece indicar que tenemos más de animales que de dioses. Las ballenas no son ni mejores ni peores que nosotros, simplemente son distintas. Lo que llama la atención en el caso de la ballena del arpón es su longevidad.
Peggy,
Es todo un cóctel de neurotransmisores, y, a riesgo de ponernos reduccionistas, se puede decir que ese cóctel y no otro es el que ha posibilitado nuestra supervivencia como especie.
Un abrazo a ambos.
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