martes, octubre 10, 2006

El elemento mítico

Érase una vez un hombre que estaba tan aburrido, tan aburrido, tan aburrido.....que deseaba que sucediese una catástrofe cósmica que le sacase de su asqueante letargo.
"Aunque sufra un terrible dolor, aunque muera. Aunque la humanidad a mi alrededor sea una masa convulsa y agónica....¡Pero que pase ALGO por Dios!. ¡Quien pudiera asistir al fin de los tiempos!".

No hablo de un "ser de otro mundo", de "un animal de galaxia", ni siquiera de un ser inhumano. Es el hombre mismo, y dentro de la categoría humana cierto tipo de ser humano particular que desarrolla todo o gran parte de su potencial de zozobra sin desarrollar paralelamente actividades y especulaciones lo suficientemente entretenidas y/o profundas.

Si a esto le sumamos un gusto por el mito, a falta de espíritu científico, de verdadera filosofía, de afán de conocimiento, en resumen; si le sumamos un placer en los juegos de imaginación, una obsesión quimérica que transfigura la realidad de acuerdo con apetencias explícitas o inconfesables, un afán literario proyectado en el mundo, tendremos al monstruo intelectual.

In-quietud, la no quietud, el no poder estarse quieto, puede significar algo malo y algo bueno, o una ambigua y peligrosa mezcla. Lo que no puede obviarse es que está en nuestra naturaleza biológica y mental, caracterizadas por el movimiento continuo. ¿Buscaban una máquina de movimiento continuo?: ustedes mismos (ya, ya lo sé. No es eso. Tomamos energía del ambiente. Pero no hablo de física, por cierto).

No existe el tipo sin inquietud. Lo que existen son diversas inquietudes.

Dice el refranero español: Persona parada malos pensamientos. Pero eso no es exactamente así. Uno nunca está parado. No estar realizando una actividad obvia, calificable de habitual, de hábito, no es estar parado. Tener el cuerpo parado tampoco es prueba de falta de actividad. Es precisamente esa inquietud de la que hablamos, sometida a la camisa de fuerza de la ausencia de proyecto (aparente paradoja, pues debiera entenderse esta ausencia como ausencia de una restricción, como libertad, pero en esta paradoja radican los conceptos erróneos de libertad), la que lleva a fantasear, a desligarse progresivamente de la realidad dinámica entrando en una dinámica mental perniciosa.

Otra del refranero, este religioso: la pereza es la madre de todos los vicios.

Nos dice José Carlos que son demasiados los intelectuales que echan pestes del capitalismo. Y nos da razones por las que es así. Pero no menciona la mezcla fatal de tedio y elemento mítico, ese cóctel explosivo que lleva a creer en el absurdo, a apoyar los genocidios, a dudar hasta de los propios instintos, contrariando sistemáticamente a la naturaleza en busca de la utopía, esa panoplia de abstracciones infame.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

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