La identidad idealista que estableció Platón entre belleza, verdad y virtud podría tener mucho de correcta desde la perspectiva evolutiva. No es cuestión de extenderse acerca de ello, pero ¿qué nos parece hermoso si no es aquello cuyo valor, en términos de supervivencia, ha demostrado ser verdadero?. Esto puede no resultar obvio si miramos con la miopía del sentir presente y consciente. El árbol no deja ver el bosque, y menos el ecosistema, y aún menos sus cambios a lo largo de eones.
En la selección sexual operan, empero, estas consideraciones, si bien de forma nada considerada (ni respetuosa, ni razonada). La estética se deriva de la necesidad. Y la ciencia está ahora abordando los tabúes de la atracción y del arte.
Centrándonos en la atracción, nos dice Francisco Rubia en su último libro sobre "el sexo del cerebro" que cuando las hembras seleccionan un macho con determinados ornamentos (pensemos en la cola del pavo real) "de un manera un tanto misteriosa conocen la correlación entre estos ornamentos y la salud del macho, y por eso los eligen para procrear crías sanas y libres de parásitos". El hecho de que a Rubia le pareciera misteriosa la manera en que las hembras conocen dicha relación no lo entendí bien hasta el final del libro, donde, hablando de la selección sexual dice: "Siendo el éxito reproductivo un producto a posteriori, ¿cómo pueden los animales anticiparlo?". Pero las hembras desconocen por completo la relación entre ornamentos y salud del macho, y no anticipan nada.
Los seres vivos somos como somos porque nuestros antepasados, siendo así, se convirtieron en antepasados. También nuestras finalidades están incluidas. No es necesario que pensemos en términos de descendencia, más bien actuamos para dejarla, incluso, paradójicamente, cuando deliberadamente no la dejamos. Eso es algo que a mucha gente, sencillamente, les resulta inconcebible, imposible de entender. Pero la naturaleza no está ahí para la que la entendamos. La existencia precede a la esencia.
Este es el eje en torno al cual giran la selección natural y la selección sexual. Hay una línea ininterrumpida de vida desde el primer replicante hasta todos y cada uno de nosotros, una línea que jamás se ha visto cortada. Toda muerte sucedió después, o alrededor. La selección natural y sexual han sido el ambiente ecológico y social que ha esculpido las formas variadas de la diversidad de la vida. Las lascas que caían tras sus golpes de cincel lo hacían para que de la piedra de la materia saliese nuestra forma física y comportamental.
A largo plazo, la polémica entre ambiente y genética se difumina. Esto sucede porque la evolución se debe a la interacción de la replicación (o el replicador) con el ambiente. El ambiente determina las formas de replicación en el tiempo. El primer replicante se ha convertido ahora en Gaia. Dentro de él se producen muertes y nacimientos igual que sucede dentro de cada uno de nuestro cuerpos pluricelulares, y la interacción con el ambiente físico y químico continúa con mayor complejidad y amplitud.
Nuestros antepasados, en línea continua desde hoy hacia atrás en el tiempo, hasta el primer replicante, han sido todos exitosos en términos de supervivencia diferencial (suficiente para dejar descendencia viable). En nosotros quedan las huellas de los mecanismos que desarrollaron para lograr este fin de orden superior, surgido como propiedad emergente de la necesidad replicante. Nosotros somos, pues, como somos, porque nuestros antepasados lograron pasarnos el testigo de la vida con adaptaciones físicas, químicas, biológicas y comportamentales de las que ahora conservamos aquellas que la lotería genética nos ha concedido. En este nuestro ambiente podremos o no (querremos o no, lo cual equivale a un "poder" más amplio) continuar la línea de la vida.
Así pues si las hembras seleccionan a los machos por determinados atributos (o los machos a las hembras, pues para el caso es lo mismo), no se debe a otra cosa, desde su perspectiva vital, que a su gusto por dichos atributos, un gusto cuya razón de ser no tienen porqué conocer. No hay finalidad, ni externa (teleológica) ni interna más allá del puro placer y el puro gusto (estética) asociado a él. No hay nada de misterioso en ello, solo en la medida en que nuestra psique, diseñada por la evolución, no esté preparada para entender la misma evolución y sus "razones", cuya dimensión y profundidad le superan.
Sobre la atracción sexual en nuestra especie, cuya complejidad de comportamiento y cuyo interés nos mueven a su estudio (por razones obvias de que el único interesado se encuentra interesante, como único interesado), se van descubriendo algunas cosas sorprendentes.
Algo verdaderamente misterioso y aparentemente paradójico, desde el punto de vista evolutivo, sobre lo que habrá que seguir investigando, es el hecho de que nos gustemos tanto a nosotros mismos. El mito de Narciso se refiere a todos nosotros, según parecen indicar los peculiares trabajos del peculiar David Perrett.
Algo verdaderamente misterioso y aparentemente paradójico, desde el punto de vista evolutivo, sobre lo que habrá que seguir investigando, es el hecho de que nos gustemos tanto a nosotros mismos. El mito de Narciso se refiere a todos nosotros, según parecen indicar los peculiares trabajos del peculiar David Perrett.
Mostrando a una serie de voluntarios sus rostros modificados para que fueran lo más parecido a los suyos pero con las formas del sexo opuesto descubrió que se encontraban a si mismos, en su versión femenina en caso de los hombres y masculina en caso de las mujeres, muy atractivos.
No creo que haya que buscar mucho para explicar un fenómeno tan llamativo. La exogamia, que es de gran importancia para impedir que se produzcan cruces entre personas con genes muy similares, es positiva para la evolución porque contribuye a dispersar los genes deletéreos o causantes de graves enfermedades que son recesivos. Si dos personas con un conjunto de genes muy similares (cosa que ocurre en la familia) se cruzan, la probabilidad de que un gen defectuoso se combine con un par igualmente defectuoso es muy elevada. Por ello hemos desarrollado una forma de repugnancia al incesto. Esta surge como mecanismo psicológico que actúa cuando convivimos con ciertas personas durante varios años en la infancia. No nos sentimos atraídos por aquellos con los que hemos crecido. Como solemos convivir con la familia esto impide los cruces con alta probabilidad de generar nuevos organismos con graves anomalías.
No creo que haya que buscar mucho para explicar un fenómeno tan llamativo. La exogamia, que es de gran importancia para impedir que se produzcan cruces entre personas con genes muy similares, es positiva para la evolución porque contribuye a dispersar los genes deletéreos o causantes de graves enfermedades que son recesivos. Si dos personas con un conjunto de genes muy similares (cosa que ocurre en la familia) se cruzan, la probabilidad de que un gen defectuoso se combine con un par igualmente defectuoso es muy elevada. Por ello hemos desarrollado una forma de repugnancia al incesto. Esta surge como mecanismo psicológico que actúa cuando convivimos con ciertas personas durante varios años en la infancia. No nos sentimos atraídos por aquellos con los que hemos crecido. Como solemos convivir con la familia esto impide los cruces con alta probabilidad de generar nuevos organismos con graves anomalías.
Sin embargo cuando éramos cazadores-recolectores no teníamos acceso a una enorme diversidad humana, y consiguientemente genética, y la exogamia era un fenómeno raro. Los cruces entre primos paralelos y primos cruzados están probados en las sociedades primitivas. Sus sistemas de matrimonio y ordenación de la familia nos resultan hoy bastante confusos y extravagantes, pero eran una buena adaptación a sus circunstancias y prevenían los peores males de la endogamia. No es de extrañar que hayamos desarrollado un gusto por lo parecido, pero no aquello con lo que estamos muy familiarizados. El rostro de un hombre feminizado o el de una mujer masculinizado podrá parecerse al de sus hermanos, pero rara vez será idéntico. Un primo con el que no hayamos convivido puede muy bien resultarnos atractivo.
Los sistemas familiares de las sociedades primitivas lograron un compromiso entre la necesaria exogamia y la casi inevitable endogamia. Hoy en día no tenemos esos problemas.
El Profesor de Biopsicología de la Universidad de Nuevo México, Victor Johnston, estudia precisamente la forma en que los seres humanos percibimos la belleza.
El Profesor de Biopsicología de la Universidad de Nuevo México, Victor Johnston, estudia precisamente la forma en que los seres humanos percibimos la belleza.
Este investigador sostiene que los hombres buscan en las mujeres señales que indiquen fertilidad, y las mujeres en los hombres otras señales que indiquen un buen sistema inmunológico o virilidad. En todo esto las hormonas sexuales juegan un papel esencial, configurando las formas faciales y aspectos conspicuos del comportamiento.
Los hombres viriles por ejemplo tienen un coeficiente digital más pequeño (la relación entre sus dedos anular e índice). Cuanta mayor es la exposición del hombre en el útero a la testosterona mayor será su dedo anular respecto al índice. Sobre este particular es curiosa la tendencia de muchas mujeres a fijarse, en una cita, en algo aparentemente tan anodino como las manos de la potencial pareja.
En nuestro aspecto quedan huellas trazas de las infecciones que hemos pasado en forma de irregularidades características. Esto aporta información sobre lo susceptibles que somos a las infecciones, y, en definitiva, de la efectividad de nuestro sistema inmunológico. Por ello las caras simétricas suelen resultar más atractivas.
También detectamos la compatibilidad del sistema inmunológico de potenciales parejas con el nuestro a través del sentido del olfato (especialmente las mujeres), percibiendo feromonas. En un experimento se le presentó a varias mujeres la camiseta sudada de 4 0 5 varones. Tras olfatearlas decían preferir el olor de aquel cuyo sistema inmunológico era más diferente del propio.
Todavía estamos muy lejos de comprender los motivos biológicos de las preferencias sexuales. Más teniendo presente que existen entre nosotros tantas "aberraciones" (que nada tienen de tales, en su mayor parte). Sin embargo la ciencia ya empieza a sondear este interesante campo, que tanto dice de nosotros. La mayoría de nosotros elige pareja tras dar un par de vueltas por el mercado del sexo y evaluar someramente a unos pocos candidatos. No disponemos de toda la información posible, ni podríamos aunque lo quisiéramos, ni desde luego tenemos el poder de elegir a quien queramos. Pero nuestras preferencias estéticas y "morales" juegan un papel muy destacado cuando tomamos la decisión, fundamentalmente irracional y no profundamente meditada, de juntarnos con alguien. Evaluamos inconscientemente a gran velocidad, y apenas llega a nuestro yo una milésima parte de los factores que hemos sopesado.
8 comentarios:
siempre he creído que somos menos libres de lo que pensamos...
Menos de lo que pensamos y más de lo que les gustaría a quienes quieren disponer de nosotros a su antojo.....
Existen condicionantes que sesgan la probabilidad a la hora de elegir en muchos aspectos de la vida.
Pero que una elección no sea equiprobable, no descarta ni mucho menos el libre albedrío.
Podemos estar muy condicionados y optar el 99% de las veces por una opción. Pero siempre queda la libertad del 1%.
Condicionados sí, pero libres.
A ver si quedamos un día los tres para comer...
muy buen post ...un atributo de masculinidad , algo asi como la cola del pavo real moderno es una buena "visa" ...permiteme el chascarrillo .
kises
Pues sí Carlos, a ver que tal le viene a Germánico. Hablamos.
Peggy, de chascarrillo, nada. Además, las visas en muchos casos son heredables, transmitiéndose entre generaciones de la misma familia, cual genes....
Francisco Rubia, al final de su libro, habla de que los seres humanos disponemos de mayores grados de libertad que los demás animales (se nota que leyó nuestro blog, Ijon, jejeje). Efectivamente es así. Sin embargo es de los que se inclinan levemente hacia la negación de nuestra libertad, como tantos otros neurocientíficos o afines. Si la libertad es una ficción desde luego se trata de una ficción muy convincente, tanto que está imbricada con la realidad de forma tal que no se puede negar, salvo negando la realidad misma. Y no creo que eso sea un buen camino para hacer ciencia....aunque sí política (o filosofía relativista, que siempre da gustito aplicar la crítica por la crítica).
Dicen los psicólogos evolucionistas, Peggy, aunque creo que ya lo sabes, como asidua lectora del blog de Memetic Warrior, que las mujeres buscan en los hombres recursos (una VISA o una MASTERCARD, para todo lo demás, ya se sabe....). Esto se fundamentaría en la necesidad de crear un marco familiar estable y seguro para la crianza de los hijos, en la necesidad de garantizar la inversión parental del sexo masculino.
Por mi podemos quedar cuando queráis, amigos. Yo estaba pendiente más bien de Ijon, que como anda liado no sabía si le quedaría tiempo siquiera para meterse algo entre pecho y espalda en las horas en las que el sol está más alto en el firmamento.
Siempre hay alguien dispuesto a buscar coartadas científicas para recortar las libertades.
En nombre del bien común, eso sí.
Hablamos por correo para concretar esa comida, que no todo va a ser currar.
Publicar un comentario