viernes, junio 08, 2007

Pequeño pero asustón

Supongo que el respingo que di cuando vi caer a mi hijo desde lo alto de un ya de por sí alto tobogán, por el lado de pendiente perpendicular al suelo, se debió de parecer mucho
a la reacción automática de esta madre panda ante un leve movimiento de su cría.

Afortunadamente mi hijo cayó de culo. Y afortunadamente los niños, con más cartílago que hueso, son de goma, y resisten cosas que a nosotros nos dejarían lisiados o muertos. Como dice mi padre, muy sabiamente: “cuando te haces mayor descubres lo duro que está el suelo”.

Claro que, alguno dirá, esta mamá panda no se asustó por que a su tierna criatura fuera a pasarle algo, sino por sí misma, que temía ser atacada por una cosa extraña que se le venía encima.

También de esos sustos he recibido alguno curioso de mi vástago. Un día me lo encontré de frente en el pasillo, saliendo de la habitación, cuando lo creía en la cocina, y pegué un bote que casi doy con la cabeza contra el techo. Él se rió.

Otros animales pequeños, aparte de mi hijo, han tenido el privilegio de asustarme. Vivo cerca de la naturaleza, y al abrir la ventana todas las mañanas puedo disfrutar de un golpe de aire fresco y de la contemplación de un verde paisaje de árboles repleto de la vida que los habita. Una mañana subí la persiana alegremente, como de costumbre, y aparté a un lado la cortina con la mano, pues estaba echada, para mirar hacia fuera. Mis ojos se vieron entonces enfrentados a otros ojos, y tanto la ardilla que me miraba, como yo que la miraba a ella, reaccionamos con rapidez apartándonos el uno del otro, llevados por un pavor instintivo e irracional. Cuando me percaté de lo ridículo de la situación me eché a reír.

¡Qué zuzto mámaaaa!

4 comentarios:

Carlos Paredes Leví dijo...

Los niños parecen tener un dios aparte...
Sobre lo del roedor...¿seguro que no era una rata?

Ijon Tichy dijo...

Esos respingos resultan ridículos pero son inevitables.

Supongo que son remanentes del pasado cavernario.

benjamin1974© dijo...

Cuando era chico mis hermanos mas grandes siempre hacian algo para asustarme, especialmente cuando mis padres se iban y me dejaban a su cargo. De terror... Ahora nos reimos, pero creo que jamas me olvidare de los sustos que me daban...

Germánico dijo...

Hola a todos,

Más que un dios aparte, Carlos, yo diría que están constituídos para el ensayo y el error motores. Vamos, que están diseñados para darse ostias sin fallecer fácilmente.

El roedor era, seguro, una ardilla. Es más, aunque no tenga pericia en el reconocimiento de caras de estos animalillos, casi podría asegurar que se trataba de la misma ardilla que durante todo aquel invierno eligió nuestra terraza para pasear.

Esos remanentes, Ijon, vienen, como ya sabes, de mucho antes que de las cavernas o la sabana africana, los tenemos en común, como el vídeo pone de manifiesto, con otras especies. Claro que hoy en día, en determinadas circunstancias y situaciones sociales, podrían resultar ridículos. Las convenciones sociales que, a fin de cuentas, resultan ser adaptaciones biológicas, son adaptaciones, digámoslo así, de segundo orden, y muy posteriores a esa adaptación del respingo, así como mucho menos importantes en cuanto a supervivencia se refiere. Si nos guiamos por el cerebro de McLean, las tendríamos en el cerebro reptiliano, mientras que las convenciones residirían en el neocortex.

Supongo Benjamín que los sustos que te daban formaban parte de los juegos con los que el mamífero humano se prepara para una edad adulta en la que los sustos van acompañados de verdaderos traumas.

Un abrazo.

PD: Últimamente estoy liadísimo en el curro. Se nota ¿no?. A ver si Ijon está algo más libre que hace unas semanas y nos deleita con algún fantástico post de los suyos.