Al principio uno olvida algo reciente y de poca importancia. Dado que eso nos ocurre a todos a menudo no es motivo de preocupación. Pero poco a poco los olvidos son más frecuentes, más llamativos, más incomprensibles e inexplicables. ¿Cómo me he podido olvidar de eso?....”¿Cómo pudiste olvidarlo?” –le reprenden. El carácter cambia. Es muy posible que el afectado se vuelva irascible y melancólico. El verdugo endógeno realiza lenta pero implacablemente su labor de destrucción. Al final quedará un residuo de humanidad en forma de reacciones fisiológicas sin personalidad. La identidad del enfermo habrá desaparecido. Será un muerto en vida. Su hora habrá llegado mucho antes de lo que debiera.
La enfermedad de Alzheimer acompaña a la vejez. Excepciones a esta norma son aquellos que la desarrollan precozmente por una condena genética y aquellos que no la desarrollan nunca, aún llegando a avanzada edad. Ejemplos extremos de lo primero son los entrañables niños del síndrome de Down, que tienen una copia extra del cromosoma 21, donde habita uno de los genes que, proteína través, provocan el mal. De lo segundo, en parte, son ejemplo las famosas Monjas de la congregación de Notre Dame, que han sido “estudiadas” por el benéfico efecto de su vida de “estudios” sobre la resistencia de sus redes neuronales bien imbricadas a la enfermedad. No es que ninguna tuviera Alzheimer, pero por término medio lo sufrían muchísimo menos y más tarde que la población en general. Curiosamente estos casos extremos se relacionan con la naturaleza y el ambiente de forma inequívoca, lo cual los hace aún más extremos, si cabe, y no especialmente representativos.
La mayoría de la gente que padecerá Alzheimer podrá hacer poco por retrasarlo o atenuarlo con una vida de rigurosos ejercicios mentales o físicos. Del mismo modo podría decirse que casi nadie lo sufrirá antes de los 60/70 años de edad, y muchos no lo sufrirán en absoluto. El Alzheimer es una enfermedad del desarrollo, aunque hay personas con mayor predisposición al mismo.
La biología molecular está muy cerca de explicar los mecanismos a través de los cuales se produce la característica degeneración del sistema nervioso central de esta dolencia. Parece ser que la muerte neuronal se debe a un mal corte en una proteína de membrana. Las enzimas “proteasas” que la cortan lo hacen por mal sitio y se forma un péptido hidrófobo (dicho llanamente: que tiene manía al agua) que tiende a formar agregados en el líquido extracelular. Estos agregados del péptido (Beta-Amiloide) interfieren con otros canales de membrana, los del calcio, dejándolos abiertos de par en par y creando con ello una corriente de entrada de calcio en la neurona que desencadena toda una cascada metabólica que acaba por destruirla. En la célula destruida se encuentran fibras de otra proteína, la Tau, cuya función es estructural, y que se encuentran fuera de lugar como consecuencia de los cambios metabólicos. Así la neurona implota o explota, según sufra apoptosis (muerte celular programada) o necrosis (muerte, y punto). Básicamente la cosa va así.
Hasta ahora los fármacos que se han estado administrando a los pacientes de Alzheimer han sido paliativos. Se han dirigido fundamentalmente a retrasar la pérdida de memoria a través de la protección del neurotransmisor estrella del hipocampo y zonas adyacentes (lugares donde se empieza a formar la memoria), la acetilcolina. Manteniendo el flujo de este neurotransmisor elevado se puede lograr, si no impedir la muerte de las neuronas, si al menos que las que permanezcan vivas realicen su trabajo más eficientemente. Un modo de lograr esto es inhibir la enzima que degrada la acetilcolina, la acetilcolinesterasa. Varios agentes químicos lo logran, con mayor o menor éxito.
Algunos investigadores proponen ahora el consumo preventivo moderado de Marihuana para atenuar y demorar los efectos de este insidioso mal en quien se compruebe que es propenso al mismo. Parece que la molécula psicoactiva del Cannabis inhibe la acción de la acetilcolinesterasa óptimamente, mejor que los medicamentos al uso, y además entra muy bien al cerebro fumada. Hay además otros posibles efectos positivos, que apuntan quienes investigan sus efectos moleculares y celulares, como la reducción de la inflamación en el cerebro.
Por todo lo que hemos relatado previamente, se puede entender que esto no sirve de gran cosa, a efectos de derrotar al mal. Desde hace mucho tiempo las tabaqueras nos dicen que el tabaco (sin aditivos cannabinoides) refuerza la concentración y la memoria. Y así es, pero causa más mal que bien. El cannabis, pese a los males que genera, también se ha recomendado para el tratamiento de dolores crónicos y en torno a este asunto hay mucha polémica, por tratarse de una droga ilegal (menos dañina que otras del todo legales, pero ese es otro asunto). Convenientemente depurado sin embargo podría no tener siquiera efectos psicotrópicos.
La propuesta del cannabis, defendida, entre otros, por la investigadora española María López de Ceballos no ha tenido mucha aceptación en los círculos médicos y científicos que tratan y estudian el Alzheimer. El Cannabis no va a curar la enfermedad, no es ningún remedio ni ninguna bala mágica. No deshace los ovillos de Beta-Amiloide ni recompone las placas de Tau. Tampoco impide que se formen los primeros, o que interacciones con los canales de calcio. Solamente alarga un poco el efecto del neurotransmisor básico para la formación de la memoria. Claro que, en la vejez, quizás poco tiempo sea un regalo. Y más teniendo en cuenta que, aunque la solución puede estar muy cerca para la biología celular (hay terapias con anticuerpos prometedoras), sus beneficios los disfrutarán los futuros viejos, ahora (relativamente) jóvenes.
La enfermedad de Alzheimer acompaña a la vejez. Excepciones a esta norma son aquellos que la desarrollan precozmente por una condena genética y aquellos que no la desarrollan nunca, aún llegando a avanzada edad. Ejemplos extremos de lo primero son los entrañables niños del síndrome de Down, que tienen una copia extra del cromosoma 21, donde habita uno de los genes que, proteína través, provocan el mal. De lo segundo, en parte, son ejemplo las famosas Monjas de la congregación de Notre Dame, que han sido “estudiadas” por el benéfico efecto de su vida de “estudios” sobre la resistencia de sus redes neuronales bien imbricadas a la enfermedad. No es que ninguna tuviera Alzheimer, pero por término medio lo sufrían muchísimo menos y más tarde que la población en general. Curiosamente estos casos extremos se relacionan con la naturaleza y el ambiente de forma inequívoca, lo cual los hace aún más extremos, si cabe, y no especialmente representativos.
La mayoría de la gente que padecerá Alzheimer podrá hacer poco por retrasarlo o atenuarlo con una vida de rigurosos ejercicios mentales o físicos. Del mismo modo podría decirse que casi nadie lo sufrirá antes de los 60/70 años de edad, y muchos no lo sufrirán en absoluto. El Alzheimer es una enfermedad del desarrollo, aunque hay personas con mayor predisposición al mismo.
La biología molecular está muy cerca de explicar los mecanismos a través de los cuales se produce la característica degeneración del sistema nervioso central de esta dolencia. Parece ser que la muerte neuronal se debe a un mal corte en una proteína de membrana. Las enzimas “proteasas” que la cortan lo hacen por mal sitio y se forma un péptido hidrófobo (dicho llanamente: que tiene manía al agua) que tiende a formar agregados en el líquido extracelular. Estos agregados del péptido (Beta-Amiloide) interfieren con otros canales de membrana, los del calcio, dejándolos abiertos de par en par y creando con ello una corriente de entrada de calcio en la neurona que desencadena toda una cascada metabólica que acaba por destruirla. En la célula destruida se encuentran fibras de otra proteína, la Tau, cuya función es estructural, y que se encuentran fuera de lugar como consecuencia de los cambios metabólicos. Así la neurona implota o explota, según sufra apoptosis (muerte celular programada) o necrosis (muerte, y punto). Básicamente la cosa va así.
Hasta ahora los fármacos que se han estado administrando a los pacientes de Alzheimer han sido paliativos. Se han dirigido fundamentalmente a retrasar la pérdida de memoria a través de la protección del neurotransmisor estrella del hipocampo y zonas adyacentes (lugares donde se empieza a formar la memoria), la acetilcolina. Manteniendo el flujo de este neurotransmisor elevado se puede lograr, si no impedir la muerte de las neuronas, si al menos que las que permanezcan vivas realicen su trabajo más eficientemente. Un modo de lograr esto es inhibir la enzima que degrada la acetilcolina, la acetilcolinesterasa. Varios agentes químicos lo logran, con mayor o menor éxito.
Algunos investigadores proponen ahora el consumo preventivo moderado de Marihuana para atenuar y demorar los efectos de este insidioso mal en quien se compruebe que es propenso al mismo. Parece que la molécula psicoactiva del Cannabis inhibe la acción de la acetilcolinesterasa óptimamente, mejor que los medicamentos al uso, y además entra muy bien al cerebro fumada. Hay además otros posibles efectos positivos, que apuntan quienes investigan sus efectos moleculares y celulares, como la reducción de la inflamación en el cerebro.
Por todo lo que hemos relatado previamente, se puede entender que esto no sirve de gran cosa, a efectos de derrotar al mal. Desde hace mucho tiempo las tabaqueras nos dicen que el tabaco (sin aditivos cannabinoides) refuerza la concentración y la memoria. Y así es, pero causa más mal que bien. El cannabis, pese a los males que genera, también se ha recomendado para el tratamiento de dolores crónicos y en torno a este asunto hay mucha polémica, por tratarse de una droga ilegal (menos dañina que otras del todo legales, pero ese es otro asunto). Convenientemente depurado sin embargo podría no tener siquiera efectos psicotrópicos.
La propuesta del cannabis, defendida, entre otros, por la investigadora española María López de Ceballos no ha tenido mucha aceptación en los círculos médicos y científicos que tratan y estudian el Alzheimer. El Cannabis no va a curar la enfermedad, no es ningún remedio ni ninguna bala mágica. No deshace los ovillos de Beta-Amiloide ni recompone las placas de Tau. Tampoco impide que se formen los primeros, o que interacciones con los canales de calcio. Solamente alarga un poco el efecto del neurotransmisor básico para la formación de la memoria. Claro que, en la vejez, quizás poco tiempo sea un regalo. Y más teniendo en cuenta que, aunque la solución puede estar muy cerca para la biología celular (hay terapias con anticuerpos prometedoras), sus beneficios los disfrutarán los futuros viejos, ahora (relativamente) jóvenes.
18 comentarios:
He aquí algo que merece la pena investigar y no otras cosas en las que se dilapidan ingentes cantidades de dinero público.
(Perdón por el modo de señalar)
Espero que no lleven preparadas las conclusiones de antemano...jejejee
Estoy de acuerdo contigo. Me parece que la rentabilidad de cada euro invertido en las investigaciones del instituto Cajal es infinitamente mayor que la que puedan proporcionar los euros tirados a ese desierto gélido de la Antártida.
Muy interesante. Y aunque nunca he consumido la Marucha, no descarto utilizarlo alguna vez, pero ahora con la tranquilidad de utilizarlo, claro, en forma Preventiva.
Gérman, otro tema, aprovecho para preguntarte, si es que sabes, si se puede Soñar con olores.
Abrazo
Todo sea por la salud.
¿Soñar con olores?.....buena pregunta. Nunca había pensado en ello. Pero el tema tiene meollo por las particularidades del sentido del olfato y su relación con el sistema límbico y con los recuerdos.
Me has dado qué pensar las próximas X horas.
Un abrazo Juan Pablo
Prendéte una Maconia y seguramente encontrarás la solución a ese y a todos los interrogantes de la vida!! jajajj
No, si al final vamos a montar un submarino en los comentarios.
Yo no fumo. Sólo tomo alcohol.
Pues yo voy prevenido de sobra :).
Cada vez se encuentran más beneficios terapéuticos para la María. Aparte de los que ya mencionas está asociada a la prevención del glaucoma (es el único remedio conocido) y a la paliación de los adversos efectos de la quimioterapia, que yo sepa.
Una vez más (y a mí si es un debate que me interesa) nos encontramos ante la hipocresía social que prohibe drogas que pueden ayudar a determinados enfermos mientras que autoriza y tasa otras como el alcohol que produce muchos más problemas y no arregla ninguno (aparte de la infelicidad transitoria de algún alma en pena). En fin...
Saludos
M�s vale prevenir que curar.
Lo de Notre Dame me recuerda a esa lumbrera occidental llamada Bel�n Esteban que en cierta ocasi�n habl� del Jorobado de Rotterdam.Lo malo que, en su caso, ni siquiera tiene el atenuante de ir fumada. Ella es as�.
Un saludo, profesor.
Lebeche, Lebeche, no vayamos a facer apología de la María. Piensa en Bob y en su triste final después de tanto canuto. Dale una calada rápida y dejemos el asunto....
La Esteban, Carlos, no sé si le dará al porro, pero algo se mete seguro. Aunque su incultura poco tiene que ver con las drogas. Yo diría que es cosa de su autenticidad. Cuando se es tan "auténtico" y encima te aplauden y te ríen las gracias hay poco estímulo para cambiar.
Salud y forza al canut.
Iba a postear precisamente eso, Germanico, que aludes de Bob.
¿no sería lo más fácil hacer un estudio de campo en Jamaica?
No sé Jinete, no sé, quizás la capacidad analítica de los que realizasen el estudio se vería alterada por los humos exhalados por los estudiados.
No me acuerdo si hoy me he fumado un porrito o no... maldito alzheimer...
¿Tú también Cerrajero?
¿Tú también -tienes Alzheimer?
Conclusión inexorable de los predispuestos: No me acuerdo dónde he puesto las llaves del coche...¡Voy a fumarme un porrito!.
Dices bien con respecto al tabaco. Se ha visto que fumadores de grnades cantidades de tabaco son menos propensos a padecer Alzheimer (aunque claro, suelen tener más probabilidades de padecer cáncer de pulmón o de garganta) y todo es debido a que el tabaco estimularía constantemente los receptores nicotínicos de acetilcolina que hay en hipocampo (el cerebro no es muy diferente de un músculo, si se ejercita tarda más en atrofiarse). También se ha visto que los grandes bebedores de café tienen menos probabilidades de padecer Parkinson (por una vía indirecta sobre la proteína DARPP-32, que implica a los receptores de adenosina). Pero a diferencia de tu optimismo, yo creo que todavía queda mucho camino para curar el Alzheimer. Conocer los mecanismos moleculares de la formación de beta amiloide o de agregados de proteína tau está muy bien y ya se conoce bastante al respecto, pero todavía no se conoce la etiología. Y mientras no se conozca la etiología sólo podremos retrasar la enfermedad. Pero las cosas no son fáciles: los casos familiares no superan el 5%, por lo que el estudio está vlaro que hay que hacerlo sobre los factores ambientales: dieta, tóxicos, estimulación de tipo cognitivo y demás aspectos que pueden responder en parte a la pregunta sobre la etiología. El problema de las enfermedades mentales es que suelen ser multifactoriales, de ahí que sea tan complicado curarlas. Nosotros estudiamos en el laboratorio el efecto del enriquecimiento ambiental (un incremento en los estímulos sociales y de tipo sensorial) sobre algunos parámetros relacionados con la neurotransmisión y la capacidad para hacer frente al estrés durante el envejecimiento (ya pondré algún apunte algún día sobre ello, cuando esté escaso de temas).
Por último, si te gusta la historia de Einstein, no sé si lo comentas en el apunte (no me ha parecido verlo) pero hay una novela al respecto que se titula "Viajando con Mr.Albert", de un tal Paterniti (periodista).
Un saludo. Últimamente tengo que vomitar en los comentarios todo lo que se me ocurre porque no tengo demasiado tiempo para "bloggear". Un saludo.
germánico, como siempre un placer leer tu divulgativo blog. Solo una cosa, quizas a largo plazo tenga algún efecto positivo sobre la memoria lo de la Maria. Yo doy fe que en el corto plazo sirve para generar lagunas de memoria.
Un abrazo.
Hola Brainy,
Te agradezco los datos adicionales que proporcionas. Lo del café y el parkinson no tenía ni idea. Sea como sea tus vómitos, si son como este, son siempre bienvenidos.
El libro de Paterniti es el que menciona Douglas Fields en el extracto de su artículo que transcribo en el post, Driving Mr Einstein.
Bernita, ¡cuánto tiempo sin disfrutar de tu egregia presencia!.
Los devastadores efectos sobre la memoria a los que te refieres se dan tras un consumo recreativo más bien excesivo; un porrito terapéutico seguro que no hace tanta pupa a los recuerdos de lo recientemente acaecido.
Un abrazo.
Corrijo: el libro es driving Mister Albert.
Por cierto Jinete, que se me olvidó decirlo: donde sí están haciendo un estudio longitudinal con el consumo de cannabis no es en Jamaica, sino en Holanda, pues allí esta droga es legal.
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