viernes, febrero 02, 2007

En busca de Nietzsche

Antonio Damasio salió a buscar a Spinoza poéticamente, en definitiva buscando la emoción y el sentimiento suscitados por la belleza y la precisión estética del concepto, para hablar con nuevos conceptos precisos y con estética depurada de los fundamentos neurobiológicos de la emoción y el sentimiento.

De sus lecturas juveniles recordaba vagamente algunas ideas, cuya fragmentaria, sutil, lírica, circunspecta y sugerente expresión quiso entresacar de las obras maestras escritas por el filósofo, en especial de su Ética. De obras maestras cabría calificar también a las obras de Damasio, tanto por su contenido como por su forma.

Llegó Damasio a llamar a la puerta de la casa en la que una vez residiera Spinoza, y cualquiera diría que persiguiera un fantasma. Pero las imperecederas ideas de Spinoza toman forma humana, forma viva, forma emocional y sintiente, así como pensante, en cada uno de aquellos que le leyeron, le leen y le leerán con entusiasmo y recto entendimiento. El fantasma no flota en un limbo de ideas platónicas, sino que se concreta en seres humanos de carne y hueso. Y más aún se concreta, y pierde su carácter fantasmagórico, en la medida en que sus intuiciones y sus pensamientos se corresponden, y se contrasta que corresponden, con realidades tangibles o perceptibles por la razón, por la ciencia.

Damasio ha trabajado en profundidad para intentar dilucidar no sólo qué son las emociones y los sentimientos y cómo surgen y se manifiestan, sino la más importante cuestión de lo que somos, de quienes somos, que va, como él demuestra a quien tenga oídos y ojos para ello, de la mano de lo anterior.

Nuestras raíces comportamentales, o, dicho de forma inequívoca, nuestras raíces (pues somos comportamiento incluso al pensar sentados e inmóviles, al estilo de un Descartes pretendidamente aislado de todo), se hunden en el estado de nuestro organismo, visto este como una totalidad, como un conjunto solo divisible por convenciones arbitrarias o con finalidades explicativas de aspectos parciales. La falsa dicotomía mente-cuerpo solo puede llevar al error....de Descartes (como bien dijera Damasio en otra obra).

El terreno en el que este autor (y detrás del autor científico, y detrás del científico médico, y detrás de ello persona de carne y hueso, pensamiento y sentimiento, y cuerpo-alma integrados en uno) penetra ha sido hasta hace muy poco tiempo un terreno prohibido para la ciencia. Pero gracias a él y a otros neurocientíficos los siete velos que cubrían el espejo en el que el alma y el cuerpo desnudos debían mirarse a sí mismos están siendo retirados. No se trata de expulsar el espíritu, y con él a Dios. Se trata de conocer la verdad más fundamental, la que más nos afecta, la que más emociones y sentimientos nos provocan a nosotros, vanidosos primates: la de nosotros mismos. ¿Quiénes somos?. Quizá no lo sepamos nunca pero al menos dejaremos de creer en fantasmas.....incluido el fantasma de Spinoza a cuya puerta llamó Damasio.

Otro científico eminente –tan eminente como el más conocido por todos, no otro que Albert Einstein- tenía también las obras de Spinoza como libros de cabecera filosóficos. Bien es cierto que en el caso del Einstein el aspecto de la filosofía del también judío que más le impresionaba y atraía era el relativo a Dios y el orden del Cosmos. Esto estaba en el cimiento de sus ideas acerca de la incertidumbre sobre el juego de dados de Dios (incertidumbre atacada con certero y cierto éxito por el principio de incertidumbre).

Pero Damasio se ha concentrado en un aspecto de la filosofía de Spinoza más humano, y aparentemente más directamente relacionable con la realidad, más contrastable, perceptible y experimentable, sobre todo gracias a las modernas técnicas de neuroimagen funcional: El conatus, el empeño del ser humano como ser vivo por perseverar en su ser, su voluntad insoslayable de vivir, que es su ser mismo, y cómo las emociones y los sentimientos, en sustratos superpuestos pero finamente imbricados, sirven de vía de comunicación del organismo en su conjunto con el centro cerebral y mental sobre su estado, sus necesidades, su equilibrio químico, sus daños.... cómo, en fin, se dice a si mismo el organismo que está bien (felicidad, placer, sosiego) o mal (infelicidad, dolor, zozobra), como el ser humano es un ser principalmente emocional, y la razón un instrumento, un medio, al servicio de los fines marcados por el sentir.

Hay para Damasio estímulos externos competentes, es decir, cosas que suceden fuera del organismo que modifican su equilibrio y por tanto el estado de ánimo. Perder un familiar, un trabajo, ser rechazado por una potencial pareja....no hay duda que sin ellos las emociones se verían muy reducidas. Eibl Eibesfeldt, en su Tratado de Etología Humana, nos habla de niños sordos y ciegos de nacimiento que, pese a ello, muestran una amplia gama de emociones. Para estos el estímulo competente sería una caricia, por ejemplo.

A mi me gustaría salir en busca de Nietzsche, si bien desde la humildad que me provoca la imposible comparación con Damasio y desde un trabajo menor, de una extensión asimismo menor, pero lleno de sugerencias sutiles, que quiero creer que es como hubiera gustado al propio Nietzsche, autor principalmente de aforismos, de sentencias breves de sucinta contundencia e interpretabilidad abierta, a él que le gustaba mirar las cosas desde diversas perspectivas simultáneamente.

Nietzsche expresa en uno de sus muchísimos aforismos una idea que, desde que lo (la) leí, me ha perseguido. Presenta al hombre como campo de batalla de sus instintos, y propone que el ideal es el de aquel que es capaz de tener un único, un dominante instinto.

En otro lado dice que el hombre es el animal sin tipo fijo. Las distintas combinaciones de instinto dan mucho juego. La Teoría de Juegos pone de manifiesto esta realidad específicamente humana que hace tan difícil reducir al hombre a una mera marioneta de un impulso único y predecible, de un tipo fijo. De alguna forma el instinto único, el instinto dominante que idealiza Nietzsche es una simplificación tranquilizadora, de esas que al propio Nietzsche tan poco gustaban pero en las que incurría de cuando en cuando. Puede ser que en determinadas circunstancias sociales y personales sea positivo ir como una flecha guiado por un impulso único, seguir una línea más o menos recta a gran velocidad. Pero casi todos los grandes hombres, casi todos aquellos que de una u otra forma han triunfado, han sido un cúmulo de contradicciones, o, lo que es lo mismo, un nido de instintos en lucha por su supervivencia y hegemonía, pura complejidad estallando en mil direcciones, un coro de voces que por un milagro entran en armonía en un lugar y tiempo dados. Algo para ver, como sugería Nietzsche, desde diversas perspectivas simultáneamente.

La imagen del ser humano como lucha entre distintos impulsos, entre distintas pulsiones de su naturaleza, me parece un retrato tan fidedigno como el de Dorian Gray, pese a que el propio retratado se niegue a admitir el reflejo de sus defectos en el cuadro, y lo crea una especie de fantasma. Esta es una de las cosas que distingue al hombre de los otros seres, de los otros animales, y quizá la principal causa de su complejidad y su capacidad de obrar en múltiples direcciones.

Los sentimientos serían uno de los resultados de esa lucha interna inagotable, siempre renovada por el surgimiento de nuevas necesidades, de nuevos arrebatos.

Pongamos el ejemplo de un hombre enamorado. Este personaje puede tener un fuerte impulso hacia todas las mujeres que le resulten atractivas. Desea yacer con todas ellas. Por otro lado ha fijado su atención en una sola de ellas, con la que ha establecido un vínculo emocional muy fuerte. Tiene por tanto un impulso hacia la fidelidad a esta persona (entendiendo fidelidad en un sentido general, no exclusivamente en el sexual). Cuando discute con ella tiene un impulso también poderoso a darle la espalda, a agredirla verbal o físicamente, a rechazarla, y su valoración de ella cae lo suficiente para que la opción de la infidelidad no le parezca tan perversa. Tiene asimismo bienes e intereses en común con ella, lazos afectivos con amigos comunes o familias políticas, etc, etc. Hay impulsos a conservar todas esas cosas. Tiene también un impulso hacia, pongamos por caso, una afición que requiere tranquilidad, y rehuye los conflictos que pudieran perturbar su paz para poder disfrutarla, etc etc etc etc.

Este tipo es un campo de batalla de sus instintos. El instinto no es únicamente el primero mencionado, el sexual, por ello de que lo compartimos con los demás animales. Esta idea surge de una falsa concepción de lo que es un instinto, y de la errónea dicotomía mente-cuerpo que distingue impulsos derivados de la fría razón de los impulsos del animal que tenemos dentro. Instinto es todo aquel impulso motivado por las necesidades de nuestra naturaleza (y esto es tanto como decir que es prácticamente todo lo que hacemos y somos), y estas se manifiestan tanto en la lucha o huída como en los razonamientos más elaborados. Si el resultado de nuestros razonamientos es una bella teoría, de certeza apreciable, que pudiera considerarse independiente de nuestro sentir y por ello plenamente objetiva es algo por completo ajeno a la génesis emocional de la misma.

Dice la RAE, a la que acudo siempre presuroso y gustoso para ver qué significan las palabras que uso tan alocadamente:

Instinto: "Estímulo interior que determina a los animales a una acción dirigida a su conservación o reproducción".

Y acabo en lo que empecé, en Spinoza y en Damasio, para afirmar a Nietzsche. El hombre es un ser vivo que persevera en su ser, que busca conservarse y reproducirse. Estos son los fines de nuestra naturaleza, que un terrorista musulmán que se inmola o un monje que practica la castidad pueden contradecir. Es la lucha interior de los distintos instintos la que lleva a las acciones, y esto se aprecia espectacularmente en las acciones más increíbles, como las citadas anteriormente. Nuestra naturaleza no determina lo que somos, y somos un animal sin tipo fijo porque tenemos, como la imprenta, tipos móviles con los que escribimos nuestra biografía.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Alguien me habló muy elogiosamente de este blog, pero lo he leído de cabo a rabo y es mucho mejor de lo que imaginaba.

Pasaré por aquí de ahora en adelante.

Felicidades a Germánico.

Anónimo dijo...

"Nuestra naturaleza no determina lo que somos, y somos un animal sin tipo fijo porque tenemos, como la imprenta, tipos móviles con los que escribimos nuestra biografía."
Creo que esta frase que pones al final dice claramente lo que somos, pero me temo que nunca lleguemos a entendernos ni siquiera a nosotros mismos porque por tanto buscar explicaciones lo único que logramos es complicarnos más.
Saludos

Germánico dijo...

Gracias Richard, ya me dirás quién te habló tan bien de la página web. Espero no defraudarte en próximos post.

Un punto que considero tendría que aclarar es el de los tipos móviles. Los partidarios de la tabla rasa podrían creer que al decir esto del ser humano vengo a decir que cualquiera puede representar cualquier papel en la vida, que todos podemos ser atletas o científicos, vagabundos o asesinos, con la adecuada (o inadecuada) educación, con el ambiente propicio. Los tipos móviles son ya de por sí un número limitado de caracteres. Con ellos se pueden hacer infinitas combinaciones, muchas de las cuales vienen “determinas” por la lotería genética (y la naturaleza humana universal así lo atestigua, así como los diferentes caracteres identificables a grandes rasgos dentro de ella). Una vez somos lo que somos desde el punto de vista natural, genético, e influidos de modo asimismo determinante por el ambiente del útero materno, nuestros tipos móviles, llegados al mundo, son menos de los que existen dentro de la especie en su conjunto (debido a la diversidad de alelos), y nuestras posibilidades combinatorias por ello más reducidas, por lo que tenemos ciertas predisposiciones que nos son propias, mejores aptitudes para unas cosas y peores para otras. Aún así tenemos una amplia capacidad de adaptación a diversos ambientes y de combinación de nuestras predisposiciones para dar resultados siempre nuevos y únicos, a veces sorprendentes y paradójicos.

Yo creo, Leodegundia, que más que complicarnos nosotros lo que está sucediendo es que estamos penetrando cada vez más en un terreno de una complejidad que nos supera, por lo menos en el detalle. El cerebro humano es una red complejísima, tanto que se considera lo más complejo en el limitado Universo conocido.....¡por el cerebro humano!. La ciencia está aún en pañales, pese a sus espectaculares y revolucionarios descubrimientos y avances. Pero la naturaleza es muchas veces sorprendentemente sencilla cuando se conocen sus mecanismos, sus leyes. Uno puede no llegar a comprender nunca los fenómenos cuánticos implicados en la consciencia, pero sí se puede saber, hoy por hoy, que partes del cerebro se activan al ver, al oír, al caminar, al asustarse....y así, poco a poco, se avanza.

Germánico dijo...

Aclarando sobre la aclaración, para que los excesivamente reduccionistas que pudieran leer esto no se sientan del todo complacidos, debo añadir que el salto de la combinación de genes susceptible de generar instintos a la combinación de estos en comportamientos complejos crea propiedades emergentes que otorgan mayor libertad al individuo. No querría que lo que he dicho anteriormente indujera confusión sobre los distintos niveles de tipos móviles. El acervo genético de la especie es un conjunto de ellos, así como los que tiene cada individuo particular con sus alelos específicos, pero a un nivel superior lo son los propios instintos en sus distintas combinaciones, que crean nuestro comportamiento y hacen nuestra particular historia, nuestra biografía.

Carlos Paredes Leví dijo...

Siempre he dicho, y lo mantengo, que su una mujer no sabe quién es Spinoza, conmigo no tiene nada que hacer.
Acuden a mi mente unos cuantos libros a rastras del mágico nombre : "El ladrón que leía a Spinoza", de Lawrence Block y "el Spinoza de la calle Market" (cuentos) de Isaac Bashevis Singer, "El marrano de la Razón" de Y. Yovel. También Borges tiene un poema, el cual puede encontrarse en una Antología Poética del autor editada por Alianza
Un saludo y buenas noches.

Germánico dijo...

Si te gusta Spinoza y todo lo que hable bien de él (entiéndase esto como hablar correcto, no panegírico, aunque ambas cosas en el límite deban confundirse) disfrutarás mucho con la lectura del libro de Damasio (si es que no lo has leído ya).

Un saludo.