Ayer por la mañana fui al tinte a recoger unos trajes. La vuelta al trabajo tiene esas cosas. Tenían la entrada abierta de par en par, acaso para refrescarse, con el infernal calor que hacía. Acompañándome en la entrada vinieron dos avispas y yo hice ademán de aplastar a una de ellas que se me puso a tiro de zapatazo.
“Mejor no lo hagas” –me aconsejó la mujer de la tienda. “Te puede picar”.
Estaba yo un poco sensible con esos autómatas despiadados producidos por selección natural tras ver el día anterior la película Open Water. En ella una pareja americana acosada por el estrés vital y laboral, deseando darse un respiro y buscar un reencuentro con el amor y el ocio, decidió irse a bucear al Caribe. Iban en un barco con otros muchos turistas dispuestos a bucear en mar abierto. Por un error en las cuentas de los buceadores y un pequeño retraso de la pareja en salir del agua, el barco marchó de vuelta a puerto sin ellos. La película nos muestra la agonía y muerte de los dos tortolitos en unas aguas infestadas de tiburones. No había ningún sentido en ello, ninguna finalidad, ninguna moral. Solamente eran carnaza para tiburones a consecuencia de los números, de los números de un error de cálculo y de los números del tiempo del reloj. Primero unas medusas les picaron, después los tiburones les dieron un mordisquito de cata. Al final fueron el banquete de unos cuantos escualos.
La avispa no mata, me dije, y salí de la tintorería a seguir con mi vida y con otras cosillas.
Por la tarde salimos mi familia y yo de casa a un parquecito que está justo al lado, y nos instalamos en plan domingueros de pic nic para celebrar con algunos amigos de nuestra urbanización el cumpleaños de mi mujer. Teníamos una mesita plegable con viandas encima y vino una avispa a rondarlas.
-“Cariño, ¿y el matamoscas?!.
-“En casa. Si lo quieres sube a por él”.
Bajé con él dispuesto a fulminar a la maldita avispa. M e dirigía a la mesa, matabichos en mano, y un nene pequeñajo amigo de mi nene pequeñajo se interpuso porque quería mi arma de juguete. Se salió con la suya y me lo quitó. Poco después la avispa se había marchado y me olvidé de ella.
Volví a pensar en Open Water. ¡Qué horror!....¡Qué muerte más absurda!. La película estaba basada en hechos reales, así que fuera como fuere aquella pareja de americanos fue abandonada en aguas profundas, muy lejos de tierra, y murió en medio de la desesperación y el sufrimiento. Recordé al tiburón que había sido capturado en las costas de Tarragona. Aquello provocó un gran revuelo, pero solamente era uno y estaba muy enfermo y desorientado, según dijeron los biólogos que le trataron después en un acuario, tratando en vano de salvar su vida.
Unos amigos se retrasaban para tomar la tarta. Finalmente vinieron con sus trillizos. Les habían retenido en la piscina porque había fallecido una mujer repentinamente. Al parecer le había picado una avispa en el pecho al salir del agua, provocándole un shock anafiláctico que la mató en el acto.
¡Joder con la puta avispa!.....
Aquello me dejó tocado. No podía dejar de pensar en la mujer, una argentina de mi urbanización a la que conocía de vista. Cuando despertó por la mañana no habría podido imaginar que por la noche ya no estaría viva.
Y esa noche, vedada ya para mi vecina, mi mujer y yo nos pusimos a ver CSI Las Vegas. Repusieron un capítulo de hace tiempo sobre el miembro de un jurado que cae muerto sospechosamente tras alargar la deliberación impertinentemente. Los otros miembros del jurado tenían razones de sobra para quitarlo de enmedio. El fallecido era alérgico a muchas cosas, por lo que se sospechó que pudieran haberle envenenado con algún producto alimenticio que no pudiera tomar. Pero al final los CSI descubren al verdadero asesino, tirado al lado de una mesa. La abeja picó al hombre en el cuello provocándole un shock anafiláctico.
“Mejor no lo hagas” –me aconsejó la mujer de la tienda. “Te puede picar”.
Estaba yo un poco sensible con esos autómatas despiadados producidos por selección natural tras ver el día anterior la película Open Water. En ella una pareja americana acosada por el estrés vital y laboral, deseando darse un respiro y buscar un reencuentro con el amor y el ocio, decidió irse a bucear al Caribe. Iban en un barco con otros muchos turistas dispuestos a bucear en mar abierto. Por un error en las cuentas de los buceadores y un pequeño retraso de la pareja en salir del agua, el barco marchó de vuelta a puerto sin ellos. La película nos muestra la agonía y muerte de los dos tortolitos en unas aguas infestadas de tiburones. No había ningún sentido en ello, ninguna finalidad, ninguna moral. Solamente eran carnaza para tiburones a consecuencia de los números, de los números de un error de cálculo y de los números del tiempo del reloj. Primero unas medusas les picaron, después los tiburones les dieron un mordisquito de cata. Al final fueron el banquete de unos cuantos escualos.
La avispa no mata, me dije, y salí de la tintorería a seguir con mi vida y con otras cosillas.
Por la tarde salimos mi familia y yo de casa a un parquecito que está justo al lado, y nos instalamos en plan domingueros de pic nic para celebrar con algunos amigos de nuestra urbanización el cumpleaños de mi mujer. Teníamos una mesita plegable con viandas encima y vino una avispa a rondarlas.
-“Cariño, ¿y el matamoscas?!.
-“En casa. Si lo quieres sube a por él”.
Bajé con él dispuesto a fulminar a la maldita avispa. M e dirigía a la mesa, matabichos en mano, y un nene pequeñajo amigo de mi nene pequeñajo se interpuso porque quería mi arma de juguete. Se salió con la suya y me lo quitó. Poco después la avispa se había marchado y me olvidé de ella.
Volví a pensar en Open Water. ¡Qué horror!....¡Qué muerte más absurda!. La película estaba basada en hechos reales, así que fuera como fuere aquella pareja de americanos fue abandonada en aguas profundas, muy lejos de tierra, y murió en medio de la desesperación y el sufrimiento. Recordé al tiburón que había sido capturado en las costas de Tarragona. Aquello provocó un gran revuelo, pero solamente era uno y estaba muy enfermo y desorientado, según dijeron los biólogos que le trataron después en un acuario, tratando en vano de salvar su vida.
Unos amigos se retrasaban para tomar la tarta. Finalmente vinieron con sus trillizos. Les habían retenido en la piscina porque había fallecido una mujer repentinamente. Al parecer le había picado una avispa en el pecho al salir del agua, provocándole un shock anafiláctico que la mató en el acto.
¡Joder con la puta avispa!.....
Aquello me dejó tocado. No podía dejar de pensar en la mujer, una argentina de mi urbanización a la que conocía de vista. Cuando despertó por la mañana no habría podido imaginar que por la noche ya no estaría viva.
Y esa noche, vedada ya para mi vecina, mi mujer y yo nos pusimos a ver CSI Las Vegas. Repusieron un capítulo de hace tiempo sobre el miembro de un jurado que cae muerto sospechosamente tras alargar la deliberación impertinentemente. Los otros miembros del jurado tenían razones de sobra para quitarlo de enmedio. El fallecido era alérgico a muchas cosas, por lo que se sospechó que pudieran haberle envenenado con algún producto alimenticio que no pudiera tomar. Pero al final los CSI descubren al verdadero asesino, tirado al lado de una mesa. La abeja picó al hombre en el cuello provocándole un shock anafiláctico.
10 comentarios:
Moraleja: no salgas de casa sin estar untado en Aután
Moraleja 2: Bicho que veo, bicho que me cargo, por si acaso, que el tiburón avisa pero la avispa...!!!
Moraleja 3: No dejes para mañana lo que puedas disfrutar hoy.
Moraleja 1 (añadido): y de paso con una carga de adrenalina y otra de Urbasón, si eres alérgico a la toxina de las avispas.
Moraleja 2 (añadido): Uno puede matar todos bichos que quiera sin temor a estar contribuyendo a la extinción de los insectos. Estaban antes y estarán después de la humanidad.
Moraleja 3 (añadido): Si esa mujer hubiera dejado el disfrute de la piscina para el día siguiente ahora probablemente estaría viva....
Por lo menos las avispas no atacan por hambre como los tiburones. Si uno mantiene la calma y se abstiene de dar manotazos posiblemente se salve de la picadura.
Muchas veces al apretar al pobre insecto contra la piel hacemos que defensivamente nos clave el aguijón. Hay que estar tranquilos, nada más.
Ahora a lo de los tiburones no le tengo solución.
La peli que dices (open water) es un pelín coñazo. La pareja en cuestión bucea cerca de la gran barrera de coral en Australia, no en caribe. Hay más especies de escualos en esta zona incluido el temible blanco. El ataque está bien reflejado. Comienzan a curiosear que es eso que flota, se sienten atraidos por el movimiento y luego atacan como con miedo, paulatinamente. En el mar impera la ley del más grande. El tamaño SI importa, amigos y amigas. Puedes ver un tiburon merodeando a un Napoleón, que si es más grande este segundo no atacará, al contrario, huirá.
Si buceas con tiburones lo normal es verlos en la lejanía, tienden a huir, o que el guia de turno lleve carnaza para que merodeen y los buceadores podamos verlos con más calma.
Con respecto a las avispas... como decían los Les Lu... es un ser vico.... haaaaay que maaaatarlo.
Abrazos
Salir de pic nic y pelear con las avispas es todo uno.
De tiburones, npi. Según dicen, su comportamiento es tal como Lebecehe nos cuenta. Yo le creo y no tengo mayor interés en comprobarlo personalmente.
Mónica, ¿Picaría alguna avispa a Buda en plena meditación?....
Lebeche, gracias por la corrección, yo ya andaba con dudas, pero creí que el Caribe les caería mejor de distancia a los americanos.
Ijon, yo tengo en mente la saga de Spielberg de Tiburón....pero lo que peor llevo en el mar es no saber lo que hay, no verlo, ni saber por dónde te viene...¡y en 3 D!... ¡Que miedo da la incertidumbre!.
No creo, pero si hubiese ocurrido seguramente Buda habría reaccionado con más sabiduría que yo.
:-)
Los tiburones nunca se comen a los que están en los barcos; otra cosa es que tires al agua, y más todavía si es en zonas donde ya se sabe que andan.
Y, mira por donde, a mi una vez me picó un abejorro estando en el barco; no recuerdo muy bien donde fué que metiera la mano para coger algo, y allí dentro estaba el bicho; me picó en el dorso de la mano y la tuve hinchada tres días, en los que no pude trabajar (no podía cerrarla). El cabrón pagó con su vida, pero aún dió trabajo sacarle de donde estaba, pues hubo que andarse con cuidado, porque al principio no sabía que clase de bicho podría ser.
Me alegro que estés de vuelta, aunque supongo que tú preferirías seguir de vacas, aunque fueran locas, o quizá mejor por eso. jejeje
Otra cosa: lo que hicieron con el tiburón de Tarragona fué una eutanasia precipitada; hay muchísimos peces que sobreviven con anzuelos clavados, en más de una ocasión pescamos tintoreras en esas circunstancias, y, también en más de una ocasión, hemos abierto algún congrio y visto que ya tenía tres anzuelos en las tripas, además del que lo mató (el nuestro, jejejeje). Si lo hubieran dejado, quizá en tres o cuatro días, al cicatrizar la herida, hubiera vuelto a su hábitat; también es posible que hubiera muerto igual.
Un abrazo.
Mónica, recientemente se han hecho estudios con Budistas en plena meditación y se ha comprobado que no reaccionan ante estímulos fuertes. No sé si llamar a eso sabiduría o no, pero está claro que semejante capacidad de concentración y de abstracción del mundo tiene un mérito extraordinario.
Pues sí Batiola, los peces aguantan con anzuelos, y los cetáceos con arpones. Hace no mucho encontraron una ballena que llevaba clavado uno de finales del XIX.
Un abrazo.
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