Con esa frase tan sentenciosa me respondía la opositora. Era una chica que opositaba al cuerpo diplomático. Quería ser embajadora. Se acostaba tarde y se levantaba temprano por y para estudiar. Tenía un claro objetivo y estaba dispuesta a luchar por él con todas sus limitadas –que ella consideraba ilimitadas- fuerzas. “Uno puede ser lo que se proponga” -insistía.
Yo por entonces leía, entre bostezos, la revista “Actualidad Económica”. Me lo había impuesto como tediosa tarea de aprendizaje económico, por eso de que en la Carrera -no corría. Aquella publicación no me enseñó gran cosa, y con el tiempo comprendí que era incompatible con mi afán de profundidades y con mi búsqueda de regularidades, tantas veces reñidos con las realidades cotidianas. Contaba la revista el día a día de la gestión empresarial y los mercados de valores: Tal empresa compra cual, otra tal invierte en otro cual nuevo negocio, tal emprendedor ha innovado en esto, otro tal ha tenido sustanciales pérdidas.....movimientos y más movimientos de un convulso mercado, del que solo la superficie vista por el consumidor parecía estable y armoniosa, y cuya explicación escapaba a un raciocinio desorientado por sus temblores. Solamente más tarde, a partir la lectura de Menger, se me hizo un poco la luz, pero eso es otra historia....y otra materia.
Recuerdo de aquella revista un solo artículo, y de este solamente un fragmento. Era una entrevista a un tal Sáez, que por aquel entonces dirigía un Banesto recién quebrado. Sáez decía que a sus directivos les marcaba asíntotas. Todo el que sepa un poco de matemáticas tendrá clara la noción (aunque sea imaginándola “gráficamente”) de que una asíntota es una recta que va hasta (y viene desde) el infinito. Marcar una asíntota significa pues poner un objetivo inalcanzable, pedir o exigir un imposible. Decía Sáez que de esta manera lograba que sus chicos lo diesen todo, por una parte, y unos resultados elevados (reverso de esa moneda), por el otro. Uno no puede evitar pensar en esos “sociólogos” de empresa que cronometraban lo que tardaban los obreros en hacer su función para poder determinar los tiempos óptimos y luego imponer estos como objetivos innegociables a los trabajadores. Siendo como somos humanos no se nos pueden pedir imposibles, pero justo es decir que si se nos deja a nuestro libre arbitrio existe en riesgo de que caigamos en la molicie sibarita más inoperante.
La chica esta de la que hablaba marcaba sus propias asíntotas. Ansiaba la perfección mientras yo me solazaba en la duda existencial y la incapacidad de hacer nada práctico. Éramos dos polos opuestos. Y yo envidiaba por un lado su voluntad, pero por el otro la encontraba grotescamente desmesurada.
Tomando un día un café en el bar de la Facultad se lo dije: “Imagina que quisieras ser Presidenta del Gobierno”. A lo que ella me respondió: “Si me lo propongo lo puedo conseguir”. “Imagina” –continué- “que hay en estos momentos 300 personas de tu edad que quieren llegar a la Presidencia, y que todos se lo proponen del mismo modo. Es imposible que llegasen todos a la presidencia”. “Si uno lo desea de verdad lo consigue”- concluyó.
No había más que discutir, lo dejé por inútil. Luego comentaba la jugada con el amigo que me la había presentado: “He puesto un ejemplo límite, desde luego. Pero pasa con muchas cosas, sobre todo con todas esas que la gente se propone de una manera tan impetuosa y apasionada. Quienes persiguen grandes objetivos pueden tener grandes caídas. Probablemente los grandes fracasos le sobrevienen a quien lo quiso todo y no pudo alcanzarlo más que a quien apenas luchó y no obtuvo gran cosa. Pero si uno no persigue sus objetivos con ilusión y energía mejor que no se marque objetivos muy elevados. Es posible que sea preciso ser un Quijote que se marca asíntotas para llegar a un lugar intermedio y, quien sabe, quizá incluso a la cima”.
Aquella chica era un poco hormiga, y yo un poco cigarra. No sé que habrá sido de ella. No sé si aprobaría o no su oposición. Espero que haya logrado lo que se proponía, aunque, de no haberlo hecho, estoy seguro de que ha logrado al menos una buena colocación profesional.
Hacen falta personas que se marquen asíntotas, probablemente, pero creo que hay un tipo aún más necesario, y menos peligroso: el que llega arriba subiendo poco a poco sin necesidad de haberse planteado desde la misma base de la pirámide que deseaba alcanzar la cúspide.
Yo por entonces leía, entre bostezos, la revista “Actualidad Económica”. Me lo había impuesto como tediosa tarea de aprendizaje económico, por eso de que en la Carrera -no corría. Aquella publicación no me enseñó gran cosa, y con el tiempo comprendí que era incompatible con mi afán de profundidades y con mi búsqueda de regularidades, tantas veces reñidos con las realidades cotidianas. Contaba la revista el día a día de la gestión empresarial y los mercados de valores: Tal empresa compra cual, otra tal invierte en otro cual nuevo negocio, tal emprendedor ha innovado en esto, otro tal ha tenido sustanciales pérdidas.....movimientos y más movimientos de un convulso mercado, del que solo la superficie vista por el consumidor parecía estable y armoniosa, y cuya explicación escapaba a un raciocinio desorientado por sus temblores. Solamente más tarde, a partir la lectura de Menger, se me hizo un poco la luz, pero eso es otra historia....y otra materia.
Recuerdo de aquella revista un solo artículo, y de este solamente un fragmento. Era una entrevista a un tal Sáez, que por aquel entonces dirigía un Banesto recién quebrado. Sáez decía que a sus directivos les marcaba asíntotas. Todo el que sepa un poco de matemáticas tendrá clara la noción (aunque sea imaginándola “gráficamente”) de que una asíntota es una recta que va hasta (y viene desde) el infinito. Marcar una asíntota significa pues poner un objetivo inalcanzable, pedir o exigir un imposible. Decía Sáez que de esta manera lograba que sus chicos lo diesen todo, por una parte, y unos resultados elevados (reverso de esa moneda), por el otro. Uno no puede evitar pensar en esos “sociólogos” de empresa que cronometraban lo que tardaban los obreros en hacer su función para poder determinar los tiempos óptimos y luego imponer estos como objetivos innegociables a los trabajadores. Siendo como somos humanos no se nos pueden pedir imposibles, pero justo es decir que si se nos deja a nuestro libre arbitrio existe en riesgo de que caigamos en la molicie sibarita más inoperante.
La chica esta de la que hablaba marcaba sus propias asíntotas. Ansiaba la perfección mientras yo me solazaba en la duda existencial y la incapacidad de hacer nada práctico. Éramos dos polos opuestos. Y yo envidiaba por un lado su voluntad, pero por el otro la encontraba grotescamente desmesurada.
Tomando un día un café en el bar de la Facultad se lo dije: “Imagina que quisieras ser Presidenta del Gobierno”. A lo que ella me respondió: “Si me lo propongo lo puedo conseguir”. “Imagina” –continué- “que hay en estos momentos 300 personas de tu edad que quieren llegar a la Presidencia, y que todos se lo proponen del mismo modo. Es imposible que llegasen todos a la presidencia”. “Si uno lo desea de verdad lo consigue”- concluyó.
No había más que discutir, lo dejé por inútil. Luego comentaba la jugada con el amigo que me la había presentado: “He puesto un ejemplo límite, desde luego. Pero pasa con muchas cosas, sobre todo con todas esas que la gente se propone de una manera tan impetuosa y apasionada. Quienes persiguen grandes objetivos pueden tener grandes caídas. Probablemente los grandes fracasos le sobrevienen a quien lo quiso todo y no pudo alcanzarlo más que a quien apenas luchó y no obtuvo gran cosa. Pero si uno no persigue sus objetivos con ilusión y energía mejor que no se marque objetivos muy elevados. Es posible que sea preciso ser un Quijote que se marca asíntotas para llegar a un lugar intermedio y, quien sabe, quizá incluso a la cima”.
Aquella chica era un poco hormiga, y yo un poco cigarra. No sé que habrá sido de ella. No sé si aprobaría o no su oposición. Espero que haya logrado lo que se proponía, aunque, de no haberlo hecho, estoy seguro de que ha logrado al menos una buena colocación profesional.
Hacen falta personas que se marquen asíntotas, probablemente, pero creo que hay un tipo aún más necesario, y menos peligroso: el que llega arriba subiendo poco a poco sin necesidad de haberse planteado desde la misma base de la pirámide que deseaba alcanzar la cúspide.
6 comentarios:
Crearse espectativas brillantes o establecer para uno mismo objetivos grandiosos es típico de la niñez y de la juventud que todavía no sabe que la vida da demasiadas vueltas como para poder planificarla de principio a fin. Cuando eres niño sueñas con las profesiones más fascinantes: Astronauta, piloto de cazas, futbolita del Real Madrid... Y como bien dices algunos lo consiguen pero no es únicamente una cuestión de objetivos cumplidos a base de ferrea voluntad. Durante la juventud fantaseas con cosas más prosaicas pero casi siempre envueltas en un velo de irrealidad. Todavía no te han inyectado todas las dósis.
Está muy bien eso de marcarse asíntotas, o como lo quieras llamar, pero un poco de realismo siempre es necesario.
Yo soy de esos que catalogas como "los peligrosos": Considero nuestra existencia como el fluir del río. Hay que dejarse arrastrar y remar sólo cuando toque. Los paisajes que encontremos por el camino bienvenidos sean
Saludos
No, a los que catalógo como peligrosos (a veces, y según que asíntotas tengan y que tensiones vitales experimenten) es a los que se marcan asíntotas.
Me gustan más los que van por etapas factibles desarrollando su potencial y llegan muy alto (y al decir que llegan muy alto no me refiero necesariamente a que alcancen notoriedad o fama, sino a que aprovechen sus talentos, como en la parábola bíblica).
Y el tipo que tú señalas, ese del que tú dices ser un ejemplo, sería un tercer tipo más relajado que los otros dos, que experimenta menos tensiones, más desenfadado, más realista en algunos aspectos que el asintótico, más sanchopancesco y menos quijotesco, que quizá no se marque muchos objetivos pero que se contenta con poco (y por ello más sabio en cierto sentido).
Lo importante es saber jugar con habilidad las cartas que cada uno tiene , marcarse objetivos realistas dentro de las posibilidades de cada uno .Sin planificacion no se consigue nada , pero esta, no debe ser descabellada , debe ser factible , y a la vez aprovechar lo que la vida te regala desde la casualidad .Para ser un superviviente nato , se necesitan las dos cosas , inteligencia racional e inteligencia intuitiva .
El "uno puede ser lo que se proponga", como toda posición maximalista, es nefasto. A mi me enervaba el aplomo irracional con el que esa chica lo decía. Supongo que eran cosas de la edad (mi desagrado y su maximalismo).
Como bien señalas uno debe planificar, pero con prudente realismo.
El problema de las metas demasiado elevadas surge cuando la trayectoria real comienza a divergir demasiado de la asíntota.
Y el desastre puede llegar cuando te haces consciente de ello (el "más dura será la caída" que apuntas).
Tan dura como el choque de el Quijote contra los molinos.
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