lunes, octubre 29, 2007

Desprecio

¿Hay mayor prueba del interés que el fingimiento de la indiferencia?. Parece obvio, pues la conclusión está implícita en la premisa. La sabiduría popular lo expresa como consejo para el fingidor con el refrán: “no hay mayor desprecio que no hacer aprecio”. Así, cuando alguien parezca despreciarnos, si esto nos preocupa, siempre debemos preguntarnos si lo que le sucede es que nos tiene en alta estima (lo cual puede significar que nos quiere o que nos teme). Podemos indagar en todos y cada uno de sus movimientos respecto a nosotros, e intentar encontrar indicios de engaño. Si miente en su actitud, si esta es solo pose, miente seguramente en sus sentimientos, en su desprecio, y nos ama o nos teme. Y esto es muy difícil de ocultar.

Pero el interés es mutuo desde el momento que hemos decidido indagar. ¿Por qué, si no, íbamos a profundizar en sus sentimientos quitando, o figurándonos que quitamos, los 7 velos de mentiras?.

A veces no nos preocupa el personaje en cuestión, sino exclusivamente los terceros que asisten al espectáculo de nuestra mutua interacción. Siempre, en cualquier caso, preocuparán estos terceros, en mayor o menor medida según el escenario y el público presente (que pueden ser, según la ocasión, los terceros de referencia u otros que se comuniquen con ellos). ¿Podría el desprecio o fingimiento de desprecio de este personaje al que observamos ser contagioso?. ¿Podría influir en la opinión que los demás se formen sobre nosotros?.

Todo esto está en la base de la aceptación social de nuestra persona. Cuantas más y mejores sean las personas que nos apoyan con acciones concretas y palabras de ánimo más irrelevante se va volviendo cualquier opinión individual desfavorable ,y, por supuesto, menos atención merecen los desprecios. Así, visto en negativo, si nos rodeamos de aduladores y tenemos una mente dispuesta a ser engañada, podemos llegar a ignorar por completo las censuras de los sabios, y también puede ocurrir que la falta de ánimo y apoyo suficientes nos haga desarrollar complejos y un sentido crítico exacerbado que vea desprecios hasta en los gestos más amistosos.

Quien habla bien de nosotros manifiesta un claro interés al hacerlo, por lo que merece más atención que quien lo hace mal. La clave está en cuál es el objetivo del bien hablado y de qué forma espera obtenerlo. En los afectos, como en el mercado, hay especulación e inversión. Pero aunque en el mercado, de por sí impersonal, ciertas formas de especulación puedan ser positivas, en cuestiones de sentimientos hay que desembarazarse de los especuladores (o esperadores-enculadores), pues no esperan en nosotros sino en nuestros roles o pertenencias.

Es muy probable que el período en el que el peso de las miradas ajenas es mayor sea el que va de la adolescencia al comienzo de la madurez, la época en la que uno va integrándose en la sociedad profesional y sentimentalmente, y corre el riesgo de desintegrarse. El sentimiento de fracaso o de éxito son estados de conciencia subjetivos que suelen acompañar a la realización social del individuo, medida por la proporción entre alabanzas y censuras, aprecios e indiferencias recibidos. Siempre es mejor construir algo sólido que un castillo de naipes. Este último se derrumba cuando uno es traicionado por aquellos que fingieron interés. ¿Acaso hay más prueba de indiferencia que fingir interés?.

El único camino es la calzada romana, vía de guerra y comercio, construida con esfuerzo y raciocinio, con miliares que sirvan de hitos y una solidez hecha para durar 1000 años. Este solamente puede construirse a partir de una sana indiferencia por el ambiente humano que nos rodea, de una especie de autismo soberano y magnánimo, hecho de cálculo, sobriedades y proyectos. Hemos de focalizar nuestra atención en las cosas y sus relaciones, para luego mirar a las impresiones subjetivas que crean.

Marco Aurelio ya se avisaba a si mismo (y al hacerlo nos avisaba a todos) en sus Meditaciones: No debemos dejarnos tentar por el canto de sirena o el pánico irreflexivo de los rumores y las palabrerías, que atacan a la debilidad de nuestros sentimientos, no debemos guiar nuestra conducta por los pareceres o la presunción de cuales son los pareceres ajenos. Al menos no exclusivamente, añado yo, pues nuestra identidad la construimos sobre la subjetividad compartida con los demás miembros de nuestra especie, y esta es, en gran medida, emocional. Hay que distinguir en la medida en la que nos lo permitan nuestras limitadas capacidades, entre los que apuestan sinceramente por nosotros y quienes están dispuestos a sacrificarnos en cualquier altar mundano.

Desde una perspectiva muy personal son muchos los que confunden odio con desprecio, porque no comprenden cabalmente que fingen este último. El fingimiento llega a tal punto que engaña al fingidor. Y cuando miran a los demás se engañan también sobre los sentimientos que albergan estos sobre ellos.

Pero el mayor de los desprecios lo reciben los que no entiende que socialmente somos lo que damos, y esto se suele corresponder con lo que “hacemos”, entendiendo esto por lo que construimos. Sin duda sería muy recomendable que hiciéramos una valoración ajustada de lo que aportamos a cada cual. ¿De cuanta energía disponemos?. ¿Cuáles son las prioridades?. ¿Cuál es la rentabilidad en cada inversión afectiva que hacemos?.

Nadie está a salvo de ser engañado. Especialmente por sí mismo. Y el peor de todos los engaños, el que más decepciones trae, es creer que los demás están en deuda perpetua con nosotros, y atribuirles la culpa de todos los desprecios (confundidos con odio) que hemos generado no siendo nadie para ellos.

Estoy taaaaaan cansado

viernes, octubre 26, 2007

miércoles, octubre 24, 2007

¿Muchos escépticos?

En toda la polémica sobre las declaraciones de Rajoy relativas al cambio climático, solo tengo claro lo torpes que éstas han resultado ser. Independientemente de lo cargadas de razón o no que estén, lo que ve un ciego es que resultan carnaza de primera para toda la patulea de manipuladores o simples tontos útiles atentos a saltar a degüello a la mínima ocasión contra el líder popular.

Porque cualquier declaración, amplificada por los medios de desinformación masiva, llega indefectiblemente sesgada a la llamada opinión pública dependiendo de quien sea el emisor de tal o cual ocurrencia más o menos desafortunada.

Veamos un ejemplo relacionado con el tema que ha pasado desapercibido incluso para analistas que podrían haberle sacado jugo al asunto. Es tan solo quizá una mínima anécdota, pero con la adecuada manipulación podría montarse una buena escandalera.

Ha dicho Al Gore (en relación con esta polémica) que "ve en España muchos escépticos".

Bien, ¿Como sabe el premiado cineasta de ci-fi y galardonado filántropo sr. Gore cuantos escépticos con el asunto del cambio climático hay en España?

¿Tiene datos significativos de encuestas realizadas científicamente?

¿O es que el sr. Gore tiende a sacar conclusiones precipitadas y lanzarlas a los cuatro vientos a partir de una muestra escasa de datos, sesgados en su procedencia e irrelevantes en su número?

martes, octubre 23, 2007

MemEnigma

Atención amigos y no tan amigos de esas cadenas llamadas memes: les insto a que sigan esta. Consiste en poner una imagen, con la que se pretende sugerir algo, y dejar que los que pasen digan lo que a ellos en particular les sugiere. Obligado es que quien cuelga la imagen jamás diga qué quiso decir, de hecho no debe ni comentar, para evitar la tentación de dar pistas. ¿Quién se atreve?. Esto no es nominal. Tómenlo o déjenlo. Adjunten este texto u otro similar. Con las características apuntadas se parecerá mucho más a un meme, y la blogosfera podría llenarse de color y misterio. ¿Hay valor o estoy solo?.

viernes, octubre 19, 2007

Viernes en mi mente

El cerebro estratega

Juegos como el poker o el mus nos sirven para ejercitar nuestras capacidades de simuladores y mentirosos o, visto más en positivo, de negociadores. La frase “tener cara de poker” sirve para explicar la ausencia de una expresión facial acorde con las emociones subyacentes, que se pretenden ocultar, y supone el empleo del juego derivado para explicar el comportamiento originario.

Los juegos son, en general, un entrenamiento, y si además resultan un divertimento es porque la selección natural ha creado mecanismos de recompensa en el cerebro para los jugadores. Los niños, como corresponde, son los que más juegan, al ser los que más aprenden, y son los que más aprenden porque son los que más se están desarrollando neurológicamente y para la vida, si bien sus juegos son más inocentes (por falta de experiencia y conocimiento), tomando esta inocencia forma en un mayor maniqueísmo, un perfil más emocional, unas reglas más laxas o una imaginación más desbordante, entre otras cosas.

Lo que distingue a nuestra especie de otras es el mayor tamaño del neocortex, que permite dedicar las áreas adicionales al procesamiento más depurado de las percepciones y los movimientos. Estas áreas supletorias son las denominadas áreas de asociación, en las que se integra la información de los distintos sentidos y se elaboran respuestas conductuales más complejas, y su simple existencia nos obliga a hacer ciencia de la mente con un enfoque cognitivo y a dejar de lado la mera acción-reacción.

La más destacada de estas áreas, denominada por Goldberg “órgano de la civilización”, es la situada en el lóbulo frontal del cerebro. En ella se produce una integración de todos los procesos cerebrales, lo que parece claro a la vista de que esta zona está conectada con todas las demás. Si hubiera que buscar en algún lugar el homúnculo, el alma, el fantasma en la máquina o el teatro de la mente donde declama el actor del yo, sería aquí.
Los pacientes con lesiones del lóbulo frontal realizan correctamente pruebas psicológicas y conductuales típicas. Sin embargo una observación atenta de su persona delata cambios en la capacidad de planificar acciones, de organizar su vida, de demorar la gratificación, de empatizar con los demás, de realizar o tener en mente varias tareas simultáneamente....etc.

La mente del estratega consciente, que es la que nos distingue de las demás especies, cuyas estrategias son innatas y seleccionadas por evolución, tiene su asiento en este lugar del cerebro. En él los dilemas morales se entremezclan con los proyectos. Todo proyecto es una acción moral, así como toda acción moral es un proyecto. En esa amalgama indisoluble se forman los pensamientos, herramientas de acción, preparación para la acción, y movimiento previo y ensayo, juego interno previo a la opción moral de cada acción física en el mundo y en la sociedad.

Carecer de moral no es, como muchos creen, una garantía de racionalidad, sino antes bien al contrario: sin el norte de un bien y un mal (tanto propios sentidos directamente como ajenos figurados y sentidos indirectamente, pero especialmente de carácter abstracto y general), sin la dicotomía de un correcto e incorrecto, no hay estímulo para la acción en el mundo ni para articular nada, ni siquiera un discurso, ni siquiera una justificación. Pueden salir a la luz los instintos desnudos, cosa que ocurre a quienes tienen dañado el lóbulo frontal o sus conexiones con el cerebro emocional, pero ya no vemos a la persona, sino a un animal parlante dotado de algunas aptitudes cognitivas, aparte el lenguaje. El estratega ha desaparecido. Queda de él solo el rostro de poker, pero no hay en él apenas simulación, engaño ni ocultamiento de emociones, tan necesarios, mal que nos pese, para el trato social cotidiano. Detrás, la emoción es plana para aquellas cosas que superen el corto plazo e impliquen a los demás. Pese a que estas personas preservan su memoria y conocimiento del mundo no saben emplearlos para obrar con sentido. Curiosamente estos seres humanos que han perdido lo mejor de sí mismos son jugadores compulsivos....y jugadores perdedores. Pierden sistemáticamente porque apuestan siempre demasiado fuerte, sin alterarse, contra toda probabilidad de ganar. Y fracasan en el juego y en la vida, pasando a ser dependientes por su carencia absoluta de responsabilidad.

El hombre, animal racional, lo es gracias a que integra las percepciones y las emociones, para atender a sus fines biológicos, antes de “perpetrar” su acción en el mundo y en la sociedad. No se puede hablar de una racionalidad desligada de la supervivencia, y por tanto tampoco de la moral (medio de la emoción que a su vez es medio de la supervivencia). En todo caso podría haber productos de la racionalidad (y los hay) que, en sí mismos, no tuvieran nada que ver con sobrevivir. Pero su creación era un medio para los verdaderos fines de sus respectivos creadores, para sus fines últimos de domeñar la naturaleza y persuadir y ganarse a los demás humanos, o a algún grupo selecto idealizado de estos, así como para producir el placer intelectual del juego con conceptos abstractos, que es un medio de la naturaleza para hacernos caminar exitosamente por el sendero de la vida. Y si estos productos depurados de la racionalidad se siguen usando es -¡como medios para satisfacer nuestros fines, dictados por la emoción!.

No hay nada desinteresado, y mejor o peor disimulado ante uno mismo y ante los demás, todo lo que hacemos forma parte de una estrategia elaborada en parte inconscientemente, que incluso se haya en nuestro plan corporal (que incluye al cerebro) y en parte conscientemente, gracias del desarrollo del órgano de la civilización, esa área de asociación frontal del neorcortex en permanente contacto con el sistema límbico. Nuestra “razón” es una marioneta de nuestra emoción a la que no se le pueden cortar los hilos. No tiene vida propia.

jueves, octubre 18, 2007

Dimite Pla

Secretario General del PSOE en la Comunidad Valenciana tras la denuncia por parte del grupo PRISA de unas presuntas corruptelas menores.
Hablarán de esto en muchos otros blogs, pero no quería dejar de comentarlo, pues me ha entrado un deja vu...

Light years

Inteligencia

Ayer asistí a la presentación de una tesis doctoral en la Universidad. El tribunal estaba compuesto por Catedráticos y la doctoranda era una persona cuya brillantez ya conocía. ¿Qué es la inteligencia?, me preguntaba mientras escuchaba aquellos discursos perfectamente hilvanados y sólidamente cimentados en conocimientos. ¿Cuánto hay en ella de inspiración, cuanto de expiración? ¿Cuánto en ella es alimentado por el ambiente, cuánto por los genes?.

Uno de los temas centrales de la exposición era el de las formas de interrelación y organización de la sociedad en redes-sobre todo gracias a las nuevas tecnologías de la información y comunicación. Me gustó este enfoque porque atiende a la complejidad de los fenómenos sociales y es un análisis prospectivo de la dinámica y los cambios de nuestro tiempo, y en como afectan a las organizaciones, pero asimismo porque parte implícitamente de la complejidad misma de la naturaleza, que ya está con nosotros desde nuestros orígenes, en forma de cerebro organizado en redes neuronales y de redes sociales de comunicación e intercambio.

Cuando uno busca la sede del alma, de la mente, del yo, tropieza con una red. Igual ocurre cuando se busca el asiento de la inteligencia. Hay que pensar en términos de procesos y eficiencia de los mismos, no de objetos localizables. La inteligencia, aunque groseramente se mida con test que arrojan un número “g”, es un flujo, algo que se despliega en una estructura tetradimensional, que es cada cerebro en acción, con su morfología idiosincrásica y sus velocidades y exactitudes variables de procesamiento.

Stephen Jay Gould, en la falsa medida del hombre, denuncia la falsedad en la medición de la inteligencia entre las razas, las clases o los géneros y atribuye los dispares resultados, cuando los hay, en las mediciones, a una agenda política que incluye al racismo, clasismo o machismo respectivamente. Para él el factor “g” o de inteligencia general es una reificación. Esto, como él explica, consiste en tomar por real una abstracción desconectada de la realidad, en este caso un número como medida de algo tan intangible e inaprensible como la inteligencia.

Pero aunque el concepto de inteligencia sea difícil de delimitar y definir, no deja de ser cierto que ese “abstracto” es algo real, pues la realidad está compuesta de objetos y relaciones, y la inteligencia es una relación de relaciones, una capacidad relacional. ¿O son la justicia o el amor, por ejemplo, reificaciones?. Tampoco cabe dudar de que el “g” refleja esa realidad, mal que bien, y con sus limitaciones. Lo mismo sucede con categorías tales como la raza, la clase o el género. Las personas no somos iguales, nuestra naturaleza nos hace distintos. Y aunque las fronteras entre los distintos tipos humanos no sean nítidas (después de todo formamos una red) y cada uno se único en su especie, tenemos todos una dotación de serie, como dijera Pinker, y tendemos a desarrollar una serie de comportamientos característicos que nos delatan como miembros de un tipo, de un grupo (en el caso de la raza sin duda, no tanto por el comportamiento como por la morfología, del género con algunos casos ambiguos, y de la clase con una gran fluidez entre las categorías).

Por selección natural hemos desarrollado distintas estrategias cognitivas para lidiar con la realidad natural y social. Cada ser humano tiene sus puntos flacos y sus puntos fuertes, que asimismo son flacos o fuertes en diverso grado en distintos contextos. Así, sería más correcto adherirse a la corriente de pensamiento sobre la inteligencia iniciada, a principios de los 80 del pasado siglo, por Howard Gardner: las inteligencias múltiples. No sólo debe medirse la inteligencia espacial, verbal y matemática, sino la cinética-corporal, la musical, la inter e intrapersonal (o emocional)...etc.

La inteligencia, en sus distintas formas, se autoselecciona, pues es un atributo que ayuda a sobrevivir bien en ambientes naturales, bien en los sociales, bien en ambos, y es seleccionada asimismo por selección sexual, pues queremos no sólo no ser ni pasar por tontos (¡YO NO SOY TONTO!), sino tener parejas que cumplan asimismo ese requisito. Si un tonto y una tonta se juntan será que son lo suficientemente tontos para no apreciar la tontería de su compañero o, dicho más suavemente, inteligencias parecidas tienden a encontrarse (Dios los cría y ellos se juntan).

Algunos definen la inteligencia como la capacidad para abordar la complejidad cognitiva. Desde el punto de vista neurológico yo diría que una inteligencia sana y despierta se corresponde con un estado de alerta ni excesivo ni escaso, y con una red neuronal que ha alcanzado, a través de un desarrollo armónico, una economía de procesamiento. Si no existen interferencias emocionales perturbadoras la medición de la misma podría ser razonablemente buena, pese a sus limitaciones.

Pruebas realizadas con RMf ponen de manifiesto una mayor actividad cerebral en quienes son incapaces de resolver un problema que en quienes lo resuelven rápidamente. Los últimos parecen necesitar pensar menos....disponen, probablemente, de un conocimiento acumulado en forma de patrones (como dice Goldberg), de redes, en gran medida inconscientes, que agiliza el procesamiento de la información nueva y su rápida asimilación con la antigua, la rápida integración en alguna red ya formada. De ahí la denominada “difícil facilidad” de los virtuosos. Esto nos llevaría a una inteligencia surgida en el desarrollo, lo que muchos podrían confundir con una inteligencia adquirida a través del ambiente. En realidad no sería así. El proceso que Jung bautizó como individuación, de desarrollo de la personalidad y las diversas facultades mentales de la persona en la maduración, se aprecia, por lo que a la inteligencia respecta, en el hecho de que los resultados de los test de inteligencia de las personas tengan una tendencia al alza en el tiempo. Las personas adoptadas suelen tener la inteligencia de sus padres biológicos, pero esta se aprecia mejor a partir de su madurez, siendo la influencia del entorno familiar y social mayor en la niñez.

Podría decirse entonces que los genes, que marcan el desarrollo del cerebro, predisponen a sus organismos a desarrollar una panoplia de comportamientos característicos, que, según sea el ambiente, tomarán una u otra forma social, desempeñarán uno u otro rol. Esto incluiría la tendencia a buscar información y formación que contribuye a formar las redes.

Las diversas formas de inteligencia –las apuntadas por Gardner o cualesquiera otras aún no valoradas adecuadamente que pudiéramos desarrollar- pueden aportar valor y utilidad social según las circunstancias en las que se nace. Alguien con grandes aptitudes para la poesía, la fantasía, la interpretación o la música quizá no tuviera un gran futuro en Esparta, y sería en esa sociedad guerrera seleccionado negativamente (la sociedad, como extensión de la naturaleza, también selecciona, pero lo hace a su manera), salvo que tuviera alguna forma de adaptar esas capacidades a las necesidades de la tribu, pero hoy podría prosperar. Muchas de las formas de inteligencia son, por tanto, dependientes del contexto, siendo otras más adaptables a todo tiempo y lugar. Estas últimas serán, probablemente, más valoradas socialmente, pues su utilidad no variará demasiado con el ambiente. Quizá incluso sean santificadas como virtudes, y sus contrarios como vicios. Y quizás por ello la gloriosa historia de los Romanos o las Tragedias Griegas sigan conmoviéndonos, y sigamos identificando tantas veces tonto con malo.

Una de las ventajas de trabajar en red, se decía ayer en la exposición de la doctoranda, es que al no ser algo presencial se puede hacer uso de la asincronicidad. Dicho sencillamente, una herramienta tal como esta que ahora manejo, un blog, te permite pensar y repensar lo que dices antes de decirlo, demorar tus palabras para hacerlas coincidir algo mejor con tus ideas, o incluso para hacer brotar estas, que permanecían latentes y escondidas tras el embrollo de un pensar caótico, desbrozando de paso inferencias erróneas. En un debate cara a cara o en un discurso improvisado la sincronicidad y localidad de la circunstancia limita nuestras posibilidades. Y esto me lleva a una paradoja: en esas circunstancias se puede mostrar mejor y peor la inteligencia. Mejor porque se puede mostrar la capacidad de articular rápida y ordenadamente los argumentos e ideas, así como el temple para dirigirse a los demás. Peor porque en el calor del momento priva a todos de ahondar los conceptos, ponerlos sobre la mesa y diseccionarlos, analizar las contradicciones, los detalles, los matices....el fondo y los límites del pensamiento. Charles Darwin tenía a su “perro” (como llamaban a Huxley) porque muy probablemente no se sentía seguro en las polémicas cara a cara. ¿Habrá una inteligencia más ágil y otra más torpe?....¿existirán eso que llamó Nietzsche los pensamientos o ideas rumiados?....¿será una cosa listeza y la otra sabiduría?. Yo no establecería en esto una dicotomía, puesto que quien demuestra con su oratoria o su seguridad en los argumentos una solidez en un diálogo suele tener un fondo que genere esa forma. También debe tenerse presente que rehuir las confrontaciones verbales puede deberse a un carácter timorato que se paraliza ante la perspectiva de no tener a mano todo el peso argumental y discursivo que proporciona una reflexión serena.

Como apunte final una serie para completar en un test de inteligencia (tomado de Scientific American):

2, 4, 3, 9, 4, 16,..... _ _

¿Adivinan los dos números que vienen a continuación?.

Yo puse: 9, 81.

La respuesta “correcta” y, digamos, obvia, era 5,25.

¿Estaré tonto o se tendrán en cuenta esas posibilidades alternativas?. Me tranquiliza pensar que el resto de las series gráficas y numéricas las respondí “bien” en poco tiempo.

viernes, octubre 12, 2007

jueves, octubre 11, 2007

Stephen Jay Gould

Tenía yo ciertos prejuicios acerca del malogrado Stephen Jay Gould, debo confesarlo. Pero una forma de superar o confirmar los prejuicios es el conocimiento de su objeto, en este caso del sujeto. He leído ya algunas cosas suyas y me alegra decir que he superado los prejuicios. Siempre es estimulante descubrir que uno se equivocaba, sobre todo cuando aquel o aquello sobre lo que se equivocaba eran lo suficientemente meritorios o importantes para que dicha equivocación constituyese el doble error de ser injustificada e injusta.

Me he adherido a las ideas de Pinker sobre la Tabla Rasa con pasión, y esto me ha cegado en ocasiones ante panorámicas, perspectivas y paisajes bellos, verdaderos y honestos. Si separamos el grano de la paja resulta que mucho de lo que pensaron y expresaron algunos hombres es interesante, profundo y conmovedor, aparte de razonable y, en gran medida, cierto, a pesar de sus errores.
La elegancia con la que Gould, hombre de izquierdas, trata a Walcott, un geólogo-paleontólogo americano de corte liberal-conservador, descubridor del yacimiento Cámbrico de Burgess Shale, es digna de elogio. Critica con habilidad sus ideas y sus comportamientos como conservador, sin caer en un discurso progre barato. Gould va más allá de los tópicos políticos maniqueos de siempre, y penetra en el sustrato de valores del hombre objeto de análisis para explicar sus conclusiones como científico. De él y sus maneras debiéramos aprender todos, progres, liberales o conservadores, cientifistas ateos o creyentes, y todas las partes enfrentadas, con más o menos razón, con más o menos visceralidad, con más o menos ecuanimidad, en las grandes cuestiones económicas, políticas, científicas, sociológicas, religiosas, culturales, etc etc.
Por supuesto no creo que estuviera necesariamente en lo cierto sobre el personaje del que habla y sus ideas, y aquí no voy a entrar en ese asunto, en parte por desconocimiento y en parte por falta de un grosero asidero en las palabras de Gould, pero su argumentación es impecable, tanto lógica como estéticamente, además de sutilísima, y me mueve a seguir leyéndole con ilusión, buscando nuevas perlas literarias y filosóficas de su creación.
De todos los pasajes de su maravillosa “Vida Maravillosa” me he quedado con uno, relativo a un tema que últimamente tratamos mucho Memetic Warrior y yo. Dice así:
La mayoría de nosotros no somos lo suficientemente ingenuos para creer en el viejo mito de que los científicos son dechados de objetividad desprovista de prejuicios, igualmente abiertos a todas las posibilidades, que sólo llegan a conclusiones mediante el peso de la evidencia y la lógica del argumento. Comprendemos que los prejuicios, las preferencias, los valores sociales y las actitudes psicológicas desempeñan un importante papel en el proceso del descubrimiento. Sin embargo, no debemos dejarnos llevar al extremo opuesto de cinismo completo: la opinión de que la evidencia objetiva no desempeña ningún papel, de que las percepciones de la verdad son completamente relativas, y que las conclusiones científicas no son más que otra forma de preferencia estética. La ciencia, tal como se practica actualmente, es un diálogo complejo entre los datos y las ideas preconcebidas”.
Otro de los puntos que me gusta de Gould, que critica Dawkins (que podría tomar nota de lo antedicho) en su obsesivo Espejismo de Dios, es la defensa de la independencia entre ciencia y fe. Gould, más creyente en la evolución que en las divinidades, es pese a ello enormemente respetuoso con las creencias de los demás, y desea que lo sean con las suyas, por ello establece el principio filosófico del doble magisterio para cuestiones de fe y de ciencia. No es sólo una argucia defensiva, es también una postura liberal. Lo liberal, bien pensado, es defensivo.
También son destacables sus ideas de contingencia frente al progreso, para la evolución, y de ciencias históricas (que tratan acontecimientos únicos, sumamente complejos e irrepetibles) frente a las puramente experimentales y predictivas. Un poco marxista, pero todo ello sin que sus dicotomías sean tajantes.
Ahora estoy con su, espero no falsa, “Falsa medida del hombre”. Aquí podré encontrar más claras sus ideas acerca de naturaleza y crianza, y valorarlas desde mi perspectiva más bien innatista. Dadas las circunstancias me atrevo a decir que seguiremos informando. Indagaré silenciosa, circunspecta y quizá un poco malévolamente en su obra para ver si doy con algún punto que me desagrade y pueda “censurar”. Hasta ahora nada, todo lo contrario. Espero encontrar, eso sí, alguna crítica constructiva acerca de la influencia de las preconcepciones de izquierdas en los resultados de los trabajos “científicos”. ¿Seré un ingenuo?.

martes, octubre 09, 2007

El precio del altruismo

El sacrificio es inherente al altruismo. No cabe concebir un acto altruista que no lleve aparejada una renuncia o una pérdida. Cuanto mayores son estas mayor el altruismo. Por eso resultan tan desagradables a nuestro gusto moral instintivo ciertas manifestaciones puramente verbales de generosidad. Y más si estas conllevan que el sacrificio se hace recaer sobre terceros. No otra cosa es lo que hacen los líderes políticos demagógicos (generalmente sociatas): prometen actos altruistas con bienes y fondos obtenidos coercitivamente de otros.

Pero entre el extremo del acto altruista por excelencia, la muerte por otra persona, y el contrario de la pura palabrería y la generosidad a costa ajena, hay una amplia gama de comportamientos un poco egoísta y un poco altruistas que merecen un análisis.

Prácticamente siempre que damos lo hacemos con la expectativa de recibir. El intercambio no tiene porque ser en los mismos términos ni en el mismo tiempo. Ni el crédito ni el dinero lo inventaron los bancos. Siempre ha habido en todo intercambio de favores expectativas, pagos diferidos, cobros anticipados y desigualdad cualitativa de lo entregado y lo recibido (aunque cuantitativamente se hayan intentado igualar).

Cuando damos algo “sin esperar nada a cambio” es porque no valoramos en nada lo que damos ni a quien lo damos ni a quien nos mira cómo damos. Y a eso se le llama desprecio. Sencillamente, algo se cae de nuestra mano y otra lo recoge.

No debemos cegarnos con la remuneración a corto plazo, ni con que sea en los mismos términos, ni tampoco con que nos la proporcione aquel a quien le hemos dado. Incluso si solamente diéramos porque nos produce placer dar, ya estaríamos obteniendo una gratificación de nuestro sistema de recompensa interno. Pero en esto hay una contradicción: nuestro sistema de recompensa interno es egoísta y responde a aquellos actos que benefician nuestra supervivencia y la de nuestros genes. Si nos recompensa no está diciendo, a su manera, que somos egoístas, y esto apunta a nuestros actos y quizá a expectativas no conscientes.

Volviendo a los costes del altruismo, nos podemos hacer una reflexión acerca de nuestras generosidades diarias.

Dar algo cuyo valor es pequeño para nosotros y elevado para otros resulta ser un acto de “generosidad” muy bien remunerado socialmente. Uno adquiere prestigio como “dador”, como proveedor. Si somos capaces de ocultar el poco aprecio que nos merece lo que entregamos pareceremos aún más excelentes y seremos aún mejor recompensados con el aprecio de quienes reciben y quienes nos ven dar. Uno puede jugar a un juego aún más sutil: puede dar y ocultar no sólo el poco valor de lo que da, sino además que está dando. Al final alguien se entera y el prestigio que obtenemos es mucho mayor, aunque lo sea para un círculo más reducido, porque nuestra generosidad parece auténtica, y no nacida de un deseo de obtener fama y poder.

Aunque no siempre se entregan cosas de poco valor relativo. Demasiadas veces tenemos que asumir pérdidas, tenemos que hacer renuncias, para obtener lo que queremos. Los caminos del señor son retorcidos. Como animales capaces de planificación interponemos una escalera de medios para ascender a nuestros fines, y no siempre calculamos correctamente las proporciones de las escalas, cayendo al vacío en más de una ocasión. Y como planificadores sociales, es decir, siendo simultáneamente planificadores y miembros de una sociedad, que es nuestro ambiente, hemos de emplear a otras personas como medios y no, como dijera Kant, como fines en sí mismos. En el juego social se buscan aliados y colaboradores, amigos y simpatizantes, o, dicho en la acepción amplia y original del término romano: “clientes”. Podemos decir que son fines en sí mismos, ciertamente, y podemos sentirlo así. Pero subterráneamente operan esos otros fines, esos fines últimos de la biología.

Poner medios es asumir costes. Los medios nunca son gratuitos. A todos se les tiene que remunerar de una u otra manera. Esto supone anticipar, renunciar, perder.

Lo ideal sería tener billetes de Monopoly expedidos por algún banco central amigo con los que pagar a todos por sus favores, por su “papel” de medios. Así se pagaría un “papel” valioso con otro sin valor. Pero existe eso que se llama inflación, fenómeno que, si lo miramos en profundidad, va más allá del dinero y tiene que ver con valores relativos. Este hace imposible este tipo de trampa a medio plazo.

Siempre que damos tenemos que procurar reducir al mínimo el valor subjetivo (se entiende, para nosotros) de la composición del paquete entregado. Así nuestra pérdida y/o renuncia no es grande y nuestra ganancia potencial es, comparativamente, alta.

Un altruismo calculado puede obtener grandes beneficios, si este cálculo no se desvela. Lo ideal para que así sea es que ni siquiera quien calcula sepa que lo está haciendo. Y así ocurre casi siempre. El cálculo es básicamente inconsciente y ponderador, no consciente y con cantidades exactas. De los favores hechos no se recibirá casi nunca una respuesta proporcional: muchos devolverán mucho menos de lo recibido, otros tantos nada. Pero los habrá que devuelvan por encima de lo que recibieron y por la ley de los grandes números cuantos más reciban nuestros favores u observen como los hacemos mayor será la probabilidad de que seamos recompensados más que proporcionalmente.

Algo que repugna de la economía es que los cálculos se explicitan. Esto la hace parecer menos “humana”. Y en cierto sentido es así, puesto que esa clase de cálculos surgieron como mecanismo en gran medida inconsciente, y explicitarlos los desnaturaliza, aunque pudiera mejorarlos en cuanto a exactitud.

La mayoría de nosotros no ha entregado su vida a una “causa” o por otra persona. Nos gusta jactarnos de que lo haríamos, si se diera la circunstancia, pero nadie desea que esta se de y ver sometida de esta manera a prueba su presunción. Si nos dicen que por 1 euro al mes damos de comer y vestimos a un niño del Congo podemos sentirnos altruista entregando esa pequeña cantidad, que para nosotros nada representa y para el congoleño supone la diferencia entre pasar hambre y estar tirado o comer y a resguardo. Pero ese altruismo es una ficción. No es verdadero altruismo, si nos atenemos a lo dicho al principio. El sacrificio hecho es ridículo. 1 euro al mes no es una pérdida que nos quite el sueño. Tampoco el coste de oportunidad (el precio) es elevado. Renunciaríamos, en todo caso, a una coca cola.

Muchos se siente generosos con actos de entrega de este estilo, y acudiendo a reuniones en las que algún orador habla de salvar a la humanidad de sí misma. Pero luego pueden ser pésimas parejas, pésimos hijos y padres, malos deudores, malos acreedores, despilfarradores, poco serios, malos, malos, malos.

Y luego llega algún payaso demagogo y dice que tenemos que dar un 0,7% del PIB al tercer mundo porque no es nada para la sociedad. Es como 1 eurillo de nuestro bolsillo (o menos), pagado por todos. Pero no nos vayamos a quienes pasan hambre que la sensibilidad se pone a flor de piel y es entendible. Pensemos en todas esa cosas que solo suponen 1 eurillo de nuestro dinero, como que hay que proteger la cultura propia (por ejemplo el cine), o fomentar tal o cual actividad lúdica. Pero eso no es altruismo, tampoco. Eso es ROBAR a quien produce la riqueza para proclamarse generoso sin pagar el precio del altruismo. Estas cosas solamente pueden pasar en sociedades como la actual, en la que las transacciones son tantas, por tantas vías, imbricadas en una red tan compleja y camufladas por el “papel” del dinero que, sencillamente, es difícil distinguir, sin un mínimo conocimiento de cómo funcionan la sociedad y la economía, o sin una psicología muy fina, a los embaucadores de las personas decentes.

Un método que se revela bueno casi siempre para establecer esta distinción es el de la mención de los costes. Quien quiere engañarnos los pasará por alto, los negará, los rebajará, los tergiversará. Incidirán una y otra vez en los beneficios, en el bien que causará tal o cual acción (casi nunca los beneficios serán los prometidos ni lo serán para los supuestos receptores de los mismos, pero este es otro asunto para tratar en otro lugar y ocasión).

¿Y dónde queda el altruismo después de esto, se preguntarán algunos?. ¿Es que acaso vale tanto el comportamiento de un perfecto egoísta egocéntrico que el de alguien que se da a los demás sin pedir nada a cambio?. Pero estas preguntas no tienen sentido si se comprende el problema en profundidad. En nuestra vida tendemos a apreciar a aquellos que nos favorecen y nos tratan bien. Que quien tenga un comportamiento así lo haga por motivaciones más o menos egoístas (visto superficialmente) o enteramente egoístas (si lo analizamos desde una perspectiva biológica), no cambia en absoluto nuestro sentimiento de gratitud, pues este es también natural, nos sale sin demasiados cálculos conscientes previos.

Así pues podemos seguir –y seguiremos- nuestra comedia y nuestra tragedia de intercambios, filias y fobias con naturalidad, y saber estas cosas, o percibir las cosas de esta manera, de forma racional, no cambiará nada. Porque la vida va mucho más deprisa que nuestro intelecto.

viernes, octubre 05, 2007

Energía solar para dummies y Menestros de Industria(I). Potencia y Energía




Hace unos días pudimos ver una noticia relativa a la enésima petición por parte de los mandos de grandes empresas europeas del sector energético para abrir de una vez y seriamente el debate sobre el futuro de la industria nuclear.
Podemos ver la reseña de la misma gracias a uno de los blogs de e-pesimo. El motivo inicial de la reunión era homenajear a la fallecida Loyola de Palacio. Llama la atención en primer lugar, por lo acertado de la misma, la frase de Loyola que citó la presidenta de Areva: "...(en el sector energético) la energía nuclear no es la solución, pero no hay solución sin energía nuclear".
Como no podía ser de otra forma el prestigioso menestro sr. Clos, basándose sin duda en sus vastos conocimientos, su dilatada experiencia y su fina intuición arrojó un jarro de agua fría sobre las expectativas de la gente sensata allí reunida negando nuevamente la posibilidad de aumentar el parque de generación nuclear. Aprovechó para lanzar la primicia de que iban a aumentar el cupo previsto para el 2.010 de generación de electricidad mediante energía solar (en el RD 661 de mayo pasado se fijaba un tope de 371 MW para la fotovoltaica y 500 MW para la solar termoeléctrica) ampliando el objetivo hasta 1.200 MW. En este punto de la noticia viene la simpática coletilla que apunta "...y espera que, en 2010, se generen ya por esta vía 1.200 megavatios, por encima, por ejemplo de la central nuclear de Trillo". No sé si tal afirmación es de la cosecha del propio menestro o del periodista (que tampoco sería de extrañar), pero viene bien para explicar la diferencia entre los conceptos de "potencia" y energía", que con tanta frecuencia se confunden al hablar de estas cuestiones.
Hago un inciso para apuntar que en realidad todo esto se estudia (en fin, quiero decir que se estudiaba) en el bachillerato y sin duda los inteligentes y formados lectores que pasan por aquí lo conocen de sobra. No obstante, sea para refrescar conocimientos, sea para ampliarlos, vamos a ello:
La energía, medida en el Sistema Internacional de unidades en Julios (J), es una magnitud absoluta, independiente del tiempo. Por ello, cuando se habla de la energía producida por una central, si se quiere ser no ya preciso sino coherente, es imprescindible añadir una referencia temporal. Es decir, se debe indicar "tal central ha generado la cantidad X de energía en un año (o en un día o en segundo)". Si no se aclara esto, la trampa es evidente, una central pequeña puede generar la misma cantidad de energía que una grande ..... a base de trabajar más tiempo.

La potencia en cambio, lleva implícito el factor temporal. Su unidad es el Watio (W) que es la potencia necesaria para generar un Julio en un segundo (W = J/s). Como el Watio es una magnitud pequeña, se suele hablar de miles de Watios (kilowatios = kW) o de millones de Watios (Megawatios = MW). A menudo veréis escrito (en periódicos de forma confusa, en vuestro recibo de la luz de forma exacta) la unidad kWh (kilowatiohora). Bien, pues el kilowatiohora no es una unidad de potencia sino una unidad de energía, y se corresponde con la cantidad de energía generada (o consumida) por una central (o por un consumidor) en una hora.
Por ello, y según anticipábamos arriba, decir que has consumido (o generado) 300 kWh (recordemos, hablamos de energía), así sin más, no es decir mucho si no ponemos marco temporal. Por ejemplo, "este mes en mi casa hemos consumido 300 kWh (300 kWh/mes)" es un consumo normal, pero podiais haber consumido esos mismos 300 kWh (esa misma energía) en un año y seriais unos tipos ahorradores o en un día y seriais unos derrochadores (como el ecolojeta Gore en su casa).
Volvamos a lo de arriba que ya me estoy explayando mucho y es viernes. Cuando se dice que en el 2.010 las centrales solares "generarán" lo mismo que Trillo, se dice una verdad a medias (o sea, una mentira de las peores).

El motivo es sencillo. La central nuclear de Trillo tiene una potencia nominal algo superior a 1.000 MW, es decir y aunque parezca de perogrullo, produce 1.000 MWh cada hora (1.000 MWh/h). Ahora bien (más perogrullo), los produce cada hora que funciona (que está en marcha). Como dicha central (como todas las nucleares) funciona casi todas las horas del año (aprox. entre un 94%, y un 97% dependiendo de los ciclos de recarga del combustible) y como el año tiene 8.760 horas (si alguien no sabe hacer el cálculo, que se afilie a las JJ. SS., que algo de sabiduría se le pegará), trabajando un 95% de las horas, la central de Trillo generará al año la bonita cifra de 8.322.000 MWh.
Ahora bien, esos 1.200 MW de potencia solar ¿producirán lo mismo que Trillo?. Pues hombre, aquí está la trampa, esa potencia es la potencia máxima de las placas solares, es decir, la que producirían en Julio, con el Lorenzo pegando en todo lo alto y la península libre de nubes. Para calcular la energía producida al año (MWh) tendremos pues que conocer cuantas horas se pueden obtener esos 1.200 MW, cuantas se producen menos (800 MW, 600 MW.....) y cuantas se produce NADA (esto es fácil, cada noche). Para el cálculo de las horas y potencias de radiación solar, que será traducida a kW eléctricos en las placas fotovoltaicas, existen diversas tablas y mediciones (incluso en la página web de la NASA están disponibles datos de radiación solar medidos por satélite para el mundo entero). Para la península ibérica, nos movemos entre las 1.700 y 1.900 horas equivalentes al año. Es decir, la producción total anual equivaldrá a trabajar una media de unas 1.800 horas a la potencia indicada de 1.200 MW. Usando la calculadora tenemos una producción anual de unos 2.160.000 MWh ¿Es eso "producir" lo mismo que Trillo? Ustedes mismos.
A primera vista, el lector inteligente se dará cuenta de lo que esto implica. Para producir al año la misma cantidad de energía, la potencia instalada en placas solares deberá ser unas cuatro veces superior a la potencia instalada en centrales nucleares (o de gas o de carbón).

¿Os parece chungo? Bien, pues es aun peor. Resulta que tenemos la mala costumbre de consumir electricidad también por la noche, cuando está nublado, etc. Y asimismo resulta que la energía eléctrica tiene la mala leche de que no se puede almacenar (en baterías para el móvil, sí, pero a gran escala, es más complicado). Como la producción eléctrica debe adecuarse al consumo y a las placas solares les da por ponerse a funcionar (o pararse) a casi todas a la vez, resulta que tenemos un (otro) problema. Hay que transformar la energía solar en "algo" almacenable cuando las placas producen y tirar del almacén para volver a convertir ese "algo" en electricidad cuando de noche las placas estén a régimen cero zapatero y nos dé por levantarnos a hacer pipí.
Una solución de futuro sería transformar la electricidad en hidrógeno, almacenarlo y luego volver a producir electricidad de forma eficiente mediante las famosas pilas de combustible. Aparte del coste de inversión necesario, la pérdida de energía en el conjunto de transformaciones es elevada. La única opción hoy día para almacenar electricidad a gran escala son las centrales hidroeléctricas de bombeo (reversibles): Se dispone un embalse arriba y otro abajo, cuando se produce más electricidad de la consumida, la turbina hidráulica gira al revés, actúa como bomba, y envía agua del embalse más bajo al más alto. Cuando el consumo aumenta, el agua pasa del embalse de arriba al de abajo, generando electricidad en la turbina. El problema es que debido a las pérdidas por rozamiento en la tubería y la ineficiencia propia de la turbina tanto en el proceso de bombeo como en el inverso, resulta que en este proceso, casi la mitad de la energía se pierde.
Es decir, en un sistema con generación masiva de energía por centrales solares en el que la energía consumida por las noches debería almacenarse habría que generar casi un 50% más de la consumida para cubrir tanto dichos consumos como las pérdidas en los almacenamientos. Volviendo al ejemplo anterior, para compensar los 1.000 MW de Trillo, en realidad necesitamos unos 6.000 MW instalados de placas solares.
El lector avispado (y paciente) que llegue hasta aquí, comenzará a darse cuenta de las implicaciones (en pasta y en cantidad de placas solares necesarias) que tendría la sustitución de las malvadas centrales nucleares por simpáticas placas fotovoltaicas.

Si el tiempo y la autoridad (in)competente no lo impiden, profundizaremos en el asunto en otra ocasión.

miércoles, octubre 03, 2007

Black Hole Sun

La voz de la conciencia

¿En qué pensamos cuando nos hablan de la voz de la conciencia?: ¿en Pepito Grillo?, ¿En el Superyo freudiano?, ¿En un ángel subido al hombro derecho enfrentado en dialéctica maniquea a un demonio subido en el izquierdo?.

En el efervescente siglo XIX dos pensadores que no podían ser más diferentes, tanto por temperamento como por método, Darwin y Nietzsche, llegaron por distintas vías a la misma conclusión: lo más alto procede de lo más bajo. La evolución por selección natural es un proceso que hace posible lo que, de otra forma, parecería un salto inverosímil, y el análisis de los resortes de la moral lo hace visible. Para el filósofo alemán nuestras virtudes cívicas y éticas tenían tan humilde origen como nuestros propios vicios, mientras que para el naturalista inglés estas suponían una objeción a la idea del egoísmo en la naturaleza y la lucha por la vida.

La larga sombra de sus ideas se proyectó sobre el siglo XX, y las interpretaciones espurias se sucedieron con consecuencias funestas de inmoralismo y relativismo, que a su vez se tradujeron en actos y movimientos autodestructivos, tanto individuales como sociales.

Sin embargo los desarrollos posteriores de ambas líneas solamente podían darse en biología, el terreno de Darwin. El estudio de la moral desde una perspectiva filosófica necesitaba el apoyo de la observación y la experimentación, de la ciencia. Era necesario recabar información que validase o refutase las hipótesis, y ponerla a prueba. Con el estilo sentencioso de Nietzsche no se podía ir más allá de un corto aforismo, y la certidumbre basada en la intuición tenía que convertirse en verosimilitud apoyada en datos y hechos.

Autores como Haldane, Hamilton o Trivers fueron proponiendo mecanismos a través de los cuales pudiera evolucionar la moral. Se pasó de explicar esta en el ámbito de la familia a explicarla entre los conocidos y finalmente a abordar el aparente misterio del buen samaritano, del altruismo con perfectos extraños. Pero esto chocaba con -¡la moral dominante, que no admitía venir de abajo!. Más aún lo hacían los empeños de algunos biólogos como Edward O.Wilson por explicar la sociedad humana y los diversos comportamientos de sus miembros desde una perspectiva exclusiva o casi exclusivamente biológica, la Sociobiología. La Etología Humana de Eibl Eibesfeldt y la Psicología Evolucionista de Barkow, Tooby y Cosmides se han encontrado con enconados y apasionados opositores tanto en la opinión pública como dentro del más restringido campo de la ciencia.

Y llegados a este punto podríamos volver a Nietzsche y a su particular modo de enfocar las cosas. A la luz de las actuales evidencias sobre evolución y cerebro, que explican nuestros comportamientos de forma bastante plausible, tenemos que preguntarnos: ¿puede ser la moral algo externo a nosotros, o bien cultural o bien gravado a fuego en la eternidad?. Y la respuesta es no.

La moral es una herramienta cognitiva compartida (y no serviría de nada si no lo fuera, formando una red), con la que nos limitamos unos a otros, por nuestro propio bien y por el de la comunidad. Es importante destacar este doble ámbito de influencia: la moral nos ayuda como individuos y como grupo. Al individuo le permite ordenar su acción de forma que mejore sus posibilidades de supervivencia, especialmente dentro del grupo, y a la comunidad le permite mantener su integridad, reduciéndose los conflictos y fomentándose las acciones constructivas frente a las destructivas.

Por supuesto se cometen atrocidades en nombre de la moral, pero esto se debe a que esta evolucionó en animales medio gregarios medio individualistas, acostumbrados a grupos reducidos en los que todos se conocen. El extraño casi por definición es enemigo, y el cerebro no está diseñado para experimentar sentimientos positivos ante los desconocidos.

Por ello ir más allá del ámbito de la familia y allegados más próximos se hace solamente a base de abstracciones groseras y artificios sociales. Equipo de Fútbol, nación, compañeros de clase, amigos de la playa.....y los otros, en diverso grado según la distancia que les separe de nosotros.
La moral emana de nosotros, y sólo cuando en la cultura, tras sucesivas interacciones, se generan unos hábitos refrendados por la costumbre y unos códigos legales se llega a las categorías morales universales, que se pretenden gravadas a fuego en la eternidad. Frente a ellas se elevaron las voces de quienes, en nuestro tiempo de libertad y prosperidad, se rebelaron contra la rigidez de estas normas y la mojigatería a la que daban lugar. ¿Son universales?....¿No será que la moral, al ser creación nuestra, es algo que podemos cambiar radicalmente?. ¿No es la moral "establecida" un invento cultural, algo mamado desde la cuna, impuesto por una sociedad complaciente con sus propias mentiras?. ¿No vendrán los valores en los que creen los otros "de fuera", no nos los estarán imponiendo, pudiendo nosotros crear nuestra propia moral?. En este error cayó Nietzsche, y muchos otros pensadores y no tan pensadores le siguieron, como ya dije antes, con funestas consecuencias.
La moral no es algo escrito en las estrellas, sino en nuestro genes. Pero nuestro genes son egoístas. Por una primera, segunda, tercera o cuarta derivada se puede llegar a una moral depurada aparentemente desvinculada de sus humildes orígenes egoístas. Sobran los ejemplos y los mitos de los santos.

Decir que la moral está impresa en los genes egoístas es decir que la moral emana de nuestros imperativos y necesidades biológicos, no llueve desde divinas alturas (si lo hace es como la misma lluvia, después de haber ascendido desde los mares y los charcos).

Puede ser sancionada por la sociedad, y en el proceso metamorfoseada, pero ni es un contrato social ni viene de esta. Puede formar parte del entramado sobre el que construir cosmovisiones, pero no es más que un producto del aquí y el ahora, entendiendo estos como el aquí y ahora resultantes de una larga evolución biológica y social, como contraposición al más allá y la eternidad.
La voz de la conciencia es nuestra misma voz, que nos habla por dentro. En nuestro monólogo interior sopesamos los pros y los contras de cada acción potencial, miramos los fines desde la perspectiva de los medios de los que disponemos para satisfacerlos, y lo hacemos condicionados en todo momento por las emociones, resultantes de nuestra experiencia personal y de nuestro pasado evolutivo (una "especie" de experiencia de "especie"). La voz de la conciencia no viene de fuera, como no vienen de fuera las voces de los esquizofrénicos. No viene tampoco de un dios interior. Es solamente el resultado de una evaluación de circunstancias y situaciones sociales con porcentajes variables de emocionalidad y racionalidad. Esta voz se expresa por lo general a través del lenguaje. Esta red que es también como la moral, una herramienta cognitiva compartida, es perfecta para que penetren con ella en nosotros los valores e ideas de nuestros congéneres. Nuestro diálogo interior, realizado con el lenguaje de nuestra cultura, está hecho de memes, de trazas de otros cribadas por todos, de tópicos y prejuicios sólidamente establecidos en todas y cada una de las palabras.
Neil Carlson es de los neurocientíficos que creen que el lenguaje es, en alto grado, la sede de la conciencia. Al margen de los problemas que planteen a esta hipótesis los afásicos o quienes no desarrollaron por diversas causas el lenguaje, o el mentalés, podría decirse que la idea es verosímil. Los experimentos realizados por Gazzaniga con personas con el cerebro dividido ponían de manifiesto que solamente el hemisferio izquierdo (el del habla) daba explicaciones sobre lo que hace la persona. Gazzaniga lo llamó el "intérprete", dado que interpreta el comportamiento y trata de dar una explicación plausible del mismo. Así, una persona a cuyo hemisferio cerebral derecho (pero no al izquierdo) le había llegado la orden de salir de una habitación, tras levantarse y encaminarse a la puerta, al ser preguntado por la razón de su salida, explicaba, como intérprete (y para ello utilizaba el lenguaje, y el hemisferio izquierdo) que iba a por agua.
El Intérprete es la Voz de nuestra conciencia, entendiendo esta vez conciencia en el otro sentido que se da al término, refiriéndose a nuestra "sensación de estar ahí".

Así la voz de la conciencia podría ser la voz de la conciencia, es decir: nuestra moral podría ser el resultado de nuestro diálogo interior, entre nuestro superego lingüístico, racional y cultural y nuestra emociones que se expresan en mentalés, y nuestra consciencia el resultado de millones de años de evolución social y de desarrollo de la conciencia moral.
Pienso en el egoísmo recíproco. Si, no he confundido los términos. Tampoco es el opuesto al altruismo recíproco de Trivers. Es una idea que me ha venido a la cabeza en relación con este complejo asunto.

Las relaciones de pareja son una especie de contrato en el que se pacta tácitamente la colaboración, la ayuda mutua. Los límites de ese contrato no están fijados y han de establecerlo a cada paso dado en la vida conjuntamente los miembros de la pareja. Sus dos egoísmos chocan. Cada uno desea satisfacer sus impulsos y proyectos egoístas. Si ella le pide a él que le de un masaje en la espalda y a él no le apetece le podrá llamar egoísta. Pero él no es menos egoísta que ella en este caso, puesto que su egoísmo se niega a satisfacer -¡el egoísmo de ella!. En cuanto a proyectos egoístas pueden ser o no compatibles, y ello determina si la pareja se mantiene unida. Para quien egoístamente desea tener 3 hijos puede ser insufrible aquel que egoístamente desea no tener ninguno. Ambos se llamarán egoístas pero ninguno lo es más que el otro.