Muchos liberales sufrimos esa intolerable contradicción. Uno es liberal, políticamente liberal, cuando habla de política, cuando piensa, como el propio nombre griego indica, en los asuntos de la “Polis”, en los asuntos de la colectividad, o, dicho de otra manera para no herir sensibilidades anticolectivistas, en los asuntos generales. ¿Qué es lo mejor para la sociedad?, ¿qué es lo que puede y lo que no puede hacer una democracia, un Estado?, ¿en qué condiciones funciona mejor la economía?, ¿dónde-pregunta clave- se es más libre?. ¿Qué es la libertad para un ciudadano, tomado así, anónimamente?.
Pero ¿quién es liberal cuando están en juego sus recursos, su autoestima, su seguridad, su felicidad, y, más importante aún si cabe, los de su familia?. Mister Antiliberal acecha en las sombras de la miseria, de la ignorancia, de las inseguridades, de los miedos, y en las penumbras existenciales del deseo de formar parte de un grupo, del deseo de un orden superior, de una coherencia, de un sentido globales. Si uno puede vivir a costa de los demás de un modo aséptico, limpio, a través de una artimaña que sirve de autoengaño, tal como una institución, y dedicar su tiempo a reflexionar sobre el sentido de la existencia ¿cómo va a dejar de hacerlo?. Porque ¿quiénes son los demás en una sociedad anónima e impersonal? ¿quién hay fuera de nuestra familia y nuestros amigos?. Hay que reconocer, con Smith, que si se mueren 3000 chinos esta tarde en una inundación, no nos producirá más que una pequeña zozobra. Solamente nos alterará si el agua continúa su camino hasta nuestra casa o hasta la casa de alguien conocido y apreciado, o si asociamos esa inundación –probablemente de manera errónea- al fenómeno del calentamiento global y pensamos que tarde o temprano, de una u otra manera, nos terminará afectando –a nosotros y a los nuestros- de forma negativa.
Doctor liberal se afana por comprender y aceptar la realidad tal cual es, tal cual se manifiesta, tal cual nos viene, como buen doctor. Pero los vicios y las necesidades de su reverso tenebroso quieren poder, tranquilidad, satisfacción, logrados sin lucha. Ambos están en nuestra naturaleza.
No recuerdo ahora que economista lo decía, pero es bien cierto que lo ideal, para casi cualquier individuo tomado aisladamente, es trabajar en un monopolio.
Y el ideal de ideales, diría yo, es que uno trabaje en un monopolio inexpugnable –permítaseme la expresión- como en una isla, rodeada de un mar de liberalismo.
O, como soñaba Rimbaud: vivir de las rentas. O, como soñaba Marx, en la opulencia.
Pero el liberal emprendedor, el liberal empresario, naturalmente empresario, que busca la lucha en la vida, que no quiere dormir en los laureles y ve el día a día como un reto obligado, que huye del tedio que le produce la inacción o la contemplación, que quiere cambiar la faz de las cosas, que quiere escalar por los medios para llegar a altos fines es, sin ningún género de dudas, la posible excepción a esta regla....mientras le vayan bien los negocios.
Ahora bien, ¿cuántos son así?.
Pero ¿quién es liberal cuando están en juego sus recursos, su autoestima, su seguridad, su felicidad, y, más importante aún si cabe, los de su familia?. Mister Antiliberal acecha en las sombras de la miseria, de la ignorancia, de las inseguridades, de los miedos, y en las penumbras existenciales del deseo de formar parte de un grupo, del deseo de un orden superior, de una coherencia, de un sentido globales. Si uno puede vivir a costa de los demás de un modo aséptico, limpio, a través de una artimaña que sirve de autoengaño, tal como una institución, y dedicar su tiempo a reflexionar sobre el sentido de la existencia ¿cómo va a dejar de hacerlo?. Porque ¿quiénes son los demás en una sociedad anónima e impersonal? ¿quién hay fuera de nuestra familia y nuestros amigos?. Hay que reconocer, con Smith, que si se mueren 3000 chinos esta tarde en una inundación, no nos producirá más que una pequeña zozobra. Solamente nos alterará si el agua continúa su camino hasta nuestra casa o hasta la casa de alguien conocido y apreciado, o si asociamos esa inundación –probablemente de manera errónea- al fenómeno del calentamiento global y pensamos que tarde o temprano, de una u otra manera, nos terminará afectando –a nosotros y a los nuestros- de forma negativa.
Doctor liberal se afana por comprender y aceptar la realidad tal cual es, tal cual se manifiesta, tal cual nos viene, como buen doctor. Pero los vicios y las necesidades de su reverso tenebroso quieren poder, tranquilidad, satisfacción, logrados sin lucha. Ambos están en nuestra naturaleza.
No recuerdo ahora que economista lo decía, pero es bien cierto que lo ideal, para casi cualquier individuo tomado aisladamente, es trabajar en un monopolio.
Y el ideal de ideales, diría yo, es que uno trabaje en un monopolio inexpugnable –permítaseme la expresión- como en una isla, rodeada de un mar de liberalismo.
O, como soñaba Rimbaud: vivir de las rentas. O, como soñaba Marx, en la opulencia.
Pero el liberal emprendedor, el liberal empresario, naturalmente empresario, que busca la lucha en la vida, que no quiere dormir en los laureles y ve el día a día como un reto obligado, que huye del tedio que le produce la inacción o la contemplación, que quiere cambiar la faz de las cosas, que quiere escalar por los medios para llegar a altos fines es, sin ningún género de dudas, la posible excepción a esta regla....mientras le vayan bien los negocios.
Ahora bien, ¿cuántos son así?.
6 comentarios:
En realidad ser liberal es una postura vital , netamente individualista , independientemente de planteamientos sociales y politicos
Cuando hablo de liberal me refiero, desde luego, a liberal político. Precisamente por ello hay una contradicción -probablemente aparente- entre lo que uno defiende para la sociedad y lo que podría llegar a defender para sí y para los suyos.
Se trata de un asunto muy interesante. Aparentemente simple en el planteamiento pero complejo en el análisis.
Creo que cualquier visión al respecto está inevitablemente viciada por nuestra experiencia.
Sin necesidad de recurrir a los funcionarios, voy a tratar de explicar un poco como lo veo a partir de un ejemplo.
En la crisis del 92/93 yo trabajaba en una empresa en la que (como en tantas otras) comenzó a prescindirse de personal. En muchos casos (casi todos) el despedido estaba más capacitado, trabajaba mejor (incluso así era reconocido por los jefes) que otro que se quedaba. Pero tenía contrato temporal (o indefinido con derecho a menor indemnización).
En esa coyuntura de distorsión de mercado, cualquiera desearía la posición de privilegio. Es más, el deseo será mayor cuantos más sean los privilegiados (si los privilegiados son pocos, es más difícil que te toque la china).
Quizá si el privilegio es escaso nuestra ansia de entrar en el "monopolio inexpugnable" disminuye.
Quizá más que un deseo de estar en cabeza sea un deseo de no quedar el último.
Claro que en el caso que mencionas, Ijon, la existencia de una legislación laboral que encarece y por tanto dificulta unos despidos frente a otros es de lo más antiliberal. Ahora bien, si a cualquiera de nosotros le preguntan si hubiera deseado estar entre los privilegiados, raro es que respondamos que no.
Yo solo espero que el criterio que se siguió en tu empresa de entonces no sea universal (para una legislación laboral igual o similar).
En un país como España, donde los únicos trabajos no-precarios son los del funcionarizado es lógico que todo el mundo quiera ser funcionario. Ese es el mayor problema de este país, que no se deja a los ciudadanos que tienen iniciativa y quieren poner una empresa y hacerse autónomos. Se les hace desistir , incluso antes de empezar, a base de abusivos impuestos para mantener al inútil , estéril y abultado aparato burocrático.
Recuerdo cuando acabé magisterio , hace ya casi 30 años, y quise poner una guardería con unas compañeras. La cantidad de impuestos, cuotas , requisitos inútiles, todos encaminados a sacar “pasta”, sumado a nuestra insolvencia para conseguir un préstamo inicial, nos hizo desistir. Qué pena.. imagínate si eso era así hace 30 años, ahora el problema se ha multiplicado por 50 .
En España actualmente es imposible montar una empresa propia, porque los impuestos abusivos directos e indirectos, no lo permiten y eso es un gran error desde mi punto de vista para la economía de un país y de sus ciudadanos . Un saludo. Lola.
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