Francisco J. Rubia es Catedrático de Fisiología Humana en la Universidad Complutense de Madrid y un excelente divulgador y filósofo de la ciencia del cerebro.
En su último libro hace un ejercicio de divulgación especialmente destacado al dar respuesta a 60 preguntas sobre nuestro órgano rector. No quise comprarlo porque mi bibliografía sobre el tema es ancha y profunda, y mi capacidad de gasto en lujos eruditos más bien reducida, pero lo pude adquirir –si bien temporalmente, a devolver el 2 de Diciembre- en la biblioteca de mi pueblo.
Ya había leído de Rubia la obra "El cerebro nos engaña", que recomiendo a todo aquel que tenga interés por esa masa gris-rosácea, viscosa y arrugada de aproximadamente un kilo y medio de la que surgen todas nuestras vivencias....¡y nuestros engaños!. La impresión que entonces me causó, que causó en mi mente, en mi cerebro, fue intensamente gratificante y enriquecedora, y no creo que me engañase. Me pareció un libro claro, didáctico e inteligente.
Con el tiempo he discrepado de algunos de los puntos de vista del autor, especialmente en lo que atañe a la libertad. Leí en una entrevista que le hicieron que esta era una ilusión. Hay toda una corriente de pensamiento neurocientífico que defiende esta idea, que a mi me parece errónea.
Ahora, leyendo las primeras de sus 60 respuestas, me encuentro con algo que me sorprende bastante. A la pregunta ¿qué es el sexto sentido? responde con un correcto repaso de algunos extravagantes sentidos de los seres vivos, todos acordes con las leyes de la física y la química, como esos de unos tiburones que les sirven para detectar presas enterradas en la arena por distorsiones del campo eléctrico o esos otros de ballenas que captan el campo magnético de depósitos de lava del fondo marino y permiten a estas orientarse para recorrer largas distancias.
Pienso que quizá Rubia aluda al inconsciente y a la intuición para explicar el denominado sexto sentido entre los humanos. A fin de cuentas captamos muchas más cosas del ambiente de las que finalmente somos conscientes, y sería posible que algunas personas pudiesen llevar a su consciencia retazos de percepción que en otras permaneciesen totalmente inconscientes. Esto podría suceder, por ejemplo, con el lenguaje no verbal, emocional. Podríamos percibir en los otros intenciones, repulsiones, deseos, mentiras, dudas, temores...por sus gestos o el movimiento de sus ojos o su cuerpo, así como por el tono de una frase, la velocidad con la que se diga, la forma que esta tome, lo habitual o no de ella en quien la dice, lo artificial de su construcción....etc etc.
Rubia dice que nuestros perros domésticos pueden "adivinar" lo que desean sus amos a través de ese lenguaje emocional. Esto es así porque los mamíferos compartimos el sistema límbico y podemos comunicarnos, mal que bien, a ese nivel. No cree que los perros posean forma alguna de telepatía. Y sin embargo si atribuye esta a los humanos, y explica por ella nuestro sexto sentido.
Nos habla de la "presunta capacidad de algunas personas de leer los pensamientos de otras, sin importar a que distancia se encuentren". Y nos dice que "se han realizado innumerables experimentos que apuntan en esa dirección y que han convencido a muchos científicos de la existencia de la telepatía".
Rupert Sheldrake es, por lo visto, el principal defensor de estas ideas a través de su teoría de los "campos morfogenéticos", campos que "unirían unas personas a otras de forma desconocida e invisible" (interesante cosa, pero no ciencia).
Ciertamente no estoy al corriente de las investigaciones de este personaje, ni de las evidencias a favor de la telepatía. Pero a priori soy bastante escéptico al respecto. Y me sorprende que un neurocientífico pueda llegar a creer, ni siquiera levemente, semejantes cosas si no tienen un apoyo lógico o empírico sólido, y si no pueden aún ser explicadas en términos físico-químico-biológicos. ¿Cómo, exactamente, cómo puede una mente leer otra?. ¿Captando del aire por el oído o el tacto las ondas electromagnéticas emitidas por un cerebro ajeno y traduciéndolas en palabras y emociones en el propio?. Tenemos empatía, pero eso es demasiado. Y eso es lo más plausible que se me ocurre, algo absolutamente inverosímil.
Recuerdo una vez que estaba con mi mujer bromeando sobre la telepatía. Pegué mi frente a la suya y dije "¡Calla!, voy a leer tu mente". Quedamos así, frente con frente, unos 10 segundos, en silencio. De pronto una voz surgió clara y distinta, era la voz de mi mujer, decía: "Tooooooontooooo". Naturalmente había salido de su boca, ¿de dónde si no?.
16 comentarios:
Parece fantaciencia. Cuando un cientifico entra en la especulación y pierde el principio de escepticismo y el de causa efecto, mal vamos.
Abrazos.
Yo creo que F.J. Rubia no tenía que haber entrado en eso. Tiene muchas cosas y muy interesantes que contar para dedicar una sola línea a algo tan sumamente especulativo e improbable.
Él quizá se pueda permitir divagar, pero no debe confundir a su público lector, para quien divulga, sobre lo que es y lo que no es ciencia del cerebro.
Quizá es el escape de muchos científicos. El excepticismo aisla, y tanto excepticismo les lleva a la necesidad de creer en algo mágico mas allá. Algo que les una en sus creencas a otros. Alfred R Wallace, el descubridor de los mecanismos de la evolución junto con Darwin, era creyente en el espiritismo. En la época hippie ningun cientifico osaba hablar mal del espiritismo. Ahora, aunque no se puede comparar, para muchos cientificos el empeño en demostrar el calenamiento global o la busqueda de vida en otros planetas es algo mas que un empeño en la busqueda de la verdad.
Después de la revolución francesa, que consagró una especie de ateismo militante, lo mas moderno era inventarse ritos mágicos y religiones grandiosas. De ahí nació la Masonería.
Hace unas decadas era el culto a los Ovnis y actualmente es el ecologismo, la adoración a la Diosa tierra, una especie de culto del neolítico con cientifismo.
Son ritos que forman parte de la religión laicista, una mezcla de cientifismo, culto al cuerpo, pá, pretendida solidaridá y cooperancia y mucho mirar por encima del hombro a los no creyentes, con desprecio ante tanto exceso de nindundis que estropean el planeta. Como las niñas tonificadas y bobas de los anuncios de la energía verde de Iberdrola. Un culto fanatico, vaya.
No hay peor creyente que el que se autodenomina escéptico.
Vaya , una que es relativista , agnostica y esceptica ..ahora ya no me hablais :) kiss
El agnosticismo, el escepticismo e incluso el relativismo bien aplicados, bien entendidos, son positivos, son necesarios para un pensamiento sano e inteligente, creo yo.
Lo malo en mi opinión es cuando se hipertrofian, o cuando se convierten en su contrario.
El sexto sentido puede tener mucho de instinto, a la manera de los tiburones. Pero de eso otro de lo que hablas... sobre leer en las emociones... nuestras neuronas espejo.
Gracias porque ese autor al que te refieres me ha interesado.
Un saludo
Espero que lo leas con gusto y con provecho.
Un saludo.
Estoy más de acuerdo con Memetic Warrior. Mi profesor de Química y Biología era profundo creyente, lo cual no deja de ser típico en un científico, por lo que apunta Memetic de ir más allá de lo empírico por cierta sobrecarga, o incluso por la incapacidad de encontrar la causa última de todos los fenómenos que estudian.
Pero lo curioso era su respeto hacia la telepatia. Nos contó que un día hizo una prueba con su mejor amigo: el uno en frente del otro debían escribir en distintos papeles el símbolo que pensaban que estaba pensando el otro. Así hasta 150 veces, con la posibilidad de tres símbolos distintos: círculo, cuadrado o triángulo. Cuando llegaron a la número 100 comprobaron las respuestas, y habían coincidido en 45, lo cual excede a todas luces las leyes de la probabilidad. No continuaron la prueba (porque les dio "mal rollo", me dijo), pero es cuanto menos interesante. El hecho de que los símbolos de la prueba fueran tan sencillos e impersonales nos haría eliminar la idea de que coincidieron en tantas porque se conocían muy bien. Acertar en eso nada tiene que ver con decir la misma palabra a la vez que tu mejor amigo o llamaros a la misma hora, algo bastante común.
Bueno, más que común, más comprensible, teniendo en cuenta la cantidad de experiencias que se comparten y los hábitos.
Las coincidencias suelen impresionarnos por su carácter único.
Si nos encontramos a Pepito en un viaje a Jamaica en nuestro mismo hotel, al ser esto algo sumamente improbable, nos parece casi milagroso. Pero como decía es por su carácter único. La probabilidad de ese suceso es muy baja. No lo es tanto, en cambio, que nos encontremos a alguno de nuestros muchísimos conocidos en un viaje a Jamaica (o restringiendo aún más, alguno de nuestros no tantos pero aún así muchos amigos de la facultad, el pueblo, la familia extensa o el trabajo).
Sobre este punto es muy interesante la exposición de John Allen Paulos en "El hombre anumérico".
En cuanto a las "coincidencias" entre tu profesor y su colega, tal como está planteado el experimento, son interesantes. Aunque de ahí a sacar conclusiones sobre telepatía hay un abismo, especialmente en la "lectura" de pensamientos y sentimientos complejos. Tendrían además que reproducir el experimento y no tener "malos rollos". Esos malos rollos me parecen pueriles en un científico, una forma de superstición.
No voy a ser yo de todas formas quien niegue rotundamente la posibilidad de la existencia de alguna forma de telepatía. Simplemente creo que hoy por hoy no tenemos nada concluyente para creer que sea posible.
Se me ha colao un "amigos" de la familia extensa. Al pertenecer a dos categorías distintas y perfectamente diferenciables está mal dicho, y ello pese a que podemos tener primos, abuelos, hermanos etc amigos o enemigos....
Siento mucho que se haya confundido la llamada "teoría de la mente", la capacidad innata que tenemos de poder adivinar la conducta de otros congéneres, capacidad que también tienen otros animales que nos han precedido en la evolución, y la telepatía. Hoy por hoy no existe ninguna prueba científica de la existencia de telepatía. Sin embargo, la teoría de la mente está aceptada por todos los neurocientíficos.
F. J. Rubia
Si, y a mi la idea de la teoría de la mente me parece bastante consistente con los hechos observados y observables y convincente en aquello que no puede ser observado, aunque sus fundamentos neurobiológicos todavía tengan que ser profundizados (usted sabrá más de eso). Pero no la he confundido con la telepatía. En su libro habla de telepatía, no de teoría de la mente, por ello me sorprendí y mostré cierto escepticismo al respecto. De todas formas no creo que el estado de conocimientos actual sea suficiente para negar tajantemente la telepatía, y desde luego estoy seguro de que es notablemente insuficiente para afirmarla.
No sabe cuanto me agrada y cuanto me honra que haya dejado un comentario (si es que efectivamente es usted, dado que, como imagino sabrá, los comentarios anónimos los puede firmar cualquiera con cualquier nombre, Kant, Sófocles, Shakespeare, Newton, Lewontin, Damasio o Rubia).
Repito, después de haber revisado el capítulo correspondiente de mi libro, que en ningún lugar afirmo "creer" personalmente en la telepatía. Es más, literalmente digo en ese capítulo "la presunta capacidad de algunas personas de leer los pensamientos de otras no importa a qué distancia se encuentren". Por otra parte, las creencias no pertenecen al terreno de la ciencia.
F. J. Rubia
En efecto nos habla de la "presunta capacidad de algunas personas de leer los pensamientos de otras, sin importar a que distancia se encuentren" y así, literalmente, lo transcribo en mi post. Asimismo transcribo lo siguiente: "se han realizado innumerables experimentos que apuntan en esa dirección y que han convencido a muchos científicos de la existencia de la telepatía". Naturalmente usted no tiene porqué ser uno de tales científicos CONVENCIDOS (recalco la palabra, que no carece de importancia cuando quien está convencido es un científico, y no un lego) de la existencia de dicha capacidad. Sin embargo nos habla de esos numerosos experimentos que APUNTAN en esa dirección. En ningún momento manifiesta su oposición como científico –siquiera su escepticismo- al respecto del asunto, y esto último no es asunto baladí, pues si, como dice el refrán, quien calla otorga, más otorga quien habla de algo incierto o increíble y no lo contrapesa con una negación o una duda.
De todas maneras aunque lo que dijo en el citado capítulo pueda contemplarse como una tolerancia benevolente para con ciertos fenómenos y estudios de tales fenómenos no demostrados ni demostrativos, respectivamente, y no como una prueba de fe ciega en ellos, tampoco en mi crítica se puede vislumbrar una categórica afirmación de su creencia. Simplemente digo (y transcribo): “me sorprende que un neurocientífico pueda llegar a creer, ni siquiera levemente, semejantes cosas”. El matiz que introduce el “levemente” sugiere que no le atribuyo tampoco una fe desmedida en la telepatía. Y de acuerdo con su desmentido aquí, del que me alegro (por el desmentido en sí y porque comente mi texto), queda perfectamente claro que no otorga ninguna credibilidad desde el punto de vista estrictamente científico al fenómeno (quizá no debiera llamarse ni siquiera así) de la telepatía, pese a que a partir del mentado capítulo de su libro algún lector no suficientemente avisado por el propio autor pudiera llegar a colegir que así fuera.
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