Sigo leyendo el interesante libro de Elkhonon Goldberg, "La Paradoja de la Sabiduría". Según avanzo por sus páginas más sabiduría encuentro (o así me lo parece). Es como si el libro, en su desarrollo, reflejara sutilmente las ideas de su autor sobre el desarrollo del cerebro a lo largo de la vida (si Haeckel se atrevió a decir que la ontogenia recapitula la filogenia, yo no voy a echarle menos valor).
Durante los últimos años la neurociencia nos ha puesto ante el hecho incontestable de que los dos hemisferios cerebrales son distintos, tanto en su morfología y sus funciones como en su ultraestructura y fisiología. Sin embargo las diferencias que han ido descubriéndose han dado origen a mucha poesía filosófica, y una científica forma de mito ha rellenado los vacíos de la ignorancia: que si el lenguaje está lateralizado en el hemisferio izquierdo, y este es dominante para el mismo, así como para las matemáticas y el pensamiento analítico, que si en el cerebro derecho residen la creatividad y el gusto musical, el reconocimiento de caras, la visión gestalt y holística....y sí, las cosas iban por ahí, pero a un tiempo no tenían nada que ver.
Nadie imaginó la solución al enigma, salvo un científico ruso residente en EEUU, que con una parsimoniosa y elegante teoría explicó, ya a principios de los 80, por dónde iban los tiros.
No voy a exponer pormenorizadamente su teoría por al menos dos razones: una es que no lo haría muy bien, pues no la he desarrollado yo ni dispongo de la larga experiencia y el bagaje de profundas reflexiones de su autor. Detrás de la superficie de todo discurso ilustrado hay un abismo de conocimientos. Otra es que prefiero que quien lea esto se anime y lea por si mismo el libro, en el que estas ideas están inmejorablemente expuestas.
Pero puedo hacer un resumen muy resumido: las novedades a las que nos enfrentamos son procesadas, en mayor medida, por el cerebro derecho, mientras que las rutinas cognitivas están ubicadas, en forma de atractores (grupos de neuronas que forman patrones reconocibles) en el cerebro izquierdo. A lo largo de la vida uno pasa de usar más el cerebro derecho a usar más el izquierdo. En la niñez no es que uno sea una tabla rasa, pero si tiene todas las experiencias y aprendizajes de su vida por delante. Entonces se hace un mayor uso del cerebro derecho. Según vamos adquiriendo patrones con los que manejarnos en nuestro cambiante pero levemente estable ambiente –entre ellos patrones lingüísticos, conductuales, visuales....-pasamos a utilizar más el cerebro izquierdo para la resolución de las tareas y los problemas. Con el paso del tiempo el cerebro derecho va sufriendo más deterioro. En la vejez usamos notablemente más el cerebro izquierdo. Y así es al menos para los diestros (pero en los zurdos o bien la cosa es igual o bien está cambiada de lado).
Cuando miramos a nuestro alrededor reconocemos las cosas que ya conocíamos (como el propio verbo reconocer –reconoce) pero también aquellas que son similares a las que ya conocíamos. El presente recordado toma forma en la cara de un extraño que nos cruzamos por la calle. Distinguimos en él a un humano, y sabemos que lleva una camisa y zapatos, aunque nunca hayamos visto la camisa o los zapato que lleva antes. Solamente lo nuevo –sea esto una impresión o una acción- pone en marcha el cerebro derecho. Quizá si escrutamos la cara del tipo que nos cruzamos nuestro cerebro derecho tendrá una mayor activación. Si realizamos un trabajo nuevo también se activará más. Así hasta que captemos los rasgos del rostro o el procedimiento correcto de realización del trabajo. Entonces el que se activará más será el cerebro izquierdo.
El aspecto emocional queda también impecablemente explicado por Goldberg.
El estudio sistemático de las emociones ha sido abordado por la neurociencia solo muy recientemente. Pero sus resultados han sido notables, y muy ilustrativos sobre nuestra naturaleza animal. En mi opinión se está logrando expulsar al fantasma de la máquina con mayor fuerza con estos estudios que con ninguna otra cosa. El último bastión del alma se resquebraja. Y no es que esto me haga feliz, precisamente. Aunque poco importa si me hiciera feliz, porque probablemente esta felicidad tendría también su explicación neurobiológica.
Parece que el hemisferio izquierdo, por eso de ser el lado del cerebro de las rutinas, de lo consolidado, de lo firme, de lo seguro, de lo que, en definitiva, ha demostrado fielmente su contribución a la adaptación del hombre a su medio, es el hemisferio de los sentimientos positivos. Dice Goldberg que el hombre, al envejecer y usar más el cerebro izquierdo, se vuelve por lo general más positivo.
El hemisferio derecho está asociado, por el contrario, a los sentimientos negativos. Y no es de extrañar siendo este hemisferio el que se encarga de asimilar lo nuevo, de afrontar los retos, siendo este hemisferio el sustrato de la inquietud, que, en el fondo, es descontento.
El neurotransmisor más abundante en el cerebro izquierdo es la dopamina, que, como se sabe, produce efectos euforizantes. En el derecho es la norepinefrina (noradrenalina), muy vinculada a la ansiedad y al estado de alerta. Las personas ansiosas, en efecto, tienen la admígdala derecha especialmente desarrollada.
La teoría de Goldberg ha sido contrastada con éxito gracias a las modernas técnicas de neuroimagen, especialmente las de neuroimagen funcional, que permiten ver el cerebro en acción tanto en personas sanas como en pacientes de enfermedades mientras realizan tareas cognitivas complejas.
Durante los últimos años la neurociencia nos ha puesto ante el hecho incontestable de que los dos hemisferios cerebrales son distintos, tanto en su morfología y sus funciones como en su ultraestructura y fisiología. Sin embargo las diferencias que han ido descubriéndose han dado origen a mucha poesía filosófica, y una científica forma de mito ha rellenado los vacíos de la ignorancia: que si el lenguaje está lateralizado en el hemisferio izquierdo, y este es dominante para el mismo, así como para las matemáticas y el pensamiento analítico, que si en el cerebro derecho residen la creatividad y el gusto musical, el reconocimiento de caras, la visión gestalt y holística....y sí, las cosas iban por ahí, pero a un tiempo no tenían nada que ver.
Nadie imaginó la solución al enigma, salvo un científico ruso residente en EEUU, que con una parsimoniosa y elegante teoría explicó, ya a principios de los 80, por dónde iban los tiros.
No voy a exponer pormenorizadamente su teoría por al menos dos razones: una es que no lo haría muy bien, pues no la he desarrollado yo ni dispongo de la larga experiencia y el bagaje de profundas reflexiones de su autor. Detrás de la superficie de todo discurso ilustrado hay un abismo de conocimientos. Otra es que prefiero que quien lea esto se anime y lea por si mismo el libro, en el que estas ideas están inmejorablemente expuestas.
Pero puedo hacer un resumen muy resumido: las novedades a las que nos enfrentamos son procesadas, en mayor medida, por el cerebro derecho, mientras que las rutinas cognitivas están ubicadas, en forma de atractores (grupos de neuronas que forman patrones reconocibles) en el cerebro izquierdo. A lo largo de la vida uno pasa de usar más el cerebro derecho a usar más el izquierdo. En la niñez no es que uno sea una tabla rasa, pero si tiene todas las experiencias y aprendizajes de su vida por delante. Entonces se hace un mayor uso del cerebro derecho. Según vamos adquiriendo patrones con los que manejarnos en nuestro cambiante pero levemente estable ambiente –entre ellos patrones lingüísticos, conductuales, visuales....-pasamos a utilizar más el cerebro izquierdo para la resolución de las tareas y los problemas. Con el paso del tiempo el cerebro derecho va sufriendo más deterioro. En la vejez usamos notablemente más el cerebro izquierdo. Y así es al menos para los diestros (pero en los zurdos o bien la cosa es igual o bien está cambiada de lado).
Cuando miramos a nuestro alrededor reconocemos las cosas que ya conocíamos (como el propio verbo reconocer –reconoce) pero también aquellas que son similares a las que ya conocíamos. El presente recordado toma forma en la cara de un extraño que nos cruzamos por la calle. Distinguimos en él a un humano, y sabemos que lleva una camisa y zapatos, aunque nunca hayamos visto la camisa o los zapato que lleva antes. Solamente lo nuevo –sea esto una impresión o una acción- pone en marcha el cerebro derecho. Quizá si escrutamos la cara del tipo que nos cruzamos nuestro cerebro derecho tendrá una mayor activación. Si realizamos un trabajo nuevo también se activará más. Así hasta que captemos los rasgos del rostro o el procedimiento correcto de realización del trabajo. Entonces el que se activará más será el cerebro izquierdo.
El aspecto emocional queda también impecablemente explicado por Goldberg.
El estudio sistemático de las emociones ha sido abordado por la neurociencia solo muy recientemente. Pero sus resultados han sido notables, y muy ilustrativos sobre nuestra naturaleza animal. En mi opinión se está logrando expulsar al fantasma de la máquina con mayor fuerza con estos estudios que con ninguna otra cosa. El último bastión del alma se resquebraja. Y no es que esto me haga feliz, precisamente. Aunque poco importa si me hiciera feliz, porque probablemente esta felicidad tendría también su explicación neurobiológica.
Parece que el hemisferio izquierdo, por eso de ser el lado del cerebro de las rutinas, de lo consolidado, de lo firme, de lo seguro, de lo que, en definitiva, ha demostrado fielmente su contribución a la adaptación del hombre a su medio, es el hemisferio de los sentimientos positivos. Dice Goldberg que el hombre, al envejecer y usar más el cerebro izquierdo, se vuelve por lo general más positivo.
El hemisferio derecho está asociado, por el contrario, a los sentimientos negativos. Y no es de extrañar siendo este hemisferio el que se encarga de asimilar lo nuevo, de afrontar los retos, siendo este hemisferio el sustrato de la inquietud, que, en el fondo, es descontento.
El neurotransmisor más abundante en el cerebro izquierdo es la dopamina, que, como se sabe, produce efectos euforizantes. En el derecho es la norepinefrina (noradrenalina), muy vinculada a la ansiedad y al estado de alerta. Las personas ansiosas, en efecto, tienen la admígdala derecha especialmente desarrollada.
La teoría de Goldberg ha sido contrastada con éxito gracias a las modernas técnicas de neuroimagen, especialmente las de neuroimagen funcional, que permiten ver el cerebro en acción tanto en personas sanas como en pacientes de enfermedades mientras realizan tareas cognitivas complejas.
4 comentarios:
Coincide con mi perfil. Despistao, no me fijo mucho en las cosas... pero tope optimista, oye.
Abrazos
Notable.
Oye me acordé por los q me preguntaste de otro libro de paleo husmeando en mi biblioteca en español Dinosaurio de Jose Luis Sanz con ilustraciones de Raul Martin búscalo!!!
Saludos
Lebeche,
¡Mira que eres despistao!. La cosa no va por ahí (me refiero al despiste), o al menos eso creo. El mayor uso del hemisferio izquierdo no supone prestar menos atención al entorno, sino tratar de adaptarlo a nuestros esquemas mentales preestablecidos (que esto no se interprete erróneamente como una mayor predisposición al prejuicio, entendido en el sentido restrictivo que usualmente se da al término).
Roberto,
Gracias por la nueva recomendación.
Ahora estoy leyendo la maravillosa "Vida Maravillosa" de Stephen Jay Gould. Me está gustando bastante. Curioso yacimiento ese de Burguess Shale, y extraordinario el mérito de los paleontólogos que convirtieron figuras aplastadas en organismos tridimensionales.
tengo ke hacer un trabajo sobre goldberg y la paradoja de la sabiduria....xfavor...alguien me puede explicar muy brevemente kómo según él, afecta el paso del tiempo a nuestro cerebro?
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