Somos balas disparadas al futuro, balas que nunca harán diana. Estamos diseñados para anticiparnos, para preocuparnos, para no saciarnos de fugaz presente, ávidos siempre de hipotéticos mañanas.
Buscamos instantes de eternidad, suspender el tiempo en un suspiro de alivio categórico, elevarnos por encima de una mísera necesidad permanentemente renovada.
Al menos una vez a la semana alguien me manda por email una presentación llena de frases huecas pero floridas, en las que se insta al lector a ser feliz, a disfrutar el momento, a despreocuparse. El nirvana está a dos pasos. Pero, ¡ay!, dos pasos que han de darse sobre un abismo insondable, insalvable.
“¡Sé feliz!”, me dicen. Pero yo prefiero su antítesis: “Conócete a ti mismo”.
Tolstoi, en su última época, cuando escribió “La Muerte de Ivan Illich” pensando, sintiendo, anticipando su propia muerte, miraba a los mujics, a los campesinos rusos, e idealizaba su estoicismo y su felicidad sencilla. El simple parece al sabio más feliz. Pero el simple ni sufre ni goza tanto como el sabio, y el sabio es necio al menos en esa apreciación, en esa proyección de su dolor invertido en la aparente indiferencia e indolencia de los otros.
¿Era más feliz Sancho Panza que el Quijote?. Mucho lo dudo. Quizá su estado de ánimo fuera más constante, pero sus altos jamás igualaron a los de su señor. ¡¿Pero que digo?!..¿acaso estoy confundiendo al loco con el sabio?. Algo hay de eso. Permítaseme esa locura, esa necia sabiduría.
Si te dice el Doctor: “te quedan 3 meses de vida” decides entregarte al presente, y descubres con estupor que casi todos los presentes son proyectos de futuro. El marco de nuestra acción de ahora es la nunca alcanzada saciedad de después. Tenemos que amputar el horizonte más allá del plazo en el que vence nuestra vida. Por eso no queremos conocer nuestra hora. La cruel incertidumbre trae consigo al menos un consuelo: el porvenir sigue abierto.
Es importante ser consciente del peso del después en nuestras vidas. La inacción contemplativa solo puede ser verdaderamente satisfactoria cuando se ha eliminado la zozobra del qué será, será. Una filosofía de sibaritismo, de molicie, cantará al presente, a lo inmediato, pero conducirá necesariamente al malestar existencial bajo la presión creciente de lo no acabado, de lo ni siquiera empezado. Demasiados asuntos pendientes, que se acumulan en una montaña de deberes y obligaciones, cada vez más difícil de escalar o de reducir. Y eso está reñido con el placer de observar. Algunos deciden que tal montaña no existe, y con este expediente siguen hundiéndose en el cieno con un simulacro de sonrisa en el rostro.
Carpe Diem, decía Horacio. Su mecenas, el mismísimo Mecenas, garantizó con su suave protección la tranquilidad suprema que le permitía esa exhortación. Pero ni siquiera Horacio pudo disfrutarla, porque al final siempre impera nuestra inquietud. Nuestro escéptico interior caerá, una y otra vez, bajo el yugo de nuestro bárbaro; o bien un bárbaro venido de fuera hará el papel de subyugador.
Buscamos instantes de eternidad, suspender el tiempo en un suspiro de alivio categórico, elevarnos por encima de una mísera necesidad permanentemente renovada.
Al menos una vez a la semana alguien me manda por email una presentación llena de frases huecas pero floridas, en las que se insta al lector a ser feliz, a disfrutar el momento, a despreocuparse. El nirvana está a dos pasos. Pero, ¡ay!, dos pasos que han de darse sobre un abismo insondable, insalvable.
“¡Sé feliz!”, me dicen. Pero yo prefiero su antítesis: “Conócete a ti mismo”.
Tolstoi, en su última época, cuando escribió “La Muerte de Ivan Illich” pensando, sintiendo, anticipando su propia muerte, miraba a los mujics, a los campesinos rusos, e idealizaba su estoicismo y su felicidad sencilla. El simple parece al sabio más feliz. Pero el simple ni sufre ni goza tanto como el sabio, y el sabio es necio al menos en esa apreciación, en esa proyección de su dolor invertido en la aparente indiferencia e indolencia de los otros.
¿Era más feliz Sancho Panza que el Quijote?. Mucho lo dudo. Quizá su estado de ánimo fuera más constante, pero sus altos jamás igualaron a los de su señor. ¡¿Pero que digo?!..¿acaso estoy confundiendo al loco con el sabio?. Algo hay de eso. Permítaseme esa locura, esa necia sabiduría.
Si te dice el Doctor: “te quedan 3 meses de vida” decides entregarte al presente, y descubres con estupor que casi todos los presentes son proyectos de futuro. El marco de nuestra acción de ahora es la nunca alcanzada saciedad de después. Tenemos que amputar el horizonte más allá del plazo en el que vence nuestra vida. Por eso no queremos conocer nuestra hora. La cruel incertidumbre trae consigo al menos un consuelo: el porvenir sigue abierto.
Es importante ser consciente del peso del después en nuestras vidas. La inacción contemplativa solo puede ser verdaderamente satisfactoria cuando se ha eliminado la zozobra del qué será, será. Una filosofía de sibaritismo, de molicie, cantará al presente, a lo inmediato, pero conducirá necesariamente al malestar existencial bajo la presión creciente de lo no acabado, de lo ni siquiera empezado. Demasiados asuntos pendientes, que se acumulan en una montaña de deberes y obligaciones, cada vez más difícil de escalar o de reducir. Y eso está reñido con el placer de observar. Algunos deciden que tal montaña no existe, y con este expediente siguen hundiéndose en el cieno con un simulacro de sonrisa en el rostro.
Carpe Diem, decía Horacio. Su mecenas, el mismísimo Mecenas, garantizó con su suave protección la tranquilidad suprema que le permitía esa exhortación. Pero ni siquiera Horacio pudo disfrutarla, porque al final siempre impera nuestra inquietud. Nuestro escéptico interior caerá, una y otra vez, bajo el yugo de nuestro bárbaro; o bien un bárbaro venido de fuera hará el papel de subyugador.
4 comentarios:
Pasta. Eso es lo que hace falta para vivir sin preocupaciones de futuro.
Como decía Les Luthiers: "El dinero no hace la felicidad pero la imita tan bien"
Saludos
Yo no estoy muy seguro de eso.... pero a pesar de ello juego todas las semanas la primitiva.
El ladagio de conocete a ti mismo , estaba a la entrada del templo de Delfos , era el lema , sabio y ala vez practico :)
lo ideal es vivir el momento , tener la idea de transitoreidad , y a la vez actuar con la suficiente prudencia para no hacer locuras , quizas equilibrio , pero solo arrepentirse de lo no vivido
Uno va sobre una cuerda tendida sobre el abismo. Hoy estoy Nietzscheano.
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