Ayer mi mujer me sorprendió desagradablemente diciendo que estaba cansada de mi, que nuestra relación había caído en la monotonía, que no tenía sentido seguir de esta absurda manera. Ante eso me levanté y me fui de casa sin decir palabra. Estuve vagando por las calles del centro, llenas de ruidos y luces, de gentes apresuradas o apáticas. Caminé en círculos: siempre acababa en la misma plaza. En círculos también pensaba, volvía una y otra vez, obsesivamente, sobre los mismos pensamientos lamentables, sobre las mismas valoraciones deprimentes. De pronto mi universo se había hecho pedazos y solo me quedaban fragmentos desprovistos de significado, recuerdos de lugares y circunstancias, cuyo contenido emocional me era ajeno. Ansiedad e ira me destruían por dentro. Llegué por enésima vez a la plaza maldita. Había un teatro al que no había prestado atención en mis pasos anteriores. En él daban una obra con un título sugerente: La última salida.
Me acerqué a la taquilla como un autómata y compré una entrada para la sesión de unos minutos después. Entré y me senté en mi butaca, desdeñando inconscientemente las amabilidades del acomodador; ni amabilidad ni acomodo para mi atormentada alma. El patio de butacas a mi alrededor estaba vacío. El acomodador se había retirado a una sombra en la entrada de la sala y yo estaba solo. Se levantó el telón, la obra comenzó. Sobre un escenario desnudo, pintado de un rojo apagado, apareció un tipo alto, esbelto, fino, impecablemente vestido, con un andar suave y una mirada segura acompañada por un gesto sardónico. Me miró: "Tú debes ser el protagonista", me espetó.
-"¿Cómo?".
-"Si. Tú eres el protagonista".
-"¿Qué?.....¿Y la obra?......¿y......el público?".
-"Tú eres la obra. Tú eres el público. Y por supuesto tú eres el protagonista. Y esta es tu última salida".
Mi mirada estaba fija en el tipo aquel. Tanto que mi campo visual estaba completamente oscuro alrededor de esa figura. Estaba recortada sobre un fondo oscuro levemente rojizo. Parecía estar suspendida en un vacío intemporal.
-"Mi mujer me va a dejar". Dije esto y rompí a llorar. Mis ojos se llenaron de lágrimas y el tipo se tornó borroso. El rojo del fondo se fundió con mis lágrimas y veía caer cataratas de sangre. Me palpé la frente. Noté una herida, una profunda incisión, un corte más parecido a un cañón que a una línea. Metí la mano dentro, luego parte del antebrazo. Palpé algo al fondo, algo viscoso, rugoso....tiré de ello, lo saqué, lo puse ante mi mirada mojada. Era mi cerebro. Notaba que tiraba de mis ojos cuando lo movía con mis manos. "Ser o no ser, esa es la cuestión". "Al final, esto es lo que somos". Sentí una figura en mis espaldas. No la vi, no la oí, no la noté apoyada en mi, simplemente la sentí, sin sentidos. Una mano pasó por sobre mi hombro y penetró el gris rosado de mi cerebro por la cisura central. No me dolía, pero mis sentimientos iban cambiando. La mano salió con un pedazo de tejido negro agarrado y desapareció por detrás de mi hombro. Un fuerte silbido sonó, se abrieron todas las puertas y entró un viento fresco que inundó la sala. Lo respiré a pleno pulmón y sentí un delicioso cosquilleo por todo el cuerpo. Miré mis manos, no había nada. Palpé mi frente, no había herida. Levanté la mirada hacia el escenario. No había luces y estaba vacío. Su color era gris.
Una voz sonó en la entrada: "Disculpe caballero, pero la función no empieza hasta las nueve. ¿Cómo ha entrado usted aquí?".
Me levanté, me di la vuelta y observé a quien me hablaba. Era un tipo rechoncho enfundado en un traje hortera.
-"Si le digo la verdad" -respondí- "No tengo ni idea".
Salí del teatro a las variadas luminosidades y sonidos de la calle. Me sentía estupendamente. La gente caminaba animada o sosegadamente. Mis pensamientos se superponían unos sobre otros en inmaculado orden, armonizando en un todo coherente y bello. La maravillosa realidad humana, social, natural, me rodeaba. La calma y un sentimiento fraternal me embargaban. Yo era parte de todo esto, y me sentía vivo.
Cuando llegué a casa, a la que fui en directa línea recta, mi mujer no estaba. Hice las maletas y escribí una nota, que aprisioné con un imán sobre la puerta de la nevera:
"Mónica,
Me marcho. Que te vaya bien".
Me acerqué a la taquilla como un autómata y compré una entrada para la sesión de unos minutos después. Entré y me senté en mi butaca, desdeñando inconscientemente las amabilidades del acomodador; ni amabilidad ni acomodo para mi atormentada alma. El patio de butacas a mi alrededor estaba vacío. El acomodador se había retirado a una sombra en la entrada de la sala y yo estaba solo. Se levantó el telón, la obra comenzó. Sobre un escenario desnudo, pintado de un rojo apagado, apareció un tipo alto, esbelto, fino, impecablemente vestido, con un andar suave y una mirada segura acompañada por un gesto sardónico. Me miró: "Tú debes ser el protagonista", me espetó.
-"¿Cómo?".
-"Si. Tú eres el protagonista".
-"¿Qué?.....¿Y la obra?......¿y......el público?".
-"Tú eres la obra. Tú eres el público. Y por supuesto tú eres el protagonista. Y esta es tu última salida".
Mi mirada estaba fija en el tipo aquel. Tanto que mi campo visual estaba completamente oscuro alrededor de esa figura. Estaba recortada sobre un fondo oscuro levemente rojizo. Parecía estar suspendida en un vacío intemporal.
-"Mi mujer me va a dejar". Dije esto y rompí a llorar. Mis ojos se llenaron de lágrimas y el tipo se tornó borroso. El rojo del fondo se fundió con mis lágrimas y veía caer cataratas de sangre. Me palpé la frente. Noté una herida, una profunda incisión, un corte más parecido a un cañón que a una línea. Metí la mano dentro, luego parte del antebrazo. Palpé algo al fondo, algo viscoso, rugoso....tiré de ello, lo saqué, lo puse ante mi mirada mojada. Era mi cerebro. Notaba que tiraba de mis ojos cuando lo movía con mis manos. "Ser o no ser, esa es la cuestión". "Al final, esto es lo que somos". Sentí una figura en mis espaldas. No la vi, no la oí, no la noté apoyada en mi, simplemente la sentí, sin sentidos. Una mano pasó por sobre mi hombro y penetró el gris rosado de mi cerebro por la cisura central. No me dolía, pero mis sentimientos iban cambiando. La mano salió con un pedazo de tejido negro agarrado y desapareció por detrás de mi hombro. Un fuerte silbido sonó, se abrieron todas las puertas y entró un viento fresco que inundó la sala. Lo respiré a pleno pulmón y sentí un delicioso cosquilleo por todo el cuerpo. Miré mis manos, no había nada. Palpé mi frente, no había herida. Levanté la mirada hacia el escenario. No había luces y estaba vacío. Su color era gris.
Una voz sonó en la entrada: "Disculpe caballero, pero la función no empieza hasta las nueve. ¿Cómo ha entrado usted aquí?".
Me levanté, me di la vuelta y observé a quien me hablaba. Era un tipo rechoncho enfundado en un traje hortera.
-"Si le digo la verdad" -respondí- "No tengo ni idea".
Salí del teatro a las variadas luminosidades y sonidos de la calle. Me sentía estupendamente. La gente caminaba animada o sosegadamente. Mis pensamientos se superponían unos sobre otros en inmaculado orden, armonizando en un todo coherente y bello. La maravillosa realidad humana, social, natural, me rodeaba. La calma y un sentimiento fraternal me embargaban. Yo era parte de todo esto, y me sentía vivo.
Cuando llegué a casa, a la que fui en directa línea recta, mi mujer no estaba. Hice las maletas y escribí una nota, que aprisioné con un imán sobre la puerta de la nevera:
"Mónica,
Me marcho. Que te vaya bien".
8 comentarios:
Hola germánico hermánico:
Me ha gustado este escrito.
¿Sabes a qué me recuerda, por aquello de la psicodelia, el teatrillo etc.? a El lobo estepario de Hesse. Me ha venido un flash a la cabeza. Buenos... no es mala comparación.
Un abrazo
Si , el actor de la vida es uno mismo , los demas solo son secundarios , mantienes con ellos dialogos , pero quien decides eres tu :) kiss para una nueva vida
Canterano...¡El Lobo Estepario!....eso es apuntar muy alto, pero se agradece.
Mi personaje recoge los besos de Peggy y se los devuelve decuplicados.
¿Insinúas que el amor es un trapo negro incrustado entre el cerebro y los nervios oculares?. jejejeje
Pues nuca había oido definirlo así, pero también sirve.
Bueno, también es posible que en principio fuera blanco, (o rosa, jejejeje)y estuviera lleno de carbonilla.
Lo que no sé es porqué aparece "la sombra"; a mí me dá la impresión de que es uno mismo el encargado obligatoriamente, , bién de lavar el trapo, bién de tirarlo.
No me es válido el egocentrismo de ocultar la culpa propia en un ente indefinible, sea por ética, por desconocimiento, o por lo que sea. Uno mismo es el mayor responsable de lo que le ocurre, y de cambiar la situación.
Saludos.
PS.- "El Lobo Estepario" ya me se ha olvidado.
Hola Batiola,
Mi personaje supera su dolor extirpándolo en un estado semionírico. Cuando hablo de tejido me refiero al biológico, al formado por células. De alguna forma el dolor desaparece al extraer una fuerza misteriosa del cerebro de quien lo padece un trozo de tejido. Es lo que se denomina trepanación, en este caso simbólica. Dado que los sentimientos están ubicados de manera difusa en el cerebro, pero concentrados en el sistema límbico, que si está localizable, es posible que con el tiempo se pudieran eliminar cierta clase de sentimientos con cirujía o química. Aunque creo que sería un grave error sin antes conocer su importancia evolutiva, y, sobre todo, porque los sentimientos son lo que nos hace humanos.
Los sentimientos nos hacen humanos porque es lo único que hemos inventado: un nombre con el que disfrazar los instintos, o para engañarnos en la creencia de que no lo son.
Es mas complejo que eso, claro; ya en la boya habré dicho que nunca podremos despegarnos de nuestra condición de "animales", según la definición que nosotros mismos les otorgamos; seres vivos que se mueven o lo que sea, con unas pautas de comportamiento coincidentes en todas las especies.
No me extrañaría que se llegasen a eliminar los sentimientos fisicamente, pero entonces quedarían los instintos limpios, y a ver que pasaría.
Es lo que pienso, muy sintetizado, como acostumbro.
Saludos.
Animales, si, eso ya lo vamos aceptando desde la revolución darwiniana. Aunque se ha mantenido desde entonces que "Animales Racionales". También la racionalidad está ahora en entredicho, al menos como una fuerza independiente de la naturaleza.
Algunos científicos mantienen ahora que el hombre no solo no tiene menos instintos que el resto de los animales, sino que tiene más.
Debo añadir que esos instintos de más articulan los sentimientos, nos hacen humanos.
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