Mi tía Natividad era un ser sufriente. Vivió casi toda su vida bajo la tutela dominante de su madre, una mujer traviesa y aviesa que le impidió desplegar las cortas y torpes alas que tenía. Cuando esta cayó enferma de Alzheimer cuidó de ella entre suspiros y quejas. Después, cuando murió, Nati se quedó sola, inmensamente sola. La compañía que le hacían Benita, la "chica", y su familia, no contaban. El servicio no podía sustituir al amor verdadero. Tampoco las visitas esporádicas de su auténtica familia, cargadas de compromiso formalista. Natividad estaba sola en lo profundo, llena de complejos e inseguridades, temerosa de todo y de todos, resentida con un mundo demasiado veloz y demasiado indiferente para que ella pudiera vivir en él, viviendo pese a todo en medio de rituales empobrecedores y plegarias inaudibles. Finalmente sus padecimientos acabaron. Como decía Morrison "con la muerte acaba el dolor". Fue anoche. Espero que exista un más allá que la redima de tan pesarosa existencia terrenal.
En Varsovia fallecía a un tiempo Ryszard Kapuscinski, maestro de periodistas, de aventureros y de viajeros, el hombre que creía que era preciso cruzar las fronteras para superar los prejuicios. Este gran hombre ha podido morir con la grata sensación de haber vivido. Ha cruzado su última frontera. Espero que encuentre algo al otro lado.
Contrapunto: mi hijo cumplió ayer 2 años.
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