He tenido una disputa un tanto ridícula con un tipo que, podría decirse, presume de irónico, y tiene cierta fama en la red, por eso de que no hay nada más y nada mejor de lo suyo (lo cual viene a ser lo mismo),
un tal Paleofreak. El asunto: la selección natural, ese descubrimiento, ese esquema y esa metáfora que Darwin introdujo en la biología y en la ciencia.
Comenzaba yo diciendo –antes de que el arrogante friki viniese a darme lecciones desde su púlpito de Dr. paleontólogo (supongo)- que tanto la evolución como el desarrollo son procesos combinatorios. Con solo unos pocos elementos químicos se construyen unos pocos aminoácidos, nucleótidos, grasas y azúcares a partir de los cuales se despliega toda la complejidad y la diversidad de la vida. No hace falta ser un matemático de altos vuelos para percatarse del poder de la combinatoria para crear propiedades emergentes y realidades de orden superior. Por supuesto no se trata de la combinatoria per sé. Son los enlaces e interacciones característicos entre los elementos de un sistema los que hacen posible dicho sistema, y el paso del tiempo, esa otra dimensión. Pero con pocos elementos que interaccionen y enlacen bien y el tiempo preciso se pueden hacer un Universo y una Biosfera. El máximo desarrollo hasta ahora logrado, que sepamos, al menos en un organismo individual, es el del Sistema Nervioso, cuya cúspide está en el cerebro humano. Sin ese desarrollo ningún otro sería posible, o al menos real, pues no habría quien lo percibiese, y una realidad no percibida no lo es, equivale a la nada. Esto último es importante destacarlo porque tiene mucha relación con la idea de Selección natural postulada por Darwin. Hizo Darwin el uso de esta metáfora (cosa típica de nuestra especie y de nuestra mente) para referirse a un proceso no humano, en el que por tanto no existía una voluntad, una intención, un sentido definido, un objetivo.....en el que no existía tampoco “objetividad”. Percibió Darwin, con su mente racional, analítica, que dicho proceso podía explicarse y resumirse con una idea intuitiva: la naturaleza selecciona a los individuos más aptos (o más adaptados, o más afortunados) para que dejen descendencia viable y se conviertan en ancestros de las ulteriores generaciones de seres vivos. Obviamente el propio Darwin era consciente de que la naturaleza no selecciona nada: la naturaleza ES, y los individuos, grupos, especies, comunidades y ecosistemas y que la componen se desarrollan en ella, SON, en su relación con el ambiente físico-químico, ELLA. Pero para poder entender qué es la naturaleza y cómo ha llegado a ser lo que es, la idea de evolución por selección natural es útil y ajustada a los hechos de la naturaleza que percibimos. Visto desde la óptica del individuo aislado, vivo, real, tangible, observable, hay un desarrollo (que precede y sucede al nacimiento) que puede culminar o no en la procreación, propia o de los parientes. Las razones por las cuales no procree el individuo en cuestión pueden ser diversas, desde las puramente estocásticas, como la fatal caída de un rayo o una rama de árbol sobre él, pasando por las relativas a su mejor o peor adaptación al medio o al gusto de las potenciales parejas (selección natural y sexual, habiendo dentro de la selección natural aspectos grupales, de comunidad o de ecosistema, incluso de comensalismo/parasitismo, que toman forma en falta de recursos o muerte violenta o por enfermedad), o la calidad de sus gametos, hasta las atribuibles al refinado producto de la cultura humana y la elección consciente.
Yo en más de una ocasión le señalo, a un amigo célibe, un tanto rudamente para que se anime: “todos estamos aquí por un polvo”. Y así es. Todo ser que viene al mundo, que se desarrolla en el mundo HOY, lo debe a que ayer, anteayer y un pasado muy muy remoto otros seres juntaron sus genomas con éxito tras desarrollarse, asimismo con éxito, debiérase esto a en mayor proporción a la casualidad, a la causalidad o a la cibernética del desarrollo (tanto del sistema ecológico como de los sistemas y subsistemas por debajo de él).
El modo en que se desarrollan los organismos determina así el curso de la evolución. La selección natural (sirvámonos de la bella y acertada metáfora) opera sobre distintos desarrollos en marcha. En cierto sentido podría decirse que el resultado de la combinatoria de esos desarrollos en marcha crea una propiedad emergente fabulosa, un macrodesarrollo (como contraposición al microdesarrollo que supone el desarrollo de cada organismo individual), que va de el primer replicante a Gaia y al cerebro que ve y siente a Gaia, y que se denomina evolución. Todo desarrollo sucede en el tiempo, no puede entenderse de otra forma. A lo largo del hilo del tiempo se desenrolla la vida en sus diversas formas.
La selección natural podría entenderse como un proceso de criba tanto como un proceso “constructivo”. No habría contradicción sino que ambas metáforas y realidades se complementarían: muchos animales mueren sin dejar descendencia PORQUE en su ambiente no encontraron las oportunidades de un desarrollo óptimo para la procreación y otros, en cambio, la dejan por haberlas encontrado. Pero es interesante un detalle, que pasó por alto mi detractor y yo en mi entusiasmo por darle la razón en algo: la selección realmente no construye, sino que lo que se construye, es decir, lo que se construye a si mismo en las condiciones dadas del ambiente, dentro de unos parámetros y restricciones, el organismo que se desarrolla, pasa la criba, con sus características distintivas que el paso del tiempo convierte en un cambio morfológico y funcional del sistema de la naturaleza.....la evolución deviene construcción. Bien pensado, pues, la selección natural no construye nada. Si Paleofreak se empeña, tajante y doctoral, en que esta conclusión es antidarwinismo quizá es que no haya entendido nada.
La “reproducción diferencial de genotipos”, me dice, definiendo así la Selección natural. Vale, pero eso no cambia nada respecto a lo dicho. Esta reproducción diferencial no construye nada, los organismos se construyen a sí mismos a través del desarrollo, que sigue el plan a través del medio; el paso del tiempo y los desarrollos derivados en las líneas de la vida (que vienen todas desde el primer replicante) no cortadas por un fracaso en el “objetivo” reproductor construyen algo. Se produce una ramificación, una diferenciación, un macrodesarrollo, una evolución. Que lo que se construye sea una cosa u otra sí depende de esa reproducción diferencial de genotipos. Pero ese es otro asunto.
¿Por qué la selección natural puede enfocarse como poética y observarse desde la metapoética?. Sencillo: para explicar la naturaleza usamos metáforas, rara vez somos capaces de explicarla tal cual. Es una limitación de nuestro intelecto y de nuestro lenguaje, seguramente, pero merece atención. De ahí que debamos mirar hacia nuestras metáforas desde lejos, desde una perspectiva que esté más allá de la poética y de la ciencia a la que da apoyo explicativo. ¿Podemos soslayar la poética e ir directos a una explicación comprensible y relativamente sencilla?....no seré yo quien responda a eso.
Si esto que digo sigue sin convencer a Paleofreak –y afirmo que seguirá sin hacerlo aunque sólo sea por el factor emocional del que cree estar milagrosamente desvinculado- me preocupa poco. Al principio se trataba sólo de un malentendido y de una displicencia y una ironía de sabihondo con aires de superioridad, pero creo que ahora estaría en juego mucho más. Ha sido insultado (obviaremos que el insultó antes sutilmente) y se pone en duda su sabiduría biológica. Pues no, en eso te equivocarás Frikilistillo, porque aunque seas un pretencioso engreído reconozco que sabes bastante de biología evolucionista y de paleontología. Eso, no obstante, no te legitima para dar lecciones sin ni siquiera entender lo que te están diciendo.
Quería añadir una nota sobre el anfitrión de nuestra disputa: Eduardo Robredo. Creo que es una persona con grandes conocimientos con los que quizá algún día pueda tener grandes ideas. Ahora le veo muy encerrado en el dogma evolucionista (que no en el evolucionismo, que es otra cosa) y en la defensa de lo que el considera valores laicos, y quizá permanezca por siempre en ello (generalmente los que se consagran a esas cosas lo hacen de por vida). Pero en esta disputa le han vencido las preferencias, y ha admitido de buena gana los insultos de mi oponente y finalmente, censurado los míos (no me publicó el último).
Y con esto acabo este metapoema sobre las emociones de los frikis y sus amigos, no sin antes dedicarlo, en honor a Nietzsche (con el que me mandaron) : “a quien tenga oídos”.